A Lansky, Vanbrugh e Ire
La lectura del reciente post de Lansky y, sobre todo, el seguimiento de los comentarios me ha hecho recordar viejas lecturas (y también viejas discusiones) sobre el reiterativo y sin embargo inagotable asunto de las identidades colectivas, las lenguas, los nacionalismos y demás cuestiones enlazadas. Ciertamente, como bien asevera Lansky, parece que los ejemplares de nuestra especie sienten la necesidad de enraizarse (¿estará en los genes?) y esa pulsión instintiva llevaría a la adscripción a la tribu, la vinculación emocional al terruño, el apego a tantas peculiaridades de la cultura propia, etc. Todos ellos factores debida y machaconamente aprovechados por los nacionalismos que nunca históricamente han sido inocentes pues como numerosos autores se han cansado de demostrar (recomiendo empezar por el Naciones y nacionalismo de Hobsbawm) obedecen, al fin y al cabo, a intereses egoístas de poder. Claro, me dirán, ¿qué movimiento político no? Verdad, pero lo que me hace especialmente antipáticos los nacionalismos (por más que sea ésta una generalización que para ser justa debería matizarse), es su intrínseca voluntad manipuladora (en beneficio de unos pocos) de las emociones más primitivas y burdas de los paisanos, con el consiguiente llamamiento a instintos que para mí radican en nuestro lado oscuro. En un comentario pasado me decía Vanbrugh que cree incompatible que haya nacionalistas inteligentes y honestos; esta frase tan sintética lleva implícita la división en dos tipos de las personas que componen los movimientos nacionalistas: los dirigentes inteligentes y deshonestos (quienes no creen de verdad en lo que predican, pero saben que les es útil) y los acólitos deshonestos y poco inteligentes (o sea, los que creen que existen entidades abstractas colectivas, por ejemplo las patrias, por encima de los individuos y que son incluso sujetos de derechos). Por supuesto, esto no impide que, como han matizado algunos comentaristas del post de Lansky, haya posiciones nacionalistas (porque el término es ampliamente difuso) con las que pueda simpatizar, comprendiendo las mismas como estrategias de acción coyunturales, aunque no pueda evitar una sensación de desagrado ante los esencialismos que siempre subyacen en las mismas.
Ahora bien, aún admitiendo que la tendencia del ser humano a adoptar identidades colectivas que derivan hacia la vinculación de los individuos a grupos celosos de su carácter diferenciador (respecto de los otros grupos, pero homogeneizador en el interior del mismo), en mi opinión (y creo que Vanbrugh vino a manifestar la misma) ello no implica que esa pulsión biológica debamos considerarla buena. De hecho, en gran medida, el progreso de nuestra especie (lentísimo en los aspectos de fondo) supone reprimir o intentar transformar esas tendencias naturales, si bien con frecuencia lo que hacemos es legitimar desde constructos filosóficos esas pulsiones (lo de que si no vives como piensas acabarás pensando como vives). En nuestros días tengo la impresión de que predominan los impulsos en esta segunda línea, pero si lo vemos históricamente (al menos en Occidente) no es algo de muy larga ni ejemplarizante tradición. Yo diría que las raíces filosóficas datan apenas del romanticismo alemán y su invento del Volkgeist como reacción frente al utópico racionalismo universalista de la Ilustración. De esa semilla nacería en España el sustrato ideológico del carlismo y luego los nacionalismos peninsulares y (reactivamente) el nacionalismo español, por más que ambas posturas se volcaran a ejercicios manipuladores de la historia para encontrar en la lejana Edad Media los gérmenes inmutables de las diversas almas nacionales. Porque –no nos engañemos– difícilmente entendería un habitante del territorio que hoy llamamos España anterior a los finales del XVIII las connotaciones que luego tuvieron afirmaciones como "ser (o sentirse) español, vasco o catalán". Toda esa parafernalia ideológica nacida de los cerebros atormentados de unos cuantos alemanes, si bien maravillosamente fecunda en el terreno de las artes, se convirtió en el sustrato justificativo de la construcción nacional en todo el mundo y, reconvirtiéndose lampedusianamente durante los dos últimos siglos largos, sigue vigente hoy en día. Pues bien, esta tendencia natural de nuestra especie a la que me estoy refiriendo y todas las construcciones ideológicas que no hacen sino legitimarla, a mí no me gustan, simplemente (ejerzo mi derecho individual a tener mis propios gustos y hasta a declararlos).
Por el contrario, puestos a recurrir a las tan cómodas como engañosas dicotomías, me siento mucho más a gusto en el lado de quienes, a lo largo de la historia, han propiciado la universalidad frente a los particularismos grupales, incluso en tema tan espinoso (respecto del cual reconozco albergar sentimientos encontrados) como el de las lenguas. Afirma Ire en el post de Lansky que "Francia viene ejerciendo una acción de barrido sistemático de sus lenguas regionales –el bretón, el catalán, el alsaciano, etc–" y no miente; obviamente esa política lingüística (que dudo que sea tanta en la actualidad) no le gusta ni tampoco a mí, en tanto implica medidas coercitivas sobre el derecho de los individuos (bretones, del Rosellón, alsacianos, etc) a hablar lo que les dé la gana. Ahora bien, también se recurre a medidas coercitivas cuando de lo que se trata es de "salvar" una lengua amenazada y eso en la actualidad no nos parece malo. El argumento más socorrido es el cultural: una lengua es un valioso elemento del patrimonio cultural y por tanto estamos obligados a conservarla. Cabría contestar que el latín, una muestra de patrimonio cultural difícilmente igualable por cualquier idioma moderno, ya no se habla (salvo entre cardenales cuando se cuentan a hurtadillas chistes verdes) y, sin embargo, no se ha perdido. Es decir, no se perdería el euskera si en el País Vasco dejara de hablarse; simplemente los habitantes de mi tierra natal se comunicarían en otra lengua. Eso sí –y aquí radica el quid de la cuestión que deja el argumento cultural como una falacia hipócrita– los vascos perderían una seña de identidad (uno de los componentes fundamentales de su Volkgeist, que diría Herder) y el nacionalismo vasco el principal motivo para esgrimir su esencialismo diferencial. Y es que lenguas ha habido (y sigue habiendo) multitud en la historia de nuestra especie y muchas se han muerto, en algunos casos por motivos coactivos y en otros sencillamente de modo natural. Por ejemplo, el propio idioma vasco (que, como cualquiera con una mínima cultura sabe, era el que toda la humanidad hablaba antes de Babel) sobrevivió a duras penas frente al latín, a diferencia de las restantes lenguas peninsulares, y durante toda la Edad Media fue progresivamente decayendo en número de hablantes. ¿Se debió esa agonía a la represión del centralismo castellano? No negaré que hay abundantes ejemplos de medidas coercitivas contra esa "lengua nativa", pero sólo desde una ceguera voluntaria puede sostenerse que el abandono del vasco por muchos hablantes se debiera predominantemente a las mismas. La mayoría de los euskaldunes optaban libremente por aprender castellano (o francés) y educar en él a sus hijos por el evidente motivo de que ese idioma les daba más posibilidades de mejorar sus condiciones de vida. Y no creo errar demasiado si generalizo este mecanismo como común a todos los procesos de decaimiento de las lenguas minoritarias incluso en sus propios territorios nativos. Claro que para la mística victimista de muchos nacionalismos es bastante más atractivo culpar al Estado agresor correspondiente. Por cierto, muchísimos vascos durante la monarquía de los Austrias no tuvieron ningún inconveniente en reclamar su hidalguía originaria en tanto vascos (eran tiempos en que mucho importaba la limpieza de sangre) para, en perfecto castellano, casi monopolizar los puestos burocráticos de la administración imperial; en esos momentos el hecho diferencial no lo esgrimían para salvaguardar su lengua milenaria (que les importaba un ardite) sino para medrar en España. Cuando sus intereses (los de los poderosos, claro) ya no encontraban tan buen acomodo en la España empobrecida de los Borbones surge primero el carlismo (reaccionario a más no poder) y luego el nacionalismo vasco (astutamente financiado por los industriales de la Ría para cuyos negocios con Inglaterra les convenía desligarse del centralismo madrileño).
