El señor Burns entra silencioso en la redacción; todos nos callamos en el acto. Sus rabietas son famosas en toda Chipunia y hoy, sabidos los acontecimientos, toca una. El señor Burns pasea entre las mesas y entre los ordenadores, silencioso. Su silencio parece algo distinto al silencio nuestro. El suyo es acre, vidriado; el nuestro, muelle, difuso. El silencio del señor Burns lacera el nuestro, lo raja dolorosamente, en silencio. Nuestro silencio está hecho de miedo, el suyo de amenazas, preñado de agravios.
Hace un rato, en el parlamento chipuno, Pi de la Rosa, el portavoz del FLiPa, presentó una dura moción de condena contra la línea editorial de nuestro periódico que fue aprobada por unanimidad. ¡Hasta el PICHi votó a favor! La cosa llevaba meses gestándose y el señor Burns no era ajeno. Muchos jerifaltes del PICHi han desfilado en las últimas semanas por el despacho de dirección, esforzándose en suavizar las diatribas editoriales de Burns. Gracias a Malena conocemos la apasionada defensa de la moderación hecha por el mismo Aquilino Jambón, el adalid más entusiasta de la soberanía chipuna. En estos momentos no nos conviene forzar la mano, –dice Male que dijo Jambón– y además ese tono tuyo nos desprestigia. Esa entrevista la finalizó el señor Burns con una cita latina (Tu quoque, fili mi) dicha entre dientes para inmediatamente despedir al ideólogo del PICHi a cajas destempladas. No volváis por aquí, ni tú ni nadie de tu panda de traidores y cobardes, así le gritó delante de toda la redacción.
El señor Burns no se llama así, claro está. El mote simpsoniano circuló soterrado entre los escritorios de la casa hasta que salió a rondar por otras redacciones y a estas alturas se ha popularizado en los mentideros de San Trifón del Río, con tanto éxito que ya casi ha desplazado al anterior apelativo, "la momia". Pero cuidadito con que se te escape delante de don Gobelio Gil, director del rotativo de mayor tirada de Chipunia, garante de las esencias eternas de nuestra identidad, defensor de la independencia chipuna y azote de los políticos (especialmente los de la Chipunia oriental) al servicio de los intereses cascaterranos. Cuidadito con que Gil sospeche que le faltas al respeto, porque a sus ochenta y cinco años mantiene abundantes reservas de rencor venenoso y un eficaz arsenal de represalias. El rencor que empapa las páginas de opinión de Hoy no es más que una pequeña muestra del que anida en el alma del señor Burns.
Antes de ser la momia o el señor Burns, antes de ser tan inmutablemente viejo, don Gobelio no era tan desaforado. En los tiempos de la Ominosa (yo no había nacido, así que digo lo que me han contado), el joven (¿o no tanto?) Gobelio parecía sentirse a gusto bajo el yugo (y las flechas) cascaterrano y todavía circulan subrepticiamente algunos artículos suyos publicados en Mañana (la anterior cabecera de Hoy; se diría que el tiempo es un cangrejo) en los que loaba las viejas glorias imperiales de Cascaterra y la contribución a tales empresas de los chipunos. Por cierto, pocos meses después de que Gil se hiciera con la propiedad del periódico y lo cambiara de nombre, el archivo se quemó completamente en un incendio nunca aclarado; oportunas cenizas que le permitieron renacer cual ave fénix del independentismo chipuno. Pero esa conversión fue gradual, nada de caídas del caballo ni experiencias místicas. De hecho, cuando entré en Hoy, la línea editorial se caracterizaba por su moderación, anclada en la más ortodoxa tradición conservadora y cristiana. Verdad es que ya gustaba de los sabores "chipunistas", pero sobre todo en el estilo de un folclorismo light, muy lejos de cualquier veleidad soberanista. Acordémonos de las duras condenas que hizo en los ochenta de los minúsculos partidos independentistas, de las mismas personas que ahora ensalza y entonces calificaba de terroristas.
El señor Burns se ha detenido frente a mi mesa. Por unos momentos siento que su silencio acre se derrama sobre mi cuerpo, es una sustancia gaseosa con textura de sudor pegajoso en la que levitan cristalitos ínfimos. El asco araña mi piel y penetra por los poros. Me mira con lo que quiere ser ternura pero esconde lascivia. Me roza la cabeza con su mano apergaminada, esquelética. Ven a mi despacho, Silvia, tengo que darte unas instrucciones. Sí, don Gobelio, y lo sigo, sigo la estela que su silencio va abriendo entre el silencio de mis compañeros, intuyo, casi puedo ver, lo que piensan, lo que imaginan. Por fin me tocó, estaba cantado.
