He recibido esta mañana un correo electrónico en el que la Fondation Le Corbusier me solicita apoyar una carta a la Ministra de Cultura francesa solicitando la paralización de un proyecto de Renzo Piano en la colina de Bourlémont sobre la que se dispone la capilla de Notre Dame du Haut de Ronchamp, realizada por Le Corbusier entre 1951 y 1955. No sabía nada al respecto y, lógicamente, he tratado de informarme.
La capilla de Ronchamp, así como los terrenos sobre los que se asienta, son propiedad de la Association Œuvre Notre-Dame du Haut. Esta asociación se formó después la guerra con la finalidad de, sumando las indemnizaciones recibidas por los daños bélicos, reconstruir la capilla de peregrinación mariana que desde siglos hubo en ese lugar. Son ellos quienes encargan la obra a Le Corbusier y quienes, todavía en la actualidad, se han ocupado de la gestión y conservación de esta obra maestra de la arquitectura.
Parece ser que a los miembros de esta asociación se les ocurrió hace unos años invitar a un grupo de monjas a vivir junto a la capilla con la finalidad de reforzar el carácter religioso del lugar frente al excesivo predominio del turismo. Es verdad que ésta es la actividad fundamental que acoge el lugar, que atrae más de 100.000 personas al año (con un porcentaje muy significativo de estudiantes de arquitectura de todo el mundo), pese a que se encuentra a desmano de cualesquiera rutas turísticas. Según leo, sólo tres días al año se celebran actos de peregrinación religiosa. El propio Corbu, en la carta dirigida al obispo de Besançon en 1955 (imagino que al finalizar las obras), dice que ha buscado crear un lugar de silencio, oración, paz y alegría espiritual. Creo recordar vagamente, además, que ya en los años de su construcción se planteó al propio arquitecto la posibilidad de erigir en la colina un pequeño convento, idea que finalmente no cuajó.
Quiero pensar, en cualquier caso, que las mejores intenciones animaron a Jean-Francois Mathey, el director de la Asociación, a promover un proyecto de intervención en la colina de Bourlémont que, además de 12 celdas para monjas clarisas, comprende un nuevo centro de visitantes y un espacio de meditación para las religiosas. La propuesta de Renzo Piano se basa en el enterramiento de las nuevas construcciones en las faldas de la colina (que además es abundantemente reforestada), de modo tal que no son vistas desde la capilla ni interfieren con la visión de ésta. Resulta más que evidente que Piano plantea una intervención desde un absoluto respeto hacia la obra del maestro y, además, con exquisita y contenida calidad arquitectónica.
De hecho, en el mensaje que me llega y en la propia carta a la ministra francesa, no se cuestiona la calidad arquitectónica, sino que la intervención planteada pone en peligro la “sutil unidad entre la capilla y el sitio”, que fue una de las mayores motivaciones de Le Corbusier. A la vista del proyecto, uno se queda pensando que para los celosos guardianes corbuserianos de la Fondation, cualquier intervención en la colina pondría en peligro dicha unidad esencial, porque es difícil imaginar una alternativa más limitada y controlada en sus efectos sobre el conjunto arquitectura-lugar que la de Renzo Piano. Lo cual me lleva a pensar si “la conservación y salvaguarda de los inmuebles y lugares de nuestra memoria colectiva” (palabras de la solicitud a la ministra) han de pasar siempre por preservar la integridad original. No lo creo, como no creo tampoco que el mismo Le Corbusier mantuviese unas posturas tan inmovilistas respecto a los “monumentos”.
Lo cual no quiere decir que me parezca bien la propuesta de Renzo Piano. Lo que, con la información que tengo, no puedo avalar es que esta intervención (y cualquiera, me temo) suponga romper la unidad esencial de la capilla de Ronchamp. Tal afirmación hay que argumentarla; no basta con referirse a riesgos genéricos que valen tanto para la propuesta de Piano como para cualquier otra. Y, sin embrago, no se hace; se pide el apoyo de firmas para que el Ministerio francés, dado que el edificio cuenta con protección legal, vete la intervención. Y supongo que, sobre todo entre los arquitectos, serán mayoría aplastante quienes firmen dicha petición sin entrar a valorar la propuesta. Repito, no es que crea que se deben hacer esas obras, pero no puedo apoyar posiciones negacionistas por principio. Lo que me gustaría es que el proyecto, tanto sus soluciones arquitectónicas como también (y sobre todo) la justificación de su necesidad y conveniencia, se debatiesen en profundidad.
