Hacia la época de la muerte de Jesús que hoy se conmemora, no demasiado lejos de Jerusalén (a unos setecientos kilómetros en línea recta), fallecía una mujer, una griega de Asia Menor llamada Euterpe. No sabemos nada sobre ella, salvo que estaba casada con un tal Seikilos. Sólo dos nombre propios que conocemos porque aparecen grabados en una estela funeraria, un pilar de mármol, hallado en la antigua Tralles, cerca de la actual ciudad turca de Aydin. La inscripción, de la que se han perdido líneas, está escrita en griego y comienza presentándose a través de un dístico elegíaco: "Yo, esta piedra, soy una imagen y Seikilos me colocó aquí como monumento perdurable al recuerdo inmortal". Luego sigue una breve canción y, al final, la dedicatoria en dos palabras: "de Seikilos a Euterpe" (Σείκιλος Εὐτέρ[πῃ]).
Epitafio de Seikilos - Gregorio Paniagua/Atrium Musicae (Musique de la Gréce Antique, 1979)
Seikilos no es un nombre griego, sino de Caria, esa región del Asia Menor que ya por aquellas fechas había pasado a integrar la provincia romana de Asia. Hay quienes elucubran que el nombre puede ser una transliteración del gentilicio "siciliano", lo que haría pensar que los ancestros del personaje provinieran de esa isla. Euterpe, en cambio, sí es griego, como que era la mitológica musa de la música. Poco probable parece pues que la mujer se llamara así; más bien sugiere que su presunto esposo le diera esa advocación porque la reconocía como su fuente de inspiración y a ella le dedicara la composición musical que ordenó grabar en la columna funeraria. Sería Seikilos un músico o un poeta, que venían a ser oficios similares, no demasiado bien considerados entre los ciudadanos de la antigua Grecia, aunque lucrativos cuando se alcanzaba la fama (poco ha cambiado a tal respecto). E imagino que no le debía ir mal económicamente a nuestro amigo, incluso en una pequeña y remota ciudad de provincias, para permitirse sufragar esa tumba a su amada, muestra además de cierta presuntuosa vanidad.
Epitafeio Seikylou - Christodoulos Halaris (Music of the Ancient Greece, 1992)
Pero la propia existencia de la mujer que identificamos como Euterpe no es más que una hipótesis, la más repetida, quizá por el gusto que tenemos, al menos desde la época victoriana, por las interpretaciones de tinte romántico. Hay estudiosos que piensan en cambio que Euterpe era el padre de Seikilo, y el apelativo aludiría a la profesión de aquél. De haber sido así, quizá la canción se la debamos al difunto y no a su hijo, pero me temo que nunca lo sabremos y, en realidad, tampoco importa. Lo que hace que estas pocas líneas grabadas en mármol sean relevantes para la cultura occidental es que se trata de la más antigua composición musical completa que conocemos hasta la fecha. Hay textos escritos en notación musical anteriores (himnos délficos, odas de Píndaro), pero de todos ellos sólo nos han llegado fragmentos. El epitafio de Seikilos, aunque breve, está completo, una melancólica canción que podemos interpretar de principio a fin.
Epitaph of Seikilos - Petros Tabouris (Music Greek Antiquity, 1994)
La canción consta de siete pares de líneas, cada uno con la notación musical arriba y el texto debajo, como era usual entre los griegos al menos desde el siglo V aC (por ejemplo, fragmentos de obras de Eurípides que se conservan en papiro). La traducción de la letra viene a ser la siguiente: "Mientras vivas, brilla; que nada te entristezca demasiado porque la vida es corta y el tiempo exige su tributo". Una exhortación universal que la humanidad se ha hecho desde siempre y cuya expresión más famosa es el Carpe diem de Horacio, escrito probablemente poco antes que este poema. Vale igual, por supuesto, para nosotros que para los contemporáneos de Seikilos, aunque la tengamos mucho más gastada y desterrada a los libros de autoayuda.
Song, Seikilos - De Organographia (Music of the Ancient Greeks, 1995)
En cuanto a la música, poco tengo que decir, como no sea repetir frases que he leído. Es una composición equilibrada y nada compleja, monódica, es decir, basada en una única melodía, en la que texto e instrumento (probablemente lira o cítara que doblaba la voz del cantante) forman una unidad. Me entero de que hay abundantes musicólogos eminentes que fruncen el ceño ante esta canción, calificándola de composición banal y poco lograda. No sabría pronunciarme, pero durante estos días he estado escuchando varios discos de música de la Grecia antigua (poco más de una docena de temas, siempre los mismos) y, la verdad, el de Seikilos me parece uno de los más agradables, quizá justamente por su sencillez melódica. Por cierto, no me extrañaría que a partir de variaciones del mismo, haya por ahí alguna composición new wave, probablemente con arpas y sintetizadores.