Han de disculparme porque, como siempre, me enrollo excesivamente. Lo que vengo a sostener es que las lenguas se mueren, como todo, no siempre (ni siquiera en la mayoría de los casos) porque las maten. Y añado que tampoco debería ser eso nada muy grave si ocurriera de la forma más natural posible. Es decir, que por más que sea una blasfemia en la Comunidad Autónoma Vasca, comparto las denostadas palabras del desmesurado Unamuno en los Juegos Florales de 1901 de Bilbao: "El vascuence se extingue sin que haya fuerza humana que pueda impedir su extinción, muere por ley de vida. No nos apesadumbre que perezca su cuerpo es para que mejor sobreviva su alma. La mejor lengua es la propia, como es la mejor piel la que con uno se ha hecho; pero hay para muchos pueblos, como para otros organismos, épocas de muda. En ella estamos. En el milenario eusquera no cabe el pensamiento moderno; Bilbao hablando vascuence es un contrasentido. Y acaso esto nos dé ventaja sobre otros, pues nos encierra menos en nuestra privativa personalidad, a riesgo de empobrecerla". Después de tan escandalizadora propuesta de dejar morir el idioma vernáculo añade: "¿Y el vascuence? ¡Hermoso monumento de estudio! ¡venerable reliquia! ¡noble ejecutoria! Enterrémosle santamente, con dignos funerales, embalsamado en ciencia, leguemos a los estudiosos tan interesante reliquia. Y para lograrlo, estudiémoslo con espíritu científico a la vez que con amor, sin prejuicios, no atentos a tal o cual tesis previa, sino a indagar lo que haya, y estudiémoslo con los más rigurosos métodos que la moderna ciencia lingüística prescribe". Ni que decir tiene que este discurso indignó a los propulsores del entonces balbuceante nacionalismo vasco, empezando por Sabino Arana quien ya desde su juventud le tenía hondo encono a Unamuno (ambos tenían 36 años en 1901) y sigue indignando a todos los nacionalistas (no sólo vascos). Desde luego, los deseos de don Miguel, más de un siglo después, distan mucho de haberse hecho realidad. El vascuence (como él y Vanbrugh lo denominan) ha sido resucitado artificialmente, sin eludir para ello, cuando se ha considerado necesario, a medidas lindantes en lo coactivo. Por cierto, sería curioso saber qué pensaría Unamuno, vasco por sus "sesenta y ocho costados" y euskaldún desde su niñez (en su juventud escribió sensibleros poemas en euskera y opositó a una cátedra de vascuence), del actual batúa, mucho más emparentado con el dialecto labortano que con el occidental que sería probablemente el materno del escritor noventayochista. Supongo que no le agradaría mucho la construcción artificiosa del actual idioma oficial del País Vasco que, al fin y al cabo, es lo que se lleva haciendo desde el siglo XIX cuando se necesita construir un idioma nacional (por ejemplo, el italiano) a costa de sus variedades locales, lo que de nuevo prueba que el argumento de la defensa cultural (proteger una lengua en peligro de extinción) decae ante los verdaderos motivos de instrumentar el idioma al servicio de intereses políticos.
Pero más que su fallida acta de defunción del vascuence, me importa la intención que animaba a Unamuno en ese discurso, declarada expresamente en otros párrafos del mismo. En un estilo algo anacrónico expone su ideal utópico de unidad de la especie humana: "Sobre las razas fisiológicas, basadas en la animalidad, se hacen en labor secular las razas históricas, cuya sangre es el idioma. La unidad del linaje humano, que en sus orígenes soñamos, está puesta al final de él; es el coronamiento de la historia. Cierto es que los pueblos se diferencian y que sólo cultivando su personalidad privativa viven como pueblos; mas no olvidemos que en vía sólo de la suprema armonía tal personalidad se mantiene, que sólo para la integración suprema la diferenciación se cumple". O sea que para Unamuno (y para mí) los pueblos, en tanto colectivos diferenciados, son a lo sumo estadios transitorios de una evolución que fuera hacia la integración, hacia la unidad de todos los seres humanos, sin fronteras ni patrimonios colectivos diferenciales. El ideal sería, claro está, una lengua común que nos sirviera a todos para entendernos y en ese marco hay que entender el "dejad morir al vascuence" unamuniano y, en un utópico futuro (que ni los hijos de nuestros hijos verán), dejemos morir al castellano si a cambio nos integramos en una más amplia comunidad lingüística. El ansia de los mejores de nuestra especie por un idioma común es muy vieja. Perdido el latín como lengua franca (si bien sólo entre los cultivados) a partir del XVII, muchos han sido los esfuerzos por dotar a la humanidad de un idioma común. Cuando pensaba en esto leyendo el post de Lansky me acordé del texto de Borges (en Otras Inquisiciones) a través del cual conocí la "lengua artificial filosófica de uso universal" de John Wilkins, quizá el primer intento de este género. Ha habido bastantes más, de los cuales el más relevante ha sido, sin duda, el esperanto. No deja de ser tristemente significativo el casi nulo apoyo oficial al aprendizaje de un idioma que rompería las barreras comunicativas frente a los ingentes recursos públicos dedicados a "salvar" y fomentar el uso de lenguas que las refuerzan. Aceptando que es bueno que el euskera se siga hablando, ¿no sería todavía mejor que todos los vascos (y todos los habitantes del mundo) aprendieran con la misma dedicación esperanto? Pues no, no van por ahí los tiros y no es necesario ser muy mal pensado para deducir las causas que lo explican. Todo ello por las buenas, claro, que si no hubiera imposiciones (aunque fueran blandas) ya veríamos qué idiomas se mantienen y cuáles van extinguiéndose.
Ya he escrito demasiado, así que aquí me detengo, dejando para posteriores entradas otros asuntos relacionados que me gustaría tocar. Antes sin embargo no me resisto a recordar a Ire que la política francesa tan poco tolerante con las lenguas regionales tuvo su origen tras la Revolución en la voluntad de los jacobinos de acabar con los particularismos reaccionarios de las provincias y, al mismo tiempo, construir una unidad nacional bajo los famosos principios de "liberté, egalité, fraternité", máxime cuando a finales del XVIII en el territorio de Francia apenas un 50% de los habitantes hablaban el francés. Salvando las diferencias en los métodos empleados (explicables por los dos siglos transcurridos), no veo mucha diferencia respecto de las políticas de revitalización y unificación de los idiomas minoritarios en el siglo XX. Como ella misma dice, todo depende desde qué lado (y con qué perspectiva, añado yo) se vea el asunto.
Tienes una mala conciencia sobre la extensión de tus escritos francamente injustificada, Miroslav. Es cierto que suelen ser muy largos, pero yo nunca los encuentro excesivos. Dices mucho porque tienes mucho que decir y, siendo así, el defecto sería ser breve y dejarte cosas en el tintero o dichas a medias.
ResponderEliminarHas hecho un resumen lucidísimo y certerísimo, en mi opinión, de tu postura sobre este asunto, que coincide al noventa por ciento con la mía, solo que tú la explicas mucho mejor, sin las vehemencias y los reduccionismos con que yo suelo echar a perder mis diatribas.
Te hago solo algunos matices que se me han ido ocurriendo según te leía:
Es cierto, creo, que los nacionalismos suelen ser manipulados por intereses egoístas de poder, pero a mí eso, con ser grave en la práctica, me parece una cuestión ontológicamente secundaria. No creo que los nacionalismos dejen de ser inocentes por culpa de esa utilización, creo no lo son ya antes de ella, que son malos en sí mismos, sean o no manipulados por intereses egoistas. Desgraciadamente no necesitan que nadie venga a ponerles al servicio de fines no deseables, los que de por sí tienen, antes de ser manipulados por nadie, ya me parecen suficientemente indeseables.
La exclusión, un tanto drástica, que hice yo por alguno de estos blogs y a la que aludes, de que pueda haber nacionalistas a la vez decentes e inteligentes, en la práctica los divide en tres tipos, no en dos, como dices: los nacionalistas decentes, los nacionalistas inteligentes y los que no son ninguna de las dos cosas. Esta división, además, no se corresponde necesariamente con la división entre dirigentes y acólitos. Creo que hay dirigentes de las tres clases, con predominio de los inteligentes, y seguidores también de las tres clases, con predominio de los que no son ni decentes ni inteligentes. Pero yo es que tiendo a ser más radical y menos bondadoso que tú.
Como tú, pienso que el hecho de que la necesidad de vincularnos a identidades colectivas sea biológica y natural no implica necesariamente que sea buena y que no debamos tratar de superarla. La civilización, -la hominización, la humanización- son procesos que, en buena medida, se llevan a cabo en contra de las pulsiones biológicas y naturales, controlándolas, encauzándolas y, a veces, suprimiéndolas. La agresión y asesinato de los rivales, por ejemplo, es un instinto natural y biológico.