Por añadir una nota personal a este asunto, diré que con la capilla de Ronchamp mantengo desde hace más de treinta años una especial relación de amor. Durante la carrera fue objeto de un intenso trabajo de estudio (a medias con un querido amigo a quien volveré a ver en unos días) en el que desmenuzamos, como enamorados, todos sus detalles, recurriendo para ello, a muchísimos kilómetros de distancia, a cuantas fuentes podíamos encontrar (ojalá hubiese existido entonces internet). No me gusta hacer listas, pero es indudable que en la de mis gustos arquitectónicos, la capilla del Corbu se ha mantenido todos estos años en lo más alto. Hace relativamente poco tiempo, unos cinco o seis años, pude por fin conocerla "en persona". Nos desviamos exprofeso desde Estrasburgo para ir hasta ese pueblo perdido y subir por la estrecha carretera que llega hasta la cima. Durante ese último tramo del trayecto me sentía emocionado y así, emocionado y además gozoso, pasé las dos o tres horas que permanecí allí, mirando y remirando la capilla, por dentro y por fuera, tocando, sintiendo, pensando ... En fin, que fue una experiencia importante en mi simbología personal. Por eso, me resultaría muy fácil pedir a las autoridades francesas que no dejen que nada cambie y, sin embargo ...
La capilla de Ronchamp, así como los terrenos sobre los que se asienta, son propiedad de la Association Œuvre Notre-Dame du Haut. Esta asociación se formó después la guerra con la finalidad de, sumando las indemnizaciones recibidas por los daños bélicos, reconstruir la capilla de peregrinación mariana que desde siglos hubo en ese lugar. Son ellos quienes encargan la obra a Le Corbusier y quienes, todavía en la actualidad, se han ocupado de la gestión y conservación de esta obra maestra de la arquitectura.
Parece ser que a los miembros de esta asociación se les ocurrió hace unos años invitar a un grupo de monjas a vivir junto a la capilla con la finalidad de reforzar el carácter religioso del lugar frente al excesivo predominio del turismo. Es verdad que ésta es la actividad fundamental que acoge el lugar, que atrae más de 100.000 personas al año (con un porcentaje muy significativo de estudiantes de arquitectura de todo el mundo), pese a que se encuentra a desmano de cualesquiera rutas turísticas. Según leo, sólo tres días al año se celebran actos de peregrinación religiosa. El propio Corbu, en la carta dirigida al obispo de Besançon en 1955 (imagino que al finalizar las obras), dice que ha buscado crear un lugar de silencio, oración, paz y alegría espiritual. Creo recordar vagamente, además, que ya en los años de su construcción se planteó al propio arquitecto la posibilidad de erigir en la colina un pequeño convento, idea que finalmente no cuajó.
Quiero pensar, en cualquier caso, que las mejores intenciones animaron a Jean-Francois Mathey, el director de la Asociación, a promover un proyecto de intervención en la colina de Bourlémont que, además de 12 celdas para monjas clarisas, comprende un nuevo centro de visitantes y un espacio de meditación para las religiosas. La propuesta de Renzo Piano se basa en el enterramiento de las nuevas construcciones en las faldas de la colina (que además es abundantemente reforestada), de modo tal que no son vistas desde la capilla ni interfieren con la visión de ésta. Resulta más que evidente que Piano plantea una intervención desde un absoluto respeto hacia la obra del maestro y, además, con exquisita y contenida calidad arquitectónica.
De hecho, en el mensaje que me llega y en la propia carta a la ministra francesa, no se cuestiona la calidad arquitectónica, sino que la intervención planteada pone en peligro la “sutil unidad entre la capilla y el sitio”, que fue una de las mayores motivaciones de Le Corbusier. A la vista del proyecto, uno se queda pensando que para los celosos guardianes corbuserianos de la Fondation, cualquier intervención en la colina pondría en peligro dicha unidad esencial, porque es difícil imaginar una alternativa más limitada y controlada en sus efectos sobre el conjunto arquitectura-lugar que la de Renzo Piano. Lo cual me lleva a pensar si “la conservación y salvaguarda de los inmuebles y lugares de nuestra memoria colectiva” (palabras de la solicitud a la ministra) han de pasar siempre por preservar la integridad original. No lo creo, como no creo tampoco que el mismo Le Corbusier mantuviese unas posturas tan inmovilistas respecto a los “monumentos”.