Chanson du Seikilos - Ensemble Kérylos (Musiques de l' Antiquite Grecque, 1996)
Como sabemos (yo no, claro) interpretar la notación musical griega, podemos transcribirla a partituras modernas y reproducirla. De hecho, sobre todo durante la década de los noventa, se asistió a un renovado interés por estas piezas arqueológicas de la cultura occidental y aparecieron varios discos con las correspondientes versiones, de resultados muy diversos, tanto por la intención de los intérpretes como debido a que, si bien suficiente, la información facilitada por los textos musicales que nos han llegado no es del todo completa (en el caso de ésta de Seikilos desconocemos el tempo al que debía ser ejecutada). Acompaño este post con seis versiones de la canción, ordenadas cronológicamente por fecha de grabación. La primera, de 1979, corresponde al grupo madrileño Atrium Musicae, bajo la dirección de Gregorio Paniagua, un conjunto de "locos excelsos" que han dejado una obra magnífica (en especial de la música medieval española) publicada a lo largo de los setenta. La segunda versión proviene de un album grabado en 1992 por Christodoulos Halaris, un compositor griego que ha establecido en Tesalónica un museo de instrumentos musicales antiguos, bizantinos y post-bizantinos, reconstruyendo más de 200 a partir de las fuentes disponibles y formando una orquesta para interpretar con ellos los temas originales. La tercera, de 1994, es también de otro griego dedicado a rescatar las músicas antiguas, Petros Tabouris. La cuarta muestra proviene de un CD de 1995 de una pareja de Oregón llamada De Organographia, también luthiers y musicólogos (Philip Neuman, instrumentos de viento y cítara, y Gayle Stuwe Neuman, voz y cuerdas). En quinto lugar he subido la versión de 1996 del Ensemble Kérylos, un conjunto francés dedicado exclusivamente a la interpretación de partituras vocales de la antigüedad clásica, dirigido por Anne Bélis, una de las más renombradas especialistas galas; en su página web alardean de ser estrictamente rigurosos en sus trabajos: transcripciones exactas sin espacio para la fantasía, cantos con la pronunciación original, empleo de réplicas fieles de los antiguos instrumentos ... Por último, al final del post, enlazo a un video de Youtube que reproduce la interpretación de 2002 del San Antonio Vocal Arts Ensemble, un grupo de tejanos que parecen disfrutar de lo lindo dándole a diversos tipos de músicas; ésta es, sin duda, la versión más easy-listening.
He aquí una muestra de lo que pueden lograr una bonita voz, una flauta, y un pelín de ritmo (¿ un tambor?) de una melodía bastante aburrida.
ResponderEliminarY tú, Miroslav, me chiflas. No he encontrado ningún otro blog con esa proliferación de temas, esa dedicación profunda a la investigación, y esa prosa tan clara,y, y, y. En fin, un blog lleno de generosidad.
GRACIAS
Coincido con C.C. (aunque sin llegar al amor) en que son fascinantes estos repentinos cambios de rumbo y estas súbitas inmersiones en el pasado.
ResponderEliminarUn saludo.
C.C: Mujer, la melodía no es un alarde de complejidad, desde luego, pero tampoco es tan sosa. Piensa que tiene dos mil añitos. Hoy componen algunas bastante más tontas que se convierten en éxitos comerciales.
ResponderEliminarY muchas gracias por el piropo.
Antonio: Los "cambios de rumbos" como lo llamas es, me temo, característica de este blog y de mí mismo. Soy excesivamente disperso o, si lo digo en términos positivos, me interesa casi todo.
"no demasiado lejos de (...) (a unos setecientos kilómetros en linea recta)", en aquellos tiempos, eran más de veinte días de viaje por los medios de transporte habituales; tu distancia relativamente corta es muy relativa, en efecto.
ResponderEliminarTu dispersión es producto de tu curiosidad casi insaciable, lo que te honra, amigacho, y además para centrarte o no centri-fugarte ya tienes el trabajo.