Os quiero hablar hoy, hijos míos, de las perversiones. ¿Y qué son las perversiones sino aquellos actos que, perturbando el orden moral, degradan nuestra naturaleza, nos hacen retroceder en el camino de la santidad a la que todos estamos llamados? Los hombres (y también las mujeres, hijas mías) somos de naturaleza animal, es cierto, pero por la Gracia estamos impelidos a trascenderla, a "angelizarla", para finalmente alcanzar el estado de pureza inmaculada en el cual gozar de la bienaventurada vida eterna. Pero este camino, bien lo sabéis, es arduo, está lleno de impedimentos diabólicos. Porque el demonio, la más perversa de las criaturas pues siendo la más amada de nuestro Señor en su inconcebible soberbia se volvió contra Él, amargado por un odio infinito a la humanidad se empeña incansablemente en desviarnos de nuestra meta. Satán ansía apoderarse de nuestras almas, frustrar nuestros anhelos de purificación, conseguir que, por el contrario, nos enfanguemos en lo más abyecto de nuestras naturalezas imperfectas. Y es que es en ella, en nuestra naturaleza humana, donde radican las tentaciones que Belcebú nos presenta incansablemente. Pervertirse, hijos míos, es caer en la atracción de nuestro lado oscuro y, consiguientemente, hacernos cada vez más animales y menos ángeles.
¿Cuál es el ámbito en el que más abundan las perversiones? No os equivocáis, no, es en efecto en el sexo, en la desenfrenada actividad sexual, donde el diablo acecha a cada rato. Prueba de ello es el interminable catálogo de prácticas pecaminosas y aberrantes que ha exhibido la perversión del ser humano a lo largo de la historia. Actos sexuales que no nacen sólo de cerebros enfermos; los pensamientos, las fantasías, las pulsiones íntimas que los provocan son propias de nuestra naturaleza, de ese lado oscuro que la Serpiente acicatea. Todos tenemos, pues, la perversión anidada en nuestras mentes, como saben quienes desde ya hace siglos la han estudiado. Sin embargo, en estos tiempos laxos, pareciera que lo hemos olvidado y, no os engañéis, éste es uno de los mayores triunfos que jamás se había anotado el Maligno. Nos hemos convencido de que tantas y tantas de esas prácticas sexuales son normales, hasta buenas, llegan a decir algunos. Se habla de "vida sexual plena" para justificar un todo vale en el que se meten, indiscernibles, una pléyade de perversiones. En estas charlas, hijos míos, quiero referirme a algunas de ellas, a esas que erróneamente podríais considerar inofensivas, que incluso algunos de vosotros practicáis sin ninguna sensación de culpa.
El acto sexual en el matrimonio no es en sí mismo perverso. No voy a sostener ahora argumentos medievales que lo consideraban un "mal necesario" de lo que derivaba que sólo era lícito si encaminado a la procreación. No, el acto sexual no es malo ni tampoco lo es el placer que de él nace. No sólo eso, el placer sexual que se regalan mutuamente los esposos es un instrumento para fortalecer su amor y, por tanto, para hacer del matrimonio un más eficaz vehículo para la santificación. Recordad que es el amor conyugal lo que da vigor y santifica al sacramento y, entre los medios para lograrlo que Dios ha concedido a quienes lo eligen, está sin duda la práctica sexual. Ahora bien, no cualquier práctica sexual, sino sólo aquéllas a través de las cuales se expresa el amor dulce y respetuoso al cónyuge y, en ningún caso, las que provienen de las fantasías morbosas que albergamos, esas que Asmodeo nos agita, esas que son lastres en nuestros esfuerzos de superación moral. Porque las prácticas sexuales que nacen de esos recovecos de nuestros lados oscuros son siempre perversiones.
