El ciruja, recién salido de la cárcel, vuelve a los baldíos de un arrabal bonaerense, donde años atrás se quemaban las basuras urbanas. En ese tiempo había sido feliz, en un ambiente de fiestas, juegos de cartas, carreras de caballos, delincuencias menores y prostitución. En esos días, se había enamorado de una mujer muy guapa que, aprovechándose de su pasión, le iba sacando el dinero para dárselo a su chulo. Al final los dos hombres se enfrentaron y el ciruja, así llamado por su habilidad en el manejo del cuchillo, acabó con el otro. Ahora, en el lugar de los hechos, libre y sin amor, el dolor de los recuerdos le hace llorar.
Esta viene a ser la historia que se cuenta en el tango El Ciruja, compuesto en 1926 con letra de Francisco Alfredo Marino y música de Ernesto de la Cruz. La letra, que transcribo más abajo, está colmadita de términos lunfardos, tanto que dudo que nadie que no sea de la cuenca rioplatense pueda ni siquiera saber de qué va. La cosa es que llevo la mañana traduciéndome tangos, la mayoría de la edad dorada, y disfrutando con esas palabras enigmáticas como quien resuelve acertijos. Al fin y al cabo, en su origen, pretendía ser justamente un código críptico; así lo certifica Borges, en su Invectiva contra el arrabalero (1926), donde describe peyorativamente la jerga orillera que por esas fechas recién terminaba de consolidarse. Son opiniones del Borges joven pero no tengo la impresión de que cambiaran mucho con los años; más tarde diría que el lunfardo no son más de "diez o quince sinónimos obscenos", si bien matizaba irónico que había sido "enriquecido por los saineteros, por las letras de tango". Al gran Jorge Luis, en todo caso, nunca le gustó el tango y el sonido del bandoneón le molestaba.
Podría ahora sostener que mi casi nulo conocimiento del lunfardo (y del tango), pudo haber sido motivado, subliminalmente, por Borges, de quien desde adolescente fui devoto. Pero ni yo mismo me lo creo, pues lo cierto es que esta materia, como tantas otras, no es otra muestra más de la enormidad de mis ignorancias. Pero este fin de semana he descubierto a La Chicana, el grupo de Dolores Solá y Acho Estol, con ya trece años de historia (es que uno no está al día en casi nada). Curiosamente, en abril pasado, el grupo actuó en Tejina, un pueblo del municipio de La Laguna (donde trabajo), en un concierto patrocinado por el Ayuntamiento de entrada gratuita; tendré que estar atento para la próxima vez.
La cosa es que me he dado un atracón de tangos (también milongas, chacareras y otros géneros) en la prodigiosa voz de Dolores Solá, y también buscando los referentes más clásicos (el inevitable Gardel en primer lugar, por supuesto). Y si bien no me disgusta la música, lo que me entusiasma son las letras; algunas de una potencia lírica espectacular, de una belleza poética fantásticamente descarnada. En este sentido, me da la impresión de que La Chicana logran recuperar el tango más original, despojándole de posibles añadidos que lo habrían ablandado, comercializado. Como si dieran la espalda al tango de las orquestas y volvieran a los prostíbulos arrabalarios del Buenos Aires de principios del pasado siglo. Claro que no es más que la impresión de un profano, ajeno en todo a la cultura del tango.
Esta viene a ser la historia que se cuenta en el tango El Ciruja, compuesto en 1926 con letra de Francisco Alfredo Marino y música de Ernesto de la Cruz. La letra, que transcribo más abajo, está colmadita de términos lunfardos, tanto que dudo que nadie que no sea de la cuenca rioplatense pueda ni siquiera saber de qué va. La cosa es que llevo la mañana traduciéndome tangos, la mayoría de la edad dorada, y disfrutando con esas palabras enigmáticas como quien resuelve acertijos. Al fin y al cabo, en su origen, pretendía ser justamente un código críptico; así lo certifica Borges, en su Invectiva contra el arrabalero (1926), donde describe peyorativamente la jerga orillera que por esas fechas recién terminaba de consolidarse. Son opiniones del Borges joven pero no tengo la impresión de que cambiaran mucho con los años; más tarde diría que el lunfardo no son más de "diez o quince sinónimos obscenos", si bien matizaba irónico que había sido "enriquecido por los saineteros, por las letras de tango". Al gran Jorge Luis, en todo caso, nunca le gustó el tango y el sonido del bandoneón le molestaba.