Sigo:
ResponderEliminarLas lenguas están vivas. Cuando me pongo purista y protesto de lo que me parecen usos incorrectos del castellano, me asaetan desde cincuenta lados a la vez con esa cantinela: las lenguas están vivas, cambian, evolucionan. Y es verdad. Eso, como suelo yo responder, no significa que cualquier cambio en ellas sea bueno y deba ser bendecido, pero es cierto que las lenguas son organismos vivos que crecen y cambian. Como consecuencia, mueren, también, como todos los seres vivos. Murió el latín al transformarse en las modernas lenguas romances, y el castellano o el francés actual se diferencian de los que se hablaban en el siglo XI bastante más de lo que se les parecen, y acabarán diferenciándose más aún, tanto que llegarán a ser considerados nuevos idiomas, y aquellos dados por muertos. Es un proceso inevitable, resultado de la libertad de los hablantes. Y solo puede ser retardado o acelerado, controlado, en suma, con medidas que, necesariamente, atenten contra la libertad de los hablantes. Como no deseo que se atente contra la libertad de los hablantes, no deseo que se controlen esos procesos y creo que cuando las lenguas mueren, hay que dejarlas morir, si el medio de evitarlo pasa por coartar la libertad de la gente para hablar en el idioma en el que quiere hablar. Atentaban contra la libertad de los hablantes las políticas del centralismo francés ilustrado que acabaron con los patois y generalizaron el francés. Por eso, y no porque acabaran con los patois, me habrían parecido mal si hubiera sido contemporáneo suyo. Atentaba contra la libertad de los hablantes la política franquista que imponía la 'lengua del imperio' a costa del vasco, el catalán y el gallego. Por eso, porque era un atentado contra la libertad de las ersonas, contra su derecho a hablar en el idioma que les diera la gana, es por lo que me parecía una política inaceptable, no por el resultado que tuviera o dejara de tener sobre el catalán, el gallego ni el vasco. No creo que ni los idiomas ni las comunidades tengan derechos que deban ser protegidos; creo que tienen derechos las personas, entre ellos el de usar su idioma para todo lo que quieran usarlo, sea mayoritario, minoritario, en expansión o en regresión, gubernamental u opositor, castellano, catalán o servocroata. Las políticas de inmersión lingüística que tratan de preservar y de fomentar el catalán atentan contra la libertad de los hablantes, y por eso me parecen ilegítimas e inaceptables. No me parecen mal porque perjudiquen al castellano; el castellano no tiene ningún derecho a nada. Cada uno de sus hablantes sí lo tiene, a usarlo, y es contra ese derecho de esas personas físicas concretas contra lo que creo que no debemos aceptar que se atente. No me vale que se me explique que se hace para preservar el catalán, y sigue sin valerme aunque cien Declaraciones de Derechos Lingüísticos vengan a a tratar de justificármelo. Como el castellano, tampoco el catalán, ningún idioma, tiene, en mi opinión, ningún derecho. Y menos aún si han de hacerse prevalecer contra el derecho fundamental de cada uno a usar el idioma que quiera usar.
Hola Miros, gracias por la dedicatoria. (Y nunca debí decir lo de la longitud de tus posts, en esto también me muestro de acuerdo con la salvedad que te hace Vanbrugh)
ResponderEliminarComo Vanbrugh yo también me muestro de acuerdo con este post en un porcentaje alto, pero, como le respondo a Vincent Diable en mi último comentario, creo que los nacionalismos son nefastos en sí mismos, —y no sé si inevitables por aquello de la pulsión social de los humanos a integrarnos en el amparo colectivo de algo—. Como en todo, en esto también hay grados, claro, como, por ejemplo, en el maltrato machista, desde el que le falta el respeto llamando tonta a su mujer hasta el que la mata a hostias.
En cuanto a las lenguas. Soy darwinista en esto también (selección natural, eliminación de lo obsoleto) y anti xenófobo: no creo en la pureza tampoco aquí, pero molesta la importación innecesaria de términos existentes en el idioma receptor
Hola Miroslav.
ResponderEliminarSi llego a saber que mi nombre iba a correr de blog en blog me callo, te lo aseguro.
Supongo que no aprenderé nunca a morderme la lengua, que el tema aburre incluso antes de abordarlo, al menos a mí, te lo aseguro.
A ver, que lo único que queremos los catalanes es seguir hablando en catalán. Si se muere, ya lo enterraremos, pero de momento está vivito y coleando, y a algunos sus fricativas y africadas nos parecen de lo más musicales.
Un sistema educativo que ha venido dando unos muy buenos resultados, teniendo en cuenta muchas condiciones que no voy a enumerar aquí, no puede ponerse en peligro por dos familias discordantes, cuando además no tienen razón, o es que os pensáis que solo se habla en catalán en las clases?
Demasiadas mentiras toleradas envenenan el discurso. Y el Tió, la única tradición que me gusta porque me recuerda a mi infancia, se lo paga cada cual.
Por otro lado, la vergüenza que sentí ayer viendo 'torear' a un jugador de futbol delante del todo el mundo es problema mío, evidentemente. Pero yo me niego a que se me identifique con esa imagen, porque me parece una horterada.
Saludos
A mí también me dió vergüenza, pero es que el tal Sergio es bastante descerebrado,escepto cuando se limita a jugar de central (coge la posición como andie...)
ResponderEliminarEn general me tienen sin cuidado los nacionalismos de nuestro país o de cualquier otro - aunque los hay de risa en cuanto a lo que se refiere al habla.
ResponderEliminarY ya que aquí se mezcla el partido de ayer y el toreo de Sergio Ramos (ese magnífico defensa y más), quiero recordar, (como ya he repetido en mi post sobre Dalí) lo mal que suenan las palatales en catalán y esas 'chés' espachurradas: 'sschocolate'.
Tuve un amago de novieta, catalana guapísima y pechugona, que al bailar me susurraba al oido ese 'T'estimo molt' que me llegaba a molestar. Me sonaba a "tastimomól' poco suave y menos sonoro para asuntos amatorios.
No creo que sea manía o que tenga algo en contra de Cataluña, porque en muchas ocasiones he dicho que la Costa Brava me parece maravillosa, Barcelona es realmente monumental y bella, la comida catalana magnífica, sus gentes trabajadoras, etc. etc. Me refiero solo al habla.
Lo entiendo, Grillo. Les pasa a muchos. Yo no soporto las haches aspiradas y la jota me gusta poco, mira tú por donde. Me ponen meganerviosa porque es un sonido feo de narices. Pero habrá que taparse los oídos y aguantarse, que cada cual habla como puede.
ResponderEliminarSaludos
Vanbrugh: Sobre tus matices del primer comentario:
ResponderEliminarEstoy "en teoría" de acuerdo contigo en la "maldad" intrínseca de los nacionalismos si traducimos esta afirmación como que la pulsión humana (¿biológica?) a integrarse en un colectivo diluyendo en él su individualidad (y, de paso, atribuyéndole un valor por encima del individuo) es algo malo "per se", algo que merecería ser superado por nuestra especie. Ahora bien, aunque esa pulsión sea mala, no me atrevería a calificarla de culpable (en el sentido de "no inocentes") porque ello implica ya una intencionalidad. De hecho, pienso que la "pulsión" instintiva conduce al tribalismo que, siendo el embrión del nacionalismo, todavía no es éste. Para convertirse en tal necesita un sustento mínimamente "ideológico" (por ejemplo la nefasta filosofía romántica alemana) y, a partir de ahí, ya podemos empezar a hablar de culpabilidad. Si coincidimos en esto, no tengo inconveniente en admitirte que desde ese momento en que un ideólogo alumbra ideas nacionalistas, incluso aunque no lo haga animado por intereses egoístas de poder, ya deja de ser inocente. Ahí estaría, creo yo, la culpa primigenia u "ontológica" a la que aludes. No obstante te "rematizo" con dos cuestiones: primera, esa "culpabilidad" (la de un Herder, por ejemplo) me parece menos repugnante que la de los que usan sus banales ideologías con fines políticos, aunque sólo sea porque el pobre filósofo iba de buena fe (bien es verdad que me dirás que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno); y segunda: que lamentablemente esa primera etapa de cualquier nacionalismo es muy breve: inmediatamente aparecen los políticos para sacar rédito de esas ideologías.
Tienes razón en tu segundo matiz. Ciertamente puede haber nacionalistas que no sean ni honestos ni inteligentes. De otra parte, también te admito que mis dos divisiones no tienen por que coincidir en teoría con la división entre dirigentes y acólitos; sin embargo en la práctica veo muy difícil que cualquiera que sea deshonesto no sea dirigente o, al menos, pretenda serlo (incluiría también los deshonestos y no inteligentes). Me baso para ello en que entendemos "deshonesto" como aquel que adopta la ideología nacionalista meramente como instrumento para lograr sus fines, al margen de que se la crea (por ejemplo, gran parte de los dirigentes de coalición canaria), y la forma más eficaz para sacar partido de dicho instrumento es meterse en el correspondiente política nacionalista. En cambio los honestos (siempre no inteligentes) son los que se creen de verdad la primacía de la nación sobre el individuo y, si entraran en política, por la naturaleza de esta actividad, enseguida o se desilusionarían (y a lo mejor dejarían de ser nacionalistas) o se volverían deshonestos. Pero, en fin, algunos honestos habrá entre los dirigentes (los menos) y algunos deshonestos habrá entre los acólitos (los que no han conseguido todavía hacer carrera).
En cuanto a tu tercer matiz, plenamente de acuerdo. En efecto, también yo pienso que la "hominización" (por usar tu palabro) supone superar, reconducir, corregir, etc las pulsiones instintivas que juzgamos malas. La cuestión interesante es si tal cosa es posible (yo quiero creer que sí), si gracias a la socialización y a la civilización podemos llegar a no sólo reprimir sino a erradicar esa pulsión a nivel "genético". Suponiendo que sí (como algunos biólogos-antropólogos sostienen) sería en todo caso un proceso lentísimo y me temo que el ser humano ha modificado muy poco su "naturaleza interna" en, al menos, los últimos tres mil años.
