El Informe Kinsey, consistente en realidad en dos investigaciones sobre el comportamiento sexual de los varones (1948) y de las mujeres (1953), supuso desde su publicación un impacto considerable en el modo de ver nuestra sexualidad, primero en los Estados Unidos y luego en todo el mundo. Tanto es así que a Alfred Charles Kinsey (1894-1956) se la ha considerado el padre de la sexología y hay muchos que entienden que sin sus trabajos no se habría producido la llamada revolución sexual y el consiguiente cambio de valores que la sociedad ha experimentado en el último medio siglo. La gran innovación en su momento de Kinsey fue simplemente preguntar, sin prejuicios morales, a las personas sobre sus prácticas sexuales. El escándalo derivó de que muchos comportamientos considerados desviaciones desordenadas (y, por tanto, minoritarios) resultaron no serlo tanto. Asuntos como la homosexualidad, la frecuencia de las relaciones sexuales, tanto en el matrimonio como fuera de él o la masturbación, eran tabulados a partir de entrevistas y presentados cuantitativamente.
A mi modo de ver, lo importante no son los resultados, sino el hecho de que, por primera vez, alguien se planteara el objetivo obvio de que el mejor modo de saber sobre el comportamiento sexual es preguntando directamente a los actores (todos nosotros). A partir de Kinsey, las encuestas se consolidaron como uno de los instrumentos imprescindibles para conocer la realidad de la sexualidad humana y han venido muchos más informes (los más conocidos el de Masters y Johnson y el de Hite). Justamente por las pesadas connotaciones morales que tiene la sexualidad, cualquiera de estos trabajos viene lastrado metodológicamente por muchas dificultades para lograr resultados suficientemente válidos. No obstante, a estas alturas, supongo que cuentan con fiabilidad bastante para que sea lícito afirmar que una gran variedad de comportamientos sexuales se dan con frecuencias y extensión que distan mucho de ser minoritarias.
Lo que está claro es que los trabajos de Kinsey fueron una de las piezas clave para iniciar el proceso de "despojamiento ético" de los comportamientos sexuales, al que algunos comentaristas de mi anterior post se han referido. Que, en contra de los que predica el cura que ha empezado a colaborar en este blog (ya volverá, Números), gran parte de la sociedad haya ido entendiendo que las prácticas, deseos y orientaciones sexuales (entre adultos y con libre consentimiento, claro está) están al margen de la moral y por tanto no proceden ni las prescripciones ni las condenas (ni tampoco las discriminaciones) tiene mucho que ver con esos ya viejos informes. Lo que también está claro es que a otra gran parte de la sociedad no le hace ninguna gracia este cambio de concepción del sexo y piensan (supongo que muchos bienintencionadamente) que ello no ha traído sino efectos nefastos. Así, hay una corriente de opinión compartida por bastantes voces que viene a sostener que el desmoronamiento de los valores morales tradicionales sobre el sexo ha traído como consecuencias la crisis de la identidad sexual, la destrucción de la familia y el debilitamiento de la paternidad, entre otras. Dado que, siempre según esas tesis, tales son valores fundamentales para la cohesión social, la pérdida de los mismos nos lleva a una sociedad desestructurada y abocada a multitud de riesgos y catástrofes. Es natural que, desde esta perspectiva, se consideren los trabajos de Kinsey como uno de los hitos más dañinos contra la humanidad.
