Me entero gracias a un reportaje televisivo que cuenta lo que hacen algunos para conseguir dinero. Parece ser que en España hay una amplia oferta de sicarios a los que se puede recurrir para que den una buena paliza a ese tipo que te molesta o te debe dinero e incluso para liquidarlo definitivamente. Están organizados empresarialmente y presumen de seriedad profesional; te garantizan que cometen el crimen con rapidez y eficacia, disfrazándolo de robo, violación o cualquier otro delito común, de modo que las sospechas no recaigan sobre el verdadero inductor. Los que gozan de mayor prestigio son los colombianos, con las “sedes sociales” en ese país pero sin ningún problema en coger un avión, presentarse aquí, matar y regresar o recurrir a sus “corresponsales” más o menos fijos en España. Según descubro curioseando en Internet (con cierta preocupación, no vaya a ser que esté alertando a los guardias civiles que hacen el seguimiento preventivo de estos tráficos en la red), las tarifas oscilan entre 10.000 y 20.000 euros. El asesinato de un ejecutivo barcelonés el pasado 9 de febrero, por ejemplo, costó 12.000 euros (aunque el criminal resultó no tener experiencia).
El asunto me dejó preocupado y con muy mal sabor de boca. Se presta, desde luego, a muchas reflexiones pero no son precisamente de las que te alegran el día, así que prefiero aparcarlo de momento. Distinta es, en cuanto a su gravedad, la cuestión de la subasta de “sus primeras veces” por jovencillas vírgenes. En el programa presentaban a una chica ecuatoriana de veintinueve años, residente en Valencia, que, debido a “necesidad económica acuciante”, ofrecía ser desvirgada por quien le pagase 300.000 €, ¡nada menos! Además detallaba cómo había de ser el encuentro. Acordada la transacción, acudiría con un amigo a un hotel; allí presentaría al comprador un certificado ginecológico de virginidad (¿se hacen?) y a su vez le exigiría a él otro de buena salud. Hecho el pago por adelantado (imagino que en efectivo), ambos subirían a la habitación en donde se llevaría a cabo la penetración, con preservativo y sin que admitiera caricias o besos. Sabía que lo iba a pasar muy mal porque para ella la virginidad es el mayor tesoro de una mujer y sólo se debe “entregar” por amor, pero es que estaba desesperada. Desde su ignorancia (y presunción) sexual, esta mujer debe pensar que un hombre (normal) puede bajarse los pantalones y meterla directamente, sin más, dar unas cuantas sacudidas e irse tan satisfecho por haber rasgado un himen. Pero, sobre todo, me maravilla que pretenda que le paguen tan exorbitante cantidad de dinero: lo que ganaría una oficinista durante veinte años en jornadas diarias de ocho horas. Visto desde la óptica del cliente, y consultada una página de anuncios sexuales en las que unas mujeres espectaculares cobran una media de 200 € la hora (tiempo suficiente para un polvo con bastantes más ingredientes que la mera penetración), la elección estaría entre gastarse 300.000 € en penetrar a “palo seco” a una inexperta muchacha, nada guapa y que, para colmo, tendría cara de sufrimiento (físico y moral) o repartir esa cantidad entre 1.500 putas (a una cada dos días, da para un maratón sexual de casi diez años) que seguro que saben hacérselo pasar bastante mejor en la cama, para eso son profesionales. Me parece increíble que haya hombres que, además de estar dispuestos a gastarse esa pasta en un ratito, prefieran la opción que ofrece la ecuatoriana.
En todo caso, esta muchacha no ha inventado nada. La “venta” de la virginidad es tan antigua como la ideología imperante desde siempre, esa que presupone unos valores y una concepción de la mujer (y del hombre) al servicio de la organización social en la que seguimos inmersos. En el fondo, el propio argumento del amor (a cambio del cual se entrega el preciado el tesoro) no es sino un disfraz perverso de la misma forma de pensar, por más bienintencionado que sea en cada chiquilla individual. Por eso, poner sobre la mesa, a las claras, la economía de la transacción tiene tanto efecto transgresor, ya que hace evidentes, sin disimulos, las falsedades del discurso moralista tradicional respecto a la virginidad. Al fin y al cabo, el matrimonio sigue siendo en muchos sitios (y lo era en todos hasta hace relativamente poco) la materialización del pago por la virginidad; en cuántos subconscientes masculinos, por muy modernos que se consideren, sigue presente el denigrante concepto de “mercancía usada”. Naturalmente, la ecuatoriana que vi en la tele el otro día no es ninguna transgresora, sino todo lo contrario: su argumentación se hunde hasta las raíces en la argumentación ideológica tradicional y de ella extrae la justificación económica de su sacrificio. Triste, por supuesto.
