En 1961, un abogado británico judío (se convertiría al catolicismo más tarde) que rozaba la cuarentena leyó en la prensa que dos estudiantes portugueses habían sido condenados a siete años por brindar por la libertad, en plenas revueltas anticolonialistas del régimen de Salazar. Nunca se ha aclarado si la noticia era verídica; imagino que por aquellos años los ingleses de las clases dirigentes (y este hombre, Peter Benenson lo era, que había tenido como tutor privado nada menos que a W.H. Auden y asistido a Eton) no concebían que sus periódicos pudieran mentir. Tampoco importa; el hecho es que Benenson se indignó y publicó en The Observer un artículo titulado "Los prisioneros olvidados", denunciando que todos los días, en cualquier lugar del mundo, alguien es encarcelado, torturado o ejecutado porque sus ideas son inaceptables para el correspondiente gobierno. Se refería específicamente a los casos de Agostinho Neto (que luego sería primer presidente de Angola), del filósofo rumano Constantin Noica, del socialista vasco Antonio Amat, del cuáquero estadounidense y colaborador de Luther King, Ashton Jones y del activista anti-apartheid sudafricano Patrick Duncan, todos ellos hostigados en sus respectivos países. No eran ciertamente los ejemplos más sangrantes (de hecho, todos salieron relativamente ilesos de las agresiones que el Poder les infligió), pero sí probablemente los más célebres en esos momentos. Citando erróneamente a Voltaire –"Rechazo tus opiniones, pero estaría dispuesto a morir por defender tu derecho a expresarlas"–, anunció a los lectores que con un pequeño grupo de amigos había abierto una oficina en Londres para recoger información sobre personas a las que bautizaron como "presos de conciencia", entendiendo que entraba en esta categoría cualquiera que fuera físicamente impedido para expresar sus opiniones, siempre que no abogara por la violencia. Nació así Appeal for Amnesty, que muy pronto, debido a la entusiasta respuesta de muchos ciudadanos (europeos y estadounidenses, claro) se convirtió en Amnistía Internacional.
La trayectoria de esta organización durante ya su más de medio siglo de vida no ha estado exenta de críticas y acusaciones de parcialidad e intereses puntuales no del todo honestos. El propio Benenson se enfrentó a su criatura porque creía que en ella se habían infiltrado los servicios secretos británicos y años después sería la CIA la sospechosa de estar manipulando la organización. Supongo que AI habrá errado en muchas ocasiones en la selección de las personas a defender y más veces habrá olvidado a muchos otros, riesgo inevitable cuando se decide actuar frente a las injusticias en vez de imitar a las avestruces justificando nuestras pasividades con argumentos fariseos. Pero a estas alturas es innegable que Amnistía ha sido la organización que más ha hecho por la defensa de los derechos humanos "universalmente declarados" en 1948 y universalmente conculcados, aunque más lo habrían sido si AI no hubiese existido. A propósito, Amnistía Internacional funciona muy mayoritariamente gracias a la dedicación altruista de voluntarios y no acepta financiación de gobiernos u organizaciones gubernamentales. No hace mucho, por cierto, el Vaticano, enfadado por el apoyo de AI al aborto (que no era tal), pidió a los católicos que dejaran de contribuir económicamente a su sostenimiento; la bronca entre la Iglesia y la organización no ha cesado todavía.