Estos grupos encontraron en los noventa un arma fundamental en sus campañas: los trabajos de Kinsey fueron un fraude científico, falsearon los datos con la intención maligna de socavar el orden moral. Esta afirmación se basa en la revisión que Judith Reisman realizó sobre las investigaciones del sexólogo a partir de finales de los setenta y en su libro de 1990, Kinsey, sexo y Fraude. Judith Reisman es una mujer judía nacida en 1935 en Newark. Según ella misma cuenta tuvo una infancia muy feliz y familiar y debió casarse muy joven (no después de los veinte). Ese paraíso hogareño se quebró cuando en 1966 su hija de 10 años fue "molestada" sexualmente por un amiguito de 13 años, un niño del vecindario a quien todos querían; no queda claro en su relato en qué consistió la agresión pero supuso que la niña cayera en una fuerte depresión (moriría dieciséis años después a causa de un súbito aneurisma cerebral que Reisman sugiere que podría estar relacionado con la violación sufrida en la infancia). A esa joven madre destrozada, que por esos años se dedicaba a producir videos musicales infantiles para la televisión, la escandalizan entonces diciéndole que puede que su propia hija lo hubiera buscado porque los niños son activos sexualmente desde el nacimiento. Sin saber todavía nada de Kinsey (a quien imputa la paternidad de una "ideología pedófila"), se va convenciendo de que la nueva "inmoralidad" sexual, difundida y reforzada por las revistas pornográficas, es la causante del daño sufrido por su hija y de tantos otros males que golpean la sociedad. Desde esta toma de postura previa (más propia de un apóstol que de un científico) inicia lo que ella llama su "odisea personal hacia la verdad". Tal búsqueda la inicia matriculándose, ya madurita, en la universidad Case de Cleveland en Ciencias de La Comunicación, donde obtendría su grado en 1976 y el doctorado en 1980. Durante sus años universitarios focalizó su atención en los efectos de la pornografía y de la ideología subyacente sobre las estructuras psicológicas, conyugales y sociales. Cuando descubre la obra de Kinsey le impactan sobre todo sus descripciones sobre la sexualidad infantil y las entrevistas que realizó a pedófilos. En 1981 saltó a la fama en el V Congreso Internacional de Sexología celebrado en Jerusalén gracias a su ponencia "El científico como agente que contribuye al abuso sexual infantil; consideraciones preliminares sobre posibles violaciones éticas". A partir de entonces, avalada por diversas instituciones privadas y estatales (incluyendo al FBI), Reisman ha venido seguido incansablemente trabajando con el objetivo de demostrar la falta de rigor de las investigaciones de Kinsey y la consecuente falsedad de sus conclusiones.
Tecleando en Google "informe Kinsey+falsedad" inmediatamente encontramos multitud de páginas que lo denuestan. Casi la totalidad de las que he ojeado se remiten a los trabajos de Reisman (muchísimas de esas páginas copian un mismo texto), lo que deja claro dos cosas: en primer lugar la relevancia de esta señora y en segundo la escasez de autoridades que se sumen a estas posiciones (los pocos otros profesionales que se alinean a favor de las tesis del "fraude científico" provienen muy mayoritariamente de ámbitos vinculados a instituciones religiosas o "defensoras de los valores morales tradicionales"). Como cabía esperar, estas personas justifican que la débil difusión de sus planteamientos se debe a las presiones de muchos grupos interesados en promover una moral sexual laxa; entre ellos, citan a los productores de pornografía, la industria farmacéutica (que obtienen enormes beneficios de las ventas de anticonceptivos) y el movimiento gay. Para ellos, los trabajos de Kinsey y todos los que siguen su línea (prácticamente la totalidad de la sexología actual) son parte del bagaje ideológico (que no científico) de quienes se esfuerzan por instaurar el Mal en el mundo, en evidente y maniquea traslación al mundo de la guerra eterna entre Dios y el Diablo. De más está decir que ellos son los buenos; también de más está preguntarse quiénes son ellos (basta comprobar las webs que defienden estas tesis).
Coincidiendo con estas personas en que el trabajo de Kinsey supuso un banderazo de salida para el cambio de actitud hacia el sexo (aunque no creo que fuera la causa principal), y entendiendo que desde sus creencias consideren que dicho cambio ha sido nefasto para la humanidad, no acabo de ver por qué creen que "demostrando" errores científicos en aquellas investigaciones podrían dar más peso a sus valores morales. Admitamos que los resultados de Kinsey no se obtuvieron con toda la corrección metodológica que cabría exigir; entonces, no estamos seguros, por ejemplo, de que hasta un 46% de los varones norteamericanos en los años cuarenta ha sentido en cierto grado pulsiones homosexuales o de que el 11% de los casados ha practicado alguna vez el sexo anal. Pero, ¿acaso tiene alguna importancia que estas cifras fueran las correctas (porque, evidentemente, las de ahora son otras)? Independientemente de su cuantificación precisa (y sin duda errónea), lo relevante es que Kinsey desvelara públicamente que todos esos comportamientos sexuales ocurrían, con distintas frecuencias, en todos los estratos sociales, que no eran cosa de degenerados pervertidos o enfermos mentales, lo que, por otra parte, han ido corroborando los trabajos que siguieron a los suyos. Es tremendamente infantil pensar que mostrar que esas prácticas sexuales eran "corrientes" (no siéndolo, según sus detractores) ha generado que la gente se haya animado a hacer lo que antes no hacía. Lo que sí puede haber propiciado Kinsey es la progresiva erosión del sentimiento de culpa personal ante el sexo y, consiguientemente, una visión del sexo más libre de connotaciones morales.