Vanbrugh: En cuanto a tu segundo comentario nada que cuestionar (ni siquiera matizar). En el plano teórico (o de principios) estamos plenamente de acuerdo: cada uno tiene el derecho a hablar la lengua que le de la gana y son, en principio, igualmente malas las políticas que pretenden tanto imponer como reprimir el uso de una lengua. El problema se plantea, sin embargo, en términos prácticos. La lengua es el instrumento básico de comunicación y, obviamente, para que una comunidad (sea nación o no) se entienda tiene que tener una (o varias) lenguas comunes. Como, igual que tú, niego el hipócrita "argumento cultural" y mucho más que cualquier lengua tenga derechos, entiendo que el criterio más lógico sería que en las comunidades donde se hable más de una lengua se propicie desde lo público el uso de todas las que tengan hablantes en número relevante (en el colegio se enseñen todas, la administración se relacione con la ciudadanía en todas y permita que ésta se dirija a ella en cualquiera, etc). Si eso se hiciera probablemente (como le oí decir una vez a Pujol) las lenguas minoritarias, las más de las veces coincidentes con la vernácula, irían progresivamente perdiendo número de hablantes hasta, como decía Unamuno, desaparecer en una muerte digna. Y ya puestos a dar otra vuelta de tuerca, sólo entendería legítimo quebrantar la "neutralidad en política lingüística" para fomentar lenguas con vocación de ser vehículos de comunicación universal. Por ejemplo, si en España se fomentara activa y exitosamente el uso del inglés de modo que los españoles lo emplearan entre sí porque se sienten cómodos (a lo mejor alternándolo con el castellano o el catalán o el euskera), y lo mismo ocurre en otros países, llegaría un momento en que poco a poco se iría perdiendo el esukera, el catalán y el propio castellano y toda la humanidad hablaría inglés con naturalidad. Por supuesto, no me gusta la idea, aunque estaría dispuesto a apoyar esa política que, claro, debería ser de la mayoría de los estados del mundo. Preferiría, sin embargo, que en vez del inglés se eligiera por un acuerdo internacional amplio el fomento activo del esperanto, por ejemplo.
ResponderEliminarUna puntualización a tu interpretación de la realidad, Miroslav, con todo el respeto, por supuesto. Seguramente, la lengua más hablada en Cataluña ahora mismo, o si no ahora dentro de unos cuantos años, no será el catalán, ni el castellano, sino que posiblemente será el árabe. A mí me parece perfecto que acabemos todos hablando árabe, es una lengua que me encanta. Pero me sigue gustando más oír hablar tamazigh, urdú, ruso, alemán, catalán, castellano, croata... No sé, llámame romántica.
ResponderEliminarY esa preocupación en ver si se acaban muriendo el catalán, el euskera, el gallego... yo creo que si no se han muerto ya no lo van a hacer, como mínimo en breve. Y dentro de cien años, todos calvos.
Saludos
Lansky: Hombre, esperaba de ti que nos alumbraras sobre la inevitabilidad (o no) de superar las pulsiones instintivas; deberías dedicar un post a la cuestión. En el resto de tu comentario, nada que objetar ni matizar.
ResponderEliminarIre: No mujer, nada de callarte. En este pequeño mundo de los blogs los comentarios hacen reflexionar y eso siempre es bueno. A mí el tema no sólo no me aburre, sino que desde hace muchos años llevo mucho leído al respecto y desde muchos ámbitos temáticos. Lo que sí me aburre es el discurso superficial y plagado de tópicos que, lamentablemente, tanto abunda (aunque, por supuesto, no es privativo de las ideologías nacionalistas).
Conste que no tengo nada en contra de que los catalanes, si quieren, hablen el catalán. Como ha dicho Vanbrugh en su segundo comentario, lo que no me (nos) gusta es cualquier política lingüística impositiva, sea para favorecer una lengua, sea para reprimirla. En todo caso, en mi comentario al de Vanbrugh ya he expuesto cuál sería mi ideal de política lingüística. Para contestarte a ti con más precisión, diría que quiero que los catalanes, si lo desean (y me consta que una gran mayoría lo desea) pueda comunicarse en catalán pero también me gustaría que los catalanes no dejen de poderse comunicar en castellano, ya que tienen la suerte (a diferencia de los castellanos) de haberlo aprendido de niños. Lo que no quiero es que se admita que el catalán, en tanto lengua, deba ser protegido "per se" (ni, por supuesto, tampoco el castellano ni cualquier otra).
Ire: (Sigo)
ResponderEliminarNo me siento autorizado a opinar sobre la política lingüística del gobierno catalán. Desde luego, de lo que estoy convencido es de que en efecto hay muchas "mentiras toleradas", dichas además con muy mala intención desde fuera de Cataluña. Abundan personas en Castilla (en los territorios de la antigua corona de Castilla) a quienes, como insinuabas en un comentario al post de Lansky, les molesta que los catalanes hablen en catalán y están dispuestos a tergiversar los más nimios incidentes y elevar cualquier anécdota a la categoría de casus belli. Esa intolerancia es un rasgo tristemente (e históricamente) característico de la Meseta y mucho menos de los pueblos mediterráneos. Al final, no vale más que para enconar el problema (que ni siquiera debería serlo) y hacer que muchos catalanes sientan que para qué van a estar en una comunidad (España) donde no se les quiere. Yo personalmente, que he estado multitud de veces en Cataluña y trabajado con catalanes (ahora mismo, sin ir más lejos) nunca he sufrido ningún incidente desagradable.
Aunque, como te he dicho, no me siento autorizado para valorar la política lingüística de la Generalitat, sí me gustaría que me dijeras si honestamente crees que es neutral. Hace muchos años oí a Jordi Pujol defender que no debia serlo porque el catalán estaba "en condiciones de inferioridad" frente al castellano y, por tanto, había que fomentarlo. Fíjate que no decía que hubiera que fomentarlo porque la gente quería hablarlo, sino por un implícito supuesto de que "per se", en tanto lengua, debía fomentarse. Por ejemplo, el órgano oficial de la Generalitat se publica sólo en catalán, lo que significa que la Administración no se comunica con los catalanes que no hablan catalán (y entiende catalán como "ciudadano español residente en Cataluña", tal como lo define el artículo 7 del Estatut). En cambio el Boletín Oficial del País Vasco es bilingüe. Verdad que si no sabes vasco no entiendes nada y en cambio hablando castellano no es difícil entender, con un poquito de práctica, el catalán (aparte de que la población catalana que domina el catalán es proporcionalmente bastante más que la vasca que entiende el euskera), pero es una cuestión simbólica. De otra parte, el sistema educativo catalán estaría dando muy buenos frutos, como dices, no sólo si la mayoría de los catalanes dominan cada vez mejor el catalán, sino también si dominan cada vez mejor el castellano y, sobre esto, tengo algunas dudas.
En fin, perdona el rollo, pero es que es tentador hablar sobre este asunto escapando de los radicalismos y tópicos interesados.
Ire: (Respondo a tu último comentario)
ResponderEliminarExageras, por supuesto. La lengua más hablada en Cataluña es hoy en día el catalán; cuando yo era niño, probablemente era el castellano. Las variaciones en el peso demográfico de los hablantes a lo largo de la historia ha venido muy condicionada por las políticas desde el poder, y eso es lo que no nos gusta. Y fíjate que con toda seguridad, al menos desde el establecimiento de la monarquía borbónica que seguimos padeciendo, esas políticas dan un saldo global favorable al castellano y en detrimento del catalán.
En base a lo anterior, dudo que dentro de unos cuantos años la lengua más hablada en Cataluña sea el árabe, porque para ello tendría que haber una política lingüística de favorecimiento del árabe y no van por ahí los tiros ni lo veo previsible.
También a mí me sigue gustando oír hablar en cuantas más lenguas mejor (aunque algunas de las que citas me resulten más desagradables al oído). También me gustaban oficios y objetos que han desaparecido. Todos somos románticos, si así lo quieres llamar. Cuestión distinta es que me parezca bien que se propicie la conservación (con recursos públicos) de lenguas que, sino se hicieran esas políticas, morirían de muerte natural (y no digo que sea el caso del catalán, pero probablemente sí era el del vasco a principios del siglo pasado). No obstante, tampoco me importa demasiado que eso ocurra, siempre que, a la vez, se propicie que los hablantes de esas lenguas aprendan lenguas lo más universales posibles porque, por encima de romanticismos, más importante me parece que el mayor número posible de habitantes del plantea nos podamos entender (llámame idealista ingenuo, si quieres). Así que, propongamos que en todo el mundo se aprenda esperanto, por ejemplo.
Y no me preocupa nada que mueran o sobrevivan el catalán, el euskera o el gallego. Ahora bien, si hoy gozan de mejor salud que hace cincuenta años no es sólo (ni siquiera diría que mayoritariamente en algunas de esas lenguas) por la voluntad de sus actuales hablantes, sino por unas políticas lingüísticas determinadas. Desde luego, no veremos la muerte de ninguno de estos tres idiomas, como tampoco que la mayoría de los humanos dominemos una lengua común. Ah, y yo ya estoy calvo.
Ire / Lansky: Me sumo al sentimiento de vergüenza ajena ante la horterada de Ramos, aunque admita que es buen central (pese a que me resulta antipático). En todo caso, el gesto alusivo al toreo, en tanto "símbolo" de identidad nacional, me resulta en si mismo tan estúpido como cualquier otro (más, pero sólo porque me desagrada la "fiesta", tema del que ya hemos hablado en este blog). De hecho, no acierto ahora a encontrar ninguna "seña de identidad nacional" española con la que me sienta identificado; no, al menos, ninguna de las populacheras. Sí creo, sin embargo, que hay una "tercera España" representada a lo largo de la historia por personajes de gran valía que, lamentablemente, siempre han sido apartados; a esa me gustaría adscribirme.
