El sábado pasado K y yo rematamos la cena con sendos helados de chocolate comprados esa misma tarde en el supermercado de El Corte Inglés. Son unos helados que "descubrió" K y que habían pasado a convertirse en ingrediente obligado de la lista de la compra. Sin embargo, desde hace un tiempo, los que compraba yo no salían igual de buenos que los de ella y enseguida nos dimos cuenta de que se debía a que los habían dispuesto en las neveras abiertas del Corte Inglés, que no deben mantener las adecuadas condiciones de frío, de modo que estaban algo derretidos, blandengues y con el sabor alterado. El caso es que el fin de semana anterior ya habíamos protestado, y K estaba convencida de que sus deliciosos helados habrían sido devueltos a las neveras cerradas. Pero no, seguían en las abiertas y, pese a todo (no saben cuánto me arrepiento) compramos dos cajas. Y esa noche, como he dicho, nos comimos uno cada uno y a mí (a K, no) me sentó mal desde el primer mordisco. Pronto empecé a sentir unos dolores relativamente habituales que ahora ya sé calificar como epigástricos y opté por acostarme tempranito confiando en que el se desvanecieran con el sueño. Pero no, fueron a más durante la noche y prácticamente no pegué ojo, así que apenas amaneció el domingo le pedí a K que me llevara a urgencias.
El médico de urgencias no le dio demasiada importancia y supongo que hasta imaginaría que exageraba un poco con los dolores. Me cogieron una vía y metieron analgésico hasta que lograron, si no hacérmelos desaparecer, que se atenuaran hasta los límites de lo soportable. Luego me mandaron a casa, indicándome una medicación y una dieta líquida. La tarde del domingo la pasé con molestias, sin llegar a la categoría del dolor pero lo suficientes para dificultarme sobremanera que me concentrase en unos cálculos que debía acabar para el día siguiente. Dormí de un tirón mis cinco horas normales y me desperté con la sensación de que podía ir a currar, que ese lunes además tenía una reunión importante. Sin embargo, hacia las siete y media me quedó claro que no estaba bien, el malestar sordo se tornaba de nuevo en dolores epigástricos, cada vez más intensos. Así que pasé todo el día en la cama, retorciéndome y maldiciendo, y convenciéndome poco a poco (sin tener a K al lado) de que no me quedaba más remedio que volver a urgencias. Eso hicimos hacia las seis de la tarde, para repetir la rutina del analgésico en vena y la novedad de un análisis de sangre que, una hora después reveló que el indicador de mis amilasas marcaba 1200 frente a 200 que es el máximo saludable. Conclusión: tenía una pancreatitis (inflamación del páncreas) y había de ser ingresado ipso facto.
La verdad es que no habíamos previsto que hubiera de quedarme en el hospital. Por supuesto, me causaba (me está causando) un grave trastorno laboral, así como al resto del equipo. Pero cuando te dicen con absoluta crudeza que no hay otra opción, que si no quería palmarla, tenía que detener completamente la ingesta de alimentos y bebidas y engancharme a un dispensador de suero durante unos días, pues lo cierto es que dejas de preocuparte por si vamos o no (que será que no) a cumplir el plazo de la entrega del Plan a finales de junio. Desde el lunes por la tarde estoy en el hospital, con una habitación para mí solo y sin probar bocado. Me han hecho varias pruebas (ecos, TAC, resonancia) y han identificado que las responsables de que mi maldito páncreas amenace mi supervivencia son unas piedrecitas que me han salido en la vesícula biliar y se han colado por conductos pancreáticos. De momento, hay que desinflamar el órgano (lo cual lleva su tiempo, que lo de los dos días ha resultado ser demasiado optimista), luego quitar esas piedras mediante CPR (por lo visto un tipo de endoscopia) y finalmente extirparme la vesícula biliar y a ver si entonces, como dice un amigo, se me va también mi legendaria mala leche. Pues eso, que las pancreatitis y demás parientes se presentan de visita sin avisar; es que no tienen modales.
El médico de urgencias no le dio demasiada importancia y supongo que hasta imaginaría que exageraba un poco con los dolores. Me cogieron una vía y metieron analgésico hasta que lograron, si no hacérmelos desaparecer, que se atenuaran hasta los límites de lo soportable. Luego me mandaron a casa, indicándome una medicación y una dieta líquida. La tarde del domingo la pasé con molestias, sin llegar a la categoría del dolor pero lo suficientes para dificultarme sobremanera que me concentrase en unos cálculos que debía acabar para el día siguiente. Dormí de un tirón mis cinco horas normales y me desperté con la sensación de que podía ir a currar, que ese lunes además tenía una reunión importante. Sin embargo, hacia las siete y media me quedó claro que no estaba bien, el malestar sordo se tornaba de nuevo en dolores epigástricos, cada vez más intensos. Así que pasé todo el día en la cama, retorciéndome y maldiciendo, y convenciéndome poco a poco (sin tener a K al lado) de que no me quedaba más remedio que volver a urgencias. Eso hicimos hacia las seis de la tarde, para repetir la rutina del analgésico en vena y la novedad de un análisis de sangre que, una hora después reveló que el indicador de mis amilasas marcaba 1200 frente a 200 que es el máximo saludable. Conclusión: tenía una pancreatitis (inflamación del páncreas) y había de ser ingresado ipso facto.
