El sábado me llegó un correo informándome de que habían matado a Facundo Cabral en Guatemala. En la madrugada, mientras iba para el aeropuerto, dos furgonetas se pusieron paralelas a su coche y unos sicarios armados con rifles de asalto comenzaron a tirotearlo salvajemente. El conductor, un empresario nicaragüense que podría haber sido el objetivo del atentado, según sospecha la policía, aceleró el coche intentando escapar de la balacera y se empotró contra un edificio de bomberos. Cabral, con múltiples impactos de bala, estaba muerto.
Sabía que Guatemala ha sido, y por lo visto sigue siendo, uno de los países más violentos del mundo, pero ello no basta para evitar el doloroso asombro de un asesinato tan brutal, tan inmerecido para nadie pero, si cabe, menos para este hombre. No me importa tu fusil ni el cañón de tu enemigo: dos males no significan un bien en ningún sentido. Estas palabras son de una de sus más populares canciones, pero seguro que sus asesinos no las escuchaban, seguro que desconocían esa otra frase suya: si los malos supieran qué buen negocio es ser bueno, serían buenos aunque sólo fuera por negocio. En todo caso no es ni mucho menos la primera persona que predicando el amor, la bondad, es víctima de la violencia más cruel, de la propia negación de aquello en lo que ansiaba convertirse: pareciera que la bondad irrita sobremanera a tantas alimañas que forman parte de nuestra especie.
Las canciones de Cabral ocupan importantes nichos de mi biografía emocional. Lo descubrí hacia mediados de los setenta, junto con muchos otros cantautores latinoamericanos y durante casi cuarenta años he venido escuchándolo, que aunque haya habido largos periodos de silencio siempre, en algún momento, recuperaba sus viejas canciones y volvía a revivir las emociones que traían consigo. Así, con frecuencia, sus temas se me cuelan sigilosas en la memoria y me sorprendo (desafinando lamentablemente) tarareando las melodías o cantando los estribillos más famosos (pobrecito mi patrón, no soy de aquí ni soy de allá, yo no vendo yo no compro). Por eso, la noticia del crimen me ha dolido casi como si se tratara de un amigo, pues para mí era alguien, en efecto, a quien sin conocerlo le tenía cariño. Hoy, mientras ordenaba los temas pendientes para una reunión de trabajo, he estado oyendo las tan conocidas piezas de un álbum de grandes éxitos (aunque no creo que nunca alcanzara lo que en el negocio de la música se califica de gran éxito) y, como siempre, las letras y las melodías convocaban viejos recuerdos, revivían a quien yo fui y que no estoy muy seguro de seguir siendo. Descansa en paz, Facundo, aunque te hayan robado la vida de tan mala manera.
Sabía que Guatemala ha sido, y por lo visto sigue siendo, uno de los países más violentos del mundo, pero ello no basta para evitar el doloroso asombro de un asesinato tan brutal, tan inmerecido para nadie pero, si cabe, menos para este hombre. No me importa tu fusil ni el cañón de tu enemigo: dos males no significan un bien en ningún sentido. Estas palabras son de una de sus más populares canciones, pero seguro que sus asesinos no las escuchaban, seguro que desconocían esa otra frase suya: si los malos supieran qué buen negocio es ser bueno, serían buenos aunque sólo fuera por negocio. En todo caso no es ni mucho menos la primera persona que predicando el amor, la bondad, es víctima de la violencia más cruel, de la propia negación de aquello en lo que ansiaba convertirse: pareciera que la bondad irrita sobremanera a tantas alimañas que forman parte de nuestra especie.
Las canciones de Cabral ocupan importantes nichos de mi biografía emocional. Lo descubrí hacia mediados de los setenta, junto con muchos otros cantautores latinoamericanos y durante casi cuarenta años he venido escuchándolo, que aunque haya habido largos periodos de silencio siempre, en algún momento, recuperaba sus viejas canciones y volvía a revivir las emociones que traían consigo. Así, con frecuencia, sus temas se me cuelan sigilosas en la memoria y me sorprendo (desafinando lamentablemente) tarareando las melodías o cantando los estribillos más famosos (pobrecito mi patrón, no soy de aquí ni soy de allá, yo no vendo yo no compro). Por eso, la noticia del crimen me ha dolido casi como si se tratara de un amigo, pues para mí era alguien, en efecto, a quien sin conocerlo le tenía cariño. Hoy, mientras ordenaba los temas pendientes para una reunión de trabajo, he estado oyendo las tan conocidas piezas de un álbum de grandes éxitos (aunque no creo que nunca alcanzara lo que en el negocio de la música se califica de gran éxito) y, como siempre, las letras y las melodías convocaban viejos recuerdos, revivían a quien yo fui y que no estoy muy seguro de seguir siendo. Descansa en paz, Facundo, aunque te hayan robado la vida de tan mala manera.