ResponderEliminarBien, Miroslav, si decidimos hablar abiertamente sin prejuicios sobre ciertos temas me apunto, por supuesto. No creas que me gusta ir de cínica por la vida, en absoluto, pero cuando ves que digas lo que digas el piñón fijo que llevan algunos no se lo quitan ni para beber agua llegas a la conclusión de que no vale la pena. Demasiadas comidas de tarro durante mucho hacen que una mentira repetida se convierta en verdad. Y cuando alguien está convencido de eso, por muy buena persona que sea, es prácticamente imposible seguir hablando si no quieres caer en la vulgaridad.
ResponderEliminarA mí personalmente Pujol no me ha gustado nunca. Representa un catalanismo interesado que a la mayoría de catalanes- como mínimo los de mi edad - nos repele. Entiendo que hay mucho mal rollo heredado, por parte de unos y otros, pero resulta que toda una generación como la mía no hemos vivido nada de lo que hablan, tanto unos como otros.
Lo que sí te puedo decir es que pertenecemos a un sistema educativo que ha valorado las lenguas, todas. Todos hablamos perfectamente el castellano, como creo que has podido ver, el catalán y como mínimo un idioma más, otros más. Pensamos que las lenguas son una riqueza, porque representa una manera de entender el mundo, que afortunadamente no es homogénea. El 'problema' que se afronta en la escuela en Cataluña es que la presión lingüística, no solo del castellano sino de muchas otras lenguas es muy fuerte. El catalán no tiene un Estado detrás que la preserve y son sus hablantes - y los responsables políticos por ellos elegidos- quienes tienen que preservar sus 'derechos' - oh oh- a hablarla, utilizarla, gastarla, porque en un mundo globalizado si no cuenta con un respaldo institucional se va al carajo, y a 'nosotros' - oh oh- nos importa que eso no suceda, más que nada porque nos gusta hablarla.
Espero haberte aclarado algo. Y si no, pregunta con toda la libertad que quieras. Pero sin prepotencia ni cinismo, que son dos de las cosas que más me joden en este mundo.
Saludos
Grillo: A mí, en cambio, el catalán me gusta. No tanto el acento catalán hablando castellano, pero en realidad lo que me desagrada es todo acento (hablando castellano) muy cerrado. No me gusta el cheli madrileño, ni el andaluz exagerado, ni el canario convirtiendo las eses en jotas y alargando las vocales (sobre todos los de Gran Canaria). Y me parece de mal gusto cuando esa exageración es celebrada y provocada, lo que ocurre con frecuencia. En cambio, las distintas entonaciones y diferencias suaves de pronunciación al hablar castellano me encantan. La virtud está en la moderación.
ResponderEliminarAh, y Cataluña me parece una maravilla, en especial la provincia de Gerona.
Ire: Comparto lo que dices de que Pujol representa un catalanismo interesado, pero habrás de admitirme que todos los nacionalismos (incluyendo los que se ejercen desde los Estados-Nación) son interesados. O, dicho de otra forma, lo que yo creo es que cualquier fomento de la "pertenencia" a un colectivo con la consecuencia de convertir a ese colectivo en "sujeto de derechos" y sustentador de una mística que lo hace más valioso que el individuo (y eso subyace en todo nacionalismo) es maligno e interesado. Históricamente, sin embargo, se ha demostrado muy útil para que los poderosos saquen beneficio a costa de los ciudadanos de la nación. Obviamente, los métodos cambian a mejor, pero en el fondo no hay diferencias esenciales entre la estrategia de creación nacional de los Reyes Católicos (por cierto, mucho más inspirada por Fernando que era bastante más listo que Isabel), la política jacobina tras la Revolución Francesa, el proceso de unificación de Italia, o las políticas nacionalistas actuales. Es curioso (y para mí triste) que, en vez de que se propicie la desaparición de los sentimientos de pertenencia nacional, se intensifiquen. Y desde luego, el proceso de globalización o de "construcción europea" poco tiene que ver con lo que me gustaría que ocurriese.
ResponderEliminarDesde luego, es una riqueza que los catalanes hablen perfectamente catalán y castellano (y una tercera o cuarta lengua). Ya me gustaría a mí haber nacido en una tierra bilingüe. En cambio, no creo que el que el catalán no tenga un Estado detrás que lo preserve sea relevante, pues de hecho la Generalitat ha ejercido (y no entro en juicios de valor) una política activa de defensa, salvaguarda y fomento de la lengua que dudo mucho que, proporcionalmente, sea inferior a la que ha hecho el Estado español respecto del castellano (y no digamos el Gobierno Vasco respecto del euskera). Si me aceptas esta afirmación, supongo que me dirás que eso ha sido así porque el castellano no necesita(ba) tanta política de fomento como el catalán y tendrías razón. Pero vuelves a asumir que se debe proteger una lengua per se, que, en el fondo, las lenguas son casi sujetos de derecho. ¿Qué habría pasado en Cataluña si durante los últimos treinta años se hubiera adoptado una política de neutralidad lingüística confiando en que el catalán (y el castellano) evolucionaran (y se preservaran o no) en función de sus hablantes? Vuelvo a lo que te pregunté en mi anterior comentario: ¿qué habría pasado si los padres hubieran podido escolarizar libremente en cualquiera de los idiomas más hablados (o en ambos) a sus hijos? Conste que no sé la respuesta. Si yo fuera un padre catalán habría optado, desde luego, porque mis hijos aprendieran perfectamente ambas lenguas y además una tercera (y una cuarta) como tú dices que ha ocurrido. Y supongo que es bastante probable que así hubiera ocurrido mayoritariamente. Pero, como la política lingüística no ha sido neutral, no podemos saberlo. Y ahí radica un punto débil de dicha política: que no es posible asegurar, como tu haces, que el catalán goza de buena salud gracias a la voluntad de los hablantes. Y fíjate que creo que si la política lingüística hubiera sido neutral es bastante probable que la situación actual del catalán no sería muy diferente a la actual (en cambio, estoy bastante convencido de que no se puede decir lo mismo del vasco).
Acabo. No estoy de acuerdo con lo que dices de que "en un mundo globalizado si no cuenta con un respaldo institucional (la lengua) se va al carajo". No es verdad, el castellano, por ejemplo, aunque no contara con respaldo institucional, no se iría al carajo o, al menos, no a medio plazo. En cambio, aprovechando la parte final de tu frase, te diría que si a los hablantes de una lengua les gusta y quieren hablarla, ésta no desaparecerá, tenga o no apoyo institucional (cuestión distinta es que se dificulte institucionalmente su uso, como ha ocurrido en tiempos no muy lejanos). De eso justamente se trata: de que las lenguas se preserven (o no) por la voluntad de sus hablantes.
Miro - perdona que te tutee- claro que no se iría al carajo el castellano, porque el 'pool' de hablantes es inmenso!
ResponderEliminarYa lo sé que el catalán no desaparecerá si la gente quiere hablarlo. Si no desapareció durante la dictadura franquista menos lo haría ahora. Pero es que no hay nada de malo en que se enseñe en las escuelas. La regulación institucional lo único que hace es velar para que la relación con el castellano sea lo más equitativa posible. Lo comenté en el blog de Lansky. Si una lengua 'debe' hablarse en todo el territorio y otra solo tiene la categoría de 'derecho', está sufriendo una discriminación. Tú, Lansky, Vanbrugh, podéis ser muy comprensivos o dejar de serlo en un momento dado, simplemente porque como al Grillo 'no os guste' el catalán, o su acento. No queremos estar a merced de decisiones caprichosas. Si eso te parece nacionalismo a lo mejor lo es, no lo sé. Pero lo que a mí sí me parece nacionalismo sin ninguna duda es guardarse debajo de la manga la carta de unos supuestos 'derechos individuales' que lo único que hacen es justificar un 'no me da la gana' porque la ley me ampara. Lo siento, pero es así como lo veo.
Ire: Por supuesto que no me importa que me tutees; de hecho creía que ya lo estabas haciendo desde el principio.
ResponderEliminarPara que quede claro: yo (ni Vanbrugh ni Lansky, me atrevo a afirmar) no estaría nunca de acuerdo en que se prohibiese, se limitase el uso o se reprimiese en cualquier forma el uso de una lengua que sus hablantes quieren hablar. Pero (insisto en corregirte desde mi punto de vista, claro) no entiendo que haya discriminación entre lenguas; sólo hay discriminación entre individuos.
De otra parte, fomentar desde la administración pública de un territorio el uso de una lengua que es hablada por una número significativo de sus habitantes (si es muy minoritaria hacerlo puede ser inviable por mera economía) no me parece nacionalismo. Me parece nacionalismo si eso se hace buscando la imposición (o incluso el mero fomento) de esa lengua como objetivo en sí mismo, al margen de la voluntad de los hablantes, y más si se hace con la intención de usarla como elemento diferenciador (seña de identidad) nacional. No tanto con el catalán, pero esto que describo como nacionalismo sí ha ocurrido con el vasco.
