En los comentarios al post anterior, a partir de la opinión de Vanbrugh de que las vivencias de un viaje con LSD son un pobrísimo remedo de lo que ha de ser la existencia en el Cielo, la discusión evolucionó a la comparación entre las primeras y los trances de los místicos cristianos. Si bien de entrada Vanbrugh manifestó que la diferencia de las experiencias místicas respecto de la futura vida en la Gloria era más o menos tan abismal que la de un tripi ácido, posteriormente, tras meditarlo, cambio de parecer y afirmó que, sin saber "cuanto de parecidos serán los trances místicos a la bienaventuranza eterna", sí cree que se asemejan mucho más a ésta que un viaje de alucinógeno. He de confesar que cuando le planteé la comparación, tenía curiosidad por saber si su respuesta se ajustaba a la doctrina católica y algo me sorprendió (no mucho, porque Vanbrugh no se caracteriza por un seguimiento ciego del magisterio eclesiástico) que en primera instancia aceptara poner en condiciones de igualdad los éxtasis de, por ejemplo, Santa Teresa y Aldous Huxley. Pero luego, al considerar los primeros "incomparablemente superiores", elude eventuales tentaciones heréticas ya que, como es sabido, la Iglesia considera que son vivencias anticipatorias del Cielo, concedidas a quienes las viven como gracia libérrima de Dios. Y desde luego ni por asomo ha calificado de modo similar las experiencias bajo los efectos del LSD, más bien todo lo contrario.
Naturalmente habrá quien piense que esta discusión es completamente absurda (e incluso habrá más de uno a quien se la sude). Yo, en cambio, creo que puede conducirse dentro de los cauces de la lógica, lo cual invalida calificarla como absurda. Naturalmente, partimos de unas premisas mayores, o axiomas si se prefiere, que no cabe discutir y de cuya veracidad dependerá la de las premisas que, en buena lógica, vayamos derivando. Estos axiomas de partida son obviamente que existe un Dios personal, eterno y omnipotente, el cual, además, se relaciona con los hombres, interviene en la historia. Es decir, los postulados básicos de cualquier creyente y, en particular, de los cristianos. Si niego estas premisas iniciales, cualquier argumentación, por muy ajustada a la lógica que esté, no nos aporta ninguna certeza (lógica) sobre la veracidad de las conclusiones que vayamos obteniendo (tampoco sobre su falsedad). Lo que pasa es que los axiomas de partida no pueden ser negados tajantemente, no se puede afirmar que es imposible que Dios exista, ni tampoco que de existir no intervenga en la historia humana. Todo lo más, creo yo, es lícito hablar en términos de probabilidad (en tal sentido, y aunque se inspiraran en una vieja publicidad de una marca de cerveza, no me parece mal hallado el conocido eslogan ateo de "probablemente Dios no exista"). Pero claro, las estimaciones probabilísticas de base inductiva dependen mucho de las muestras a partir de las que se hagan y, al final, según las particulares selecciones de cada uno y, sobre todo, las tendencias de sus mecanismos mentales, se puede llegar tanto a que probablemente Dios no exista como a que probablemente sí.