Sin perderme en discursos filosóficos baratos, e intentando en cambio que este blog mantenga un cierto contenido informativo, diré que la primera mujer que aprovechó Internet para ofrecer su virginidad fue una inglesita lesbiana de dieciocho años llamada Rosie Reid que dijo necesitar el dinero para costearse la universidad. Puso un anuncio en una web de subastas ("Estudiante universitaria de dieciocho años quiere vender su virginidad. No la ha perdido porque es lesbiana. Responderá si la oferta es buena. Fotografía disponible") y en los tres primeros días recibió más de cuatrocientas ofertas. Poco después, el 2 de marzo de 2004, a cambio de algo más de doce mil euros, Rosie se acostó en un hotel londinense con un ingeniero de 44 años; la experiencia, según relató, le resultó muy desagradable. Por cierto, la inglesa tuvo que hacer bastante más que dejarse penetrar y cobró veinticinco veces menos de lo que pretende la ecuatoriana de Valencia; aun así, me sigue pareciendo una pasada.
El revuelo mediático de esta historieta (difundida por uno de los más populares tabloides británicos), debió animar a Graciela Yataco, una limeña de dieciocho años, para publicar en 2005 un anuncio equivalente en un diario local. En este caso se trataba de una muchacha que llevaba trabajando como vendedora ambulante desde los ocho años y que era el único sostén económico de su familia ya que la madre estaba enferma; la motivación no eran los estudios sino escapar, al menos por un tiempo, de la pobreza. Inicialmente pidió unos 2.000 €, pero las pujas fueron subiendo rápidamente y enseguida declaró que el precio no sería inferior a 5.000 €. El escándalo en Perú fue mayúsculo, llegándose a convertir en una cuestión de dignidad nacional preservar la virginidad de esta chica. Al final las presiones (las más llamativas una popular presentadora de televisión y una congresista) lograron hacerla desistir, a cambio de una beca para estudiar computación y un carrito sanguchero, que es como se llaman los que usan los vendedores ambulantes en Lima. Renunció, según leo (y no creo), a la oferta de un canadiense que estaba dispuesto a pagar un millón y medio de dólares.
Pero en cuanto a precios desorbitados, la palma se la lleva una tal Natalie Dylan, seudónimo de una californiana de San Diego de 22 añitos que en septiembre pasado también inició mediante Internet la subasta por su virginidad. La chica está graduada en Estudios sobre la mujer por la universidad de Sacramento y quiere financiarse un master en terapias familiares y matrimoniales. Su formación le permite justificarse con argumentos “ideológicos” del tipo del carácter opresivo que históricamente conlleva la desfloración en nuestra sociedad machista y plantear su iniciativa como un “experimento sociológico”. Sin embargo, poco después declaró que la verdadera motivación era la pasta, pero al menos, en su caso, no parece haber ninguna excusa moralista. Tanto es así, que la chica no ha tenido reparo en usar como intermediario a una famoso burdel de Nevada, el Bunny Ranch, que se ocupa de publicitarla y donde presumiblemente se consumará el desvirgamiento. Así las cosas, las pujas iban subiendo hasta que en enero de 2009, un empresario australiano de 39 años, ofreció tres millones setecientos mil dólares. La cantidad debió parecerle suficiente a Natalie y proclamó que paraba la subasta (por cierto, me parece un poco tramposo eso de que el límite temporal no se sepa a priori). Pero, lamentablemente, la mujer del australiano se molestó (es que hay algunas) y el hombre hubo de retirar la oferta; Natalie, muy comprensiva, le devolvió los 250.000 $ que había depositado en reserva (requisito para aceptar la puja) y volvió a abrir la subasta. Por lo que he buscado, sigue abierta y no hay noticias de que haya aparecido una nueva oferta satisfactoria. Entre tanto, la chica ha adquirido mucha fama y supongo que habrá sabido rentabilizarla.