Doy un paso más. Como también pienso que es una riqueza cultural que en un territorio haya una lengua propia, en el caso de Cataluña, una vez que se dotó de instituciones de autogobierno, yo también (de haber tenido responsabilidades de gobierno) habría apostado por fomentar institucionalmente el catalán. Creo que es legítimo que, con una población suficientemente significativa de hablantes, la Administración facilite la comunicación entre ella y sus ciudadanos y la educación en catalán. A eso, nada que objetar. De lo que me habría cuidado muy mucho (máxime conociendo la mala leche española) es de no ofrecer los mismos servicios en castellano. Como te dije antes, el resultado probablemente habría sido el mismo y el gobierno catalán no podría ser acusado de "discriminar" a los hablantes en castellano.
En fin, me despido por hoy, que estoy cansado. Buenas noches.
"Lansky: Hombre, esperaba de ti que nos alumbraras sobre la inevitabilidad (o no) de superar las pulsiones instintivas; deberías dedicar un post a la cuestión."
ResponderEliminarHombre, Miros, no me parece este el sitio (no tu blog, sino este post en concreto), a parte de que ya lo he tratado en mi blog en diversas ocasiones y por extenso. El ser humano es fruto de los genes y el ambiente y de su interrelación y expresión (epigenética), así que hay muy poca inevitabilidad en nuestros actos. El Dios de V. sabía bastante lo que hacía con el libre albedrío (y sabía bastante biología también)
Te veo en forma. Supongo que estarás bastante recuperado, ¿no?
Lansky: No pretendo agobiarte y sí, ya sé que has tratado el tema, pero quizá no con la especificidad que ahora se plantea. Veamos.
ResponderEliminarPrimera cuestión: en tu post del que éste es consecuencias decías que "la identidad ... es una necesidad, una pulsión de identificación irracional o pre racional y por eso mismo más poderosa, está en nuestro cerebro o encéfalo más primitivo, del reptil". Con todas las precisiones que quieras hacer, ¿podemos entender que esa tendencia de comportamiento (que implica la minusvaloración de la individualidad y la sobrevaloración de colectivos, con la consiguiente posterior ideologización racional) la tenemos en los genes?
Segunda cuestión: Suponiendo que sí, estamos todos de acuerdo que ello no implica que en nuestros comportamientos reales no podamos, cada individuo, actuar contra esa tendencia "reptiliana" siempre que desde la "corteza más reciente" y previa valoración consciente, creamos (como creo yo, por ejemplo) que debe superarse la pulsión "genética". Ello no supone la desaparición de la pulsión que se transmite en los genes, claro. Ahora bien, por el propio mecanismo evolutivo, cabe esperar que unos cuantos individuos de nuestra especie no cuenten con tales genes. Si el ambiente (en este caso el de los valores sociales) prima los comportamientos contradictorios con tales pulsiones, cabe esperar que los genes de dichos individuos tengan más ventajas en su pervivencia a lo largo de las generaciones. ¿Desbarro demasiado?
Tercera cuestión: Ahora bien, imagino que el proceso para que los individuos con los genes de esa "pulsión identitaria" sean minoría sería a larguísimo plazo, probablemente más allá del plazo previsible para que nuestra especie se vaya al carajo. O sea que, en la práctica no sale a cuenta confiar en que la educación cívica y el fomento de valores e ideologías "anti-identitarias" pueda modificar la biología en este aspecto específico, ¿no? De otra parte, aunque sea un esfuerzo inútil, tampoco parece que en términos generales la humanidad vaya en esa línea (la d fomentar valores e ideologías "anti-identitarias").
Lo que me lleva a la cuarta cuestión: Tengo la impresión de que los procesos de "ideologización" (elaboración de constructos filosóficos que justifican los valores sociales), salvo contadísimas excepciones, se han ido produciendo a lo largo de la historia cultural de nuestra especie mucho más para "reforzar" las tendencias de comportamiento con base biológica que para "corregirlas". ¿Qué opinas?
Por supuesto, son cuestiones demasiado genéricas, no aptas para las ventanistas de los comentarios. Por eso te animaba a que las trataras en un post (o una serie).
En cuanto a mi estado de salud, estoy bastante bien, pero todavía pendiente de que me quiten la vesícula (será hacia finales de este mes, que el páncreas debe recuperarse completamente). Entre tanto, trabajo y dirijo el trabajo desde casa.
Probablemente todo se reduzca a una cuestión de entorno, Miro.
ResponderEliminarA mí personalmente me parece increíble que actualmente alguien pueda poner objeciones a aprender un idioma, ya sea para la finalidad que sea. No entiendo que pueda haber ninguna razón que justifique una decisión así.
Saludos
Ire: Opino lo mismo: a mí también me parece incomprensible que alguien que vaya a vivir a una tierra donde se habla, además de la suya, otra lengua se obceque en no aprenderla, máxime cuando le resultaría bastante fácil, casi natural. Estoy convencido de que tiene que ver con actitudes de empecinamiento y hostilidad, malintencionadamente fomentadas desde voceros irresponsables, que no llevan a ninguna parte. También es verdad que en este país gusta más embroncarse que conciliar. Puestos a repartir culpas entre los dos "bandos" (término incorrecto, porque somos muchos los que no queremos estar en ninguno de ambos), creo que hay más del lado "castellano", pero tampoco le eximo totalmente al "catalán" que habría podido "jugar sus cartas" y propiciar los mismos objetivos de manera más inteligente. Pero en fin, confíemos en que poco a poco se imponga la cordura, aunque no sea muy optimista.
ResponderEliminarPor personalizar, estoy seguro de que si yo me trasladara a Cataluña trataría de aprender catalán. Como supongo que a mi edad (y con mi poca habilidad lingüística) me costaría hablarlo bien, lo más probable es que me expresara en castellano, pero participara sin problemas en conversaciones bilingües, porque seguro que en poco tiempo sería capaz de entenderlo. De hecho, por trabajo, leo con relativa frecuencia documentos en catalán y de vez en cuando veo programas en ese idioma sin casi problemas. Es decir, que me cuesta entender que un castellano parlante residente en Cataluña con un mínimo de sentido común se niegue a que le hablen o escriban en catalán.
ResponderEliminarMe debo explicar fatal. Mi alusión al encéfalo de reptil (el núcleo antiguo y más profundo, incluso anatómicamente hablando sobre el que se sitúa finalmente el ‘cortex’ o corteza cerebral de los primates (monos) que somos, es el responsable de la evocación que trae un olor a nuestra infancia, por ejemplo, y es así simplemente porque los bulbos olfativos están ahí, en ese encéfalo de reptil, pero no digo que todo comportamiento instintivo provenga, digamos para simplificar, la violencia, por ejemplo, del reptil, ni mucho menos.
ResponderEliminarTenemos comportamientos instintivos netos, como cerrar los ojos si se acerca un objeto o una mano, recuperar el equilibrio si tropezamos, etc.,y comportamientos adquiridos por aprendizaje, como insultar a las mujeres si hemos visto hacerlo al cabrón de nuestro padre, pero incluso esos comportamientos adquiridos o aprendidos no son mera oposición a los instintivos sino que se ‘montan’ o aupan sobre ellos. En realidad 'genes-ambiente/entorno, instinto-aprendizaje, innato-adquirido' son dualidades poco dialécticas, porque son mucho más que eso: son elementos interactivos que se influyen mutuamente, como se está aprendiendo ahora con la nueva rama de la epigenética y la expresividad de los genes.
En en el caso de los idiomas está muy claro que un lengua se aprende más fácilmente si convive con el aprendizaje de la materna en la tierna infancia, entre otras cosas porque el cerebro y las partes del cortex donde reside la habilidad lingüística y el aprendizaje (próximas e interconectadas), no se cierran al crecer sino que van aumentando las conexiones a lo largo de toda la vida (incluida la vejez, antes el mito opuesto era la muerte de neuronas irremplazables con la edad), pero el cerebro plástico del infante es el que más fácilmente aprende porque conecta neuronas entre sí que están en ese momento creciendo. Nacemos con unos riñones que sólo aumentan de tamaño, pero nacemos con un cerebro que s emodifica, anatómicamente atmbién, conforme crecemos y hasta nuestra muerte.
Dicho esto, está el sentido común de lo que dice Ire: si no quieres aprender una cosa (un idioma que consideras ‘inferior’,o un trato más igualitario con las mujeres), pues no lo aprendes.
La neurobiología, que está sustituyendo por fortuna a ciertas pseudociencias como algunas ramas de la psicología: psicoanálisis, conductismo...- está en rápido avance. Os recomiendo al lectura de autores como Pinker o Damasio. Y nada más, son 30€ por la clase. Y es barata por ser mala por apresurada.
por favor, de los tres, borra los dos primeros comentarios míos, largos pero con errores ortográficos y anacolutos
ResponderEliminarSigo en mis trece:
ResponderEliminar¿Por qué se llama 'castellano' al 'español'?
Debió ser un prurito miedoso de los padres de la Constitución que viendo venirse encima las Autonomías no se atrevieron a decir que el idioma oficial de España era el español...
Castellano sería, en todo caso, el español que se habla en Castilla.
