A finales de 2010, durante la celebración de una Misa por la Sagrada Familia, el Obispo de Córdoba pronunció una homilía en defensa y exaltación de la concepción cristiana de la familia que sería publicada el 2 de enero de 2011 en el número 265 de la revista Iglesia en Córdoba. En la casi totalidad de su texto se trata de una homilía más, en la línea habitual de la doctrina eclesiástica sobre "el pilar fundamental de nuestra vida y de nuestra convivencia" que no habría tenido mayor trascendencia si su eminencia no hubiera revelado a sus feligreses una sorprendente información que le había confiado días antes, en el Congreso Nacional sobre Familia y Vida celebrado a principios de ese mes en Zaragoza, ni más ni menos que el entonces presidente del Consejo Pontificio para la Familia, el cardenal Ennio Antonelli. Se trataba, sin duda, de un notición que tanto sobrecogió a Demetrio Fernández que no pudo callarlo: la Unesco estaba llevando a cabo un plan con el objetivo de que en veinte años la mitad de la población mundial fuera homosexual. El principal instrumento para lograr esa ambiciosa meta era la implantación de la perniciosa ideología de género, ya saben: esa corriente de pensamiento que, siguiendo a Simone de Beauvoir, sostiene que el sexo no es una cuestión biológica sino social y, por tanto, cada uno debería poder cambiarlo según se le antojara. No es casual que el apostolado de este prelado a partir de entonces se enfocara ardorosamente a denunciar y combatir las muestras que en nuestro país proliferan de dicha ideología, dolorosamente consciente del fin deliberado hacia el que apuntan.
Como era de esperar, la gran mayoría de los medios de comunicación de nuestra patria enseguida se hicieron eco de esa homilía, pero para chacotearse y repetir la cansina cantilena de siempre de lo carcas que son los obispos. Sin embargo, en evidente exhibición de las graves carencias de los periodistas que sufrimos, a ninguno se le ocurrió indagar sobre la veracidad de la acusación del obispo cordobés, nadie se dirigió a su eminencia Antonelli para que aclarara si, en efecto, habló al titular de la Mezquita del secreto plan de la Unesco. O, si a alguien se le ocurrió solicitar tal audiencia, el italiano se negó a concederla lo cual, de otra parte, es lo que cabe esperar de un miembro de la Curia, enseñado en la discreción que tan indispensable ha sido siempre en el maquiavélico actuar de la Iglesia. Sin duda, el experimentado Ennio se habrá aplicado más de un flagelo en castigo por haber confiado en el colega español, por haber creído que no era tan bruto como delataba su fisonomía. Por una vez Antonelli se alegró de que entre los medios de comunicación españoles prevaleciera el laicismo anticlerical y que las indiscretas revelaciones de Fernández no fueran tomadas en serio. Sin embargo, la prudencia aconsejaba desaparecer del primer plano vaticano, a fin de evitar alertar en exceso a los poderosos amigos. Antes, empero, debía salvaguardar la delicada estrategia todavía no del todo consolidada y, sobre todo, asegurar la protección de su más importante garganta profunda, un alto funcionario en las oficinas parisinas de la Unesco.
Pero las buenas intenciones de Antonelli se hicieron añicos a mediados de 2011, poco antes de la cita que había concertado con su particular topo, cuyo nombre, todavía hoy, conviene mantener en secreto. Tampoco me atrevo a decir las diabólicas medidas adoptadas por los conspiradores (y autorizadas personalmente por la directora general Irina Bokova, antigua miembro de la elite comunista búlgara) para asegurar el silencio definitivo del traidor; que cada uno se las imagine. Lo que sí puedo confirmar es que los conjurados de la Unesco conocían, antes incluso de la homilía del arzobispo de Córdoba, las filtraciones de su plan secreto. Menos se habría jactado Antonelli de contar con un espía en París si hubiera sabido que ellos, a su vez, contaban con algunos más en los palacios vaticanos, y no se trataba precisamente de personal subalterno. Ante la gravedad de la situación, Antonelli se vio obligado a exponer en todos sus detalles la magnitud del desastre al Papa. La detención de uno de los implicados, el mayordomo papal Paolo Gabriele, fue la reacción inmediata de la dirección eclesiástica, acusándole del robo de papeles confidenciales que desvelaban los trapos sucios de índole económica, el conocido Vatileaks. Pero ésa no era toda la verdad (sólo la que se veían obligados a revelar); en la estrategia que a la desesperada hubo de urdirse durante la primavera del año pasado, era necesario ocultar a los enemigos que la Iglesia conocía hasta qué punto habían minado sus estructuras directivas, ganar una tregua indispensable en esa soterrada guerra para reparar los daños sufridos. Antonelli dimitió en junio, alegando razones de edad (inverosímil excusa) y unos meses después (esto lo sabe todo el mundo) el propio Benedicto anunció su renuncia. Tal como estaba previsto, casi todos explicaron este inédito acto a que el anciano Papa se sentía incapaz de afrontar las reformas que exigía el escándalo del Vatileaks. Pero no, no era esa batalla la que temía, sino otra mucho más peligrosa y a la que había dedicado sus mayores esfuerzos doctrinales.