Ni que decir tiene que esas cantidades millonarias me resultan absolutamente inverosímiles; estamos hablando de diez veces más de lo que pretendía la ecuatoriana que vi en la tele. Sí es cierta, en cambio, la historia de Alina Percea, una rumana de 18 años residente en Alemania que hizo la misma oferta a través de Internet. La puja duró dos meses y aunque la chica pretendía conseguir 50.000 €, al final hubo de “concederse” por poco más de diez mil a un italiano de cuarenta y cinco años. El encuentro, por lo que ella misma cuenta, no estuvo nada mal: él le pagó un viaje a Venecia, pasearon por la ciudad y finalmente fueron a un hotel de lujo; allí se besaron y desnudaron mutuamente y consumaron la penetración (sin preservativo); luego durmieron y a la mañana siguiente, como una pareja feliz, desayunaron juntos. Alina, aunque sintió dolor, calificó la experiencia de muy agradable, si bien el dinero conseguido no alcanza para cubrir lo que pretendía. Los detalles de esta historia, en todo caso, me parecen más creíbles y, por tanto, relevantes como pautas de lo que puede llegar a ser un comportamiento repetido con cierta frecuencia. De entrada, el precio y el “servicio” entra dentro de los márgenes de la prostitución de lujo; digamos que puedo entender que haya a quien el morbo de desvirgar a una adolescente le compense lo mismo que acostarse con una modelo famosa, en unas condiciones suficientemente satisfactorias. Por el lado de la chica, se trata de una actitud desprovista de prejuicios moralistas pero, al mismo tiempo, asentada en el realismo, justo lo contrario de la ecuatoriana de Valencia. Es explicable que, en los términos descritos, ocurra en Europa y, en esa misma línea, que el fisco alemán le reclame a Alina el pago de impuestos por su transacción.
Naturalmente, que haya dicho que puedo entender el caso anterior no quiere decir que yo estuviera dispuesto a pagar diez mil euros por desvirgar a una cría. No sólo me parece demasiado dinero, sino que acostarme con una virgen no me atrae en absoluto. al contrario. Mientras me enteraba de todas estas historias me venían recuerdos de algunas experiencias personales que quizá reseñe en alguna otra ocasión (este post ya me ha salido muy largo). De lo que se trataba era de mostrar cómo funciona el mercado y de comparar los precios de dos tipos de servicios muy distintos entre sí; pienso que da para algunas reflexiones.
El asunto me dejó preocupado y con muy mal sabor de boca. Se presta, desde luego, a muchas reflexiones pero no son precisamente de las que te alegran el día, así que prefiero aparcarlo de momento. Distinta es, en cuanto a su gravedad, la cuestión de la subasta de “sus primeras veces” por jovencillas vírgenes. En el programa presentaban a una chica ecuatoriana de veintinueve años, residente en Valencia, que, debido a “necesidad económica acuciante”, ofrecía ser desvirgada por quien le pagase 300.000 €, ¡nada menos! Además detallaba cómo había de ser el encuentro. Acordada la transacción, acudiría con un amigo a un hotel; allí presentaría al comprador un certificado ginecológico de virginidad (¿se hacen?) y a su vez le exigiría a él otro de buena salud. Hecho el pago por adelantado (imagino que en efectivo), ambos subirían a la habitación en donde se llevaría a cabo la penetración, con preservativo y sin que admitiera caricias o besos. Sabía que lo iba a pasar muy mal porque para ella la virginidad es el mayor tesoro de una mujer y sólo se debe “entregar” por amor, pero es que estaba desesperada. Desde su ignorancia (y presunción) sexual, esta mujer debe pensar que un hombre (normal) puede bajarse los pantalones y meterla directamente, sin más, dar unas cuantas sacudidas e irse tan satisfecho por haber rasgado un himen. Pero, sobre todo, me maravilla que pretenda que le paguen tan exorbitante cantidad de dinero: lo que ganaría una oficinista durante veinte años en jornadas diarias de ocho horas. Visto desde la óptica del cliente, y consultada una página de anuncios sexuales en las que unas mujeres espectaculares cobran una media de 200 € la hora (tiempo suficiente para un polvo con bastantes más ingredientes que la mera penetración), la elección estaría entre gastarse 300.000 € en penetrar a “palo seco” a una inexperta muchacha, nada guapa y que, para colmo, tendría cara de sufrimiento (físico y moral) o repartir esa cantidad entre 1.500 putas (a una cada dos días, da para un maratón sexual de casi diez años) que seguro que saben hacérselo pasar bastante mejor en la cama, para eso son profesionales. Me parece increíble que haya hombres que, además de estar dispuestos a gastarse esa pasta en un ratito, prefieran la opción que ofrece la ecuatoriana.
