Es complicado. No se puede estar demasiado pendiente de cómo va una relación; aquí sería aplicable lo de que el observador modifica el estado de lo observado. Principio de indeterminación de Heisenberg.
Ayer hizo un año y hoy, después de tu desilusión triste, reviso viejos textos. El 4 de abril del año pasado ya escribía sobre el tipo de relación que quería, porque ya habías cuestionado su naturaleza. Dos primeros meses de mutuo descubrimiento. Y mucho amor (a eso me acostumbraste, dices ahora). Ya lo he dicho varias veces: apareciste para permitirme expresar un amor que guardaba, tú rompiste los diques. Contigo tantas emociones encontraron su cauce; supongo que esos dos primeros meses fueron el desbordamiento necesario.
Lo que vivía, lo que sentía junto a ti, unido a tus confusiones, a tus peticiones de definirlo, explican mi Declaración al inicio de junio. Decía entonces que no quería poner nombres, que sólo quería vivir según sintiera ... y ser honesto.
Ya antes del verano, durante el viaje en Italia y los meses después, conversamos en varias ocasiones sobre las relaciones amorosas, sobre la necesidad de ser amado, sobre el intercambio, sobre la exclusividad, sobre el tiempo juntos, sobre la intensidad de los sentimientos y su expresión ...
Empezó el curso y ahora, a posteriori, tengo la impresión de que se cerró una etapa. Quizás acabaron los momentos de los descubrimientos, quizás muchas emociones se habían serenado y fluían sin tanto ímpetu, quizás cotidianas repeticiones amagaban seguridades o compromisos. En todo caso, no lo sé, no puedo contestar a nada con la mínima convicción.
No obstante, seguimos viviendo momentos de alegrías compartidas, ha habido muchos de felicidad intensa, de sentir(me) tan bien; ya sabes, estar en paz, fluyendo desde/hacia mí/ti emociones buenas (amor, por supuesto). Eso ha sido todo este tiempo, hasta ayer mismo.
Porque ayer, tras tu desilusión triste, me dijiste que ya no te quería como antes, que no te trataba como antes. Y que tú necesitas saber que te quiero. Y al acabarse la tarde me pareció que llevabas todo el día empeñada en verlo así, en fijarte en la parte vacía del vaso, en resaltar lo que no te daba y, al mismo tiempo, negarte a dejar que se disolvieran los rencores, los miedos, las inseguridades.
Puede que sea verdad, que tengas razón. Es probable que no exprese mis sentimientos como antes, es probable, incluso, que no me fluyan las mismas sensaciones que antes (y, sobre todo, con la misma intensidad). Y, sin embargo, sé que te quiero, como yo entiendo querer (amar). Me pregunto a mí mismo y, de verdad, no descubro cambios en lo que siento hacia ti. En todo caso, los cambios han sido a más, no a menos. Siento más ahora que antes deseos de que seas feliz.
Pero la cuestión es que no tengo nada claro que lo que yo te doy (o lo que yo pueda darte) sea lo que tú quieres. Siento que tú esperas de mí determinados comportamientos, demostraciones de que te amo de la forma en que tú entiendes (a lo mejor no muy precisamente) que debo (o debería) amarte. No sé si te amo como debería o como tú querrías; pero lo que sé es que el hecho de que tú lo quieras (suponiendo que pudieras precisarlo) no va a propiciar (quizás al contrario) que te ame de esa manera.
Ojo: no me estoy excusando por algunas meteduras de pata en el trato, ejemplos concretos que puntualmente pueden molestarse. Sobre estas incidencias, en la mayoría de los casos, te he dicho que tienes razón y soy consciente de que debo corregir reacciones las más de las veces debidas a mi impaciencia, nervios, lo que sea.
A mí me gustaría que no necesitaras saber que te amo, que no estuvieras tan pendiente (así me lo parece) de si me das todo lo que necesito o de si, en función de ello, mi amor evoluciona en una u otra dirección. Porque creo (naturalmente, puedo equivocarme) que esa atención tuya opera de forma doblemente negativa: en ti, dificultándote disfrutar de tantas cosas maravillosas que vivimos juntos; en mí, coartando la expresión de lo que siento y disfrazándolo en función de los efectos que pueda producir en ti.
Recuerdo una vez que me hablabas de que para ti era importante, si había algo bonito entre ambos, “luchar” por mantenerlo, por no perderlo. Al margen del tópico romántico, el enunciado en sí me resulta poco jugoso. Yo te decía (y te sigo diciendo) que lo importante no es mantener la relación sino ser felices; la relación es un medio, no un fin en sí mismos. Y la disquisición sería simplemente académica (y, por tanto, sin excesivo interés práctico), si no fuera porque, muchas veces, lleva en sí misma un germen peligroso. Intuyo que cuando alguien se está preocupando de “luchar” por una relación, los sentimientos que le dan sentido puede que estén muy agotados. Y, dando un pasito más, se me ocurre que estar demasiado atento al termómetro de una relación (preparado para luchas por ella) es una manera de agostar esos sentimientos.