Pese a las presiones, durante los últimos meses la línea editorial no sólo no se ha moderado sino que ha intensificado sus proclamas independentistas en un creciente tono ofensivo. Nosotros no insultamos, Silvia, simplemente llamamos a las cosas por su nombre, no nos plegamos al lenguaje servil de estos políticos que traicionan al pueblo chipuno. En su despacho, el señor Burns me explica detalladamente (demasiado detalladamente, pienso) su estrategia reciente, me argumenta que se aproximan fechas claves para el devenir de Chipunia en las que se jugarán nuestras opciones de futuro. Sin embargo, no termino de creerle; detrás de esa jerga sobre la descolonización inminente adivino intereses de poder y, sobre todo, económicos. Intuyo que Hoy se ha radicalizado con la complacencia del PICHi, a pesar del voto condenatorio de sus parlamentarios y, por supuesto, de la embajada de Aquilino Jambón; el famoso "ideólogo" no se entera de lo que de verdad se cuece en su partido. En todo caso, contra lo que suponíamos en la redacción, el señor Burns no está molesto por la resolución del Parlamento; me quedo con la impresión, muy al contrario, de que le agrada que se haya producido.
Pues ahora resulta que he de ser yo quien escriba el editorial de mañana, quien estructure la respuesta "institucional" del periódico a la condena "institucional" de la clase política vendida al colonialismo cascaterrano. Un honor envenenado el que me otorga el señor Burns porque, de alguna manera, equivale a vender parte de mi alma. Una tarea incómoda, además. ¿A quién le gusta escoger entre las palabras más rencorosas, seleccionar los adjetivos más capaces de activar las pulsiones oscuras de los ciudadanos? Pero don Gobelio, quizá adivinando mis reticencias, me tranquiliza: no ha de ser un texto agresivo, Silvia, céntrate en el ataque a la libertad de expresión, eso es lo que nos interesa, que quede claro que somos víctimas del talante facistoide de esos diputados y que lo somos, justamente, por defender la libertad de Chipunia. No lo dice, pero entiendo la estrategia que persigue, a qué se refiere con lo del salto cualitativo para el periódico. Pretende que Hoy empiece a considerarse casi como un órgano institucional, con derecho privilegiado de interlocución en tanto vocero oficial de la nación chipuna. Lo de menos es que se llegue o no a la independencia; para él, casi mejor que ni ocurra, para poder consolidar las prebendas del contrapoder.
Esta tarde, a las siete, tengo que llevarle el artículo a su casa para que lo corrija y, son sus palabras, le dé un "toque personal". Malena, su secretaria, me ha invitado a almorzar. Malena tiene unos treinta y mucho y un cuerpo espectacularmente voluptuoso (que, además, se afana en resaltar con ropas entalladas). Todos dicen que se acuesta con el señor Burns y no sólo con él. Antes trabajaba para Amando Kalinas, el famoso empresario turístico tan metido en la política chipuna; dicen que también se acostaba con él y que fue él quien la puso en Hoy. Durante la comida, Malena me insinúa con muchos rodeos que le gusto al señor Burns, que debería aprovecharme de esa inclinación. Me río intentando tomarme a broma sus palabras. Pero si es un anciano (estoy a punto de decir "un viejo repugnante", pero me muerdo la lengua a tiempo), ¿cómo va a querer, a poder ...? Hay pastillas, Silvia, y te aseguro que funcionan. Su mirada es amistosa, con un leve atisbo de reto en el fondo de sus ojos. Me acaricia una mano, apenas un sutil esbozo, como si lo hiciera distraídamente. Sé que te parece asqueroso, pero no lo es tanto, es casi hasta tierno. Pero tú sabrás lo que te conviene, y retira su mano. Al despedirnos me dice que ella estará esta tarde en la casa del señor Burns (así que no has de preocuparte, habrá una amiga contigo). Además, allí podré conocer a Kalinas (ya verás que hombre más interesante; ha sido él quien le ha sugerido a Gobelio que te encargue este artículo tan importante).
Ahora estoy en casa, inquieta y desconcertada. El texto está escrito, me he duchado, perfumado y vestido con ropas que no son las de la redacción. Dentro de unos minutos arrancaré el coche y en poco tiempo habré llegado a la casa del señor Burns. Me gustaría saber qué es lo que me estoy jugando.