Lo que se habla en las islas Canarias (Guanche aparte) es español con un deje especial (muy lindo), y el andaluz, el mexicano, peruano, boliviano, etc. etc.
En fin: basta con saber que existe el DRAE (de la lengua española) y que a nadie en su sano juicio se le ocurriría pedir fuera de aquí, en cuallquier otro país, un diccionario Castellano/Sueco, Portugués/Castellano o Húngaro/Castellano... por la sencilla razón de que no existen.
Si viajando por ahí le preguntan a un ciudadano español que idioma habla habitualmente dirá que español - aunque añada que sabe también gallego, catalán, castúo, francés, italiano, inglés y otros más.
¿Estamos o no?.
Cierto. Una de tantas indefiniciones de la Constitución, que no se atrevió a decir que el catalán, el gallego o el euskera no eran idioma español, supongo que para no encrespar más los ánimos del momento y esperar a ver si pasaba el chaparrón. Por lo tanto, hasta que nadie diga lo contrario, deduciremos que tan español es el idioma euskera, el idioma catalán y el idioma gallego como el castellano, y que se merecen un trato idéntico.
ResponderEliminarSaludos
OK, Ire.
ResponderEliminarSugiero entonces que se empiecen a editar diccionarios bilingües de catalán, gallego, euskera, etc. con respecto a todos los idiomas posibles de mundo, o de los países que puedan estar interesados...
Esto es, evidentemente, una salida de pata de banco. Una boutade.
Personalmente respeto todos esos idiomas de nuestro país (y del 'suyo' para los que quieren ser independientes, si coña) aunque algunos me parezcan feos o de rara sonoridad. De hecho, me parece estupendo y ventajoso que cualquier individuo sea perfectamente bilingüe y creo que debe estar orgulloso de ello.
No sé si me estoy apartando de la médula del post de Miros: 'Sobre lengua y nacionalismos'. Es que el temita se las trae...
Bueno, ya los hay, al menos en catalán. No es ninguna novedad.
ResponderEliminarLo de las realidades paralelas parece broma, pero veo que no lo es.
Y una curiosidad ¿podrías explicarme por qué crees que el 'temita se las trae'?. En serio que me interesa conocer tu opinión.
Grillo, sobre este asunto de 'castellano' o 'español' ya hemos hablado. En el blog de Lansky, hace algo menos de dos años (28 de Octubre de 2010, busca, busca). En aquella oasión te consté (copio y pego):
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo contigo, Grillo, en lo de no gustarte que se llame castellano al español. Español es también el catalán, (y el mallorquín y el valenciano, dialectos suyos), español son el vascoy el gallego y español pueden ser llamados todos los idiomas maternos de grupos significativamente numerosos de ciudadanos españoles. En una librería noruega no hay mucho peligro de equívoco, porque de mil clientes que pidan un libro en español, novecientos noventa y nueve se referirán al castellano. Pero en una librería barcelonesa o donostiarra me parece mucho más útil e inequívoco pedir "un libro en castellano" que pedir "un libro en español". Esta última fórmula a mí me da la impresión de afirmar, por exclusión, que no sean "español" el vasco o el catalán y, aunque solo sea por no darle gusto a los nacionalistas, que piensan exactamente eso, prefiero no usarla y hablar de "castellano".
A lo que tú me contestaste, y sigo copiando y pegando:
Vanbruhg, me convences casi del todo con mi disgusto por lo que creía equívoco entre castellano y español. Por fin alguien sensato me lo explica bien. Gracias.
Veo que eres fácil de convencer, pero de poca duración. Qué decepción...
Acabo de leer los comentarios sobre la dicotomía español/castellano y casi sobra que dé mi opinión porque es bastante coincidente con la de Vanbrugh. Sólo añado algunas apreciaciones.
ResponderEliminarEspañol en una de las acepciones del DRAE es la "lengua común de España y de muchas naciones de América, hablada también como propia en otras partes del mundo". O sea, que NO es incorrecto denominar al idioma como español y, como bien dice Vanbrugh, es el modo normal cuando uno se refiere al mismo sin riesgo de quívocos o connotaciones. De hecho, en casi todos los idiomas, para referirse a nuestra lengua se usa el término que se traduce por español.
Siguiendo con el DRAE, castellano es la "lengua española, especialmente cuando se quiere introducir una distinción respecto a otras lenguas habladas también como propias en España". O sea, que no ólo este segundo término es también correcto, sino que, de acuerdo a la recomendación de la Academia, parece más adecuado en nuestro país, para evitar confusiones semánticas (al fin y al cabo el idioma debe permitir entendernos sin equívocos).
Incluso en la América castellanoparlante me he encontrado con personas que prefieren el segundo término, normalmente para evitar la asociación del idioma a nuestro Estado. Es decir, también un motivo nacionalista pero con efectos inversos al que sugiere Vanbrugh respecto de nuestros nacionalistas domésticos.
En todo caso, la discusioncita sobre este asunto es una más de las que parece creada con la única intención de enconar el ambiente. Si, como creo, el término castellano es, además de más preciso, más pacífico que el de español, no veo qué necesidad hay de emperrarse en usar "español". A este respecto, aprovecho para recordar que el artículo 3 de la Constitución reza: "El castellano es la lengua española oficial del Estado".
Ire:
ResponderEliminarDe momento te agradezco que mi opinión te interese.
Ya ves que me columpio un poco (no demasiado) respecto el tema propuesto por Miros que es interesantísimo. Los muchos y extensos comentarios parecen demostralo.
Vanbrugh echa mano de emeroteca interior bloguera, donde me rebatía hace ya años y le daba su parte de razón.
Insisto en el miedo que debió dar a los padres de la constitución llamar español a nuestra lengua teniendo encima las Autonomías. Ahí arrancó el problema. Fue sólo eso.
Miros tiene también sus razones y recursos echando mano del DRAE y otros argumentos también muy admisibles.
En todo caso - y sin estar muy puesto en el tema - estoy segurísimo que antes de esto y del sátrapa Franco, de la República, etc. etc. no había lugar a estas discusiones en plan formal: en España se hablaba español por antonomasia - junto con otras lenguas regionales. Y en el mundo entero se consideraba el español la lengua de España y de los hispanohablentes sin más peripecias.
El resto de argumentos en contra de esta sencillez podrán ser inteligentes y bien hallados, pero a mi entender son mareos modernos a que agarrarse por debatir, por conveniencias políticas o para sacar a relucir conocimientos específicos al respecto.
Es decir: podéis tener razón y razones, pero no me sacaréis de mi terquedad con razón de fondo. Me gustaría decir que lo siento, pero sería poco honesto.
Creo que en el fondo pensáis todos esto mismo, solo que os incumbe el tema de un modo más personal por el lugar donde vivís, o acaso 'didáctico'....
Gracias por responder, Grillo.
ResponderEliminarYo no sé en otros lugares, pero lo que sí te puedo asegurar es que en tiempos de la República mi abuelo estaba escolarizado en catalán, en el Milà i Fontanals, más concretamente. Era algo de lo que se sentía muy orgulloso, sobre todo por el sistema educativo, mucho más liberal que el que recibió mi padre, según contaba él.
Y tienes toda la razón cuando dices que la geografía condiciona la manera de pensar, negarlo sería negar la evidencia, pero eso no quita que las personas no podamos cambiar de opinión, según cambien los tiempos.
De todos modos te agradezco la respuesta, que una cosa no quita la otra.
Saludos
Gracias a tí Ire.
ResponderEliminar¡ ÓLE TU BAUELO !
No sé si sabes que vivo en Madrid, pero hasta la edad universitaria vivíamos en Málaga por destino de mi padre, (que se educó en la Institución Libre de Enseñanza, que tampoco era mal ave), y arrastro todavía un acento andaluz considerable.
Cuando trato de 'castellanizarlo', con sus eses y sus ces, me sale un churro de risa.
No sé... tal vez 'lloro' por la herida a este respecto porque me encuentro desubicado a la hora de hablar, de 'prenunciar'. No tanto al escribir - si me lo propongo - porque en casa teníamos todos los hermanos un profesor de preceptiva literaria; cosa que ya ni debe existir.
Aunque soy un viejo gamberrazo creo definitivamente en la buena educación de las peronas y creo que respeto incluso a algunas que no lo merecen.
Un saludo bien cordial.
Jaja! así que con lo de 'hapirah lah hashe' di en el clavo ; )
ResponderEliminarYo también soy bastante gamberra y me pongo muy burra cuando me vacilan, lo reconozco.
Bromas de lado, también sería interesante que alguien dedicara un post 'a la corrección foneticolingüística', que también es de risa.