Hay una rama de la teología que se ha dado en llamar natural y que se caracteriza por el intento de llegar al conocimiento de Dios (y como paso previo a la prueba de su existencia) a través de la razón, sin el recurso a la revelación o a la fe. Enseguida nos viene a la mente la herencia aristotélica y la figura del primer campeón de estas lides, el tan manido Tomás de Aquino. Pero aunque los argumentos de la Summa Theologiae desde hace ya mucho están bastante desprestigiados, sigue vigente la pretensión de que a través de nuestras capacidades y sobre todo de la razón se puede llegar, si no a demostrar, sí a concluir que las probabilidades de que Dios exista con los atributos clásicos del cristianismo son muy cercanas a la certeza. De hecho, tal es la posición de la Iglesia Católica que en su último Catecismo que, en su punto 31, reza textualmente: "Creado a imagen de Dios, llamado a conocer y amar a Dios, el hombre que busca a Dios descubre ciertas "vías" para acceder al conocimiento de Dios. Se las llama también "pruebas de la existencia de Dios", no en el sentido de las pruebas propias de las ciencias naturales, sino en el sentido de "argumentos convergentes y convincentes" que permiten llegar a verdaderas certezas". Más tajantemente en punto 36 recuerda el dogma del Concilio Vaticano I de que "Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas". Aunque inmediatamente después (con esa exasperante tendencia de la Iglesia, tan "italiana", de no dejar nunca del todo las cosas claras y optar por ambigüedades calculadas), añade que "sin embargo, en las condiciones históricas en que se encuentra, el hombre experimenta muchas dificultades para conocer a Dios con la sola luz de su razón". Así pues, punto 38, "el hombre necesita ser iluminado por la revelación de Dios, no solamente acerca de lo que supera su entendimiento, sino también sobre las verdades religiosas y morales que de suyo no son inaccesibles a la razón, a fin de que puedan ser, en el estado actual del género humano, conocidas de todos sin dificultad, con una certeza firme y sin mezcla de error". O sea, que sí se puede conocer a Dios por la sola vía de la razón, pero mejor no lo intentes y básate en la Revelación. Nada nuevo, la teología revelada siempre ha tenido mejor consideración entre los jerarcas que la natural, lo cual no tiene nada de extraño.
Sin embargo, estas preferencias de nuestros curas no son tan generalizadamente compartidas en el mundo anglosajón, donde desde hace ya bastantes años se ha ido desarrollando un discurso filosófico que intenta revisar las cuestiones teológicas desde la luz exclusiva de la razón. Me refiero a los Swinburne, Collins, Plantinga y otros "teístas" hacedores de argumentaciones racionales que, nos convenzan o no, son desarrolladas desde criterios de rigor lógico y sin eludir la confrontación con las consecuencias de los conocimientos que provienen de la física o de la biología, por referirme a los dos campos de los que mayoritariamente se nutren las conclusiones también de los pensadores ateos. Son muy de agradecer estos planteamientos porque permiten, a quienes nos interesa el asunto, ejercitar la mayor o menor capacidad de raciocinio con que Dios o la naturaleza nos ha dotado. Además, al menos para mí, es de lo más entretenido tratar de verificar el grado de corrección y congruencia de tales argumentos, de la misma forma que intento lo mismo –porque así creo que lo exige la honestidad intelectual– con la mucho más popular bibliografía atea (sobre todo gracias a Dawkins). Algún día de estos escribiré sobre las premisas y razonamientos de estos teístas contemporáneos, a quienes he descubierto hace pocos meses a partir del revuelo que se generó cuando Antony Flew, seguramente el filósofo ateo de mayor relieve, anunció que había llegado a la conclusión de que Dios existía en base a argumentos estrictamente racionales derivados de los descubrimientos científicos más actuales.
Pero, en realidad, todo el rollo hasta aquí no es más que una introducción para establecer que creo que cabe discutir racionalmente sobre un tema tan específico como el que se suscitó con Vanbrugh en mi post anterior. El objeto de esta entrada había de ser examinar con las herramientas de la lógica la argumentación de mi amigo que le lleva a concluir que los trances místicos son incomparablemente superiores a los éxtasis ácidos, sin cuestionar la validez de sus axiomas creyentes de partida. Esto era lo que pretendía, pero ya es tarde y me he alargado demasiado. Así que lo deja para la siguiente entrada, pidiéndole excusas a Vanbrugh y remitiendo a entonces mi respuesta a su último comentario. Acabo pues, no sin resistirme a añadir con una levísima intención provocativa que la única limitación que ponen los filósofos teístas a la omnipotencia de Dios es la que deriva de su sometimiento a la lógica; es decir, Dios no puede ser absurdo.
Mi respuesta a que me la suda es respuesta al comentario pintoresco de Vanbrugh de que la discusión entre él y tú sólo era pertinente entre ambos. Claro que me interesa, aunque no exactamente tu enfoque.
ResponderEliminarPor otra parte, los Hitchens, Dawkins, Onfray (desde la política, la biología evolucionista y la filosofía clásica) y demás patulea de ateos 'científicos' me parece que se dedican a 'alancear moros muertos', porque es obvio que Dios no existe (matizo, al menos no existe en la forma que lo conciben 'todos' los creyentes de 'cualquier' religión)...,
pero si existe me tendría que dar muchas explicaciones...