La reciente elección del Papa Francisco marca el cierre con éxito de la reestructuración vaticana de cara a la siguiente batalla contra el diabólico plan de la Unesco. Hacía falta un pastor de firmes y probadas convicciones sobre la función cristiana de la familia y acertadamente (como siempre) el Espíritu Santo hizo recaer la designación en el bonaerense. A estas alturas Bergoglio conoce ya en detalle las intenciones de los conspiradores parisinos (mis fuentes me aseguran que el propio Antonelli le puso en antecedentes durante las congregaciones cardenalicias previas) y está serenamente mentalizado para afrontar la ofensiva católica, de cuya suerte depende en no poca medida el futuro de nuestra especie. Cuando el pasado día 13 pidió a todos los reunidos en la plaza de San Pedro y a los cristianos televidentes que rezaran por él, muy pocos sabíamos cuánto ansiaba que esas oraciones inclinaran al Todopoderoso a concederle Su auxilio.
De más está decir que los papeles que pasó a Antonelli el funcionario de la Unesco hace ya tres años no han sido filtrados y se conservan a buen recaudo, sin que los intensos esfuerzos por recuperarlos de los conspiradores hayan tenido éxito hasta la fecha. Son, obviamente, un arma decisiva en esta trascendental guerra, pero han de usarse sólo a su debido tiempo, cuando haya garantías de que el golpe sea definitivo. Al leerlos, uno se asombra de la inmensa maldad e inteligencia de los artífices del Plan y, a la vez, comprende aterrado la calculada interrelación entre tantos hechos de los últimos años, inconexos en apariencia; con la precisión de un complejo mecanismo de relojería se han ido cubriendo las etapas previstas y lo que en un principio habría parecido impensable para los más ambiciosos conjurados en esta maquinación hoy es una realidad embrionaria. No puedo entrar en detalles pero no lo dudéis: si la Santa Iglesia no lo impide, en veinte años la mitad de nosotros seremos homosexuales. Hasta yo mismo, pese a la solidez de mis creencias, llego a veces a sorprenderme en actitud tolerante frente a las omnipresentes muestras de la antinatural aberración; e incluso, Dios me perdone, hasta complaciente.
La reciente elección del Papa Francisco marca el cierre con éxito de la reestructuración vaticana de cara a la siguiente batalla contra el diabólico plan de la Unesco. Hacía falta un pastor de firmes y probadas convicciones sobre la función cristiana de la familia y acertadamente (como siempre) el Espíritu Santo hizo recaer la designación en el bonaerense. A estas alturas Bergoglio conoce ya en detalle las intenciones de los conspiradores parisinos (mis fuentes me aseguran que el propio Antonelli le puso en antecedentes durante las congregaciones cardenalicias previas) y está serenamente mentalizado para afrontar la ofensiva católica, de cuya suerte depende en no poca medida el futuro de nuestra especie. Cuando el pasado día 13 pidió a todos los reunidos en la plaza de San Pedro y a los cristianos televidentes que rezaran por él, muy pocos sabíamos cuánto ansiaba que esas oraciones inclinaran al Todopoderoso a concederle Su auxilio.