Hasta otra
El debate ‘castellano’ vs. ‘español’ me parece aclarado, en el sentido que dijo en su día y repite ahora Vanbrugh, y Miroslav (por cierto, Miros, si me pides que aclare asuntos ‘biologicistas del aprendizaje y la genética para luego pasar olímpicamente de ellos: me queda meridianamente claro que me haces trabajar en vano y que tú por pedir que no quede, aunque luego abandones la merienda como los nenes mimados)
ResponderEliminarA lo que iba: ese asunto me parece a mí aclarado, pero me trae a las mientes los absurdos a los que conduce lo políticamente correcto (en unos bandos y otros, por ejemplo, se puede pretender ser políticamente correcto en plan abertzale, y a eso voy). El absurdo a que me refiero es el de referirse a España, palabra única y corta y sin posibilidades de equívoco, sustituyéndola por ‘Estado Español’, es decir, sustituir una nación por una forma —calculadamente ambigua— de organización política. La risa me la da que para evitar tan pecaminosa palabra en manos de la derecha más derechosa, en lugar de otra opción se le entregue a los ‘fachas’ (otro término del que se abusa para extenderlo a toda opción de derechas o conservadora), pero resulta que la dichosa expresión Estado español sí que la inventaron los fachas auténticos (facción renovada aunque casposa), o sea: el franquismo, precisamente porque no podían referirse a la República, que ya no era y había sido abolida por ellos, ni a la monarquía, que no se restauró con su victoria ni mucho menos. Ni República, ni Monarquía, les quedaba a los fachas, insisto, Estado español, término que repiten ahora con fruición los nacionalismos periféricos que se dicen o hasta son de izquierdas.
Yo hablo castellano de Madrid en España, con gran riqueza de vocabulario, me gusta pensar, y un acento desagradable o gracioso, según el oyente, aunque no tan encantadoramente salpicado de términos precisos, preciosos y en riesgo de extinción del español de Bogotá; en cambio, allá, en Bogotá, hablo español de acá. Qué cosas. Y sigo pensando que los idiomas están ahí para comunicarnos, no para separarnos.Todos
Lansky: No, no paso, pero es que creo que no son los comentarios de este post el lugar más adecuado para hablar sobre ese asunto; por eso te decía que estaría bien que escribieras unas entradas al respecto. En concreto, mis cuestiones orbitaban en torno a la que denominas la dualidad 'genes-entorno', interesándome la naturaleza 'material' de esa dialéctica. El sentido genes --> aprendizaje es relativamente más fácil de comprender, pero, al fin y al cabo, se traduce en modificaciones internas de cada especimen humano (también está abierta la discusión de hasta qué límites). Más misterioso me parece cómo (si es que ocurre) puede el otro sentido de la interacción 'materializarse' en la transmisión de genes modificados ('evolucionados') que a larguísimo plazo vayan dando origen a una especie humana (¿o ya no?) cuyas 'pulsiones instintivas' sean distintas de las que ahora tenemos (y que no parecen haber cambiado en el corto periodo evolutivo, el que abarca la historia, del que contamos con información sobre los comportamientos de los humanos).
ResponderEliminarEn fin, insisto en que es un tema que no cabe aquí, lo que no es óbice para que te agradezca tu breve y apresurada explicación. Pero hay bastantes más cuestiones a tocar. Ciertamente los avances en neurobiología me parecen apasionantes y, en efecto, he leído unos cuantos libros tanto de Damasio como de Pinker.
Copio y pego tu comentario, Miros, no precisamente breve, en el que solicitabas aclaraciones 'aquí', en tu blog, además del post que me sugerías en mi blog:
ResponderEliminarMiroslav Panciutti dijo...
" Lansky: No pretendo agobiarte y sí, ya sé que has tratado el tema, pero quizá no con la especificidad que ahora se plantea. Veamos.
Primera cuestión: en tu post del que éste es consecuencias decías que "la identidad ... es una necesidad, una pulsión de identificación irracional o pre racional y por eso mismo más poderosa, está en nuestro cerebro o encéfalo más primitivo, del reptil". Con todas las precisiones que quieras hacer, ¿podemos entender que esa tendencia de comportamiento (que implica la minusvaloración de la individualidad y la sobrevaloración de colectivos, con la consiguiente posterior ideologización racional) la tenemos en los genes?
Segunda cuestión: Suponiendo que sí, estamos todos de acuerdo que ello no implica que en nuestros comportamientos reales no podamos, cada individuo, actuar contra esa tendencia "reptiliana" siempre que desde la "corteza más reciente" y previa valoración consciente, creamos (como creo yo, por ejemplo) que debe superarse la pulsión "genética". Ello no supone la desaparición de la pulsión que se transmite en los genes, claro. Ahora bien, por el propio mecanismo evolutivo, cabe esperar que unos cuantos individuos de nuestra especie no cuenten con tales genes. Si el ambiente (en este caso el de los valores sociales) prima los comportamientos contradictorios con tales pulsiones, cabe esperar que los genes de dichos individuos tengan más ventajas en su pervivencia a lo largo de las generaciones. ¿Desbarro demasiado?
Tercera cuestión: Ahora bien, imagino que el proceso para que los individuos con los genes de esa "pulsión identitaria" sean minoría sería a larguísimo plazo, probablemente más allá del plazo previsible para que nuestra especie se vaya al carajo. O sea que, en la práctica no sale a cuenta confiar en que la educación cívica y el fomento de valores e ideologías "anti-identitarias" pueda modificar la biología en este aspecto específico, ¿no? De otra parte, aunque sea un esfuerzo inútil, tampoco parece que en términos generales la humanidad vaya en esa línea (la d fomentar valores e ideologías "anti-identitarias").
Lo que me lleva a la cuarta cuestión: Tengo la impresión de que los procesos de "ideologización" (elaboración de constructos filosóficos que justifican los valores sociales), salvo contadísimas excepciones, se han ido produciendo a lo largo de la historia cultural de nuestra especie mucho más para "reforzar" las tendencias de comportamiento con base biológica que para "corregirlas". ¿Qué opinas?
Por supuesto, son cuestiones demasiado genéricas, no aptas para las ventanistas de los comentarios. Por eso te animaba a que las trataras en un post (o una serie)." (hasta aquí la cita de tu coemntario)
Digo yo, que un simple acuse de recibo hubiera estado bien y suficiente, pero reclamar aclaraciones y cuando se te dan, mal o bien, hacer caso omiso, para señalártelo y que luego en fin tu digas que tu decías que en mi blog...
No, Lansky, no solicitaba "aclaraciones" aquí, en mi blog (me explicaría mal, pero no sé donde les tú eso que deduces). Decía expresamente que eran cuestiones demasiado extensas para estas ventanitas de comentarios.
ResponderEliminarTampoco "reclamaba" aclaraciones; te "animaba" a que trataras estos temas en uno o varios posts. Parecen diferencias nimias de matiz, pero es que con frecuencia, por más que procuro que no se me interpreten intenciones que no tengo y por so procuro elegir las palabras, me encuentro con que no acierto.
Las "aclaraciones" que me das tampoco me "aclaran" las cuestiones concretas, entre otras razones porque no te refieres a ellas. Lo cual, por otra parte, no lo esperaba y por eso, insisto, te "animaba" a que te ocuparas de ellas en posts específicos. Lo que esperaba es que me contestaras, en términos genéricos, si te parecían asuntos interesantes a los que te apeteciera referirte en un futuro próximo.
Por último, tienes razón en que, respondiera o no tu comentario a mis expectativas, habría debido dar acuse de recibo del mismo. Creo haberme disculpado en el anterior comentario ("lo que no es óbice para que te agradezca tu breve y apresurada explicación"). De todas formas, no contestar un comentario no equivale para mí a "hacer caso omiso", sobre todo porque ésta última expresión sugiere de nuevo una intencionalidad mía que no albergué tras su lectura. Pero de nuevo estamos ante nuestras respectivas formas de expresarnos que pareciera que son fuente inagotable de quívocos más que de comunicación.
Dicho todo lo anterior, desde la intención más cordial, reitero mis disculpas por la ausencia de mi pronta respuesta y quedo a tu disposición por si, no bastándote éstas, me "reclamaras" otras satisfacciones.
De madrugá, con tus padrinos y los míos, a pistola o espada
ResponderEliminarPegaré mi último rabotazo empecinado respecto al castellano y español.
ResponderEliminarDoy por supuesto que por acá y por allá habréis visto todos rótulos de 'se habla español', 'película subtitulada en español' o los cientos, miles, de prospectos desplegables e instrucciones de tantos aparatos que entre los muchos idiomas a los que vienen traducidos figura 'español'. El propio Miros desliza en un comentario: 'conociendo la mala leche española'.
O sea, que la discusión diferencial es una quisicosa nuestra, interior, y al mundo se la pela.
Y no sigo con el resto de discusión porque vuestros doctos comentarios me abruman, (en serio.) No estoy preparado para tanto; me pierdo o me despisto con lo de la epigenética, neurobiología, pulsión identitaria, etc. etc.; pero me congratula seguiros y estoy asomándome a conceptos que interesan un montón. Son custiones de mera política interior muy vivas e interesantes.
Otrosí. Tener objeciones o negarse a aprender un idioma vecino es cómico o cerril. ¿Quién no quiere aprender a comunicarse con el de al lado en su lengua, idioma o dialecto? Yo aprendería el silbo gomero encantado. Como dije una vez, en los villorrios o casones fronterizos la gente se comunica indistintamente en el idioma de los paises fronterizos sin tener remota idea de sus gramáticas.
En ese sentido es una ejemplo y una risa ver cómo los llanitos hablan español de corrido y algunos de La Línea chapurrean inglés incluso siendo analfabetos muchos de ellos.
felicidades por tu blog por como tomas la propiedad de la literatura y por tu información, saludos
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