Me comenta Strika en mi penúltimo post que el María Moliner dice que el huevo de Juanelo es sinónimo de huevo de Colón. No lo sabía (y eso que dispongo de dicho diccionario) y agradezco a mi comentarista el dato; me encantan aportaciones como ésta que enriquecen mis desordenadas colecciones de curiosidades. En cambio, sí barrunté enseguida quién sería ese Juanelo cuya identidad intriga a Strika; y para decir algo acerca de tan ingenioso personaje y "huevear" un poquito más, escribo este post.
En el año 81, en el marco de un curso de postgrado en rehabilitación urbanística de centros históricos, trabajé en el barrio del Pozo Amargo, en Toledo, el caserío abigarrado que cae desde la fachada sur de la Catedral hasta el Tajo, la ladera que se ve desde el Parador. Se trataba de una zona entonces bastante degradada, de uso residencial (antiguas casonas con patio subdivididas en varias viviendas) y carente de monumentos, por lo que no era transitaada por turistas. De hecho, históricamente, siempre había sido un barrio proletario, en el que se alojaban quienes ejercían los oficios menos lustrosos (por ejemplo, los tintoreros y curtidores cuyos talleres se ubicaban en las orillas del río, apenas accesible en el resto de la ciudad). Leyendo la documentación que hube de estudiar por esas fechas, vine a enterarme de que en la segunda mitad del XVI, algo más arriba del borde de "mi" barrio, a los pies del Alcázar, un famoso relojero de la época había construido una enorme máquina hidráulica capaz de subir unos 16.000 litros diarios de agua del Tajo a los depósitos del Palacio y así abastecer a toda la ciudad (el Alcázar está en la cota más alta de Toledo). Ese hombre era Giovanni Torriani (o Torresani o Della Torre), natural de Cremona en el Milanesado y a quien trajo a España el emperador Carlos; aquí se le llamó Juanelo Turriano.
El artificio de Juanelo funcionó hasta avanzado el siglo XVII y luego quedó abandonado hasta su demolición en el XIX. Existen fotos de sus ruinas poco anteriores al derribo, como la que adjunto, obtenida del interesantísimo blog que Eduardo Sánchez Butragueño dedica a Toledo. Para las fechas de la construcción del mecanismo, Juanelo era ya un hombre mayor famosísimo por su ingenio. Llegó a España acompañado de su prestigio como fabricante de inigualables relojes y autómatas. Entre los primeros destaca el misterioso Cristalino, elaborado en Bruselas para el emperador; un reloj que daba a cada minuto las posiciones de los planetas facilitando las tareas de los astrólogos. En cuanto a los autómatas, según nos dice Covarrubias en su Tesoro de la Lengua Castellana, Juanelo fue el primero en introducir estos "juguetes" en España. No creo que sea verdad pues, como conté en un post anterior, ya en la Edad Media constan estos ingenios y muchos de los conocimientos técnicos entraron en Europa a través de la España musulmana. Sin embargo, la noticia del gran lexicógrafo nos basta para imaginar el asombro que esos muñecos animados debieron causar entre los españoles del XVI (la figurilla adjunta, guardada en el Kunsthistorisches Museum de Viena, se denomina Autómata musical de una dama de la corte española con laúd, y está atribuida a Juanelo). Pero el autómata más famoso atribuido al italiano fue el llamado Hombre de Palo, muñeco de madera y tamaño natural que, según la leyenda, iba todos los días al palacio episcopal a recoger la comida con que los eclesiástico retribuían los servicios del inventor. Tan famoso fue que cuenta con su propia calle, pegadita a la Catedral.
