– Hoy, queridas amigas, vamos a hablar de una profesión de rabiosa actualidad que a muchas de nosotras, estoy segura, nos apasiona: la de personal shopper. Para hacerlo, nos acompaña una mujer extraordinaria, Gaby de Olaizola, executive consultant del prestigioso Fashion Atelier de Madrid. Bienvenida, Gaby.
– Buenos días, Mariló. Encantada de estar en tu programa.
– Para empezar, querida Gaby, ¿por qué no nos explicas qué hacéis las personal shopper?
– Antes de nada, si me lo permites Mariló, tengo que corregirte porque creo que es importante que tus oyentes no se formen una idea falsa. Personal shopper es una profesión tan válida para mujeres como para hombres.
– Bueno, bueno. ¿Acaso no predominan mayoritariamente las mujeres en tu profesión? Yo pienso –perdona que sea tan clara pero acostumbro a no plegarme a lo "políticamente correcto"– que el buen gusto, el detallismo, la capacidad de escuchar y tantas otras habilidades tan necesarias para ser personal shopper son mucho más propias de las mujeres que de los hombres. No digo que no haya algunos hombres que también las posean, que sean más femeninos, ya me entiendes. No me parece que a estas alturas, después de tantos siglos de opresión, las mujeres tengamos que disculparnos por reivindicar la feminidad, por reclamar ámbitos casi exclusivos en el sistema laboral, máxime cuando se les reconoce el prestigio que está adquiriendo éste al que te dedicas. Pero dejemos este asunto y disculpa, que reconozco que me subleva un poco. Si no te importa, cuéntanos cómo es tu trabajo que es lo que nuestras oyentes quieren escuchar.
– Pues básicamente de lo que se ocupa una personal shopper es de asesorar al cliente en cuanto a su imagen. A mí me gusta decir que nuestro cometido es conseguir sacar lo mejor de él o de ella, lograr que se vea radiante y especial; antes de nada a sí mismo, lo cual supone en el fondo afianzar su aplomo y autoestima.
– Me encanta. Así que no sois simplemente unas empleadas que le hacen las compras al jefe que no tiene tiempo ...
– Bueno, Mariló, ése es un error muy frecuente porque, al fin y al cabo, así se traduce los de personal shopper y, si mi apuras, hay que reconocer que también es verdad que cuando nació la profesión, allá en los ochenta en Nueva York –que mira que ha llovido, para que algunos digan que somos unos recién llegados– pues era para eso, para hacerles las compras a los ejecutivos con agendas imposibles. Y seguimos haciéndolas, no te vayas a creer. Pero se trata sólo de uno de nuestros servicios, para nada el trabajo completo.
– Entonces, Gaby, ¿sería correcto decir que, igual que un publicista se ocupa de presentar un producto con la mejor apariencia posible, vosotras hacéis lo mismo con las personas?
– Al decirlo así recurres a términos que suelen entenderse en sus connotaciones más negativas. Cuando hablamos del marketing o de la publicidad, pensamos que se trata de engañar para vender, para ganar dinero; cuando hablamos de apariencias, creemos que es algo falso que no refleja la esencia, lo que de verdad es una cosa o, en nuestro caso, una persona ...
– Ya conoces el refrán: las apariencias engañan ...
– Sí claro, una perfecta tontería, un tópico que ha hecho mucho daño y que, como la historia se ha encargado de demostrar hasta la saciedad, es completamente falso. Somos lo que mostramos, porque la esencia del ser humano se proyecta hacia el exterior. Eso no quiere decir que lo que llamamos nuestra apariencia sea de lectura evidente. La expresión de lo que somos, la construcción de nuestra apariencia, es algo que requiere conocimiento, esfuerzo y ahí es donde entramos los profesionales. Quizá te suene un poco rimbombante pero te diría que conseguir hacer adecuadamente legible nuestra personalidad es probablemente el primer cometido de toda persona, porque sólo así "llega a ser".
– Chica, te veo muy filosófica, no vayas a asustar a las oyentes ...
– Bueno, Mariló. Ésta es una profesión que, aunque no cuente todavía con una carrera universitaria específica, bebe de muchas disciplinas académicas. Yo, por ejemplo (y no creas que soy una excepción) me licencié en psicología y tengo varios másters; en filosofía, semiótica, fashion marketing, etc. Creo que es importante acabar de una vez con esa idea de que somos niñatas frívolas con afición al shopping. Pero, para recuperar el que creo que debería ser el mensaje principal y recurriendo como has hecho tú a los refranes, a mí el que me gusta es ése de que la cara es el espejo del alma. Si lo formulamos con más propiedad diríamos que la apariencia es el espejo de lo que somos. Ayudar a cada persona a que su espejo sea lo más fiel posible es nuestra función. Fíjate qué importante. Porque, que nadie se equivoque, a través de ese espejo no sólo te ven los demás, sobre todo te ves tú misma. Decían los griegos que el primer deber del ser humano es conocerse a sí mismo. Y yo, permíteme la inmodestia, añado que somos lo que creemos ser. Es decir, que ayudamos a que alguien sea, a que crezca su ser, a que progrese en la búsqueda de su plenitud como persona. En fin, perdona el rollo.