Celebro que mi comentario te pareciera pintoresco, Lansky, pero no decía exactamente eso que ahora dices que decía. Jamás te excluí, ni a ti ni a nadie, de la discusión que manteníamos Miros y yo. Me limité a hacerte notar que su asunto no era el que tú decías que era (me pareció excesiva pretensión por tu parte la de establecer qué era 'lo que realmente estábamos discutiendo' nosotros dos) y que el comentario tuyo que nos acusabas de ignorar, simplemente, no tenía nada que ver con ese asunto sino con otro sobre el que yo no tenía nada que decir, porque no me interesaba particularmente como, conjeturé, probablemente tampoco a ti el de nuestra discusión. Y esta última suposición se basaba en que no decías nada sobre él, exactamente igual que nosotros no decíamos nada sobre el que tú proponías. Si mi suposición no era exacta y el asunto sí te interesaba, me alegro mucho y estoy, como siempre, deseoso de saber lo que sobre él tengas que decir. Tú y cualquiera. Creo que para eso abrió Miroslav el blog, precisamente.
ResponderEliminarSolo una pequeña observación, Miroslav: además de la de su sometimiento a la lógica hay otra gran limitación a la omnipotencia de Dios, de acuerdo con , al menos, con la ortodoxia cristiana: la libertad del hombre.
"Creo que para eso abrió Miroslav el blog, precisamente." No lo puedes evitar, te sale solo
ResponderEliminarLansky: No sé cuál es, según tú, mi enfoque (me suele ocurrir frecuentemente con tus brebes y elípticos comentarios). Pero para aclararte, según yo, el "enfoque" que pretendo, es el siguiente: que cabe la discusión ateniéndose a la lógica sobre la existencia de Dios, sus atributos y demás cuestiones teológicas. Lo cual implica que creo posible (aunque sé que es difícil) que ateos y creyentes intercambien y se rebatan mutuamente sus argumentos en el marco de la racionalidad.
ResponderEliminarObvio es algo que se te pone delante de los ojos y, por eso la no existencia de algo nunca puede serlo (sí, en cambio, la existencia). Entiendo, no obstante, que usas el adjetivo como sinónimo de evidente; es decir, que opinas que el que Dios no existe es algo "cierto, claro, patente y sin la menor duda". No estoy de acuerdo (y dudo que haya muchos que así lo piensen). Además, predicar la obviedad de la inexistencia de Dios se me antoja equivalente a calificar de imbéciles profundos a todos los creyentes. Dudo que nadie crea en algo que es evidente que no existe. Defender la obviedad de la inexistencia de Dios me parece equivalente a defender la obviedad de su existencia; a ambos convencimientos "cerrados" se llega con algo más que la razón. En el caso de los creyentes ese algo más es, claro está, la fe.
Vanbrugh: Ya sé de esa otra importante limitación a la omnipotencia divina, pero como bien dices, ésta proviene de la ortodoxia cristiana, no es un requisito para discutir de Dios en la teología natural, aunque, ciertamente, es una de los asuntos objeto de sus argumentaciones. Como decía el cura de Amanece, que no es poco: "Ay, el libre albedrío, que tema tan bonito el del libre albedrío".
ResponderEliminarEso que no puedo evitar y que me sale solo debe de serme tan inevitable y tan automático que ni siquiera sé qué es...
ResponderEliminar"Además, predicar la obviedad de la inexistencia de Dios se me antoja equivalente a calificar de imbéciles profundos a todos los creyentes." Pues no, equivocados, no imbéciles, y yo hablo, aunque tu lo omiets de la idea que tienen los creyentes (todos) de Dios.
ResponderEliminarMis breves comentarios son a menudo menos cripticos que tus extensos posts-ponencias, porque la concisión no es tan fácil como tu probablemente supones, y en cambio es una deferencia amable con los demás.