Habría muchas más obras que señalar para hacer mínima justicia a los méritos de Turriano, pero bastan las dichas para entender que era un hombre de altísimo prestigio, loado por todos, de lo que han dejado testimonio numerosos literatos del Siglo de Oro, entre ellos, ni más ni menos, que Quevedo, Calderón, Cervantes, Lope o Góngora. El último, como es previsible, es quien más hiperbólico (y barroco) es en sus alabanzas:
Pues es a este Juanelo a quien se le atribuye el mismo truco que, en otras versiones, a Colón. Ya no sólo el María Moliner, sino el diccionario de la RAE, incluye huevo de Juanelo con el mismo significado que huevo de Colón (aunque hace unos días ni siquiera me di cuenta). Yo, desde luego, no había oído nunca la expresión y a lo mejor es porque, según leo en una web, ya no se usa en España sino en México. Pero, allá por el siglo XVII (y quizá antes, en vida del propio Turriano), debía ser la forma habitual (y no el de Colón) como lo prueba Calderón en La Dama Duende (1629) que pone en boca de Ángela las siguientes palabras:
Ahora bien, habiendo comprobado que el Juanelo del huevo era efectivamente el Juanelo que conocí hace veintisiete años, me surge la duda de cuál de las dos historias es más verosímil, si la del genovés o la del de Cremona (es curioso, por cierto, que en ambos casos se trate de dos italianos, uno ligur y otro lombardo, al servicio de la corona española). Buscando un rato en internet, he encontrado (y bajado en PDF) un libro de 1825 titulado Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV, de un tal Martín Fernández de Navarrete, alto cargo de la Monarquía para entonces jubilado. En una de sus páginas, este buen señor arremete contra la "peregrina invención" de la famosa escenita del huevo de Colón en el almuerzo ofrecido por el Cardenal Mendoza. Cita como autor de la misma a un tal Bossi que habría escrito una biografía del almirante (no he ubicado a este autor) y, para esta anécdota, se habría inspirado en un grabado de un tal Bry, establecido hacia 1570 en Francfort (tampoco he conseguido ningún dato de este otro). Dice Fernández de Navarrete que "esta fábula, tan insípida e inverosímil, ... no tiene apoyo alguno, pues no hacen mención de tal convite ni Hernando Colón, Oviedo, Gomara, Garcilaso, ni el doctor Salazar en la crónica del Gran Cardenal de España, en la que, sin embargo, sí refiere la venida de Colón a la corte de los Reyes Católicos y lo mucho que le favoreció el Cardenal". Coincido con este señor en la escasa verosimilitud de la atribución del truco a Colón, pero me temo que tampoco tiene mucha más la autoría de Juanelo.
Y aquí lo dejo. Lo cierto es que me he divertido recordando, gracias a internet, a este interesantísimo personaje. También de paso, cotejando distintas fuentes, he descubierto algunas imprecisiones, sobre todo referidas a las fechas en que Juanelo llegó a España (fue acompañando al emperador en su viaje de retiro a Yuste y no tantos años antes como, por ejemplo, dice la wikipedia; también la leyenda del hombre de palo, tal como se cuenta en la página que he enlazado, peca de graves anacronismos). Y además he descubierto algunos personajes de la época en cuyas vidas merecería la pena hurgar un poquillo, como es el caso del marqués del Vasto, don Alfonso de Ávalos (1502-1546), un militar español que nació, murió y pasó gran parte de su vida en el Milanesado. Pero esto sería asunto para otro post.
En el año 81, en el marco de un curso de postgrado en rehabilitación urbanística de centros históricos, trabajé en el barrio del Pozo Amargo, en Toledo, el caserío abigarrado que cae desde la fachada sur de la Catedral hasta el Tajo, la ladera que se ve desde el Parador. Se trataba de una zona entonces bastante degradada, de uso residencial (antiguas casonas con patio subdivididas en varias viviendas) y carente de monumentos, por lo que no era transitaada por turistas. De hecho, históricamente, siempre había sido un barrio proletario, en el que se alojaban quienes ejercían los oficios menos lustrosos (por ejemplo, los tintoreros y curtidores cuyos talleres se ubicaban en las orillas del río, apenas accesible en el resto de la ciudad). Leyendo la documentación que hube de estudiar por esas fechas, vine a enterarme de que en la segunda mitad del XVI, algo más arriba del borde de "mi" barrio, a los pies del Alcázar, un famoso relojero de la época había construido una enorme máquina hidráulica capaz de subir unos 16.000 litros diarios de agua del Tajo a los depósitos del Palacio y así abastecer a toda la ciudad (el Alcázar está en la cota más alta de Toledo). Ese hombre era Giovanni Torriani (o Torresani o Della Torre), natural de Cremona en el Milanesado y a quien trajo a España el emperador Carlos; aquí se le llamó Juanelo Turriano.
