Eres muy fea, sólo vales para vaciar orinales, nadie va a quererte nunca. ¿Cómo una madre puede decirle frases así a su hija adolescente? Nunca la besaste, nunca la abrazaste, nunca la acariciaste. No es verdad, no es verdad. No fui como ahora me retratan, no fui ninguna madre malvada. Sin embargo, la propia Eve lo aseguró. Necesitaba justificarse, qué más fácil que cargar la culpa en su madre, y todos la creyeron, se acomodaba bien a tontas explicaciones psicoanalíticas.
Era una chica muy disparatada, le encantaban las fiestas, las noches locas de La Baule en verano. Allí la conocí, tendría unos veintitrés años y trabajaba en una discoteca. Sí, claro que era bastante mayor que ella y también es cierto que acababa de salir de la cárcel. ¿Que ambas cosas le atrajeran? Alguien me dijo una vez que Eve quería un padre canalla como el que los abandonó de niña. No creo que yo me pareciese a su padre; de todos modos, qué más da.
Ya en el instituto quería dedicarme al mundo del espectáculo. Era guapa, gustaba a los chicos, conseguí unas sesiones de modelo fotográfica. Sé que mi madre me envidiaba, ella era una mujer abandonada y sólo me tenía a mí para descargar su rencor. ¿Cuánto daño me hicieron sus reproches, sus desprecios? Ahora ya no me acuerdo, pero sí sé que la odiaba, que quería demostrarle que valía mucho más, infinitamente más que ella.
Fue la primera chica con la que me acosté. De las más guapas del curso, no tanto como Nathalie claro, pero Nathalie era inalcanzable. Le dije que me encantaban sus tetas y ella me contestó que eran pequeñas. No lo eran, pero ella estaba muy convencida. Así que ya ven, faltaban más de diez años para sus exageradas operaciones y ya lo tenía claro. Cuando se hizo famosa y la vi en la tele no me lo podía creer. La llamé, quería encontrarme con ella, pero me dijo que no se acordaba de mí y que la antigua Eve había muerto. Que se joda, pensé. Ahora sí que está muerta de verdad y reconozco que siento algo de pena.
Por supuesto que no se gustaba a sí misma. ¿Qué persona contenta de su aspecto pasa más de veinticinco veces por el quirófano? Sufría un terrible trastorno de ansiedad, una profunda infelicidad que la atenazaba. Operarse era su modo de escapar. ¿Sabes que adoraba la anestesia? Disolverme en la nada, me dijo una vez, para luego renacer siendo otra. Una huida hacia adelante. Se ha hablado mucho de los traumas de su infancia y sí, claro que la marcaron, pero ahí no está todo, ni siquiera lo más importante.
¿Lolo? Un horror de actriz. Vale, no es que en nuestro negocio hayamos de tener grandes dotes interpretativas pero al menos hay que poner un poquito de entusiasmo, hacerlo creíble. Ella ni se molestaba. Me imagino que se metería en el porno sólo por la pasta; sí ya, como todos, pero ... No sé, había algo de exhibicionismo obsceno, al margen de lo sexual, como si quisiera demostrar algo al mundo. ¿Qué? Que era un monstruo, pienso yo, aunque ella se creía una diosa de la belleza. Aquella película fue una de mis más desagradables experiencias, me sentí ridículo, no sabía cómo tocarla, cómo acariciar ese cuerpo sintético, esas tetas que parecían balones duros, insensibles. No creo tampoco que ella se sintiera a gusto.
Estoy segura de que era lesbiana. Gracioso, ¿no? Una mujer que se transforma llevando al paroxismo el icono del fetichismo sexual masculino y desde luego no lo hizo para ser más deseada por los hombres. De hecho me consta que nunca tuvo orgasmos con hombres y con su marido hacía mucho que no mantenía relaciones. ¿Con mujeres? No lo sé de cierto. Una vez quiso enrollarse conmigo. No, no me lo pidió explícitamente, menos mal. Estaba muy colocada, pastillas creo. Pasamos varias horas hablando, hablaba ella sobre todo, un discurso deslavazado entre lloros y risas, carrusel emotivo. En un par de momentos estuve tentada, habría sido interesante quizá. Fue unos meses antes de su muerte, pobre chica.
Quería ser la más grande sex-symbol francesa, una nueva Brigitte Bardot. No fui yo quien la indujo a operarse y mucho menos a implantarse esas prótesis exageradas. Pero la apoyé, sí, porque la amaba. Llegaré a lo más alto, me decía, llegaremos juntos, le aseguraba yo. Fue un trabajo de equipo, cinco años durísimos durante los que gestamos a Lolo. Estábamos creando, aventurándonos más allá de los límites probados de la cirugía, ensayando nuevas técnicas con la ayuda de ingenieros. Una vez transformada, había que recoger los frutos. Cine, televisión, música ... Era lo que Eve quería. Yo sólo estaba a su lado.
Me han tildado de provocador desde el principio, como si fuera un pecado. El arte es provocación, por eso el arte es revolucionario. Lolo me pareció una sublimación artística, me fascinó nada más verla. Repase la larguísima historia de la representación de la mujer, la construcción simbólica de la imagen femenina desde el paradigma falocrático. Con la radical reconversión de su cuerpo, Lolo dinamitó heroicamente los valores ideológicos machistas de la mujer-objeto. Se convirtió ella misma en el símbolo, pero deconstruido, de modo que desvelase toda su miserable carga de opresión, igual que han hecho siempre los buenos caricaturistas, Daumier en el XIX o los expresionistas alemanes. Era una pin-up posmoderna, el anti-símbolo absoluto, ¡Arte! Me habría gustado trabajar más con ella pero no hubo ocasión. Tuvo que pagar un precio muy alto, el más alto de todos, por su audacia, por su valentía.