Claro que no estoy nada seguro de lo que digo. Sin embargo, sólo puedo decirte que yo, aquí y ahora, no voy a “luchar” por nuestra relación. Una de las cosas que hace que te ame es el sentir ese amor como algo que ocurre libremente, sin tasas ni contrapartidas. Lo siento, pero no me casa con ningún tipo de lucha.
Se puede (y seguramente se debe) luchar cuando hay que mantener otras cosas además del amor. Esa era mi situación en mi anterior relación. Probablemente, haya sido el final de esa relación de pareja lo que me ha llevado a pensar (y sentir) lo que pienso (y siento): Seguramente el desmoronamiento de mi vida de entonces es lo que explica mi actual rechazo a lo que llamo los ingredientes “añadidos” al amor, que no creo que sean amor, pero que parece que son consustanciales a las relaciones de pareja. Vale, pero eso no quita que sea sincero en lo que, aquí y ahora, pienso y siento.
Y sincero y honesto contigo he tratado de ser desde el principio, desde hace un año. Quisiera seguir siéndolo, aunque fuera a costa de otras cosas (pero, es que esas otras cosas, se degradarían necesariamente a mis ojos si no fuera honesto: sabes que ya he vivido eso). Pero somos distintos (tú lo dices; yo ya lo sé) y es muy posible que la forma en que te quiero, la forma en que te lo expreso, lo que siento por ti y cómo quiero vivirlo, no te valgan.
En fin, hay lo que hay. Sé que me estoy expresando muy mal. Me gustaría haber sido capaz de hacer un discurso coherente, pero ya veo que no; es cómo si demasiadas ideas incompletas y divergentes se me escaparan y ninguna se concretase de forma lógica. Bueno, acabaré diciéndote que me importas mucho, que suelo estar muy a gusto contigo (en algunos momentos más que en otros, como es natural), que siento con frecuencia que te hago feliz (y eso me gusta) y que, a veces, también siento que me estás pidiendo que sienta o exprese cosas que no siento como me parece que tú quieres que sienta (y eso me entristece). Pero es lo que hay.
Ayer hizo un año y hoy, después de tu desilusión triste, reviso viejos textos. El 4 de abril del año pasado ya escribía sobre el tipo de relación que quería, porque ya habías cuestionado su naturaleza. Dos primeros meses de mutuo descubrimiento. Y mucho amor (a eso me acostumbraste, dices ahora). Ya lo he dicho varias veces: apareciste para permitirme expresar un amor que guardaba, tú rompiste los diques. Contigo tantas emociones encontraron su cauce; supongo que esos dos primeros meses fueron el desbordamiento necesario.
Lo que vivía, lo que sentía junto a ti, unido a tus confusiones, a tus peticiones de definirlo, explican mi Declaración al inicio de junio. Decía entonces que no quería poner nombres, que sólo quería vivir según sintiera ... y ser honesto.
Ya antes del verano, durante el viaje en Italia y los meses después, conversamos en varias ocasiones sobre las relaciones amorosas, sobre la necesidad de ser amado, sobre el intercambio, sobre la exclusividad, sobre el tiempo juntos, sobre la intensidad de los sentimientos y su expresión ...
Empezó el curso y ahora, a posteriori, tengo la impresión de que se cerró una etapa. Quizás acabaron los momentos de los descubrimientos, quizás muchas emociones se habían serenado y fluían sin tanto ímpetu, quizás cotidianas repeticiones amagaban seguridades o compromisos. En todo caso, no lo sé, no puedo contestar a nada con la mínima convicción.
No obstante, seguimos viviendo momentos de alegrías compartidas, ha habido muchos de felicidad intensa, de sentir(me) tan bien; ya sabes, estar en paz, fluyendo desde/hacia mí/ti emociones buenas (amor, por supuesto). Eso ha sido todo este tiempo, hasta ayer mismo.
Porque ayer, tras tu desilusión triste, me dijiste que ya no te quería como antes, que no te trataba como antes. Y que tú necesitas saber que te quiero. Y al acabarse la tarde me pareció que llevabas todo el día empeñada en verlo así, en fijarte en la parte vacía del vaso, en resaltar lo que no te daba y, al mismo tiempo, negarte a dejar que se disolvieran los rencores, los miedos, las inseguridades.