Pero vayamos al tema que motiva este post. También en 1961, unos mese antes de que Benenson publicara su famoso artículo, en un frío enero, llegaba al Greenwich Village un chaval de 19 años, también judío, llamado Robert Allen Zimmerman (o Shabtai Zisel ben Avraham) pero que unos meses antes, en la universidad de Minnesota, se había rebautizado como Bob Dylan. Los primeros años de su carrera profesional estuvieron ligados al folk que, en esos años, era en Estados Unidos la banda sonora de la lucha por los derechos civiles. Así que, en cierto modo, los inicios de Dylan y de Amnistía Internacional guardan ciertos paralelismos, aunque el de Duluth empezara pronto a sentirse utilizado y, sobre todo, coartado por el encasillamiento militante de "profeta iluminado" que le otorgaban, bien a su pesar, sus rendidos admiradores. Así que, tras un disco de transición y advertencia desencantada (Another Side of Bob Dylan, 1964) llegó la traumática controversia del Festival Folk de Newport en la que, con The Band, electrificó la segunda parte de su actuación (Pete Seeger pidiendo un hacha para cortar los cables de los amplificadores y acallar ese ruido infernal) y en 1965 dos maravillosos álbumes (Bringing it all back home y Highway 61 revisited) que supusieron abrir nuevos caminos a la música popular contemporánea. Lo cual no obsta para que los tres primeros discos (Bob Dylan, The Freewheelin' Bob Dylan y The Times they are a-changin') contengan temas que se han convertido casi en himnos de la memoria colectiva, con innumerables versiones durante este último medio siglo.
Quienes pasan por aquí saben que, sin llegar al obsesivo frikismo de algunos, soy un ferviente admirador de la obra de Dylan desde mis trece añitos y me precio de conocerla razonablemente bien. Uno de mis afanes coleccionistas, muy favorecido desde que existe internet, es conseguirme versiones ajenas de las canciones de Bobby, de las que guardo un número más que considerable. Pues bien, a principios de este año, para conmemorar su medio siglo de existencia, Amnistía Internacional ha publicado 4 CDs con 75 canciones de Dylan (son 76 temas, pero una de ellas, Don't thik twice, it's alright, se repite en versión instrumental) que, en mi modesta opinión, es la compilación más estupenda de las muchísimas que han salido al mercado. En el disco, titulado Chimes of Freedom, canción de 1964 que es la única que canta Dylan cerrando la recopilación y que apropiadamente significa campanas (o campanadas) de libertad, interviene un mogollón de artistas, con interpretaciones (la mayoría grabadas previamente, supongo) gratamente sorprendentes en muchos casos. Otra cosa que sorprende es el amplísimo rango de edades representado, que va desde los diecinueve añitos de Miley Cyrus, la Hannah Montana de Disney, hasta Pete Seeger con sus noventa y dos tacos. Obviamente aparecen varias figuras muy conocidas (Johnny Cash, Patti Smith, Pete Townshend, Diana Krall, Ziggy, el hijo menor de Bob Marley, Sting, Mark Knopfler, Lenny Kravitz, Elvis Costello, Jackson Browne, la inevitable Joan Baez, Bryan Ferry, Carly Simon, Paul Rodgers, Sinéad O’Connor, Taj Mahal, Lucinda Williams, Kris Kristofferson, Eric Burdon, Marianne Faithfull y el ya citado Pete Seeger), pero echo en falta a unas cuantas vacas sagradas que, los que ya empezamos a ser un pelín carrozas, querríamos que estuvieran en un disco tan ambicioso como éste. Sin embargo, las ausencias quedan muy satisfactoriamente compensadas con numerosísimos nombres de cuya existencia no tenía la más mínima noticia. Siempre es agradable descubrir nuevas voces y estilos, amén de comprobar que la música de Dylan sigue vigente. En fin, que un disco altamente recomendable cuyos ingresos tienen por finalidad la ayuda económica a Amnistía Internacional; un motivo añadido para comprarlo.
Para muestra, un botón. El tema que subo es el antológico “No lo pienses dos veces, está bien”, una de las canciones de amor desengañado que son especialidad del de Minnesota. La versión, prácticamente a cappella, me parece preciosa y corre a cargo de Kesha, una rubia californiana de veinticinco años, de la cual no he escuchado nada (según la wiki se dedica a la música dance y electropop, géneros que no son precisamente de mi devoción).
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Para muestra, un botón. El tema que subo es el antológico “No lo pienses dos veces, está bien”, una de las canciones de amor desengañado que son especialidad del de Minnesota. La versión, prácticamente a cappella, me parece preciosa y corre a cargo de Kesha, una rubia californiana de veinticinco años, de la cual no he escuchado nada (según la wiki se dedica a la música dance y electropop, géneros que no son precisamente de mi devoción).
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Don't think twice, it's alright- Ke$ha (Chimes of Freedom, 2012)
No me lo pienso dos veces, si lo encuentro, me lo compro.