En todo caso, esta muchacha no ha inventado nada. La “venta” de la virginidad es tan antigua como la ideología imperante desde siempre, esa que presupone unos valores y una concepción de la mujer (y del hombre) al servicio de la organización social en la que seguimos inmersos. En el fondo, el propio argumento del amor (a cambio del cual se entrega el preciado el tesoro) no es sino un disfraz perverso de la misma forma de pensar, por más bienintencionado que sea en cada chiquilla individual. Por eso, poner sobre la mesa, a las claras, la economía de la transacción tiene tanto efecto transgresor, ya que hace evidentes, sin disimulos, las falsedades del discurso moralista tradicional respecto a la virginidad. Al fin y al cabo, el matrimonio sigue siendo en muchos sitios (y lo era en todos hasta hace relativamente poco) la materialización del pago por la virginidad; en cuántos subconscientes masculinos, por muy modernos que se consideren, sigue presente el denigrante concepto de “mercancía usada”. Naturalmente, la ecuatoriana que vi en la tele el otro día no es ninguna transgresora, sino todo lo contrario: su argumentación se hunde hasta las raíces en la argumentación ideológica tradicional y de ella extrae la justificación económica de su sacrificio. Triste, por supuesto.
Sin perderme en discursos filosóficos baratos, e intentando en cambio que este blog mantenga un cierto contenido informativo, diré que la primera mujer que aprovechó Internet para ofrecer su virginidad fue una inglesita lesbiana de dieciocho años llamada Rosie Reid que dijo necesitar el dinero para costearse la universidad. Puso un anuncio en una web de subastas ("Estudiante universitaria de dieciocho años quiere vender su virginidad. No la ha perdido porque es lesbiana. Responderá si la oferta es buena. Fotografía disponible") y en los tres primeros días recibió más de cuatrocientas ofertas. Poco después, el 2 de marzo de 2004, a cambio de algo más de doce mil euros, Rosie se acostó en un hotel londinense con un ingeniero de 44 años; la experiencia, según relató, le resultó muy desagradable. Por cierto, la inglesa tuvo que hacer bastante más que dejarse penetrar y cobró veinticinco veces menos de lo que pretende la ecuatoriana de Valencia; aun así, me sigue pareciendo una pasada.
El revuelo mediático de esta historieta (difundida por uno de los más populares tabloides británicos), debió animar a Graciela Yataco, una limeña de dieciocho años, para publicar en 2005 un anuncio equivalente en un diario local. En este caso se trataba de una muchacha que llevaba trabajando como vendedora ambulante desde los ocho años y que era el único sostén económico de su familia ya que la madre estaba enferma; la motivación no eran los estudios sino escapar, al menos por un tiempo, de la pobreza. Inicialmente pidió unos 2.000 €, pero las pujas fueron subiendo rápidamente y enseguida declaró que el precio no sería inferior a 5.000 €. El escándalo en Perú fue mayúsculo, llegándose a convertir en una cuestión de dignidad nacional preservar la virginidad de esta chica. Al final las presiones (las más llamativas una popular presentadora de televisión y una congresista) lograron hacerla desistir, a cambio de una beca para estudiar computación y un carrito sanguchero, que es como se llaman los que usan los vendedores ambulantes en Lima. Renunció, según leo (y no creo), a la oferta de un canadiense que estaba dispuesto a pagar un millón y medio de dólares.