Puede que sea verdad, que tengas razón. Es probable que no exprese mis sentimientos como antes, es probable, incluso, que no me fluyan las mismas sensaciones que antes (y, sobre todo, con la misma intensidad). Y, sin embargo, sé que te quiero, como yo entiendo querer (amar). Me pregunto a mí mismo y, de verdad, no descubro cambios en lo que siento hacia ti. En todo caso, los cambios han sido a más, no a menos. Siento más ahora que antes deseos de que seas feliz.
Pero la cuestión es que no tengo nada claro que lo que yo te doy (o lo que yo pueda darte) sea lo que tú quieres. Siento que tú esperas de mí determinados comportamientos, demostraciones de que te amo de la forma en que tú entiendes (a lo mejor no muy precisamente) que debo (o debería) amarte. No sé si te amo como debería o como tú querrías; pero lo que sé es que el hecho de que tú lo quieras (suponiendo que pudieras precisarlo) no va a propiciar (quizás al contrario) que te ame de esa manera.
Ojo: no me estoy excusando por algunas meteduras de pata en el trato, ejemplos concretos que puntualmente pueden molestarse. Sobre estas incidencias, en la mayoría de los casos, te he dicho que tienes razón y soy consciente de que debo corregir reacciones las más de las veces debidas a mi impaciencia, nervios, lo que sea.
A mí me gustaría que no necesitaras saber que te amo, que no estuvieras tan pendiente (así me lo parece) de si me das todo lo que necesito o de si, en función de ello, mi amor evoluciona en una u otra dirección. Porque creo (naturalmente, puedo equivocarme) que esa atención tuya opera de forma doblemente negativa: en ti, dificultándote disfrutar de tantas cosas maravillosas que vivimos juntos; en mí, coartando la expresión de lo que siento y disfrazándolo en función de los efectos que pueda producir en ti.
Recuerdo una vez que me hablabas de que para ti era importante, si había algo bonito entre ambos, “luchar” por mantenerlo, por no perderlo. Al margen del tópico romántico, el enunciado en sí me resulta poco jugoso. Yo te decía (y te sigo diciendo) que lo importante no es mantener la relación sino ser felices; la relación es un medio, no un fin en sí mismos. Y la disquisición sería simplemente académica (y, por tanto, sin excesivo interés práctico), si no fuera porque, muchas veces, lleva en sí misma un germen peligroso. Intuyo que cuando alguien se está preocupando de “luchar” por una relación, los sentimientos que le dan sentido puede que estén muy agotados. Y, dando un pasito más, se me ocurre que estar demasiado atento al termómetro de una relación (preparado para luchas por ella) es una manera de agostar esos sentimientos.
Claro que no estoy nada seguro de lo que digo. Sin embargo, sólo puedo decirte que yo, aquí y ahora, no voy a “luchar” por nuestra relación. Una de las cosas que hace que te ame es el sentir ese amor como algo que ocurre libremente, sin tasas ni contrapartidas. Lo siento, pero no me casa con ningún tipo de lucha.
Se puede (y seguramente se debe) luchar cuando hay que mantener otras cosas además del amor. Esa era mi situación en mi anterior relación. Probablemente, haya sido el final de esa relación de pareja lo que me ha llevado a pensar (y sentir) lo que pienso (y siento): Seguramente el desmoronamiento de mi vida de entonces es lo que explica mi actual rechazo a lo que llamo los ingredientes “añadidos” al amor, que no creo que sean amor, pero que parece que son consustanciales a las relaciones de pareja. Vale, pero eso no quita que sea sincero en lo que, aquí y ahora, pienso y siento.
Y sincero y honesto contigo he tratado de ser desde el principio, desde hace un año. Quisiera seguir siéndolo, aunque fuera a costa de otras cosas (pero, es que esas otras cosas, se degradarían necesariamente a mis ojos si no fuera honesto: sabes que ya he vivido eso). Pero somos distintos (tú lo dices; yo ya lo sé) y es muy posible que la forma en que te quiero, la forma en que te lo expreso, lo que siento por ti y cómo quiero vivirlo, no te valgan.
En fin, hay lo que hay. Sé que me estoy expresando muy mal. Me gustaría haber sido capaz de hacer un discurso coherente, pero ya veo que no; es cómo si demasiadas ideas incompletas y divergentes se me escaparan y ninguna se concretase de forma lógica. Bueno, acabaré diciéndote que me importas mucho, que suelo estar muy a gusto contigo (en algunos momentos más que en otros, como es natural), que siento con frecuencia que te hago feliz (y eso me gusta) y que, a veces, también siento que me estás pidiendo que sienta o exprese cosas que no siento como me parece que tú quieres que sienta (y eso me entristece). Pero es lo que hay.
