Mundo, dice la Academia, es en primera acepción "conjunto de las cosas creadas". Mundus appellatur cælum, terra, mare et aer (se llama mundo al cielo, la tierra, el mar y el aire), decía Tertuliano. Hoy, sin embargo, se me antoja que esta acepción totalizadora ha quedado en desuso y probablemente para expresarla recurrimos mayoritariamente al término universo, aunque el original latino fuera un adjetivo que sólo tardíamente se sustantivizó para confluir semánticamente con el término mundus. Si decimos mundo entenderán que nos referimos a este planeta en que vivimos, si buscamos imágenes de esta palabra en google, la apabullante mayoría de las que aparecen son esferas terráqueas o mapamundis. No forma pues parte del mundo lo que queda al exterior de nuestro redondo hábitat. Menos ambiciosos que los latinos, hemos expulsado a los cuerpos celestes de su campo semántico; estrellas y otros planetas no son parte del mundo. Insisto en que la palabra en latín –así como sus equivalentes en las lenguas de la época y anteriores– era bastante más amplia. Baste pensar en las diversas mitologías de creación, el Génesis sin ir más lejos. En el principio creó Dios los cielos y la tierra, el mundo en suma.
Yo diría que mundo, además, tiene una connotación "material", su significado se acota a las cosas tangibles. Piedras, aguas, árboles, animales son elementos de ese conjunto de cosas creadas que es el mundo, pero no la realidad de las ideas platónicas, no los conceptos abstractos que para el griego constituían las esencias de los contingentes componentes del mundo. Que el mundo sólo incluya lo material, lo terrenal, explica la tradicional contraposición entre éste y la búsqueda de lo espiritual. Apartarse del mundo era el requisito definitorio de la vida monástica de varias religiones (heredado por el cristianismo desde sus orígenes). E incluso considerarlo como "enemigo del alma", impedimento para la salvación, junto al demonio y la carne. Esta concepción cristiana del mundo, si bien no niega el atributo de materialidad que considero parte del término desde sus orígenes, nos lleva en cambio a otra acepción más acotada que sigue vigente: el mundo es la totalidad de los hombres, la humanidad.
Esta acepción más restringida del vocablo (la quinta del DRAE) diría yo que es la más usual en la actualidad y ya era dominante en el Siglo de Oro, en contra de quienes opinan que se trata de un galicismo (es decir que la equivalencia semántica entre el monde franchute y la gente se originó en el país vecino). Corominas cita del Auto de los Reyes Magos (siglo XII) la frase "uno omne es nacido de carne, / que es senior de todo el mundo", donde –aunque con ambigüedades– se descubre que ese todo el mundo se corresponde con la humanidad. Restringiendo el significado a los seres humanos, se amplía a su vez a las sociedades que forman, y por eso tiene sentido que no haya sólo un mundo, sino tantos como entornos sociales. Hablamos así del primer, segundo y tercer mundo, por referencia al grado de desarrollo; decimos también "el mundo de la política", "del cine", "del hampa", etc, aludiendo a entornos ocupacionales; y así podría seguir hasta la extenuación. El mundo son pues las personas y también las condiciones ambientales (sociales) en que desarrollan sus vidas (octava acepción del DRAE). Al final, habría tantos mundos como individuos: "ése vive en su propio mundo". Y en una última vuelta de tuerca se llega a negar la que antes dije que me parecía una cualidad definitoria del vocablo original, porque ya el mundo no son las cosas materiales, sino más bien las intangibles, lo que culmina en el mundo interior, ese vaporoso batiburrillo de chispazos neuronales que conforma nuestras conciencias.
Esta evolución semántica de la palabra mundo a la que brevemente me he asomado omite en cambio uno de los significados originales del vocablo latino, absolutamente extinguido en la palabra española (y supongo que también en sus equivalentes romances). Mundus significaba también en latín "limpio, puro, elegante"; se trata de un adjetivo, ciertamente, pero también hay un verbo (mundo, mundare) que significa limpiar o purificar, e incluso como sustantivo mundus se refería en Roma a cualquier objeto de aseo o de adorno (en especial, los de las mujeres). Esta doble significación de un mismo vocablo provenía directamente del griego, del término κόσμος (cosmos). Naturalmente, como siempre ocurre cuando escarbamos en las raíces del lenguaje, no se trata de una casualidad. El mundo en la cultura grecolatina no era simplemente el entorno físico que les rodeaba, sino un sistema ordenado, armónico, bello en suma. Es más, parece que el significado que hoy le damos a mundo es una extensión del adjetivo; podría decirse que κόσμος pasó a significar cosmos porque se entendía como el paradigma del orden. Claramente se ve en esta extensión semántica la influencia del pitagorismo (Plutarco nos dice que fueron los pitagóricos quienes empezaron a usar el vocablo para referirse al mundo), tan convencidos de que las matemáticas estaban en los principios de todas las cosas. Si así hubiera sido, habremos de datar el origen de la actual acepción del vocablo en la Grecia del siglo V antes de Cristo.