Y ahí radica, en mi opinión, el rechazo principal de todos estos movimientos anti-Kinsey. El sexo debe seguir siendo pecado. No les molesta que la gente peque sino que no consideren esos actos como pecado porque, entonces, se vienen abajo los pilares que sostienen su entramado ideológico. Por eso, interesa mantener la idea de que tales comportamientos son minoritarios (es difícil defender como pecado algo demasiado frecuente) y de ahí los esfuerzos incesantes en cuestionar la validez de casi todas las investigaciones sobre los hábitos sexuales. Si realmente quisieran conocer la verdad (como sostiene Judith Reisman) no se limitarían a señalar los fallos metodológicos de las investigaciones de las que abominan sino que la abordarían corrigiendo los fallos de rigor científico que han denunciado. Pero eso nunca ocurre; lo que ocurre, por el contrario, es que los progresos metodológicos aplicados a nuevos estudios van corroborando (y ampliando) los resultados de Kinsey.
En cambio, lo que sí hacen estas personas, a través de muchas instituciones, es abundar incansablemente, con multitud de ejemplos concretos, en los graves daños psíquicos y físicos que derivan de los "nuevos" valores sexuales, a fin de mostrar como los cambios sociales iniciados a partir de Kinsey nos llevan irremisiblemente a la catástrofe. Este asunto daría para mucho, pero de momento sólo quiero destacar un par de factores al respecto. En primer lugar el tremendo peso del juicio previo (prejuicio) en la conclusiones, lo que en muchos casos, las invalida. Ciertamente, por ejemplo, los cambios en la sexualidad influyen en la estabilidad de la familia tradicional y como ésta es imprescindible para que la sociedad no se vaya al carajo (prejuicio), tales cambios son desastrosos. En segundo lugar el reduccionismo implícito en los diagnósticos (también derivado de los prejuicios morales). Descubren, por ejemplo, que hay muchos hombres que entran en una crisis de identidad en cuanto a su rol con graves repercusiones para su estabilidad psíquica y no son capaces de ver cuánto influye en esa incapacidad adaptativa interna el condicionamiento formativo que ha sufrido esa persona justamente por los valores morales tradicionales.
En fin, esos intensos esfuerzos por oponerse, por frenar, el cambio de actitud ante el sexo desde hace tiempo me parecen condenados al fracaso, pero no nos engañemos pensando que hoy carecen de notable influencia y peso en muchas conciencias (y, en mi opinión, siguen haciendo bastante daño). Pienso que mejor harían los defensores de la "moral sexual tradicional" en abandonar tales batallas u optar por otras estrategias, pero sé que, de momento, eso es una utopía. Lo que nos lleva a un tema mucho más interesante: ¿por qué el sexo es algo tan fundamental para estas personas? Como "víctima" de dicha obsesión sexual durante mi formación escolar (a cargo del Opus Dei), he dedicado a este asunto no pocos pensamientos durante mi vida. Pero ya me he enrollado demasiado.
PS: En un comentario a mi post anterior, Lansky dice que estuvo realizando encuestas para el informe Kinsey para contextualizar un chiste muy viejo. Imagino que todo el comentario será falso (no sólo la respuesta a la hipotética pregunta) porque, además, Lansky era un niño en esa época y no conozco que se haya hecho un informe Kinsey posterior en España. Pero si fuera en algo verdad, si has participado en alguna investigación sexológica, aprovecho para pedirte un post al respecto.