Pero en cuanto a precios desorbitados, la palma se la lleva una tal Natalie Dylan, seudónimo de una californiana de San Diego de 22 añitos que en septiembre pasado también inició mediante Internet la subasta por su virginidad. La chica está graduada en Estudios sobre la mujer por la universidad de Sacramento y quiere financiarse un master en terapias familiares y matrimoniales. Su formación le permite justificarse con argumentos “ideológicos” del tipo del carácter opresivo que históricamente conlleva la desfloración en nuestra sociedad machista y plantear su iniciativa como un “experimento sociológico”. Sin embargo, poco después declaró que la verdadera motivación era la pasta, pero al menos, en su caso, no parece haber ninguna excusa moralista. Tanto es así, que la chica no ha tenido reparo en usar como intermediario a una famoso burdel de Nevada, el Bunny Ranch, que se ocupa de publicitarla y donde presumiblemente se consumará el desvirgamiento. Así las cosas, las pujas iban subiendo hasta que en enero de 2009, un empresario australiano de 39 años, ofreció tres millones setecientos mil dólares. La cantidad debió parecerle suficiente a Natalie y proclamó que paraba la subasta (por cierto, me parece un poco tramposo eso de que el límite temporal no se sepa a priori). Pero, lamentablemente, la mujer del australiano se molestó (es que hay algunas) y el hombre hubo de retirar la oferta; Natalie, muy comprensiva, le devolvió los 250.000 $ que había depositado en reserva (requisito para aceptar la puja) y volvió a abrir la subasta. Por lo que he buscado, sigue abierta y no hay noticias de que haya aparecido una nueva oferta satisfactoria. Entre tanto, la chica ha adquirido mucha fama y supongo que habrá sabido rentabilizarla.
Ni que decir tiene que esas cantidades millonarias me resultan absolutamente inverosímiles; estamos hablando de diez veces más de lo que pretendía la ecuatoriana que vi en la tele. Sí es cierta, en cambio, la historia de Alina Percea, una rumana de 18 años residente en Alemania que hizo la misma oferta a través de Internet. La puja duró dos meses y aunque la chica pretendía conseguir 50.000 €, al final hubo de “concederse” por poco más de diez mil a un italiano de cuarenta y cinco años. El encuentro, por lo que ella misma cuenta, no estuvo nada mal: él le pagó un viaje a Venecia, pasearon por la ciudad y finalmente fueron a un hotel de lujo; allí se besaron y desnudaron mutuamente y consumaron la penetración (sin preservativo); luego durmieron y a la mañana siguiente, como una pareja feliz, desayunaron juntos. Alina, aunque sintió dolor, calificó la experiencia de muy agradable, si bien el dinero conseguido no alcanza para cubrir lo que pretendía. Los detalles de esta historia, en todo caso, me parecen más creíbles y, por tanto, relevantes como pautas de lo que puede llegar a ser un comportamiento repetido con cierta frecuencia. De entrada, el precio y el “servicio” entra dentro de los márgenes de la prostitución de lujo; digamos que puedo entender que haya a quien el morbo de desvirgar a una adolescente le compense lo mismo que acostarse con una modelo famosa, en unas condiciones suficientemente satisfactorias. Por el lado de la chica, se trata de una actitud desprovista de prejuicios moralistas pero, al mismo tiempo, asentada en el realismo, justo lo contrario de la ecuatoriana de Valencia. Es explicable que, en los términos descritos, ocurra en Europa y, en esa misma línea, que el fisco alemán le reclame a Alina el pago de impuestos por su transacción.
Naturalmente, que haya dicho que puedo entender el caso anterior no quiere decir que yo estuviera dispuesto a pagar diez mil euros por desvirgar a una cría. No sólo me parece demasiado dinero, sino que acostarme con una virgen no me atrae en absoluto. al contrario. Mientras me enteraba de todas estas historias me venían recuerdos de algunas experiencias personales que quizá reseñe en alguna otra ocasión (este post ya me ha salido muy largo). De lo que se trataba era de mostrar cómo funciona el mercado y de comparar los precios de dos tipos de servicios muy distintos entre sí; pienso que da para algunas reflexiones.