Lo cual no quiere decir que me parezca bien la propuesta de Renzo Piano. Lo que, con la información que tengo, no puedo avalar es que esta intervención (y cualquiera, me temo) suponga romper la unidad esencial de la capilla de Ronchamp. Tal afirmación hay que argumentarla; no basta con referirse a riesgos genéricos que valen tanto para la propuesta de Piano como para cualquier otra. Y, sin embrago, no se hace; se pide el apoyo de firmas para que el Ministerio francés, dado que el edificio cuenta con protección legal, vete la intervención. Y supongo que, sobre todo entre los arquitectos, serán mayoría aplastante quienes firmen dicha petición sin entrar a valorar la propuesta. Repito, no es que crea que se deben hacer esas obras, pero no puedo apoyar posiciones negacionistas por principio. Lo que me gustaría es que el proyecto, tanto sus soluciones arquitectónicas como también (y sobre todo) la justificación de su necesidad y conveniencia, se debatiesen en profundidad.
Por añadir una nota personal a este asunto, diré que con la capilla de Ronchamp mantengo desde hace más de treinta años una especial relación de amor. Durante la carrera fue objeto de un intenso trabajo de estudio (a medias con un querido amigo a quien volveré a ver en unos días) en el que desmenuzamos, como enamorados, todos sus detalles, recurriendo para ello, a muchísimos kilómetros de distancia, a cuantas fuentes podíamos encontrar (ojalá hubiese existido entonces internet). No me gusta hacer listas, pero es indudable que en la de mis gustos arquitectónicos, la capilla del Corbu se ha mantenido todos estos años en lo más alto. Hace relativamente poco tiempo, unos cinco o seis años, pude por fin conocerla "en persona". Nos desviamos exprofeso desde Estrasburgo para ir hasta ese pueblo perdido y subir por la estrecha carretera que llega hasta la cima. Durante ese último tramo del trayecto me sentía emocionado y así, emocionado y además gozoso, pasé las dos o tres horas que permanecí allí, mirando y remirando la capilla, por dentro y por fuera, tocando, sintiendo, pensando ... En fin, que fue una experiencia importante en mi simbología personal. Por eso, me resultaría muy fácil pedir a las autoridades francesas que no dejen que nada cambie y, sin embargo ...
CATEGORÍA: Todavía no la he decidido
A mi también me gusta mucho la capilla de Corbu. Por otra parte, seguro que sabes que Corbusier flipó con la pentápolis del oasis de Gardahia en el Sahara Argelino. Yo también, aunque no sé como estará ahora (la visité en los 80 cuando Argelia era un país muy seguro), y que esa estructura en cubos le marcó profundamente. Sin embargo, si como artista le admiro, como urbanista, campo en el que se adentra mucho arquitecto sin mayores cualificaciones, fue penoso, y de sus ideas parten algunas de las nociones más perversas del desarrollo urbano actual. Otras no, por supuesto, como su defensa del tipo de ciudad compacta mediterránea frente al modelo expandido de Los Ángeles. Como mínimo contradictorio y hasta incoherente
ResponderEliminarParece que siempre hay dos polos opuestos, los conservacionistas y los desarrollistas, quizás si nos quedáramos en el punto intermedio tendríamos un mejor entorno. Las cosas como mejor se protegen es dándoles uso, no podemos dejar todo tal y como lo encontramos, también es bueno que se aporte, conseguir aunar lo que es necesario y bueno conservar con aportaciones que pongan en valor lo que hemos heredado.
ResponderEliminarConservar, proteger, al mismo tiempo que le damos uso y añadimos valor.
El punto medio no existe en estas cuestiones. Pero estoy de acuerdo en la Conservación Activa y en que la mejor forma de proteger es dar usos compatibles
ResponderEliminarValorando globalmente, estoy bastante de acuerdo, Lansky: Le Corbusier, como urbanista, queda bastante por debajo que como arquitecto (baste, a modo de ejemplo, recordar sus propuestas para París, entre muchas otras). No obstante, tampoco se pueden condenar todos sus presupuestos urbanísticos, que han sido aportaciones fundamentales al urbanismo del movimiento moderno. Lo que sí es realmente penoso es que sus ideas, frivolizadas hasta lo anecdótico, hayan tenido tanta influencia como justificación para las tremendas aberraciones de las décadas de postguerra.
ResponderEliminarEn cuanto a la conservación activa, pues sí. La arquitectura (y las ciudades) son, ante todo, "contenedores" de actividades humanas. Lo que no obsta para que la pérdida de usos no deba esgrimirse como excusa para justificar la demolición de tanto patrimonio edilicio.