– En absoluto, Gaby, en absoluto. Me parece interesantísimo y se nota que eres una apasionada de tu profesión y además una mujer muy preparada. Creo que tus palabras son muy eficaces para desautorizar a quienes tildan la profesión de frívola, incluso de dañina en términos sociales. Tengo aquí delante un artículo de un conocido personaje público, representativo de lo que llamo izquierdismo trasnochado, en el que os califica de corifeos del peor consumismo, corruptores del alma humana al servicio del capitalismo más decadente.
– Hay que respetar todas las opiniones, desde luego, aunque no las compartamos. Es significativo, sin embargo, que este señor diga lo que dice cuando me consta que es cliente de una compañera y buena amiga mía. Lo cual conviene señalarlo, no como argumento ad hominem sino para hacer notar que hasta para defender que la apariencia es baladí, que –usando sus propias palabras– preocuparse por ella es la más vil concesión al capitalismo deshumanizador, una persona necesita construirse una imagen. Y –fíjate qué ironía– recurre a uno de los profesionales a los que tanto denigra.
– No me digas. Este hombre –entenderán las oyentes que no diga el nombre; cualquiera avisada puede fácilmente descubrirlo– tiene personal shopping. Qué sorpresa. Y qué desfachatez.
– Lo negará si se le pregunta, Mariló, no lo dudes. Y mi compañera no podrá corroborar lo que digo porque, al igual que todas las profesiones que atañen al alma humana, que afectan a lo más íntimo de la persona, la nuestra exige absoluta confidencialidad, somos una especie de confesores. Pero bueno, no es más que una anécdota intrascendente, una entre muchas análogas.
– Volviendo pues al tema y enlazando en cierto modo con las críticas de este señor. ¿Acaso no es verdad que vuestras tarifas son muy caras y que, por tanto, vuestros clientes siempre son individuos de alto poder adquisitivo, representantes del estatus dirigente del capitalismo?
– Nuestras tarifas son bastante variables, atendiendo a la complejidad de cada tarea y a otros distintos factores que resultaría ahora prolijo explicar. Para que te hagas una idea, Fashion Atelier, mi estudio de asesoría de imagen, cobra una media de ochenta euros la hora por los servicios de un profesional. Ten en cuenta, que el tiempo que nuestras personal shoppers dedican al cliente no es sólo el que están a su lado; casi otro tanto se va en trabajos específicos para personalizar el servicio y resolver sus problemas. Además, han de estar en un proceso continuo de formación, la nuestra es una profesión de cambios incesantes que debemos conocer casi antes, te diría de que se consoliden (piensa, por ejemplo, en la volubilidad de las tendencias en moda, por ejemplo). Has de considerar por otra parte que la nuestra, como cualquier empresa, tiene unos fuertes costes fijos. Con todo esto, cualquiera que haga números verá que no se trata de un chollo: mucho trabajo (no exagero si te digo digo que nuestra jornada laboral es de catorce horas) y un sueldo que para nada es desproporcionado sino bajo diría yo: una personal shopper de mi estudio, experimentada y con alta cualificación profesional, escasamente alcanza los tres mil euros mensuales.
– Vale. Pero estarás de acuerdo conmigo en que no todo el mundo puede gastarse 240 euros en tres horas de compras guiadas u otro tanto por un estudio del armario, por citar dos servicios que aparecen en vuestra web.
– No te voy a negar, Mariló, que nuestros clientes son personas de dinero, aunque no creas que de tanto nivel adquisitivo como se piensa. En la actualidad podríamos decir que quienes requieren estos servicios son mayoritariamente de clase media alta, no propiamente de clase alta, porque éstos cuentan ya entre sus empleados sus propios personal shoppers. Justamente, que nuestra profesión se esté afianzando como tal, que podamos animar ahora (y aprovecho esta invitación tuya para hacerlo) a chicas jóvenes para que se formen en este mundo, se debe precisamente a que la demanda se ha extendido y cubre un espectro social más amplio, no limitado exclusivamente a eso que se llama la high society.
– Ya, pero siguen siendo unos servicios minoritarios, ¿no es cierto?
– Cada vez menos, cada vez menos. Pasa como con casi todo. Los coches, por ejemplo, al principio sólo eran accesibles a los muy ricos y hoy es un bien de consumo normal. No descartes que poco a poco la sociedad vaya considerando estos servicios como algo normal y generalizado. En mi opinión, si como ya he explicado, tenemos por misión ayudar al desarrollo personal, es natural prever que nuestra labor vaya progresivamente considerándose como una necesidad social, análoga, por ejemplo, a las consultas de los psicólogos que cubre la seguridad social y, por tanto, accesibles a cualquiera.