El artificio de Juanelo funcionó hasta avanzado el siglo XVII y luego quedó abandonado hasta su demolición en el XIX. Existen fotos de sus ruinas poco anteriores al derribo, como la que adjunto, obtenida del interesantísimo blog que Eduardo Sánchez Butragueño dedica a Toledo. Para las fechas de la construcción del mecanismo, Juanelo era ya un hombre mayor famosísimo por su ingenio. Llegó a España acompañado de su prestigio como fabricante de inigualables relojes y autómatas. Entre los primeros destaca el misterioso Cristalino, elaborado en Bruselas para el emperador; un reloj que daba a cada minuto las posiciones de los planetas facilitando las tareas de los astrólogos. En cuanto a los autómatas, según nos dice Covarrubias en su Tesoro de la Lengua Castellana, Juanelo fue el primero en introducir estos "juguetes" en España. No creo que sea verdad pues, como conté en un post anterior, ya en la Edad Media constan estos ingenios y muchos de los conocimientos técnicos entraron en Europa a través de la España musulmana. Sin embargo, la noticia del gran lexicógrafo nos basta para imaginar el asombro que esos muñecos animados debieron causar entre los españoles del XVI (la figurilla adjunta, guardada en el Kunsthistorisches Museum de Viena, se denomina Autómata musical de una dama de la corte española con laúd, y está atribuida a Juanelo). Pero el autómata más famoso atribuido al italiano fue el llamado Hombre de Palo, muñeco de madera y tamaño natural que, según la leyenda, iba todos los días al palacio episcopal a recoger la comida con que los eclesiástico retribuían los servicios del inventor. Tan famoso fue que cuenta con su propia calle, pegadita a la Catedral.
Habría muchas más obras que señalar para hacer mínima justicia a los méritos de Turriano, pero bastan las dichas para entender que era un hombre de altísimo prestigio, loado por todos, de lo que han dejado testimonio numerosos literatos del Siglo de Oro, entre ellos, ni más ni menos, que Quevedo, Calderón, Cervantes, Lope o Góngora. El último, como es previsible, es quien más hiperbólico (y barroco) es en sus alabanzas:
¿Qué edificio es aquél que admira al cielo?
Alcázar es Real el que señalas.
¿ y aquél, quién es, que con osado vuelo
a la casa del Rey le pone escalas?
El Tajo, que hecho Icaro, a Juanelo,
Dédalo Cremonés, le pidió alas,
y temiendo después al Sol el Tajo
Tiende sus alas por allí abajo.
Alcázar es Real el que señalas.
¿ y aquél, quién es, que con osado vuelo
a la casa del Rey le pone escalas?
El Tajo, que hecho Icaro, a Juanelo,
Dédalo Cremonés, le pidió alas,
y temiendo después al Sol el Tajo
Tiende sus alas por allí abajo.
Pues es a este Juanelo a quien se le atribuye el mismo truco que, en otras versiones, a Colón. Ya no sólo el María Moliner, sino el diccionario de la RAE, incluye huevo de Juanelo con el mismo significado que huevo de Colón (aunque hace unos días ni siquiera me di cuenta). Yo, desde luego, no había oído nunca la expresión y a lo mejor es porque, según leo en una web, ya no se usa en España sino en México. Pero, allá por el siglo XVII (y quizá antes, en vida del propio Turriano), debía ser la forma habitual (y no el de Colón) como lo prueba Calderón en La Dama Duende (1629) que pone en boca de Ángela las siguientes palabras:
Ahora sabes
Lo del huevo de Juanelo,
Que los ingenios más grandes
Trabajaron en hacer
Que en un bufete de jaspe
Se tuviese en pie, y Juanelo
Con solo llegar y darle
Un golpecillo le tuvo.
Las grandes dificultades
Hasta saberse lo son;
Que sabido todo es fácil.
Lo del huevo de Juanelo,
Que los ingenios más grandes
Trabajaron en hacer
Que en un bufete de jaspe
Se tuviese en pie, y Juanelo
Con solo llegar y darle
Un golpecillo le tuvo.
Las grandes dificultades
Hasta saberse lo son;
Que sabido todo es fácil.
Ahora bien, habiendo comprobado que el Juanelo del huevo era efectivamente el Juanelo que conocí hace veintisiete años, me surge la duda de cuál de las dos historias es más verosímil, si la del genovés o la del de Cremona (es curioso, por cierto, que en ambos casos se trate de dos italianos, uno ligur y otro lombardo, al servicio de la corona española). Buscando un rato en internet, he encontrado (y bajado en PDF) un libro de 1825 titulado Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV, de un tal Martín Fernández de Navarrete, alto cargo de la Monarquía para entonces jubilado. En una de sus páginas, este buen señor arremete contra la "peregrina invención" de la famosa escenita del huevo de Colón en el almuerzo ofrecido por el Cardenal Mendoza. Cita como autor de la misma a un tal Bossi que habría escrito una biografía del almirante (no he ubicado a este autor) y, para esta anécdota, se habría inspirado en un grabado de un tal Bry, establecido hacia 1570 en Francfort (tampoco he conseguido ningún dato de este otro). Dice Fernández de Navarrete que "esta fábula, tan insípida e inverosímil, ... no tiene apoyo alguno, pues no hacen mención de tal convite ni Hernando Colón, Oviedo, Gomara, Garcilaso, ni el doctor Salazar en la crónica del Gran Cardenal de España, en la que, sin embargo, sí refiere la venida de Colón a la corte de los Reyes Católicos y lo mucho que le favoreció el Cardenal". Coincido con este señor en la escasa verosimilitud de la atribución del truco a Colón, pero me temo que tampoco tiene mucha más la autoría de Juanelo.