Como no quiero cansaros más con prólogos, os diré directamente que el único modo para la consumación del acto sexual que nos da garantías de eludir las prácticas sexuales es la que se suele llamar postura del misionero. Los esposos, abrazados, expresándose su amor con besos y caricias, pasan tras estos preliminares a la penetración, a la introducción del miembro viril en la vagina femenina, que es también, qué duda cabe, una ritualización de la unidad de la pareja, una fusión corpórea que refleja y a la vez refuerza el entrelazamiento de las almas. Y ese acto ha de llevarse a cabo situándose el marido sobre la mujer. No es la razón principal, como he oído en ocasiones, que de esta forma se simboliza el papel protector del hombre, ni mucho menos ninguna prevalencia opresiva. Niego, desde luego, que esta postura responda a una cultura machista como proclaman insensatas ideologías feministas. Sí es cierto, en cambio, que armoniza con una de las obligaciones del marido, cual es la de proteger a su compañera; pero no hay en ello ni la menor brizna de degradación de la mujer. El esposo cubre a su esposa y el verbo cubrir nos trae a la mente la idea de una manta protectora, cálida, acogedora.
Pero el motivo fundamental de que sea en la postura del misionero como han de culminar las relaciones sexuales estriba en que los cónyuges han de hacer el amor mirándose a los ojos. No se hace el amor sólo con los órganos genitales sino también, y a la vez, con las miradas. Mientras el cuerpo varonil penetra al de la fémina, ambos ojos se intercambian el amor que sienten y, así, lo que de otra forma no sería más que placer animal, contribuye a intensificar el amor de la pareja, a reforzar el sagrado vínculo que los une, a contribuir, en suma, a ese camino de santidad al que todos estamos llamados. Comparad brevemente (no os recreéis) a esos dos amantes esposos con una pareja entregada al coito a tergo. Éstos fornican como perros, degradándose en su más abyecta animalidad. Los animales nada saben de amor y por eso, comportándonos como ellos, nos pervertimos. No es casual que desde siempre las más frecuentes representaciones del Príncipe de las tinieblas, sobre todo cuando nos tienta en el terreno de la sexualidad, hayan sido en forma de animal. Pues hacia esos rumbos envilecidos de perversión nos encaminan muchas otras formas de coito de las que, ingenuos de vosotros, habéis dejado de notar su peligrosidad moral, los riesgos que implican para vuestra salvación.
¿Sabéis por qué se llama postura del misionero? Pues porque en los tiempos en que los europeos cristianos llevaban nuestra cultura a los salvajes descubrieron abrumados que esos infelices, tan cercanos a los propios animales, copulaban como ellos. Quienes heroicamente asumieron la misión de civilizarlos (y estos misioneros no eran sólo los sacerdotes) entendieron que formaba parte de la misma erradicar esas prácticas sexuales aberrantes y enseñarles el coito frontal, un requisito básico de dignidad. Se trató de hacer más humanos a aquellos seres, de apartarlos de una sexualidad basada en el bestialismo. Así, en aquellas tierras y en aquellos tiempos, la postura del misionero, haciendo honor a ese nombre, se erigió en una verdadera innovación moral, casi metafísica, diría yo, en la medida que permitía a esas personas ser conscientes de la vocación divina (no animal) de su naturaleza humana y, además, de reconocerla en la compañera o en el compañero. Cuesta entender, si no es porque conocemos la profunda ignorancia de esas feministas, cómo pueden tildar a una postura que eleva a la mujer al rango de persona, de igual a su compañero, de ser al que no se fornica sino que, a través de esta cópula, se ama.
Mi ministerio me impide explayarme en torno a los detalles, pero no creo que os sea imprescindible. Meditad ahora, hijos míos, sobre este asunto. Revisad, en íntimo examen de conciencia, vuestros propios comportamientos sexuales. Descubrid vosotros mismos cómo los más limpios y hermosos intercambios amorosos con vuestra mujer, con vuestro marido, se han producido en esta postura. Advertid, por el contrario, cómo esos sentimientos suelen ensuciarse con emociones bajas, animales, diabólicas, cuando vuestras relaciones sexuales recurren a otras posturas. Conoceos, no os engañéis, conoced cómo el sexo puede ser tanto un instrumento de salvación como una fuente de infinitos chorros de perversión. Y elegid y actuad en consecuencia.