De más está decir que los papeles que pasó a Antonelli el funcionario de la Unesco hace ya tres años no han sido filtrados y se conservan a buen recaudo, sin que los intensos esfuerzos por recuperarlos de los conspiradores hayan tenido éxito hasta la fecha. Son, obviamente, un arma decisiva en esta trascendental guerra, pero han de usarse sólo a su debido tiempo, cuando haya garantías de que el golpe sea definitivo. Al leerlos, uno se asombra de la inmensa maldad e inteligencia de los artífices del Plan y, a la vez, comprende aterrado la calculada interrelación entre tantos hechos de los últimos años, inconexos en apariencia; con la precisión de un complejo mecanismo de relojería se han ido cubriendo las etapas previstas y lo que en un principio habría parecido impensable para los más ambiciosos conjurados en esta maquinación hoy es una realidad embrionaria. No puedo entrar en detalles pero no lo dudéis: si la Santa Iglesia no lo impide, en veinte años la mitad de nosotros seremos homosexuales. Hasta yo mismo, pese a la solidez de mis creencias, llego a veces a sorprenderme en actitud tolerante frente a las omnipresentes muestras de la antinatural aberración; e incluso, Dios me perdone, hasta complaciente.
Walk on the wild side - Lou Reed (Transformer, 1972)
Grillo em acusa de que mi ateismo 'practicante' es una especie de proselitismo a la inversa. Yerra el tiro porque la cuestión no es así de simétrica, lo que ocurre, lo que me ocurre, es parecido a lo que te pasa a tí: que no ignoramos la importancia que tiene la religión en nuestras vidas y sociedades lo queramos o no, y este post es un buen ejemplo, aí al menos es mientras la práctica de la religión no se convierta en un asunto privado, y ese sí que sería un salto cultural formidable.
ResponderEliminar¿Es ironía o debo entenderlo tal cual?
ResponderEliminarTras la primera lectura de este post, me he hecho una pregunta bastante parecida a la que te hace Molón Suave.
ResponderEliminarMe la he respondido enseguida: es ironía, claro, muy bien trabajada y muy bien disfrazada de realidad. Lo que se me escapa un poco es la intención: tanta apariencia de veracidad adobando una historia tan inverosímil...
Yo no he tenido ninguna duda de que era eso: ironía y parodia
ResponderEliminarParodia irónica, sí, me parece que no cabe ninguna duda. En cuanto a la intención, Vanbrugh, la de siempre: entretenerme un rato. No me enteré de las declaraciones de su eminencia cordobesa hasta que las leí en un comentario de Molón Suave a su último post. Las busqué (en el post pongo el enlace) y me parecieron de lo más sugerentes. Imaginemos que, en efecto, hay un complot maquiavélico a de la Unesco para homosexualizarnos a todos (quizá dentro de la estrategia contra la superpoblación). La idea da para un best-seller estilo Codigo Da Vinci, ambientado en el Vaticano y las altas esferas institucionales y del poder político-financiero. Nada, lo escribo, me forro y me retiro (previa generosa donación a la diócesis cordobesa en agradecimiento por los servicios prestados).
ResponderEliminarLo que a mi no me queda claro del plan es si el 50% de la humanidad se convertirá en homosexual o el 100% en bisexual. Al fin y al cabo en promedio es lo mismo.
ResponderEliminarEn el caso de la primera opción, los machos que quedemos, ¿tocaremos a dos mujeres por barba?. Porque en ese caso no me parece tan mala idea.
Fantástico. Tras la ironía burlona del post se vierten unos datos de ciencia ficción que bien presentados y documentados, como opina Vanbrugh, tienen cierta verosimilitud. Estoy totalmente con la médula de lo que explica Miros - aunque se pongan como se pongan a muchos no nos van a sacar de nuestra casilla de hetero ni en 20 ni en 50 años por más que tramen. El impulso sexual NO se moldea; precisamente porque es impulsivo, genético. Incluso en una sociedad homosexual por mandato simpre habría muchos pecadores heterosexuales furtivos.
ResponderEliminarLos tejemanejes del Vaticano son insondables. Experiencia en el asunto no les falta. Ni a nosotros desconfianza en todo ello.