CATEGORÍA: Sexo, erotismo y etcéteras
Todo se resume en tres palabras:
ResponderEliminarMatar al mensajero
Sin duda alguna, esa buena mujer no había oído hablar de Tiberio y sus pececitos o de la afición a la fotografía del Reverendo Lutwidge Dodgson... por poner algunos ejemplos.
Siguiendo ese razonamiento, podríamos culpar a los médicos de la existencia de las enfermedades, ya que antes la gente se moría porque era la voluntad de Dios
Que la metodología, o los resultados, de Kinsey fueran, o no correctos, no desmerece un ápice el valor de su informe; ya que su verdadera importancia radica en el hecho de ser el primer estudio científico de la sexualidad humana.
En otro post tuyo comenté que ahora para garantizar aún más la confidencialidad de las respuestas, se pide a los encuestados que lancen una moneda al aire, y que si sale cara que contesten que SÍ. De esta manera, todo lo que sobrepase el 50% de respuestas afirmativas a la pregunta:
"¿Ha mantenido relaciones homosexuales alguna vez?"
indican el verdadero porcentaje de síes verdaderos y si al encuestado le pillan con un SÍ, siempre puede culpar a la dichsa monedita.
Yo creo que ya que hablábamos del adoctrinamiento y de lo fácil que ha sido manipular a las personas y obtener determinadas respuestas o comportamientos es fácilmente apreciable por qué esta señora se empeñaba en demostrar el falseamiento de datos de este informe Kinsey. Y es que la manipulación de la información puede hacer que las personas variemos nuestra opinión sobre determinados asuntos. Y el sexo no deja de ser un aunto más por el que determinadas estructuras sociales pueden peligrar según se opte por unos pensamientos u otros. Optar por tener una familia y como consecuencia tener hijos implica sacrificar muchas cosas entre ellas el sexo y quien es padre lo sabe (eso sin meternos ya en la responsabilidad de cuidar a nuestros mayores, que forma parte también de la base familiar tradicional). Si durante la edad prevista para formar esa familia se le da más relevancia a disfrutar de tu vida en general y del sexo en particular está claro que los hijos cabida no tienen, sobre todo en el rango de personas que forman la base de la sociedad, los que menos medios disponen para hacer menos pesado el trabajo que da tener una familia y el tiempo que le has de invertir. De hecho las estructuras familiares han cambiado mucho desde entonces.
ResponderEliminarEl que las personas vean normales determinados comportamientos sexuales sí que hará que se modifique el pensamiento sobre ello. Así que el interés de esta señora para demostrar el falseamiento de datos tiene por lo menos lógica, quizás porque ella estaba convencida de que su propia experiencia vital era lo normal y no lo que en este informe se daba a conocer.
Pero por poner un ejemplo simple de lo que supone la normalización de comportamientos sexuales que trajo consigo este informe pues está el caso del sexo oral. Resulta que la actitud de la gente ante esta práctica ha cambiado y hemos pasado del extremo de lo vergonzoso de esta práctica al extremo de considerar a las personas que no lo practican como algo así como raros en el mejor de los casos.
Así que el hecho de que esta mujer hubiera podido demostrar el falseamiento de datos de este informe tenía por lo menos una razón y posiblemente un resultado claro.
¡Ah las fuerzas del bien y del mal! Interpreto por lo leído, que Kinsey representaría las fuerzas del bien, encarnando al científico en busca de la verdad objetiva, sin prejuicios, lo que nos llevaría a la modernidad, a un conocimiento desapasionado del costumbrismo sexual; por el contrario Judith Reisman sería la reacción opositora a tanta modernidad (modernidad destructora de modelos sociales y conceptos ideológicos que a ella le resultan tan confortables). El asunto es: ¿Cómo debemos pensar el fenómeno sexual?
ResponderEliminarKinsey realmente no tiene ideología, él sólo constata: “lo que es”. Reisman por el contrario, ataca cargada de ideología, sin importarle el embuste, con el fin de conseguir sus objetivos.