CATEGORÍA: Sexo, erotismo y etcéteras
Uno. Los bonobos, los chimpancés gráciles o mal llamados ‘enanos’ (Pan paniscus) copulan frontalmente (y de mil y una formas más, como nosotros)
ResponderEliminarDos. Los manuales de confesores (yo adquirí uno en una librería de viejo), especialmente los de los siglos XVIII y XVIII (los posteriores suelen ser copias), te cuentan una tal cantidad de “perversiones” que uno en su inocencia no sabía que existieran que sí, realmente, hay que tener la mente tan sucia como ciertos confesores para que se te ocurran hacer según qué preguntas (o según qué cosas).
Lansky, ya sabía que los bonobos copulan frontalmente (de hecho, estaba seguro de que lo ibas a precisar). Pero quien no lo sabe es el cura que predica en este post. De otra parte, como seguro que sabes, el "descubrimiento" de ese comportamiento sexual en los primates fue un "duro golpe" para quienes, hasta no hace mucho, recitaban argumentos como los del cura de este post.
ResponderEliminarY sí, las perversiones han sido una obsesión de los represores durante toda la historia y eso, en mi opinión, no ha cambiado mucho.
Vamos a ver si me he enterado. La única válida es la del misionero porque en ella hombre y mujer pueden hacer el amor mirándose a los ojos.
ResponderEliminar¿Y si la mujer se pone encima del hombre? ¿Por qué esa no es válida? (Al menos un poquito)
¿Y si se utilizan espejos? Bien en el techo, bien en las paredes (o mejor aún, sujetos por otra mujer) ¿Acaso las miradas reflejadas no valen?
Y ya puestos, si de lo que se trata es mirar... ¿No sería mejor grabarse en vídeo? (O que te grabe en vídeo otra mujer)
Bueno, creo que será mejor que lo deje :-)
Números, aunque no soy tan experto en el tema como Fray Miroslav y, sobre todo, me faltan su magnífica prosa y su ardiente celo, creo poder aplacar alguna de tus inquietudes.
ResponderEliminarLa mujer encima del hombre sí es postura válida, (amén, que eso nadie lo discute, de gustosa) siempre que la bauticemos convenientemente: "La Misionera", claro.
En cuanto a tus sugerencias de vídeos y espejos, yo no veo nada en contra, salvo el detalle de que pecan de un machismo que, a estas alturas posconciliares, debemos dejar atrás definitivamente. ¿Por qué ha de ser otra mujer quien sujete cámara o espejo? Haz por corregir ese pecaminoso sexismo, hijo mío.
He quedado vivamente impresionada con tan magnífica prosa. Me ha sumido en una profunda meditación de la que he concluído que hasta ahora había vivido equivocada.
ResponderEliminarGracias.
No sé, en mi corto entendimiento creo que prefiero dejarme tentar por el diablo... Claro que yo sólo fuí a Escolapios 2 años de mi "educación"....
ResponderEliminarAhora bien, me surgen dos cuestiones:
1.- Qué clase de curas eran esos (a mi no me detallaron tanto en temas sexuales nunca, y eso que, además de los Escolapios, sufrí 10 años de Hermanas de la Caridad).
2.- Dónde compra los libros Lansky...
Qué morbo ahí los curitas evangelizando a los indígenas, empapándose bien de cuáles eran sus prácticas sexuales y enseñándoles como si de sexólogos se tratase a todas aquellas almas perdidas cómo habían de copular...jajajaj. Aysss si es que el diablo hasta de cura se viste si es menester para el tema del sexo.
ResponderEliminarLo que yo me pregunto es como copulaban los "Salvajes" antes de ser iniciados al Cristianismo?
ResponderEliminarLo lamento por usted, pater, pero conmigo llega tarde. Satanás ya ha hecho su labor y me temo que mi vida sexual, a sus ojos, debe estar llena de perversiones varias. Eso sí, dentro del matrimonio (aunque el mío no sea "sagrado" :D).
ResponderEliminarBesos
Me preocupa ser tan predecible para tí, Miroslav (o quizás no; no me preocupa), aunque ahora recuerdo que escribí un post sobre bonobos tiempo ha y tú entrastes, creo, a comentar ahí.