Distesa sull'erba come una che sogna, giacesti bambina, ti alzasti già donna
CATEGORÍA: Política y Sociedad
¡Qué boba era a los 19 años! Entregué mi virginidad a mi novio de entonces, a cambio de nada y además admití besos,caricias y que no usara preservativo...
ResponderEliminarEs que en esos tiempos no había internet y no pude asesorarme adecuadamente.
Y ahora ya es tarde...
Un beso ;-)
Me dieron ganas de ir a dormir la siesta con mi mujer.
ResponderEliminarSaludos desde muy lejos.
Por aquí hemos visto algunos sicarios chinos. Al parecer la mafia china presta dentro de su colectividad - mayormente comerciantes minoristas - y si alguien no paga los ejecutores de la garantía - convocados por sus paisanos los prestamistas locales - viajan desde China, Singapur, Hong Kong para liquidar al deudor y luego se van. En una ocasión una familia china persiguió a los sicarios hasta el aeropuerto internacional mismo, donde iban a tomar el vuelo de regreso. Almodovaresco !
ResponderEliminarPor otro lado ¿un ingeniero de mas de cuarenta años puede ofrecer su virginidad por 50.000 euros? anóteme, por favor.
Sé que en algunas culturas el hecho de desvirgar a una chica tiene un significado que aquí no podemos comprender: supersticiosos, mágicos, etc.
ResponderEliminarLo que no me cabe en la cabeza es que en Europa o Norteamérica haya gente dispuesta a pagar esos fortunones. Pero también es cierto que incluso aquí hay algunos personajes con cietas "idas de olla" incomprensibles para los demás. Por eso mismo son pocos, lo que explica que las ofertas de las chicas se cuenten con los dedos de una mano. Y es que la demanda también tiene que ser escasa. Si no fuera así, dichas ofertas se hubieran multiplicado por miles, y veríamos los anuncios en los periódicos como lo más normal del mundo.
"la elección estaría entre gastarse 300.000 € en penetrar a “palo seco” a una inexperta muchacha, nada guapa y que, para colmo, tendría cara de sufrimiento (físico y moral) o repartir esa cantidad entre 1.500 putas (a una cada dos días, da para un maratón sexual de casi diez años) que seguro que saben hacérselo pasar bastante mejor en la cama, para eso son profesionales. Me parece increíble que haya hombres que, además de estar dispuestos a gastarse esa pasta en un ratito, prefieran la opción que ofrece la ecuatoriana"
ResponderEliminarDonde puedo verle la portada a la ecuatoriana?
un beso, casto y gratis
Desvirgar a alguien? ufff, si no sabes que hacer, por mucho que te digan que es dejarte llevar... Te sientes torpe, tonta y cien mil cosas más... No entiendo como puede haber gente que pague ese dinero por desvirgar a alguien... Este mundo cada día me soprende más...
ResponderEliminarAmandastein: En esos tiempos no había internet, no; pero siempre podrías haber puesto un anuncio en el periódico. Imagínate el revuelo; seguro que tu vida habría sido totalmente distinta: ¡Una pionera!
ResponderEliminarGamar: Sabia apetencia. Y no tan lejos, que el mundo cada vez es más pequeño. Bienvenido a este blog.
Ulschmidt:Chinos en Sudamérica, sudamericanos en Europa ... Los europeos habremos de ir a matar chinos a China, para cerrar el círculo (aunque, ahora que lo pienso, ya lo hemos hecho hace siglos). ¿un ingeniero de más de cuarenta años está en condiciones de ofrecer su virginidad? Anda ya ...
Por cierto, es la primera vez que los tres primeros comentarios a un post son argentinos. No saben cuánto me agrada; a ver si vienen por aquí más seguido.
Kotinussa: Según lo que he leído, la demanda (incomprensiblemente) no es nada escasa, a juzgar por el número de personas que pujan. Y hay más casos que los que he contado y parece que la tendencia es al aumento. Ya ves.
Elvira: No logre encontrar nada sobre la ecuatoriana en Internet, lo siento. Sólo la vi en la tele y, créem, no era demasiado agraciada. Gracias por el beso (lástima que sea casto) que te devuelvo multiplicado.