Donde escribí 'omiets', quería decir: 'omites'
ResponderEliminarVanbrugh: sé que no lo sabes; es parte de tu insufrible encanto
ResponderEliminarLansky: Te equivocas: yo no supongo que la concisión sea fácil. Al contrario sé por propia y extensa experiencia que es muy difícil. Item más, la considero una virtud y me esfuerzo, no sólo en este blog, de practicarla (sin ningún éxito, pensarás tú). Cuestión distinta es que concisión sea igual a brevedad. Recurro de nuevo al DRAE (único medio que se me ocurre para ver si es posible contigo alcanzar un consenso sobre los términos que compartimos) que dice que la concisión es "brevedad y economía de medios en el modo de expresar un concepto con exactitud". Lo importante, para mí, es que la expresión de los conceptos sea exacta y que se logre con las mínimas palabras posibles. No se es conciso metiendo "paja" en el discurso (y cuando reviso mis escritos procuro quitar la que descubro), pero tampoco se es no terminando de expresar los conceptos por dejar de escribir lo que sería necesario para que éstos quedaran claros.
ResponderEliminarQue me digas que mis "extensos posts-ponencias" son más crípticos que tus breves comentarios me parece sencillamente falso, pero como no deja de ser una mera declaración carente de toda argumentación, tampoco voy a meterme en discutirla. Sí me parece más relevante, en cambio, tu jugosa última aseveración de que "la concisión es una deferencia amable con los demás". La comparto, por supuesto, siempre que sea realmente concisión; es decir que el escrito exprese con exactitud los conceptos. Porque, ciertamente, si eso se logra, el meter "paja" es tratar mal al lector, endosarle con una pesadez innecesaria.
Sin embargo, si no se expresa el concepto, si el escrito queda críptico para nada, en mi opinión, se está siendo amablemente deferente con el lector. Al contrario, se le está obligando a que se raye la cabeza elucubrando qué habrá querido decir el autor, sin contar con los datos suficientes para solucionar el enigma. ¿Deferente quien eso hace? Ya, tanto como el autor de un acertijo lógico que omite datos imprescindibles para solucionarlo y te tiene un rato largo dándole vueltas hasta que descubres que no hay solución. No diré la palabra que se me viene a la cabeza para calificar esas actitudes.
Te agradezco que me insinúes consejos sobre como tratar deferentemente a los lectores de nuestros blogs. Me imagino que haces ejercicio de empatía para saber qué es lo que les hace sentirse bien. Para evitarte ese esfuerzo conmigo, te diré que yo (quizá a diferencia del común de los mortales según tus conclusiones) no me siento bien tratado cuando no argumentas tus aseveraciones, cuando te vas por peteneras en una discusión, cuando eludes mayestáticamente un tema porque "no te interesa" (eso sí, después de haber entrado libremente en él), cuando recurres a las técnicas ad hominem o calificas despectivamente al interlocutor en vez de razonar sobre lo que dice, cuando te eriges, en tu casa y en la de los demás, es poseedor de la autoridad sin necesidad de justificar la pertinencia de tus sentencias, cuando haces uso de tu sobrehumana percepción psicológica para saber cuáles son las motivaciones y rasgos de la personalidad de tus contertulios y, sobre todo, cuando decides privarme de aclaraciones sobre lo que escribes. Por supuesto, lejos de mí pretender que cambies un ápice para paliar esta sensación mía (seguro que soy el único que la tengo) de "ser tratado poco deferentemente", pero quizá te interese saber que tu brevedad críptica no produce en mí esos efectos amables a los que aludes.
Este comentario 'supra' tuyo es más elocuente sobre la polémica concisión/extensión que todo lo que yo pueda añadir.
ResponderEliminarPor ecierto, se te da bien el sarcasmo, aunque es un tipo de 'tono' para el que soy totalmente inmune; no así para la ironía que siempre me ha desarmado.
ResponderEliminarNo había ni gota de intención sarcástica en mi comentario, Lansky, te lo aseguro con una leve sensación de tristeza. Imagino que sí la hay (o irónica, ya que tanto te gusta distinguirlas) en el primero de estos últimos dos comentarios tuyos. En situaciones como éstas es cuando descubro la inmensidad de mi idiotez, lo cual es otro motivo más para esa leve sensación de tristeza que decía antes. Dejémoslo.
ResponderEliminarNo era mi inteción. No estés triste, anda.
ResponderEliminarEn cuanto a la distinción entre ironía y sarcasmo no es tan dificil; son como la noche y el día, como la elegancia y la horterez, como la valentía y el matonismo, como...
