4:50
Trinos de pajarillos, los coches rasgan veloces el aire campestre. Mientras pasan dirijo mi ojo mental por encima de los bultos del portaequipajes más allá del horizonte, hacia donde los fabricantes de sueños tientan a los incautos con pasteles en el cielo. ¡Vete a pescar, muchacho!
Nos mudamos en la primavera con el maletero lleno de libros; libros sobre mecanismos solares y sobre lo bello que es el parto natural. Talamos algunos árboles y rastreamos nuestros ideales; represamos el torrente. Y construimos un estanque de pesca en el que los niños chapoteaban. Cogidos de las manos hicimos nuevas amistades; prácticamente, vivíamos de la tierra. Adoptaste un cachorro de zorro (su madre sería el abrigo de alguien); lo alimentabas en tu propia mano y lo apretabas estrechamente en la que fue la cama del abuelo mientras yo escribía. Cultivábamos nuestro propio maíz. Y sólo de vez en cuando bajaba hasta el pueblo a conseguir antibióticos y munición para la escopeta. Cuando el sol se ponía, cada día más temprano, les contaba historias a los niños mientras trabajabas en el telar.
–Capítulo seis; Eeyore tiene el cumpleaños y le hacen dos regalos ...–Vamos, papi, cuéntalo.–Eeyore, el viejo burrito gris, se para a la orilla de un arroyo y se ve reflejado en el agua – (patético, esto es lo que hay)– Buenos días Eeyore, dice Winnie-the-Pooh. Vaya, piensa el osito, ha estado pensando demasiado tiempo.
Todas las hojas cayeron, las cosechas se oscurecieron, llegaron los primeros copos de nieve. Se acabó, me di cuenta de que no todo era bueno en nuestro paraíso. Los niños cogieron bronquitis, la calefacción se quedó sin diesel. Un fin de semana un amigo del Este de alma podrida robó tu corazón. Dije: a la mierda, llévate a los niños de vuelta a la ciudad, tal vez nos veamos por ahí.
Así que arrojamos todas nuestras esperanzas y nuestros sueños al viento y la lluvia. Cogimos sólo nuestros ahorros y dejamos todo lo demás, desperdicios y basuras. Y de nuevo en la carretera, de nuevo en la carretera.
(Adios, papi. Puedes traer a Pearl, es una chica muy agradable, pero no traigas a Liza).
Nos mudamos en la primavera con el maletero lleno de libros; libros sobre mecanismos solares y sobre lo bello que es el parto natural. Talamos algunos árboles y rastreamos nuestros ideales; represamos el torrente. Y construimos un estanque de pesca en el que los niños chapoteaban. Cogidos de las manos hicimos nuevas amistades; prácticamente, vivíamos de la tierra. Adoptaste un cachorro de zorro (su madre sería el abrigo de alguien); lo alimentabas en tu propia mano y lo apretabas estrechamente en la que fue la cama del abuelo mientras yo escribía. Cultivábamos nuestro propio maíz. Y sólo de vez en cuando bajaba hasta el pueblo a conseguir antibióticos y munición para la escopeta. Cuando el sol se ponía, cada día más temprano, les contaba historias a los niños mientras trabajabas en el telar.
–Capítulo seis; Eeyore tiene el cumpleaños y le hacen dos regalos ...–Vamos, papi, cuéntalo.–Eeyore, el viejo burrito gris, se para a la orilla de un arroyo y se ve reflejado en el agua – (patético, esto es lo que hay)– Buenos días Eeyore, dice Winnie-the-Pooh. Vaya, piensa el osito, ha estado pensando demasiado tiempo.
Todas las hojas cayeron, las cosechas se oscurecieron, llegaron los primeros copos de nieve. Se acabó, me di cuenta de que no todo era bueno en nuestro paraíso. Los niños cogieron bronquitis, la calefacción se quedó sin diesel. Un fin de semana un amigo del Este de alma podrida robó tu corazón. Dije: a la mierda, llévate a los niños de vuelta a la ciudad, tal vez nos veamos por ahí.