Dije antes que esta acepción primigenia del cosmos griego y del mundus latino se ha perdido en la palabra romance, pero no es del todo verdad. Ciertamente mundo nada tiene que ver con limpio u ordenado, pero la raíz etimológica no se perdió sino que dio origen desde los primeros pasos del romance a otra palabra ya claramente distinta que, en castellano, es mondo. Mondo es limpio y de ahí también pelado (despojado de pelo o, metafóricamente, de dinero); además –tal como nos informa Corominas– con el matiz moral de puro en las Glosas altomedievales de San Millán y de Silos. Para mí que cuando van formándose las lenguas romances, en una época de casi completo dominio ideológico del cristianismo, ya no podía admitirse la optimista concepción pitagórica; por el contrario, el mundo era malo, desordenado por el pecado, uno de los enemigos del alma y obstáculo para la perfección. De ahí –pienso yo– la separación en dos vocablos de los dos significados, la ruptura a través del lenguaje del pilar del pensamiento pitagórico (quien, dicho sea de paso, nunca fue santo de devoción de la Iglesia). El mundo pasaba a ser algo inmundo, adjetivo del mismo origen etimológico y que, significativamente, tiene en la actualidad mucho más uso que mondo (mundus), del que deriva. Y es que hoy pocos considerarían el mundo (en la acepción de sociedad humana) como algo limpio, ordenado, bello. Lástima; si Pitágoras levantara la cabeza ...
Esta acepción más restringida del vocablo (la quinta del DRAE) diría yo que es la más usual en la actualidad y ya era dominante en el Siglo de Oro, en contra de quienes opinan que se trata de un galicismo (es decir que la equivalencia semántica entre el monde franchute y la gente se originó en el país vecino). Corominas cita del Auto de los Reyes Magos (siglo XII) la frase "uno omne es nacido de carne, / que es senior de todo el mundo", donde –aunque con ambigüedades– se descubre que ese todo el mundo se corresponde con la humanidad. Restringiendo el significado a los seres humanos, se amplía a su vez a las sociedades que forman, y por eso tiene sentido que no haya sólo un mundo, sino tantos como entornos sociales. Hablamos así del primer, segundo y tercer mundo, por referencia al grado de desarrollo; decimos también "el mundo de la política", "del cine", "del hampa", etc, aludiendo a entornos ocupacionales; y así podría seguir hasta la extenuación. El mundo son pues las personas y también las condiciones ambientales (sociales) en que desarrollan sus vidas (octava acepción del DRAE). Al final, habría tantos mundos como individuos: "ése vive en su propio mundo". Y en una última vuelta de tuerca se llega a negar la que antes dije que me parecía una cualidad definitoria del vocablo original, porque ya el mundo no son las cosas materiales, sino más bien las intangibles, lo que culmina en el mundo interior, ese vaporoso batiburrillo de chispazos neuronales que conforma nuestras conciencias.
Esta evolución semántica de la palabra mundo a la que brevemente me he asomado omite en cambio uno de los significados originales del vocablo latino, absolutamente extinguido en la palabra española (y supongo que también en sus equivalentes romances). Mundus significaba también en latín "limpio, puro, elegante"; se trata de un adjetivo, ciertamente, pero también hay un verbo (mundo, mundare) que significa limpiar o purificar, e incluso como sustantivo mundus se refería en Roma a cualquier objeto de aseo o de adorno (en especial, los de las mujeres). Esta doble significación de un mismo vocablo provenía directamente del griego, del término κόσμος (cosmos). Naturalmente, como siempre ocurre cuando escarbamos en las raíces del lenguaje, no se trata de una casualidad. El mundo en la cultura grecolatina no era simplemente el entorno físico que les rodeaba, sino un sistema ordenado, armónico, bello en suma. Es más, parece que el significado que hoy le damos a mundo es una extensión del adjetivo; podría decirse que κόσμος pasó a significar cosmos porque se entendía como el paradigma del orden. Claramente se ve en esta extensión semántica la influencia del pitagorismo (Plutarco nos dice que fueron los pitagóricos quienes empezaron a usar el vocablo para referirse al mundo), tan convencidos de que las matemáticas estaban en los principios de todas las cosas. Si así hubiera sido, habremos de datar el origen de la actual acepción del vocablo en la Grecia del siglo V antes de Cristo.