El problema de la existencia de Dios no es el propio Dios, sino que está constituido por los que afirman que Dios existe (por cierto sin aportar prueba alguna real, no filosófica) En primer lugar, no sólo afirman la existencia de Dios, sino que se atreven a adornarlo (y por tanto a acotarlo) con toda clase de propiedades, con predominio de la BONDAD. Bien, vale, admitamos que Dios existe. Pero, viendo su obra, ¿alguien puede de verdad pensar que es INFINITAMENTE BUENO E INFINITAMENTE PODEROSO? Quizás Leibzni, quien afirmaba que "este es el mejor de los mundos posibles". Una fartuzquería, como decimos en mi tierra, porque cualquiera de nosotros tiene en su cabeza al menos media docena de mundos mejores que este. Luego están las normas que los creyentes pretenden imponer a todo el mundo por narices (iba a decir por cojones). Véase la Inquisición o los islamistas radicales actuales, que son los que andan marcando la pauta. Y, por último, así, a vuela pluma: no conosco ninguna religión en la que los clérigos (en sentido amplio) no vivan en general mejor, pero mucho mejor, que los fieles.
ResponderEliminarPor todo esto no creo que sea perentorio discutir si Dios existe o no. Allá cada cual que crea lo más conveniente. Lo que sí me parece oportuno es discutir si las iglesias (sean del tipo que sean)deben existir o no. Discutir, por ejemplo, si están bien que nuestros hijos tengan que estudiar religión católica en los colegios o esto es algo que deberían de aprender (el que quisiera) en sus templos. Discutir si, creyentes o no creyentes, debemos seguir sufragando con nuestro dinero a la Iglesia católica, o deberían ser los católicos, exclusivamente, los que la sostuvieran. Hay mucho más. Pero, en honor a Lansky, vamos a ser concisos.
A propósito de Dios, la vida eterna, el paraíso y esas cosas tengo que hacer un comentario frivolón: Ya están por 'allí' clasificadas Margaret Tnatcher y Sara Montiel. Marujita Díaz y la duquesa de Alba pasan a semifinales.
ResponderEliminarGrillo, eso es muy bueno
ResponderEliminarMolón: El problema de la existencia de Dios es, en sí mismo, una cuestión filosófica de primera magnitud, de la que obviamente nadie aporta pruebas reales, como tampoco de varias hipótesis físicas, en especial de aquéllas que más convergen con las inquietudes humanas que también subyacen en el problema de Dios. También lo de los atributos de Dios forma parte del mismo ámbito filosófico. Es que un Dios sin atributos no es nada, hay que definirlo a través de los atributos. De hecho la confrontación entre su presunta bondad y la existencia del mal y del dolor en este mundo tan imperfecto ha sido desde siempre uno de los objetos de discusión más peliagudos.
ResponderEliminarCuestión completamente distinta son las consecuencias prácticas de creer en Dios, y en especial las relacionadas con la instrumentación por las religiones organizadas de esa creencia. De eso no va el post. Aún así, coincido contigo en que no es nada perentorio discutir si Dios existe (mucho más desde luego los asuntos relacionados de naturaleza práctica). Pero casi ninguna discusión filosófica es perentoria. Y además, muchos posts he dedicado a esos asuntos que reclamas más urgentes. Ahora me apetecía, a propósito de un comentario de Vanbrugh, hablar de la lógica argumental de la llamada teología natural.
Grillo: ¿Tú crees que la Thatcher está en el Cielo? Pero qué malo eres, cabroncete.
ResponderEliminarSí hombre, sí, la Thatcher debe estar en el cielo. Dios acoge a todo el mundo porque parece que allí hay sitio de sobra y porque aunque siempre se pondrá en solfa lo de sus atributos dudosos e incluso contradictorios, el Hombre necesita creer en Él de cualquier modo, forma o concepto.
ResponderEliminarPermíteme el juego de palabras que imagino. En grandes titulares se leyó, "Thatcher is dead" y se tuiteó "That Cher is dead" en obvia alusión a la cantante Cher que ya no puede hacerse más operaciones de estética porque no le caben en la cara...