ResponderEliminarVolviendo al tema, ¿ese pater sabe que María Magdalena le quitaba las penas a la mitad humana de JesuCristo? (O es demasiado bonito y 'humano' para ser verosimil, no digo ya cierto)
mmmm ¿Y éste olor a azufreee ?
ResponderEliminarA mi me encantaría dejar un comentarío todo lo serio y reflexivo que el tema merece, pero es que tengo a un cura que se ha vuelto loco por mis caderas esperando a darme por culo.
ResponderEliminarEsta aportación va más en serio.
ResponderEliminar¿Cómo saben los curas tanto de sexo? Hasta el informe Kinsey (1948) muy poco, si es que había algo, se había publicado acerca del comportamiento sexual de la especie humana.
¿Cómo estaban enterados, entonces, los curas acerca de la perversiones sexuales? Máxime porque por aquel entonces no existía Internet, donde blogueros y blogueras se explayan hasta la saciedad hablando de sus intimidades?
¿Sus propias experiencias? Tampoco lo creo, porque como las experiencias de cualquier otra persona no dejan de ser bastante limitadas (Casanova no cuenta)
¿La literatura? Otra posible fuente, pero la imaginación es libre, y por lo tanto poco fiable. A mi se puede ocurrir contar puede ocurrir que una vez hice un trío encima de la copa de un árbol... pruebe ud. ahora que es mentira.
Solo se me ocurra una: La confesión.
El interrogador: Quien hambre pasa, con pan sueña.
El interrogado: Dice la verdad. Está hablando con Dios, y a Dios no se le miente.
Pero en ese caso, ¿no se estaría violando implícitamente el sacrosanto derecho del secreto de confesión?
Solo se viola el secreto de confesión si se dice de quién se está hablando o algo que permita averiguarlo. Si un cura cuenta: "una mujer se confesó de que le su marido le daba por detrás y a ella le gustaba", sin más señas particulares, no está violando el secreto de confesión.
ResponderEliminar"per-versión" (que proviene del intensificativo "per" y del verbo "verter"), significa "dar a las cosas una vuelta más que el común de los mortales" y por eso para mí no es algo peyorativo. De hecho me considero un "per-vertido di-vertido".
ResponderEliminarPara mí, la diferencia entre el sexo y el erotismo es parecida a la que hay, en la comida, entre la comida rápida (para cubrir una necesidad fisiológica) y la gastronomía (para experimentar y deleitarse).
Curiosamente, la Iglesia dice que en el sexo no debemos comportarnos como los animales, sino orientarlo a la procreación... que es lo que, precisamente, sucede con el sexo en el mundo animal.
El erotismo, que nace precisamente de poder desvincular el placer sexual de la procreación, es una elaboración cultural y, por tanto, específicamente humana (nunca he visto una perrita con liguero).
Por último, el paso evolutivo de la especie humana de la cópula por detrás a la cópula de frente, que de forma pedagógica se muestra en la película "en busca del fuego", tuvo un "efecto no deseado" y es que transformó el pecho de las mujeres en un importante elemento de atracción sexual, al tenerlo los hombres ante la vista durante el coito, cuando en los mamíferos sólo tenía obviamente una función de lactancia.
Un saludo a todos y especialmente al Pater.
Números: Ya te ha contestado Vanbrugh, pero noto en su respuesta un deje irónico que casa mal con la ortodoxia que como buen cristiano debería respetar. En cuanto a tu sugerencia de los espejos, prefiero no explicarte lo que opino de esa aberrante perversión.
ResponderEliminarVanbrugh: Vas por mal camino, hijo mío. Aunque algo te redime que confirmes que la Iglesia no debe ser tildada de machista. Y no sólo desde el malhadado Concilio que citas, sino desde siempre.
Amandastein: Aunque hasta ahora hayas vivido equivocada, siempre estás a tiempo de rectificar y encontrar el camino de la santidad. Me rogocijaré si he podido contribuir a tan venturoso cambio.