Podría ahora sostener que mi casi nulo conocimiento del lunfardo (y del tango), pudo haber sido motivado, subliminalmente, por Borges, de quien desde adolescente fui devoto. Pero ni yo mismo me lo creo, pues lo cierto es que esta materia, como tantas otras, no es otra muestra más de la enormidad de mis ignorancias. Pero este fin de semana he descubierto a La Chicana, el grupo de Dolores Solá y Acho Estol, con ya trece años de historia (es que uno no está al día en casi nada). Curiosamente, en abril pasado, el grupo actuó en Tejina, un pueblo del municipio de La Laguna (donde trabajo), en un concierto patrocinado por el Ayuntamiento de entrada gratuita; tendré que estar atento para la próxima vez.
La cosa es que me he dado un atracón de tangos (también milongas, chacareras y otros géneros) en la prodigiosa voz de Dolores Solá, y también buscando los referentes más clásicos (el inevitable Gardel en primer lugar, por supuesto). Y si bien no me disgusta la música, lo que me entusiasma son las letras; algunas de una potencia lírica espectacular, de una belleza poética fantásticamente descarnada. En este sentido, me da la impresión de que La Chicana logran recuperar el tango más original, despojándole de posibles añadidos que lo habrían ablandado, comercializado. Como si dieran la espalda al tango de las orquestas y volvieran a los prostíbulos arrabalarios del Buenos Aires de principios del pasado siglo. Claro que no es más que la impresión de un profano, ajeno en todo a la cultura del tango.
Como con bronca y junando de rabo de ojo al costao
sus pasos ha encaminado derecho pa´el arrabal.
Lo lleva el presentimiento de que en aquel potrerito
no existe ya el bulincito que era su único ideal.
Recordaba aquellas tardes de garufa
cuando minga de laburo se pasaba.
Meta punga y al codillo escolaseaba
y en los burros se ligaba un metejón.
Cuando no era tan junado por los tiras,
la lanceaba sin temer el manyamiento,
una mina le solfeaba todo el vento
y jugó con su pasión.
Era un mosaico diquero que yugaba de quemera,
hija de una curandera mechera de profesión.
Pero vivía engrupida de un cafiolo vidalita
y le pasaba la guita que le sacaba al matón.
Frente a frente dando muestras de coraje
los dos guapos se enfrentaron en el bajo
y el ciruja que era listo para el tajo
al cafiolo le cobró caro su amor.
Lejos ya de la gayola y sin la mina campaneando
un cacho 'e sol en la vereda,
piensa un rato en el amor de la quemera
y solloza en su dolor.
Y como no todo han de ser tangos, ni siquiera en la viña de La Chicana, pongo el video de la cumbia La Viralata (Acho Estol, 2006) en el que vemos a Dolores Solá por varias capitales europeas: decir cuáles son podría ser el acertijo de este post (el que planteé en el anterior no ha sido atendido por nadie; y eso que yo esperaba que Júbilo entrase al trapo).
CATEGORÍA: Canciones y otras líricas
Londres, Amsterdam y Madrid.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en todo lo que dices sobre el tango. Yo tampoco entiendo ni papa, pero me ha gustado siempre. Y he tenido la oportunidad de comprobar lo diferente que es el tango "comercial" del que se canta en cualquiera de los arrabales bonaerenses. Y, como dices, es pura poesía descarnada.
Un beso
Con certeza yo solo he reconocido paisajes de Londres y la Plaza Mayor de Madrid. Nunca he estado en Holanda, pero calculo que los canales y un cartel en holandés puedan ser Amsterdam, sobretodo visto lo que dice Malvaloca. Y hay tres o cuatro sitios que podrían ser cualquier ciudad de cualquier continente.
ResponderEliminar(Siento no haber "entrado al trapo" del anterior post. Le dí un par de vueltas, pero estaba, y sigo estando, por completo despistado.)
Yo temo ser una especie de fundamentalista gardeliano; prácticamente no escucho más tangos que los suyos, pero a cambio escucho TODOS los suyos. Y este lamentable reduccionismo me ha estragado el gusto. Apenas soy capaz de apreciar ninguna otra voz tanguera, y en todas me sobra o me falta lo que las distingue de la de Gardel. Por algún motivo hoy no me funciona el sonido en este ordenador mío, que cada día cojea de un pie distinto, de manera que no he podido escuchar a la Solá. Mañana quizás haya mejor suerte. Ya te diré qué me parece, aunque creo que lo que has colgado suyo no es tango; y, por otro lado, las mujeres cantando tangos , en principio, no son lo mío...
Del lunfardo me irrita un poco lo que obviamente es deseo deliberado y artificioso de no ser entendido. Tampoco los argentinos de carne y hueso que conozco entienden, según propia confesión, ni el treinta por ciento. Discretamente escanciado le da mucho encanto a una letra de tango, pero en dosis masivas acaba estomagando un poco.