Hace un rato, en el parlamento chipuno, Pi de la Rosa, el portavoz del FLiPa, presentó una dura moción de condena contra la línea editorial de nuestro periódico que fue aprobada por unanimidad. ¡Hasta el PICHi votó a favor! La cosa llevaba meses gestándose y el señor Burns no era ajeno. Muchos jerifaltes del PICHi han desfilado en las últimas semanas por el despacho de dirección, esforzándose en suavizar las diatribas editoriales de Burns. Gracias a Malena conocemos la apasionada defensa de la moderación hecha por el mismo Aquilino Jambón, el adalid más entusiasta de la soberanía chipuna. En estos momentos no nos conviene forzar la mano, –dice Male que dijo Jambón– y además ese tono tuyo nos desprestigia. Esa entrevista la finalizó el señor Burns con una cita latina (Tu quoque, fili mi) dicha entre dientes para inmediatamente despedir al ideólogo del PICHi a cajas destempladas. No volváis por aquí, ni tú ni nadie de tu panda de traidores y cobardes, así le gritó delante de toda la redacción.
El señor Burns no se llama así, claro está. El mote simpsoniano circuló soterrado entre los escritorios de la casa hasta que salió a rondar por otras redacciones y a estas alturas se ha popularizado en los mentideros de San Trifón del Río, con tanto éxito que ya casi ha desplazado al anterior apelativo, "la momia". Pero cuidadito con que se te escape delante de don Gobelio Gil, director del rotativo de mayor tirada de Chipunia, garante de las esencias eternas de nuestra identidad, defensor de la independencia chipuna y azote de los políticos (especialmente los de la Chipunia oriental) al servicio de los intereses cascaterranos. Cuidadito con que Gil sospeche que le faltas al respeto, porque a sus ochenta y cinco años mantiene abundantes reservas de rencor venenoso y un eficaz arsenal de represalias. El rencor que empapa las páginas de opinión de Hoy no es más que una pequeña muestra del que anida en el alma del señor Burns.
Antes de ser la momia o el señor Burns, antes de ser tan inmutablemente viejo, don Gobelio no era tan desaforado. En los tiempos de la Ominosa (yo no había nacido, así que digo lo que me han contado), el joven (¿o no tanto?) Gobelio parecía sentirse a gusto bajo el yugo (y las flechas) cascaterrano y todavía circulan subrepticiamente algunos artículos suyos publicados en Mañana (la anterior cabecera de Hoy; se diría que el tiempo es un cangrejo) en los que loaba las viejas glorias imperiales de Cascaterra y la contribución a tales empresas de los chipunos. Por cierto, pocos meses después de que Gil se hiciera con la propiedad del periódico y lo cambiara de nombre, el archivo se quemó completamente en un incendio nunca aclarado; oportunas cenizas que le permitieron renacer cual ave fénix del independentismo chipuno. Pero esa conversión fue gradual, nada de caídas del caballo ni experiencias místicas. De hecho, cuando entré en Hoy, la línea editorial se caracterizaba por su moderación, anclada en la más ortodoxa tradición conservadora y cristiana. Verdad es que ya gustaba de los sabores "chipunistas", pero sobre todo en el estilo de un folclorismo light, muy lejos de cualquier veleidad soberanista. Acordémonos de las duras condenas que hizo en los ochenta de los minúsculos partidos independentistas, de las mismas personas que ahora ensalza y entonces calificaba de terroristas.
El señor Burns se ha detenido frente a mi mesa. Por unos momentos siento que su silencio acre se derrama sobre mi cuerpo, es una sustancia gaseosa con textura de sudor pegajoso en la que levitan cristalitos ínfimos. El asco araña mi piel y penetra por los poros. Me mira con lo que quiere ser ternura pero esconde lascivia. Me roza la cabeza con su mano apergaminada, esquelética. Ven a mi despacho, Silvia, tengo que darte unas instrucciones. Sí, don Gobelio, y lo sigo, sigo la estela que su silencio va abriendo entre el silencio de mis compañeros, intuyo, casi puedo ver, lo que piensan, lo que imaginan. Por fin me tocó, estaba cantado.
Pese a las presiones, durante los últimos meses la línea editorial no sólo no se ha moderado sino que ha intensificado sus proclamas independentistas en un creciente tono ofensivo. Nosotros no insultamos, Silvia, simplemente llamamos a las cosas por su nombre, no nos plegamos al lenguaje servil de estos políticos que traicionan al pueblo chipuno. En su despacho, el señor Burns me explica detalladamente (demasiado detalladamente, pienso) su estrategia reciente, me argumenta que se aproximan fechas claves para el devenir de Chipunia en las que se jugarán nuestras opciones de futuro. Sin embargo, no termino de creerle; detrás de esa jerga sobre la descolonización inminente adivino intereses de poder y, sobre todo, económicos. Intuyo que Hoy se ha radicalizado con la complacencia del PICHi, a pesar del voto condenatorio de sus parlamentarios y, por supuesto, de la embajada de Aquilino Jambón; el famoso "ideólogo" no se entera de lo que de verdad se cuece en su partido. En todo caso, contra lo que suponíamos en la redacción, el señor Burns no está molesto por la resolución del Parlamento; me quedo con la impresión, muy al contrario, de que le agrada que se haya producido.