Dije antes que esta acepción primigenia del cosmos griego y del mundus latino se ha perdido en la palabra romance, pero no es del todo verdad. Ciertamente mundo nada tiene que ver con limpio u ordenado, pero la raíz etimológica no se perdió sino que dio origen desde los primeros pasos del romance a otra palabra ya claramente distinta que, en castellano, es mondo. Mondo es limpio y de ahí también pelado (despojado de pelo o, metafóricamente, de dinero); además –tal como nos informa Corominas– con el matiz moral de puro en las Glosas altomedievales de San Millán y de Silos. Para mí que cuando van formándose las lenguas romances, en una época de casi completo dominio ideológico del cristianismo, ya no podía admitirse la optimista concepción pitagórica; por el contrario, el mundo era malo, desordenado por el pecado, uno de los enemigos del alma y obstáculo para la perfección. De ahí –pienso yo– la separación en dos vocablos de los dos significados, la ruptura a través del lenguaje del pilar del pensamiento pitagórico (quien, dicho sea de paso, nunca fue santo de devoción de la Iglesia). El mundo pasaba a ser algo inmundo, adjetivo del mismo origen etimológico y que, significativamente, tiene en la actualidad mucho más uso que mondo (mundus), del que deriva. Y es que hoy pocos considerarían el mundo (en la acepción de sociedad humana) como algo limpio, ordenado, bello. Lástima; si Pitágoras levantara la cabeza ...
Feo mundo inmundo - Luis Eduardo Aute (El niño que miraba el mar, 2012)
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ResponderEliminarTras tu erudito repaso viene tu Interesante hipótesis (hablo de tu último párrafo). Lo contrario de mundo/mondo en cuanto a limpio sería inmundo (inmondo), pero lo contrario a mundo como ordenado, sería el caos, lo que existía antes del acto creador. El caos, del griego Χάος parece que deriva del protoindoeuropeo y significaría hueco o abierto. Caos, en lenguaje popular y hasta la aparición de la ciencia del caos, significaba también impredecible, en realidad ese significado se ha desviado al término desorden, en tanto que caos agruparía hoy los fenómenos deterministas pero aperiódicos y muy sensibles a las condiciones iniciales o de partida. El origen de la vida, sin ir más lejos y su evolución posterior en el planeta. El que las palabras vayan variando de significado o adquiriendo otros es consubstancial con el lenguaje, eso es obvio, pero también con la evolución del estado de los conocimientos de la época.
ResponderEliminarBastante patidifuso me ha dejado este estupendo buceo tuyo por las etimologías del mundo y del cosmos. No tenía ni idea de este segundo significado de "mundo", y pensaba que la coincidencia formal entre "mundo" e "inmundo" era eso, mera coincidencia casual.
ResponderEliminarR. Montblanc: Así que fisis ... Habría que investigar si etimológicamente se relacionaba con cosmos. Supongo que la palabra que propones será anterior a la acepción usual de cosmos, hasta que llegó Pitágoras.
ResponderEliminarLansky: "Mi" hipótesis (como la llamas) es bastante modesta, casi la constatación de un hecho: la de que una misma palabra se separó en dos al pasar al romance y tan sólo se me ocurre que debió ser porque la doble acepción ya no le parecía aceptable a la cultura cristiana. Que lo que nosotros llamamos mundo los griegos (y por imitación luego los romanos) lo consideraran un sistema ordenado parece que queda suficientemente atestiguado en el uso de una sola palabra, lo cual, naturalmente, se debe –como bien dices– a su estado de conocimientos. El caos (también palabra griega que nos ha llegado sin pasar por el latín) era ciertamente el desorden primigenio (de él nace Urano, si no recuerdo mal). Sería interesante averiguar si caso generaba en griego/latín un adjetivo antónimo de cosmos/mundus.
Vanbrugh: Pues ya ves. Lo cierto es que yo tampoco sabía que existía tan estrecha relación etimológica. Pero el otro día, al ver juntos ambos vocablos (mundo inmundo) se me ocurrió plantearme si la coincidencia sería algo más que casual. Y resultó este post.
Lo más gracioso es que el Papa Juan Pablo II le afeaba al busdismo considerar al mundo malo:
ResponderEliminarhttp://asiabudayrollitosprimavera.blogspot.com.es/2008/09/juan-pablo-ii-en-el-umbral-del-budismo.html