Realmente el lunfardo, al verlo por escrito, parece un idioma paralelo. Es difícil hasta para los mismos argentinos, especialmente para los del interior del país. Siempre se asimiló el tango con Buenos Aires y el Río de la Plata, pero es la música que nos identifica a TODOS los argentinos en el mundo y que nos genera una nostalgia particular cuando estamos en el exterior. Por esa razón, es que he comenzado, recientemente, con un blog sobre tango, para aprender, compartir e investigar sobre este temática que, más que un género musical, es una verdadera cultura popular. Cariños y muy buena onda en tu blog.
ResponderEliminar¡Qué maravilla de tango! Me ha encantado. Aquí te va un diccionario de lunfardo en línea, que es muy bueno:
ResponderEliminarhttp://www.elportaldeltango.com/dicciona.htm
Me llama la atención que usen "los tiras" en el mismo sentido que los mexicanos lo usamos. La "tira" en el caló mexicano es la policía.
Un saludo
:)
Amplío los motivos de mi "reduccionismo" gardeliano: no he oído muchos más tanguistas que él pero, los que he oído -con la posible excepción de otro Carlos, Montero-, me han dejado siempre la impresión de una especie de "manierismo" algo forzado, como si exageraran deliberadamente y se regodearan en una serie de convenciones tácitas e inevitables sobre el modo adecuado de cantar tango, unas técnicas o maneras que Gardel solo apuntaba y usaba siempre con mesura y en la proporción que a mí me parece la justa, y de las que los demás me parece que abusan: el desgarro forzado, el encabalgamiento permanente de la melodía sobre el ritmo natural del tango, el afán de recitar más que de cantar... casi invariablemente me suenan artificiosos, declamatorios y excesivamente "tangueros". Y me sucede especialmente con las mujeres, incluida esta Solá que, efectivamente, tiene una voz magnífica.
ResponderEliminarPero, insisto, con toda probabilidad no soy un buen juez y mi gusto está excesivamente moldeado por los tangos de Gardel. Me temo que he perdido la capacidad de disfrutar con nuevas versiones vocales del tango, porque las recibo con cierta hostilidad previa, o al menos con una desconfianza muy difícil de vencer.
Me ha gustado mucho más el tango que la cumbia de La Chicana. Aún así tampoco me termina de convencer la voz de Dolores cantando Tango.
ResponderEliminarEste acertijo ya está resuelto, era fácil. Yo del anterior no dije ni mú porque hice trampa y lo busqué (no me iba a quedar con la curiosidad of course). Ahora que no iba mal porque se me ocurrió lo de poner el huevo en el centro del tablero, cosa que tampoco tiene mérito porque cualquiera que haya jugado en su niñez al tres en raya sabe del truquito. El resto no se me habría ocurrido nunca.
besos
Como tantas otras veces a toro pasado a lo que me obliga tu para mí a veces inseguible prolificidad te dejo este comentario para aportar unas pinceladas de aficionado a aficionado al tango. Como a alguien que lo ha aportado en estos mismos comentarios con el tango también mantengo una relación ambigua, por temporadas lo adoro y por temporadas lo detesto. No sé siquiera de qué depende exactamente. No me considero un estudioso, pero cuando paso una de las temporadas de amor tanguero escucho muchas piezas seguidas de una mediana colección que he conseguido reunir con los años.
ResponderEliminarY la versión de El ciruja de Julio Sosa, uno de los últimos manieristas, me arrebata. Pero con el tiempo he ido apreciando más las voces femeninas, escasas y muy recientes. De la de Dolores Solá, sin que me parezca mala, me disgusta ese punto como paródico que no sé si es que no puede evitar o que cultiva expresivamente. Pero te aconsejo la de Adriana Varela. Vivamente. Y otra más, la de Haydée Alba, de la que puedes encontrar un botón de muestra en un post que le dediqué hace tiempo con el título de “El último organito”.
Y una última cosa. Desde hace tiempo trato de sacar un poco de tiempo y un mucho más de ganas para escribir algo sobre un cantante de tangos cuyo recuerdo nada en el líquido amniótico de la leyenda. Agustín Magaldi, tras de quien se dice que se escapó de su casa una Eva Duarte adolescente. Y muchas más cosas. Un tema que puede dar mucho de sí. Como veo que se te dan de miedo los temas curiosos y además los desarrollas envidiablemente bien, si te animas a hacerlo tú te puedo mandar incluso algún tema suyo de mi colección.