Lansky, tal vez me expreso al llamarte 'ateo practicante'. Creo que a la inmensa mayoría de nosotros nos 'educaron' en la fe católica en España durante la niñez: en el cole, en casa y en el ambiente general. En unos prendió bien el mensaje (inculcado con cierto vicio, con cierto interés no tan sano.) Otros salieron furibundamente desengañandos, ateos blasfemos de Dios y cabreadísimos con la Iglesia. Otros (como es mi caso), ni fú ni fá. Nos resbaló totalmente; pero claro, vimos la trampa y fue eso lo que nos pareció 'interesante', no el mensaje.
Ya no te consideraré así, no ateo a la inversa. Vale, tienes razón.
Lo diré de otro modo. Que yo sepa ninguno de nosotros ejerce la política militante, no somos políticos de oficio. Pero sí tenemos nuestras ideas políticas bien hechas. Lo que traducido al cambio significa que no somos creyentes ni eclesiásticos pero detectamos la religión, nos 'interesa' pq sabemos muy bien sus maniobras y nos cabrean casi hasta la militancia activa.
Miros, perdona el rollazo y el hurto en tu blog. Tupost es tan genial que sigo a dos velas... pero férreo en mi casilla.
Números: El Plan consiste en que el 50% de la población sea homosexual, no bisexual. Esta última variante no está contemplada en los papeles que le pasaron a Antonelli.
ResponderEliminarEn cuanto a tu segunda pregunta, he de decirte que no haces honor a tu nombre. Si el 50% de la población se vuelve homosexual y (hay que suponerlo así) ese porcentaje se distribuye equitativamente entre ambos sexos, seguiremos tocando a una mujer por barba. Quedaremos la mitad de los tíos heterosexuales, pero también habrá la mitad de las tías heterosexuales, así que la proporción se mantiene (salvo que convenzas a una lesbiana conversa).
Muy bueno, Miroslav. Desde el principio me pareció ironía, pero como soy nuevo en tu blog y te he leído poco no las tenía todas conmigo. Claro que lo del plan de la ONU es que suena demencial. Sólo al magnífico obispo del que disfrutamos en Córdoba se le podía haber ocurrido algo tan bestia.
ResponderEliminarPor cierto, creo que tienes razón en lo de las declaraciones de Bergoglio. Voy a incluir una nota aclarativa en mi entrada
Bueno, ya he leído la homilía del monseñor cordobés y visto que la historia inverosímil no era invención tuya, sino suya. Claro que más inverosímil aún es que un obispo católico diga que, al esterilizarse, los hombres y las mujeres pierden su dignidad de personas humanas y se convierten en objetos. ¿Nombrarán obispos, deliberadamente, a los más imbéciles?
ResponderEliminarMiros: ¿Mujeres lesbianas? ¿De qué habla vuecencia? ¿Acaso el sexo débil tiene derecho al disfrute del sexo? ¡¡¡ JAMÁS !!! Su misión está claramente definida en las Sagradas Escrituras
ResponderEliminarGénesis 3:16: A la mujer le dijo: "Multiplicaré tus sufrimientos en los embarazos y darás a luz a tus hijos con dolor. Siempre te hará falta un hombre, y él te dominará."
Así que mis cuentas están sumamente claras: A los que quedemos, DOS por barba. El resto, pecadores sodomitas, conformaos con uno de vuestra especie y a sufrir luego el fuego eterno como consecuencia de vuestro pecaminoso comportamiento.
Amén
Números: No estoy seguro de entenderte, pero dada tu invocación a tan alta y primigenia autoridad te daré la razón aunque no sé muy bien a qué. Vale, dos por barba a los varones que permanezcan heterosexuales; de esas dos una será también heterosexual y la otra lesbiana, pero que se joda y a chingar con un tío.
ResponderEliminarBarbaverde said:
ResponderEliminarSeñor, señor... He llegado aquí buscando una relación entre la marihuana y alguna canción de los Beatles. Sin embargo me he llevado grata sorpresa y mi curiosidad a crecido en desmesura, y finalmente el artículo en si, y los comentarios han hecho que se claven mis sentidos en la pantalla. Muchas gracias por esre buen rato a estas horas de Selene,