Lo que yo pienso es que el ser humano es algo especial dentro del reino de la naturaleza. Kinsey constató que un alto número de personas (mayor de lo que se pensaba), tenían comportamientos sexuales transgresores de lo que culturalmente se aceptaba en su época. Un zoólogo también podría estudiar a los bonobos de Lansky (quiero decir de los que siempre habla Lansky) y constatar que son unos folladores empedernidos. Pero he aquí la diferencia: Unos son monos, los otros humanos. Unos son sin pecado, los otros no. Quiero decir: los bonobos han sido, son y seguirán siendo por millones de años: ¡bonobos! (animales que actúan bajo las estrictas leyes de los instintos) no pueden elegir ser de otra manera. Nosotros sí. Los seres humanos actuamos con la carga de la culpa, pero también de lo sublime. Somos dueños de nuestros actos, y por tanto responsables (pecadores o virtuosos). Mi conclusión: Kinsey está muy bien, pero es sólo un estadista que no nos dibuja un horizonte sexual en el que podamos estar confortables.
Kinsey hace algo mejor que dibujarnos un horizonte sexual en el que podamos estar conformes, nos enfrenta con nuestra realidad, la desnuda de la moral y la exculpa de todo pecado. Lo que cada cual haga después con toda esta información será solo objeto de su propia responsabilidad. Normalmente la gente suele madurar cuando se ve enfrentado a una situación donde es él el que ha de elegir.
ResponderEliminarAmaranta: No creo que Kinsey se tome ninguna molestia en desnudar la moral, ni exculparnos de nada. Lo que sí es verdad (y no es poco) es que nos enfrenta a lo que somos.
ResponderEliminarNo he dicho que nos desnude la moral, sino que desnuda la realidad de moral, al dejarla "en pura estadísta".
ResponderEliminarKinsey, el film:
ResponderEliminarhablé de él alguna vez en mi blog.
Vale la pena verlo.
Con Liam Neeson.
Estoy de acuerdo con Números y bastante con Amaranta, aunque parezcan contradecirse en parte. Con un matiz: las encuestas son todo un proceso y minado campo, el de la toma de datos, digamos, estadística, que se pueden falsear fácilmente, simplemente haciendo mal las preguntas o induciendo a contestar ciertas cosas. Si yo pregunto ¿es usted partidario de tener sexo con negros?, no obtengo los mismos resultados que si pregunto ¿considera que los negros follan mejor?; sin embargo, ambas prefuntas tan distintas pueden presentarse como homogeneas y agruparse en los resultados: "un porcentaje X afirma" que...lo que se quiera (la tienen más, grande, son más cariñosos, etc.)
ResponderEliminarLo que vengo a decir es que de las encuestas, en realidad, no sólo hay que leer los supuestos "resultados", sino el 'antes': el mismo proceso de realizarlas y el análisis de datos posterior.
Fe de erratas: donde puse "`proceso' y minado campo", debería poner `proceloso' y etc.
ResponderEliminarMiroslav, no te contesté a tu pregunta porque me parecía obvia mi intención chistosa, como señalas, y también, como vuelves a señalar, porque yo era tan pequeño tan pequeño que no había sido concebido, pero me habria encantado que el encuestador de Kinsey me hubiera preguntado, por ejemplo, por mis preferencias de pezones como lactante, un poco al estilo del bebé perverso de la serie de animación Padre de familia (Family Guy)
Por cierto, Miroslav, la realidad nos supera, no es sólo que el sexo "deba" seguir siendo pecado según las fuerzas reaccionarias, sino que en muchos casos (en varios Estados de Estados Unidos, en Emiratos Arabes, Nigeria y un excesivamente largo etcétera) es delito (sexo anal, aunque sea een privado, homosexualidad, etc.). Oscar Wilde no sue un pecador, sólo, sino un delincuente. No otra cosa pretenden los adversarios del aborto más furibundos, no contentos con que sea pecado y haya cada cual, quieren que sea delito.
ResponderEliminar"allá"
ResponderEliminarsorry
Lo de que el sexo anal, aunque sea en privado, sea delito, es algo que me llama la atención y respecto a lo que me surgen muchas preguntas. ¿Cuál es la pena? ¿Una multa de tantos $ por penetración? ¿Cómo se denuncia? ¿Se supone que quien me lo practica a mi me denuncia por haberle dejado mi culo? ¿Me denuncia un vecino que me vió por la ventana? ¿O me denunciará cualquier persona por la calle si me escucha comentarlo con alguien? (esto último, es un poco inverosimil que alguien comente que ha cometido un delito tan tranquilamente) Bueno, seguramente tendrán cámaras en las habitaciones para asegurar que las practicas sexuales son totalmente legales.