La verdad es que no habíamos previsto que hubiera de quedarme en el hospital. Por supuesto, me causaba (me está causando) un grave trastorno laboral, así como al resto del equipo. Pero cuando te dicen con absoluta crudeza que no hay otra opción, que si no quería palmarla, tenía que detener completamente la ingesta de alimentos y bebidas y engancharme a un dispensador de suero durante unos días, pues lo cierto es que dejas de preocuparte por si vamos o no (que será que no) a cumplir el plazo de la entrega del Plan a finales de junio. Desde el lunes por la tarde estoy en el hospital, con una habitación para mí solo y sin probar bocado. Me han hecho varias pruebas (ecos, TAC, resonancia) y han identificado que las responsables de que mi maldito páncreas amenace mi supervivencia son unas piedrecitas que me han salido en la vesícula biliar y se han colado por conductos pancreáticos. De momento, hay que desinflamar el órgano (lo cual lleva su tiempo, que lo de los dos días ha resultado ser demasiado optimista), luego quitar esas piedras mediante CPR (por lo visto un tipo de endoscopia) y finalmente extirparme la vesícula biliar y a ver si entonces, como dice un amigo, se me va también mi legendaria mala leche. Pues eso, que las pancreatitis y demás parientes se presentan de visita sin avisar; es que no tienen modales.
Vil putada la de la visita sin anunciarse de Dª Pancreatitis -cuánta razón tienes, ya no hay modales ni una mínima urbanidad- de la que espero te recuperes pronto y bien.
ResponderEliminarLa CPR es una intervención radiológica más que frecuente y habitual: no dejes que te coma el ansia por ello (si se ayuna que sea de "tó"); y de la "Vasílica balear" (vulgar intento de arrancarte un esbozo de sonrisa) ... a su debido tiempo, que es sin prisa pero sin pausa.
Mayor putadé (qu´est-ce très chic) me parecen tu obligado ayuno y forzada permanencia hospitalaria; y, esto, a lo que iba: desearte que te recuperes cumplas o no los plazos de entrega del tal Plan y retornes por éstos tus lares, con o sin afectación láctea de tu idiosincrasia y dialéctica.
Un saludo animoso dadas las álgidas circunstancias.
Una adenda: ¿has considerado la posibilidad de sugerir al Corte Inglés que se muestre rumboso y empático reintegrándote el importe de las compras efectuadas la víspera en su supermercado? ;-) ... o al menos que coloque los helados en la sección de congelados como les corresponde según indicaciones del fabricante, y no en la de refrigerados. Dixit.
Bueno, Miros, lamento mucho tu dolencia que desde luego la desidia del CI no es la causante primera, que diría Aristóteles, pero sí la que te ha revelado tu pancreas pachucho, y eso que apenas bebes alcohol, me consta...
ResponderEliminarMejórate, amigote. Te quiero en forma para poder contradecirte y discutir contigo hasta con ferocidad.
Un abrazo
También yo te deseo lo mejor. Que sanes pronto con el menor número de dolencias posible y las mínimas latas hospitalarias.
ResponderEliminarPara qué repetir lo dicho acá y allá tantas veces: además de los adelantos técnicos de la medicina y que cada vez saben más los doctores, nunca hay que olvidar la potentísima máquina que es el organismo humano y la enormidad de recursos que hay en ella. Confía.
Salud, y esa paciencia que hay que tener en estos casos.
Muy cordialmente,
Grillo
Cuando ocurren este tipo de accidentes es cuando uno se reconcilia con la civilización y también cuando uno se da cuenta que el cuerpo manda por encima de todas las cosas. Que te recuperes y disfrutes, dentro de lo posible, de estas vacaciones forzadas.
ResponderEliminarOsea que no fue el helado. Vaya putada, Miroslav. Lo siento mucho. Me consuela que haya wifi en el hospital y que sigas escribiéndonos. Espero que te tratan tan bien como al Rey.
ResponderEliminarGros baiser
Grazie a tutti. Tampoco se está tan mal aquí enjaulado. En cierto modo, que te hagan ver de forma tajante, contundente, que no eres dueño de tu propia vida, es una manera de que te des cuenta de que tampoco lo eres cuando, fuera del hospital, te crees serlo.
ResponderEliminarY a C.C: El hospital, aunque está muy bien, no tiene wifi. ¿Qué como hago para conectarme? Compartiendo con la i-pad la conexión 3G del móvil. Aunque a ratos falla.
Pobre Miroslav... Nunca es un buen momento para enfermarse, pero puede serlo para los que nos creemos abolutamente imprescindibles para la correcta marcha de la civilización occidental. Afortunadamente no lo somos.
ResponderEliminarDurante mi último embarazo los primeros dos meses estuve haciendo reposo en cama. Cuando me dijeron que tenía que dejar de trabajar me pareció impensable. Después no quería volver.
Que te mejores pronto.