Stones: Totalmente de acuerdo, al menos en lo que a mí respecta (será que mis morbos no van por esa línea). Para mí, mucho mejor alguien experimentado y abierto a la exploración mutua y la diversión compartida, factores necesariamente inexistentes en un/una virgen. Bienvenida tú también; he ojeado tu blog y me ha parecido interesante.
Sé que hay hombres con la, a mi entender, absurda fantasía de desvirgar a una chica pero de ahí a pagar tanto dinero por eso... Bueno, me parecería un auténtico imbécil quien estuviera dispuesto a ello.
ResponderEliminarLo que a mí me gustaría saber es si esas chicas son conscientes de que están practicando la prostitución...
Besos
Nanny Ogg,
ResponderEliminarYo que me quedado con la historia de la ecuatoriana, quien además de la super escandalosa cifra, y las condiciones que pone, sólo me dan ganas de decir: ¡¡y tú quien te crees que eres, mujer de Dios, ubícate!..pero después pensé, que ubicada está, porque si se le da el negocito (cosa que dudo), no sólo debuta en la prostitución, sino que se jubila del tirón,la invita DEC a contar su trauma,le roban un topless, y sin poner un preservativo.
...Y donde emiten esos certificados de virginidad, me falsificarán alguno, que me premita poner mi anuncio?
Un beso
De todas formas hay un negocio paralelo a todo esto de la prostitución, la virginidad e incluso el matrimonio al más puro estilo tradicional, que es la reconstrucción del himen, cirujía nada barata. Vamos que no es que lo sepa porque me lo hayan reconstruido a mi...jajajaja, es que también hicieron un reportaje de eso en la televisión hace un tiempo.
ResponderEliminarseguro que si susan boyle, la sacara a subasta sacaba un buen pico, sobre todo porque el que la desvirgara se haria famoso. a esa si que le lloverian las ofertas, todo es puro negocio.
ResponderEliminarlo del certificado con 300 mil seguro que puede pagar una cantidad para que un ginecologo le haga uno de pega.
saludos.
Bueno, la gente está cada día más loca.
ResponderEliminarLas condiciones de la ecuatoriana son risibles...¿qué clase de servicio está ofreciendo?
Evidentemente para ella su virginidad vale mucho!!
Esto de la subasta de virginidad lo había leído como práctica entre las geishas, donde se podía conseguir un buen dinero ( por única vez, claro)...aunqeu luego la mujer debía seguir trabajando, claro.
Muy interesante su punto de vista, Miroslav.
El negocio del asesinato parece demasiado "barato" sobre todo si tenemos en cuenta que normalmente está motivado por aspectos económicos que, supongo, exceden con mucho la "tarifa". En el caso del crimen de Santaló, según parece el asesinato fue encargado por uno de los responsables de la empresa dirigida por el asesinado, que iba a ser despedido por sus negocios ilegales. Supongo que pagar sólo doce mil euros le compensaría...
ResponderEliminarRespecto a lo de la virginidad, a mí me ha asombrado la cifra solicitada por la ecuatoriana: ¡menudo ego! En cualquier caso, no hay que menospreciar la importancia que algunos dan a la virginidad. Anteriormente (y no me refiero a la edad media), el hecho de que tu mujer no fuera virgen, como se esperaba, podía dar lugar a la nulidad del matrimonio; y en el ámbito penal, algunos tribunales castigaban la pérdida del himen como una lesión cualificada, equiparable a la amputación de una extremidad, la pérdida de un sentido o una grave deformidad.
De haber sabido que podía vender tan cara mi virginidad cuando era joven, no la perdía con cualquiera. :D
ResponderEliminarUn beso
La cuestión mas grave que tiene planteada la humanidad es la modificación de la manera de relacionarse hombres y mujeres (no exagero, de un modo u otro repercute en todos los aspectos de la vida y produce una sociedad tal como la sufrimos hoy en dia: demencial) Y me temo que para que realmente aceptemos que somos la misma clase se seres humanos con los mismos derechos y las mismas opciones será necesaria una mutación genética por lo menos. Yo no le veo arreglo tal como están las cosas hoy por hoy. Y me tengo por una persona optimista.
ResponderEliminarCada día que pasa nos volvemos más locos
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