ResponderEliminarYo tenía un hermano haciendo el doctorado en USA cuando decidieron que el sexo oral era delito. El pobre, recién llegado y más solo que la una, me comentaba: "A mí no afecta. Lo he intentado, pero no me llego."
ResponderEliminarCaótica: No sé si necesitas que te lo expliquen, ni yo soy un entendido en legislaciones “antivicio” pero me imagino que será similar a lo que ocurre aquí, donde somos bastante liberales, pero también tenemos nuestras prohibiciones, por ejemplo follar en lugares públicos (creo que se llama escándalo público). En cuanto a lo privado, lo permitimos casi todo, menos el asesinato, la falta de acuerdo común, o la minoría de edad.
ResponderEliminar... ah, y el adulterio creo que también es causal de divorcio.
ResponderEliminarCaótica, el sexo anal es efectivamente delito en algunos Estados de los EEUU (y también en otros países). Preguntas que cómo se "imputa" el delito cuando es un acto privado. Evidentemente porque alguien lo denuncia, imagino que normalmente con gans de joder al practicante (incluso aunque se trate del otro practicante). Supongo que debe haber pocas denuncias en la práctica, pero lo relevante, a mi juicio, es el hecho de tipificar como delito un acto estrictamente privado entre dos personas libremente consentidoras y sin efectos sobre terceros. Digo que esto es relevante, pero en absoluto extraño, De hecho, las prácticas homosexuales estaban penadas hasta hace muy poco en España y las mismas cumplen las mismas características que acabo de decir.
ResponderEliminar¿Cuál es la finalidad de la penalización de este tipo de actos? No tanto "catigar" a sus practicantes (aunque no se deben menospreciar los engorrosos efectos que puede suponerle a alguien verse envuelto en un proceso judicial por estos asuntos) cuanto "normativizar" lo que es correcto y lo que no y, sobre todo, demonizar determinadas prácticas. Opera como un factor más de condicionamiento cultural, especialmente sobre personas "de bien". Una mujer educada en un entorno en el que la "sodomía" sea considerada una aberración y "por ello" esté "ilegalizada" rechazará escandalizada cualquier sugerencia de su marido de metérsela por el agujerito de atrás.
Salvando las distancias, piensa cuanta gente siente un "rechazo" hacia las drogas "ilegales" por el simple hecho de serlo.
Miroslav: Después de tu comentario tan serio a Caótica el mío anterior me parece una estupidez... Evidentemente es terrible esa prohibición y lo que significa.
ResponderEliminarChrysagon: que no, hombre, que no. Lo que pasa es a veces me tomo las preguntas demasiado en serio. Y aprovecho para decirte que, que yo sepa, hoy en día en España, el adulterio ya no es causa de divorcio, entre otras razones porque para divorciarse no hacen falta causas, basta que uno no quiera seguir con el otro. Al fin y al cabo, como dice el dicho, para juntarse hacen falta dos, para desjuntarse basta con uno.
ResponderEliminarGracias por las respuestas, aunque mis preguntas estaban hechas en tono de ironía, un poco por quitarle hierro a un asunto vergonzoso y lamentable... pero en un mundo en que aun se le sigue mutilando el clítoris a muchas niñas, que algunos países consideren el sexo anal como delito me parece lo más habitual del mundo.
ResponderEliminareste señor KINSEY lo único que ha hecho es hacerle saber a los ignorantes que la mayoría de las personas alguna vez a tenido una inclinación sexual hacia su alguien de su mismo sexo su encuesta hizo que otros se sumaran a tal practica en parte porque se dieron cuenta de que nadie evidentemente era santo ni mucho menos
ResponderEliminardigo además que evidentemente en este mundo biológicamente probado solo existen dos sexos masculino y femenino.
ResponderEliminarapartir de aquí las inclinaciones que cada uno sienta mas alla de ello es un ataque frontal a la inteligencia humana.
tanto hablar de lo natural aquí podrimos echar mano de esto aunque sea por un momento