Quería registrar. No era yo el único, muchos más también querían. Desde hacía unos meses se venía fermentando un creciente malestar ciudadano, un murmullo sordo, cada vez más explícito, de voces insatisfechas reclamando el derecho de registro. Que nos dejen a todos, era la consigna, y todo apuntaba a una revuelta generalizada de graves e impredecibles consecuencias.
El gobierno, asustado, prometió que se llevaría a cabo una reforma en profundidad para regular el ejercicio efectivo del registro a todos los mayores de dieciocho. Sesiones en el Congreso televisadas con altas audiencias, expectación entre recelosa y optimista en las calles. En pocos días se aprobó la Ley Reguladora: celebraciones masivas, qué gran triunfo de la voluntad popular.
A mi casa vinieron un jueves por la tarde. Dos funcionarios con las hojas verdes, escritas las más de cien opciones de registro. ¿Usted quiere registrar? Sí, claro, contesté, pero pensaba que se abriría un plazo, así, de repente, me pilla un poco de sorpresa. Pero no, tenía que registrar ya, en ese momento; tanto protestar y ahora que puede se nos pone con remilgos, rezongó uno de los funcionarios. Así que registré.
La verdad que no se me quedó muy buen cuerpo, había conseguido lo que quería y sin embargo no me sentía satisfecho. Además, dudaba sobre la opción registrada. En la calle comprobé que a la mayoría le ocurría igual. ¿Eso era todo? Bastantes, incluso, que se habían negado. Registro sí, pero no así, tal fue la nueva consigna que empezó a repetirse, reavivando el descontento.
El Gobierno exhortó a la responsabilidad: se habían cumplido los compromisos, dijo el portavoz, tocaba ahora asumir las consecuencias. Convocaron a los que habíamos registrado. Muchos acudimos, al fin y al cabo, ejercer un derecho conlleva respetar las normas. Pero los radicales se movilizaron. Hubo alborotos, detenciones, se declaró el estado de emergencia y se suspendió la Ley Reguladora.
Ahora la ciudad, el país entero, está en llamas. Hace un mes que no hay gobierno; dimitió al descubrirse, en el asalto al Ministerio durante el primer motín, que las hojas verdes habían sido archivadas, formularios inútiles. Se ha acabado ya el tiempo de la razón, del diálogo; son éstos los días de la violencia y del miedo. Yo, como tantos otros, apenas me atrevo a salir de casa. Pero no me quedan casi alimentos, así que algo habré de hacer.
Sinfonía nº 7 en La mayor (Op.92) - 2. Allegretto - Beethoven (Orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por Herbert von Karajan)
Una lectura muy apropiada para un día de paro y movilización en la Plaza de Mayo...
ResponderEliminarEspero que ya estés recuperado.
Un beso
A mí “registro” me suena a que me tengan fichado, que puedan registrar mi casa, rebuscar entre mis ropas, mis ideas, mi pasado o mis pretensiones. Yo pediría justamente lo contrario, anonimato e intimidad. Pero a lo mejor no he entendido lo que has querido decir en este críptico post.
ResponderEliminarAlicia: Por aquí las "movilizaciones", pese a la que nos está cayendo, están siendo por motivos futbolísticos. Si este domingo España gana la Eurocopa, la gente va a empezar el verano olvidándose de la situación económica. Un beso.
ResponderEliminarAtman: El "registro" del post es una metáfora "comodín". Tradúcelo por lo que quieras.
que buena entrada, siempre muy apropiada para estos momentos donde se ha puesto mas la necesidad de ser seres políticos y luchar por los derechos.
ResponderEliminar