ResponderEliminarUn beso.
C.C.
C.C: Yo ya no compro (casi) CDs físicos, sino archivos de audio. Si no eres mitómana de esos objetos (por plagiar el reciente post de Vanbrugh), te informo de que iTunes Store lo puedes adquirir por veinte euros (bastante barato me parece), de los cuales 10,93 van a Amnistía Internacional.
ResponderEliminar"Amnistía ha sido la organización que más ha hecho por la defensa de los derechos humanos "universalmente declarados" en 1948 y universalmente conculcados, aunque más lo habrían sido si AI no hubiese existido" En efecto, lo subscribo totalmente y hasta lo grabo en piedra si hace falta.
ResponderEliminarEn cuanto a la para mí diverida anécdota de un Peete Seeger contra el Dylan electrificado,eso no debe hacernos olvidar que 1) ambos son increibles artistas y 2) que tienen más cosas en común que diferencias, pero, dicho esto, alabo la independencia de Dylan para seguir su camino, incluso con respecto a -en cierto modo- su sagrado mentor
Compartiré o no muchas de las opiniones que este casa tuya manifiestas, pero sin duda no hay nada mejor que un buen argumentario y el diálogo para rebatirlo. Aquí me quedo, aunque no alineemos posturas sí que lo será en actitudes.
ResponderEliminarNos leemos.
Lansky: Puede que sí, que tengan más cosas en común que diferencias, aunque, cómo cotabilizarlas. Lo que sin duda es cierta es que ambos son estupendos si bien para mí, la trayectoria musical y creativa de Dylan me "pone" más que la del veterano y congruente padre de los folksingers norteamericanos.
ResponderEliminarEn cuanto a la anécdota en su momento se exageró en el afán de darle una carga simbólica a la ruptura entre dos "géneros". Algo había de eso, claro, pero no tanto para que la sangre llegara al río. Lo que pasa es que la gente siempre prefiere los aguafuertes a una realidad compleja llena de matices. El propio Seeger declaró muchos años después que lo que le molestaba no era tanto la electrificación como que los instrumentos estaban demasiado amplificados y no permitían entender las letras (súmese la infame vocalización de Dylan).
En todo caso, un tipo admirable Seeger. Y que el jueves pasado cumplió los 93 y ahí sigue, en activo. Te confesaré que me emocionó, por ejemplo, ver y escuchar a los cuarenta mil noruegos cantando su canción "Rainbow race" en rechazo al asesino Breivik, que la odia por considerarla una muestra del adoctrinamiento marxista de la población noruega. Una canción que loa la bondad,compartir, la esperanza, el amor, y denuncia la avaricia y los crímenes contra la humanidad ... Hay que ser gilipollas.
Por cierto, al pensar en la longevidad de Seeger me ha venido a la mente que mi admirado Niemeyer, ¡con 104 años! está hospitalizado en Río por una neumonía. Consciente y respirando por sí solo y con ganas de volver a ponerse a trabajr en los proyectos que tiene en curso. Admirable también.
Segio DS: Interesante esa especie de "declaración de principios" que me abre más interrogantes que certezas sobre lo que quieres decir. Parece que no "alineamos posturas pero sí actitudes", o quizá sí. En fin, que no estaría de más que me explicaras tus disensos/consensos para que, efectivamente, pueda haber diálogo.
ResponderEliminarEn todo caso, bienvenido. Aunque de tu link no he sabido descubrir cómo leerte.
Sí, es interesante eso que dice tu comentarista Sergio DS, porque lo de "no "alineamos posturas pero sí actitudes", me suena a estar de acuerdo en follar, pero no encontrar...ejém, el acomodo...
ResponderEliminarY sí, a mi también me emocionó ver (por la tele) la vieja canción de 'guerra' de Seeger coreada por la buena gente noruega y leer lo de su cumple. Lo de Niemeyer también es la releche, aunque a mi su museo nave espacial en la Bahía de Guanabara (Río) me gusta más por dentro que por fuera, lo cual no deja de ser un mérito también o mucho de su arquitectura