PS: Buscaba una canción como fondo musical y no me decidía. Al final, ésta; no es mi estilo, pese a lo cual hay que reconocer que es preciosa. Pero si la he elegido es por el título ... claro, que habrás de averiguarlo.
CATEGORÍA: Todavía no la he decidido
Ay Miro,
ResponderEliminarEsta vez no estoy de acuerdo contigo. No puedo estarlo.
Hay términos como el de "luchar por una relación" tan manidos que pierden el contexto y el sentido.
Y a veces, a mí me pasa, cuando las emociones me embargan y algo pugna desesperadamente por salir de mi pecho, es cuando no sale de la forma apropiada y cuando más intento hacerme entender , menos lo consigo.
Si fuera yo quien necesitara saber que me amas, yo, que llevo un bagaje de ausencias y abandonos que ha terminado, quiera o no quiera, haciendo poso y mella en mí, negándome una seguridad que antes tenía, una libertad que antes tenía. Si fuera yo, necesitaría sinceridad pero también necesitaría comprensión y necesitaría que te salieras de tus parámetros lógicos, de lo que consideras real o correcto o cierto o verdadero o libre ... me da igual.
Necesítaría que te salieras de tus parámetros de realidad, no quiero clases de honestidad, quiero amor y como único compromiso, me gustaría que tu corazón se lanzara al vacío para querer darme aquello que amo de tí, aquello que extraño.
No todos amamos de la misma forma,ni sentimos, ni necesitamos de la misma forma. Llegar al lugar (común) en donde los dos podamos compartir y llenarnos y saciarnos, es lo que hace hermoso una relación, dure lo que dure, cinco minutos, cinco vidas....
Es lo que hay... suena a lentejas, y esas nunca son recomendables para el amor.
Besos
ps: (perdona la visceralidad y el utilizar la primera persona pero era la mejor forma de expresarme sobre algo que me tocó muy de cerca en su día y no supe entonces expresar, aunque la verdad es que no sé si lo hago muy bien tampoco ahora)
Ayer hablaba con un amigo de esto mismo, su mujer le está poniendo contra la espada y la pared. No sé si se debe exigir más de lo que nos dan, si se debe pretender que todo sea como al principio, si debemos marcar la forma de amar del otro sin plantearnos primero si la nuestra tiene algo que ver con lo que el otro demanda de nosotros. Pero sí tiene algo de lógica que cuando se lucha por algo es porque ese algo se está perdiendo, a veces es mejor soplar despacito, sin hacer muchos ruidos y avivar fuegos y olvidarnos de las luchas y mucho más si no se está perdiendo nada.
ResponderEliminarYo creo que de las relaciones en general es muy difícil hablar y que cada una de ellas es un mundo que hay que tratar de forma diferente.
ResponderEliminarPero estoy contigo en que muchas veces la gente confunde los términos de la "lucha" y se esmera por conservar el medio en lugar el fin. El "noviazgo" en lugar del "amor".
Vale, puede que "lucha" no sea el término más apropiado, pero el amor, sea cual sea su naturaleza, hay que trabajarlo, si no se estanca. Y no se trata de "arreglar"; cuando arreglamos algo significa que está roto, nos dedicamos a pegar pacientemente las piecitas para conseguir lo mismo que teníamos, lo mismo.
ResponderEliminarSe trata de "construir", ir encajando piezas una sobre otra, (o al lado, debajo, qué más da,) y crear, crear formas nuevas. Con mucho amor, aceptación, comprensión, valoración, escucha, complicidad, atención, interés y un largo etcétera de otras muchas piezas, que, a pesar de la palabreja, conforman mi lucha personal.
Marguerite... eres un encanto!
Muchos besos
Tres notas para decir te quiero, de Vicente Amigo.
ResponderEliminarCreo que las cosas bonitas hay que ganarlas. Incluido el amor. Si no sientes ganas de luchar por su amor es porque no la quieres. Puede que sea eso lo que ella siente.
Con permiso, Maik, no es que no la quiera porque no luche. Lo unico que pasa es que luchar para él no significa seguir avivando el amor, porque estoy segura de que eso sí que lo está haciendo día a día, por lo que he podido leer...
ResponderEliminarHay veces que las personas nos acostumbramos a una serie de atenciones por parte del otro que, llegado un tiempo, nos empiezan a parecer pocas.
Ni mucho menos hay que conformarse pero tampoco estar exigiendo al otro constantemente.
Como tú dices, eso es lo que hay, y que te quiera tal como eres, y con las cosas que le das... Porque de otra forma estarías esforzándote en ser quien no eres y ella te pediría siempre un poquito más...
Besitos!