Silvia: Prefieres dejarte tentar por el diablo, afirmas. No sabes lo que dices, insensata. Pero tienes razón: quizá los ministros de Dios habríamos debido detallar más las cuestiones sexuales para evitar que llégasemos a las simas de perversión actuales. En cuanto a Lansky, ateo irredento, mejor callo.
Amaranta: A veces, es verdad, el diablo también se viste de cura. Pero ten por cierto que no es así en este caso.
Anónimo ¿Cómo copulaban los salvajes antes de ser cristianizados? Pues como animales, anónimo, como animales.
Nanny Ogg: No lo sientas por mí, sino por tu alma. Y piensa que somos todos pecadores, pero sólo los más pertinaces, como tú en este caso, se enorgullecen de sus perversiones.
Lansky: Que no te preocupe ser predecible (sé que no lo hace) y sí, en cambio, esa blasfema tendencia tuya que, en tu comentario, abunda además en una burda mentira.
Casiopea: ¿No provendrá ese olor a azufre que olfateas de que el diablo que te acompaña se revuelve inquieto al oír mis palabras?
Caótica: Hay orificios de nuestra anatomía que son preferidos por el Maligno. Rezaré para que eludas esas prácticas diabólicas.
Números: Tienes razón. El sagrado sacramento de la penitencia fue instituído, también, para que los ministros de Dios conociéramos el estado moral de las almas de los cristianos y, de esa forma, poder guiarlos más acertadamente en sus esfuerzos de santidad. Pero no, no hay ninguna violación del secreto de confesión como correctamente te aclara el anónimo que comenta después de ti.
Anónimo: Así es, hijo mío.
Tutor Pantaleón: Tus palabras te las dicta Satán y no son sino un ejemplo poco original del discurso dominante (casi políticamente correcto) en estos tiempos en los que él reina. No quiero entrar a desmontar tus evidentes errores pues sería un esfuerzo vano. Mucho menos comentaré nada sobre tu pecaminoso blog, panegírico de preversiones.
El cura que escribió este post es bastante sui generis, pues habla muy abiertamente de estos temas. ;-)
ResponderEliminar¿mi blog, panegírico de "preversiones"?;
ResponderEliminar¿versiones previas de qué?;
¿o nos hemos puesto nerviosos, Pater?
;-P
Tiene usted razón en general, Padre Panciutti. Sin duda la tiene, y con más motivo, dada mi evidente condición de pecador, en las cuestiones en las que no estamos de acuerdo. Permitame Su Reverencia, sin embargo, una pequeña pero fundamental discrepancia: respetar la ortodoxia y ser buen cristiano son vías por completo divergentes. Respetando la ortodoxia se acaba, antes o después, en la extinción como cristiano. Mantener la condición de buen cristiano, en cambio, exige una permanente lucha contra muchos elementos, y entre ellos, muy principalmente, contra la ortodoxia.
ResponderEliminarTutor Pantaleón:
ResponderEliminarEn efecto, la cópula por delante hizo resaltar como erótico unos elementos antes meramente nutricios: las tetas, que, por otra parte (nunca mejor dicho) imitan a las esféricas nalgas que contemplabamos a placer en la postura ad tergo o por detrás. Dándole vueltas al tema todo lo que se quiera
Lansky
Estoy leyendo una historia de la violencia contra las mujeres y dedica bastante espacio a los "solicitantes" es decir aquellos curas que, valiendose de su autoridad y situación privilegiada acosaban sexualmente a las penitentes y la mayoría de las veces obtenían sus favores sexuales. Así que, respondo a Números ¿de dónde sacaban sus conocimientos esos curas? de la pláctica directa, no necesitaban reducirse a lo que aprendían en la confesión. De hecho los cancioneros del renacimiento están llenos de coplillas que lo comentan: "De aquel fraire flaco y cetrino, guardaos dueñas de él que es un maligno" o "Cura que en la vecindad..."
ResponderEliminarJuasssss !!
ResponderEliminarDespués de leeros, anoche le dije a la parienta que se la iba a meter AD TERGO.
Me entendió mal:
- ¿A qué negro ?