Así que arrojamos todas nuestras esperanzas y nuestros sueños al viento y la lluvia. Cogimos sólo nuestros ahorros y dejamos todo lo demás, desperdicios y basuras. Y de nuevo en la carretera, de nuevo en la carretera.
(Adios, papi. Puedes traer a Pearl, es una chica muy agradable, pero no traigas a Liza).
4:56
Hoy por primera vez siento que todo se ha acabado. Tú eras la excusa cotidiana en mi actuar mudo, sordo y ciego. Quién habría pensado que así sería nuestro final. Arrastro mi propia carga más allá de los árboles y tengo que admitir que no me gusta nada. Aquí, caminando por el borde de esta solitaria carretera, esta solitaria carretera.
4:58
–Eh, tío, ¿quieres que te lleve? Venga, sube. ¿Qué? ¿Cómo va todo?
–He alicatado paredes con azulejos de patitos mientras mi corazón se convertía en ruinas oscuras, he construido bungalows en las colinas, he dejado de vagabundear, de interesarme, de vivir. Llevé a mi chica al campo para empezar una nueva vida, para que durmiéramos bajo la luna. La mantuve entre algodones; ¡Cristo, cuántos vestidos tenía! Y luego va y se vuelve loca.
–Sí, las mujeres son como críos. ¿Quién las entiende? No hay nada que hacer con ellas.
–Esperan a que llegue el hombre especial, ese que les acune el corazón con gentilezas, que les prometa una comunicación profunda ...
–Vi un programa sobre eso en la tele.
–Y uno en cambio siempre pagando los platos rotos, llevándola al cine, al teatro, construyendo la casa de invitados para sus padres, jodiéndose por ella. Algo me merezco, carajo, podrías animarme, maldita sea, no dejar que me hunda ...
–Olvídala, tío.
–Ese tipo, con sus pies tan cuidados, sus uñas tan limpias. Cree que es una roca en medio del océano de dudas. Soy un condenado marica, qué coño hago aquí, lloriqueando. Muévete, imbécil, vete a buscarlos. Suéltale a ese idiota lo que piensas de él. Comprométete, recupérala. ¡Dios, cuánto me gustaría! Pero creo que voy a vomitar.
–Eh, muchacho, aquí no. ¡No, joder! ¡Fuera del camión!
–He alicatado paredes con azulejos de patitos mientras mi corazón se convertía en ruinas oscuras, he construido bungalows en las colinas, he dejado de vagabundear, de interesarme, de vivir. Llevé a mi chica al campo para empezar una nueva vida, para que durmiéramos bajo la luna. La mantuve entre algodones; ¡Cristo, cuántos vestidos tenía! Y luego va y se vuelve loca.
–Sí, las mujeres son como críos. ¿Quién las entiende? No hay nada que hacer con ellas.
–Esperan a que llegue el hombre especial, ese que les acune el corazón con gentilezas, que les prometa una comunicación profunda ...
–Vi un programa sobre eso en la tele.
–Y uno en cambio siempre pagando los platos rotos, llevándola al cine, al teatro, construyendo la casa de invitados para sus padres, jodiéndose por ella. Algo me merezco, carajo, podrías animarme, maldita sea, no dejar que me hunda ...
–Olvídala, tío.
–Ese tipo, con sus pies tan cuidados, sus uñas tan limpias. Cree que es una roca en medio del océano de dudas. Soy un condenado marica, qué coño hago aquí, lloriqueando. Muévete, imbécil, vete a buscarlos. Suéltale a ese idiota lo que piensas de él. Comprométete, recupérala. ¡Dios, cuánto me gustaría! Pero creo que voy a vomitar.
–Eh, muchacho, aquí no. ¡No, joder! ¡Fuera del camión!
CATEGORÍA: Canciones y otras líricas
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