Sí, yo la trataba, pero no de forma regular, con frecuencia dejaba de venir a las citas. Sufría una grave dismorfofobia, el diagnóstico era evidente, desde luego. Sin embargo, había muchos factores ocultos que deberían aflorar mediante terapia. En situaciones tan extremas como la de ella es imprescindible la colaboración de sus personas cercanas, incluso habría convenido un internamiento temporal. Esa opción la descartaron, tenía muchos compromisos, me dijeron. Naturalmente, ella no era consciente de la importancia de su patología. Tengo una depresión, una depresión muy fuerte, sobre todo en invierno. Pero tampoco él, que me pareció más manager que marido. Fui muy claro con él; intentaré que a principios de año acepte internarse, me dijo sin mucha convicción. Entre tanto, estaba el tratamiento farmacológico habitual, antidepresivos fuertes. Claro que tienen sus riesgos, y altos, pero qué otra alternativa había. Le advertí que la vigilara, que la trajera con regularidad. La última visita fue hacia noviembre del 99, creo; no hubo internamiento, desde luego. A principios de marzo murió. No me sorprendió.
Por supuesto que él la asesinó. El segundo informe forense estableció que la muerte fue por asfixia mecánica: la ahogó mientras dormía. Luego lo dejan libre por falta de pruebas, a ese cabrón que se aprovechó de mi hija desde que la conoció, la empezó a matar desde el principio. Fue él quien la empujó a esas aberraciones quirúrgicas, pero antes ya la había hecho pasar por las más vergonzosas bajezas, como prostituirla. Eve era una chica débil, fácil de corromper para alguien tan perverso. Demasiado tarde se dio cuenta la pobre de su triste estado. Tengo cartas suyas en las que nos pide perdón, en que asegura que es él quien la fuerza a ser como era, a hacer lo que hacía, que le tiene miedo. No pude ayudarla, no pudimos salvarla. Y ahora tampoco se le hace justicia.
Yo casi ni supe de ella cuando estaba viva. Me acuerdo vagamente de su aparición en el Mississipi, pero yo era entonces una cría y en realidad las imágenes me han vuelto ahora, en estos meses que llevamos investigando su vida y su obra. Miguel y yo estamos convencidos de que lo que hizo esa mujer fue una comprometida propuesta artística, devaluada por la subcultura del espectáculo, incomprendida en su época. Es de justicia reivindicarla, sacarla de ese inmerecido olvido. En Francia ya se han dado algunos pasos: se ha publicado una novela sobre ella, también una ópera. Nosotros queremos filmar un biopic, lo definimos como un artefacto audiovisual inspirado en sus últimos días. Y hacerlo en serio implica convertirse en Lolo, cirugías incluidas. Estoy dispuesta, claro, en cuanto consigamos la financiación.
Lonely girls - Lucinda Williams (Live @ The Fillmore, 2005)
me dejas estupefacto, Miroslav...
ResponderEliminarcreo que la Lolo era compatriota mía.
pues no, pero por Argentina andaba un calco, supongo
ResponderEliminarEstas historias me apenan, no me escandalizan, claro, pero tampoco las veo como símbolos de ninguna liberación individual. Son personas que sufren del mismo mal psicológico que los anoréxicos: no se quieren a sí mismos
ResponderEliminar¡ Qué bárbaro !
ResponderEliminarPor primera ves te voy a decir que no me gusta nada esto que cuentas. No me escandalizo, pero no sé dónde quieres ir a parar con una historia sórdida y, lamentablemente, bastante frecuente.
Como mucho valdría como presunta exculpación de un reo ante un tribunal. Un mea culpa.
No sabía que era francesa.La vi una vez unos segundos en la tele. Lo único que me vino a la mente fue el enfado hacia los doctores Frankenstein que hacen posibles esas montruosidades sin que les quiten su autorización profesional.
ResponderEliminarSegún Wikipedia, el marido fue condenado a 5 años de carcel por asesinato. No es que la Lolo me interesara demasiado, pero tuve que informarme un poco para poder entender tu post y su estilo redaccional.
Dante: Mujeres que se implantan mamas descomunales hay en todos los países.
ResponderEliminarLansky: Desde luego que este tipo de historias no puede simbolizar ninguna liberación individual. A mí, como a ti, también me dan pena estas personas.
Grillo: ¿A donde quiero ir a parar? A ningún lado, me temo. Te diré que el otro día vi una curiosa película de un director belga un poco chalado y anarquista (Jan Bucqoy) en la que actuaba esta mujer y me acordé vagamente de que había tenido su dosis de notoriedad en los noventa. Busqué un tiempo en internet y se me ocurrió inventarme unas breves parrafadas sobre ella de personas que estuvieron (o pudieron estar) cercanas. Pero para que veas que la sórdida y triste vida de esta mujer sigue atrayendo a friáis, te diré que el último párrafo es absolutamente verídico: hay una actriz española (Miren Ibarguren) que está dispuesta a ponerse unos implantes de esas dimensiones para recrear en una película la vida de Lolo Ferrari. Hay de todo en la viña del Señor.
C.C: Francesa, sí. Y comparto tu enfado hacia los cirujanos Frankenstein, pero parece que así están las cosas. En cuanto al marido, según las fuentes que yo he consultado, estuvo en la cárcel, en efecto, pero no se le llegó a condenar y el juicio se sobreseyó por falta de pruebas. También creo que en algún sitio leí que le tuvieron que indemnizar por el tiempo pasado en prisión.