Y aquí lo dejo. Lo cierto es que me he divertido recordando, gracias a internet, a este interesantísimo personaje. También de paso, cotejando distintas fuentes, he descubierto algunas imprecisiones, sobre todo referidas a las fechas en que Juanelo llegó a España (fue acompañando al emperador en su viaje de retiro a Yuste y no tantos años antes como, por ejemplo, dice la wikipedia; también la leyenda del hombre de palo, tal como se cuenta en la página que he enlazado, peca de graves anacronismos). Y además he descubierto algunos personajes de la época en cuyas vidas merecería la pena hurgar un poquillo, como es el caso del marqués del Vasto, don Alfonso de Ávalos (1502-1546), un militar español que nació, murió y pasó gran parte de su vida en el Milanesado. Pero esto sería asunto para otro post.
CATEGORÍA: Personas y personajes
Miroslav, siempre elevando la cultura general de sus lectores :-)
ResponderEliminarPues como dijo otro eminente personaje: manda huevos!.
ResponderEliminarInteresante el post e interesante ese tal Juanelo de cuya existencia no tenía ni idea pero que encaja bastante con el prototipo de personaje que me fascinan.
En cuanto a lo que comentas sobre los autómatas y mecanismos siglos antes de que se pusiera de moda en toda europa, en al-andalus no sólo conocían las técnicas de fabricación sino que eran juguetes bastante habituales incluso para el pueblo llano.
De hecho, en el mismo Toledo del que hablas, en el siglo XI se celebró lo que hoy llamariamos un congreso sobre relojes mecánicos y autómatas.
No deja de asombrarme el hecho de que muchas de las "innovaciones" del siglo XV y XVI fuesen conocidas y utilizadas seis siglos antes tan cerquita.
¡Así que ya sabemos quién es Juanelo! :)
ResponderEliminarSobre lo que dices que la expresión se usa en México, la verdad es que nunca la he escuchado (así como tamnpoco la del huevo de Colón). De no ser por el Moliner no me habría enterado lo de Juanelo. Pero bueno, quizá no sea más que ignorancia de mi parte.
Gracias por esta entrada tan interesante.
Un saludo
Huevo de Colón (expresión que conocía, claro)= Huevo de Juanelo, (que no). Una de las maravillas de ser hispano parlante (o angloparlante) frente a serlo de...rumano, v.gr., es la de pertenecer a una vasta comunidad dispersa por el globo y variopinta que permite conocer mundos hablados, o sea, mundos sin más, leve o muy distintos y que están vedados para lenguas más restringidas en el espacio.
ResponderEliminarNo sé si sabes que el Colegio de Caminos, canales y etc. de Madrid publicó hace años, creo que con motivo de una exposición, un libro sobre los inventos y artefactos de Juanelo. Yo lo tengo en mi biblioteca; es decir, que también está a tu disposición, erudito mío.
Acabo de recordar una de las innumerables coplillas que cantaba mi madre y que nunca he oído cantar a nadie más:
ResponderEliminar"Oh, señor Colón,
su sabiduría
en esta ocasión
no sé lo que haría,
pues con la creación
de este mundo nuevo
no sabes, Colón,
lo que cuesta un huevo.
¡Oh señor Colón...
oh, señor Colón...
fíjese cómo esta el mundo..."
Comprendo que esta cita notablemente erudita habría venido más a cuento en el post del Huevo de Colón que en este, en el dudoso caso de que venga a cuento en algún sitio, pero es ahora cuando se me ha venido a la cabeza. Queda para los estudiosos del asunto.
Hace poco estuve en Toledo, una visita guiada poco usual y nos contaron la historia del Hombre de Palo y el artificio de Juanelo, una ciudad con tanta historia, muy bien coservada, es un lujo pasear, sentí envidia de esta ciudad que ha sabido compaginar mantener su historia dándole uso, sus calles limpias, restarurantes con gusto, si, mucha envidia.
ResponderEliminarTampoco yo había oído nada del huevo de Juanelo. Ahora lo incorporo a mis consultas a realizar; por cierto, qué verdad es que Wikipedia tiene muchas imprecisiones. Y lo peligroso que resulta eso a veces.
ResponderEliminarUn abrazo
Hay que ver Miro lo que se aprende contigo, gracias a tu curiosidad los demás saciamos la nuestra :)
ResponderEliminarBesos