No soy de aquí, ni soy de allá - Facundo Cabral (20 Grandes Éxitos, 2003)
No conocía al señor Cabral. Su versión de "No soy de aquí..." es preciosa. Sus matones posiblemente lograron lo que querían : afligir a miles y miles de personas, y tú eres una de ellas. Lo siento, Miroslav.
ResponderEliminarTodavía no está claro que los asesinos fueran a por Cabral. Por lo que he leído parce que el objetivo era el empresario que le acompañaba y conducía el coche. En todo caso, imagino que ese tipo de gente no es que busque especialmente afligir a nadie pero, desde luego, no les importa en absoluto el dolor ajeno.
ResponderEliminarDices que te encanta la "versión" de Cabral, de lo que se me ocurre que tal vez habías oído ya la canción en otra voz (probablemente la de Alberto Cortez). Aprovecho para decirte que el compositor de este tema es Facundo Cabral.
¡ Qué pena y cuánta barbarie !
ResponderEliminarFacundo Cabral actuó varias veces en Madrid. Dio un concierto excelente.
Y si la memoria no me falla (...) era uno de los cantautores que a menudo actuaba en unos pequeños locales madrileños llamados Peña. Peña I, peña II, etc., hasta el IV.
Eran lugares pequeños, muy acogedores, (butacas en hileras, cubatas y cigarrillos) donde el público solía corear y pedir 'bises'.
Casi todos los cantantes eran argentinos, tenían un repertorio muy parecido y 'Pobreciro mi patrón' era un clásico muy solicitado.
Alberto Cortez y un tal 'El Chino' pasaban por allá con frecuencia.
¿Algún madrileño recuerda el lugar que digo?
(Grillo)
triste noticia, si...hoy entré a una página de facebook para felicitar a un amigo argentino, dueño de un bar preciosos de artistas y escritores, y lo encontré desconsolado: él y su mujer habían despedido a Facundo, gran amigo, con una comida en su casa...no creo la historia de su muerte casual, lo siento; creo que nos manipulan cada día más y que ciertos mensajes ya no se soportan.
ResponderEliminarA mí me han venido muchos recuerdos con esta mala nueva. De mi postadolescencia pseudo o perirevolucionaria, pero sobre todo de 1996 cuando realicé un viaje a centroamérica de tres meses. En la pirámide de Palenque me enteré de que Aznar habia conseguido que tuviera éxito su irritante ¡váyase señor González!. Llevaba conmigo Las venas abiertas que leía morosamente y un walkman con todas las cintas que pude reunir de canción iberoamericana. Tenía el presentimiento de que el mundo iba a cambiar muy deprisa y que el gusto por esa musica moriría irremisiblemente. Guatemala City me pareció un dolor. Nunca sentí tanto miedo en la calle como allí. Y recuerdo haber escuchado una cinta entera de Facundo en el zócalo, frente a la catedral. No soy de aquíiiii... me emocionó, porque real y dolorosamente no me sentía de allí. Y en realidad tampoco de alláaaa. O sea de aquí.
ResponderEliminarEstos días me siento un poco como en aquellos. Y ya la coincidencia del crimen me pone aún más nervioso. Pero estos días me acuerdo más de Ferlosio y su: vendrán tiempos más malos y nos harán más ciegos...
Ojalá seamos unos malafollás...
Grillo: No conocí esos locales madrileños que rememoras y te aseguro que me habría encantado asistir a alguno de esos conciertos. Quizás allí actuaran juntos Cabral y Cortez (tengo los discos de sus giras juntos).
ResponderEliminarDante: La muerte desde luego no fue casual, pero tampoco acierto a imaginar por qué le querrían matar. Manipulaciones al margen, me parece más creíble que el objetivo fuera su acompañante, pero quién sabe ...
Harazem: Yo las venas abiertas lo leí antes que tú, hacia finales de los setenta y viviendo en un país americano. En cambio nunca he estado en Guatemala y, la verdad, reconozco que siento un cierto un yuyu si me planteo visitar ese país. En todo caso, el no soy de aquí ni soy de allá me parece una declaración de principios (y no sólo el tírulo de la canción) que muchos suscribimos.
Miros:
ResponderEliminarEsos locales no eran muy populares, no los conocía mucha gente; y eran entonces visitados por una especie de 'gauche divine'...
De vez en cuando censuraban uno por ser demasiado 'izquierdoso' pero se reabrían enseguida porque ,en el fondo, los cantantes eran muy buenos sin llegar a SUPERFAMOSOS por estas tierras y su 'mensaje' tampoco transcendía al gran público.
Te hubieran encantado. Además del buen rollito, las bebidas sin garrafón y la tenue luz... , allí se ligaba mucho. Creo que te estoy hablando de los últimos sesenta y primeros setenta.