Pues ahora resulta que he de ser yo quien escriba el editorial de mañana, quien estructure la respuesta "institucional" del periódico a la condena "institucional" de la clase política vendida al colonialismo cascaterrano. Un honor envenenado el que me otorga el señor Burns porque, de alguna manera, equivale a vender parte de mi alma. Una tarea incómoda, además. ¿A quién le gusta escoger entre las palabras más rencorosas, seleccionar los adjetivos más capaces de activar las pulsiones oscuras de los ciudadanos? Pero don Gobelio, quizá adivinando mis reticencias, me tranquiliza: no ha de ser un texto agresivo, Silvia, céntrate en el ataque a la libertad de expresión, eso es lo que nos interesa, que quede claro que somos víctimas del talante facistoide de esos diputados y que lo somos, justamente, por defender la libertad de Chipunia. No lo dice, pero entiendo la estrategia que persigue, a qué se refiere con lo del salto cualitativo para el periódico. Pretende que Hoy empiece a considerarse casi como un órgano institucional, con derecho privilegiado de interlocución en tanto vocero oficial de la nación chipuna. Lo de menos es que se llegue o no a la independencia; para él, casi mejor que ni ocurra, para poder consolidar las prebendas del contrapoder.
Esta tarde, a las siete, tengo que llevarle el artículo a su casa para que lo corrija y, son sus palabras, le dé un "toque personal". Malena, su secretaria, me ha invitado a almorzar. Malena tiene unos treinta y mucho y un cuerpo espectacularmente voluptuoso (que, además, se afana en resaltar con ropas entalladas). Todos dicen que se acuesta con el señor Burns y no sólo con él. Antes trabajaba para Amando Kalinas, el famoso empresario turístico tan metido en la política chipuna; dicen que también se acostaba con él y que fue él quien la puso en Hoy. Durante la comida, Malena me insinúa con muchos rodeos que le gusto al señor Burns, que debería aprovecharme de esa inclinación. Me río intentando tomarme a broma sus palabras. Pero si es un anciano (estoy a punto de decir "un viejo repugnante", pero me muerdo la lengua a tiempo), ¿cómo va a querer, a poder ...? Hay pastillas, Silvia, y te aseguro que funcionan. Su mirada es amistosa, con un leve atisbo de reto en el fondo de sus ojos. Me acaricia una mano, apenas un sutil esbozo, como si lo hiciera distraídamente. Sé que te parece asqueroso, pero no lo es tanto, es casi hasta tierno. Pero tú sabrás lo que te conviene, y retira su mano. Al despedirnos me dice que ella estará esta tarde en la casa del señor Burns (así que no has de preocuparte, habrá una amiga contigo). Además, allí podré conocer a Kalinas (ya verás que hombre más interesante; ha sido él quien le ha sugerido a Gobelio que te encargue este artículo tan importante).
Ahora estoy en casa, inquieta y desconcertada. El texto está escrito, me he duchado, perfumado y vestido con ropas que no son las de la redacción. Dentro de unos minutos arrancaré el coche y en poco tiempo habré llegado a la casa del señor Burns. Me gustaría saber qué es lo que me estoy jugando.
CATEGORÍA: Ficciones
Estás de un “intertextual” contigo mismo que te cagas, Miroslav. Por cierto, no sé si sabes que ese genial personaje de los Simpson, mr. Burns está basado en alguien muy real, aunque está el Kane ficticio de Orson Wells y otros, “es”…tachan, básicamente, el magnate del petróleo, el primer Rockefeller, John D., el prototipo de Ricachón y de la avaricia corporativa. (Me encanta su frase “Suelta a los perros” dirigida a su ayudante y pelota Smithers cuando llegan vistas indeseadas que son casi todas) Yo creo que se parece a ciertos insectos predadores, como la mantis religiosa.
ResponderEliminara veces me han dicho que me parezco a Burns...
ResponderEliminarsaludos
Noi care trăiesc într-o altă ţară, nu înseamnă acoperite cu povestea asta
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