– Visto así, desde luego, se abren unas amplias perspectivas que sin duda tienen que estar interesando mucho a nuestras oyentes. Estamos conversando, queridas amigas, con Gaby de Olaizola. No se vayan que continuaremos tras unos breves minutos de publicidad.
Enamorado de la moda juvenil - Radio Futura (Música Moderna, 1980)
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ResponderEliminarJaaaa!
ResponderEliminarOyendo lo que preguntas y cómo lo haces me recuerdas a Mariló Montero, esa que va metiendo un dedo en el ojo a todo quisque y a menudo mete la pata hasta las ingles.
¿No es parecida esta 'profesión' de personal shopper a la de los decoradores? Me refiero a esos que le componen la casa a una gran mayoría de snobs.
Quienes de verdad tienen enntrenadores o asesores continuos son los políticos; los nuestros y los del mundo entero: qué ropa ponerse en cada ocasión, a dónde dirigir la mirada, qué postura adoptar estando simplemente parados o cuando discursan, que peinado hacerse, etc.
Lamentablemente tu entrevistada Gaby tiene razón y se diría que casi todos tienen (tenemos?) dos personalidades: la que se adopta en público y la que nos reservamos para estar en casa, solos y tranquilos. ¿no?
Lansky. Pues no sé, porque si se quedó mona ... O a lo mejor eso era lo que quería su personal shopper, En fin, que no me queda claro si compartes las tesis de Gaby; intuyo que no, ¿o acaso sí?
ResponderEliminarGrillo: Hasta este comentario tuyo no tenía ni dea de quién era Mariló Montero (acabo de buscarla en la red y ya sé de quien hablas; mi incultura televisiva empieza a preocuparme). En cuanto a la entrevista, como bien habrás adivinado, es mera ficción con lo cual cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, etc, etc. Tan sólo he inventado dos personajes femeninos que supongo que toman de mi subconsciente referencias a algunos reales para convertirse en caricaturas más o menos arquetípicas. De más está decir que ni Mariló (la que hace las preguntas) ni Gaby (la personal shopper) tienen nada de mí. Supongo, en todo caso, que habrás captado la intención del post.
Claro que lo he captado Miros. La duda ofende.
ResponderEliminarYo veo mucha tele. Es un entretenimiento estupendo para jubilados. Tele, libros, blogs, los muy variados y entretenidos programas del satélite: viajar, historia, inventos, guerras, animales, subastas, la CIA o el FBI , salud, etc. etc.
[Ya verás mi siguiente post. Es un hecho real, como siempre, sobre un rodaje que tuve que hacer con Lola Flores...]
Ni te imaginas Miros, la cantidad de personal trainers que encontré anoche en la Red, casi todo mujeres y para los asuntos más inverosímiles.
ResponderEliminarComo jubilado me permito ver tanta tele como me apetece: soy, por ejemplo, un 'marujo' de concursos y programas desfachatados. Me parto de risa. Lo que pasa es que me harto muy pronto y entonces me pongo a leer o escribir.
Y como soy muy insomne, acabo pasándome al satélite y veo programas excepcionales sobre Historia, guerras, descubrimientos científicos, extraterrestres... FBI, CIA, nuevos armamentos, estudios comparados de televisión, últimas técnicas de mercadeo, etc. etc. Estoy suscrito a un centenar (sic) de ellos.
Ahora bien: cuando estaba en activo podía estar semanas sin ver la tele, o solo veía los telediarios. Y en mis insomnios preparaba presupuestos o tomaba nota de asuntos pendientes.
Hay quienes dicen que la tele estupidifica... Ellos sabrán. A lo mejor llevan dentro un gen propenso a la estupidez o no saben cuando desenchufarla. Sé de algunos así. Tele y radio: dos medios de comunicación agilísimos Y de gran inmediatez hoy día. La lectura ha quedado ya como hobby o placer. Lo otro es ESTAR AL DÍA.
Leo y releo tu post y creo entender lo poco fácil que debe ser para un hombre escribir como lo haría una mujer; o como DOS mujeres. Lo pienso y lo primero que tendría que hacer es ver y analizar cómo piensan lo que escriben las mujeres, ya sea una nota, una carta o un artículo periodístico.
ResponderEliminarPersonalmente creo que se me vería el plumero si lo intentara.
O bien hay que conocer bastante bien el alma femenina y meterse en ese coco. He visto pocos humoristas o caricatos televisivos que lo hagan bien - siempre a mi entender. Y no te doy nombres porque es obvio que ves poca tele y te pasaría como con la Mariló esa que te he mentado.
Te diré que viendo eso que llaman 'la caja tonta' se hace uno una idea especular bastante aproximada de los gustos y el nivel cultural del país. Y eso pasa en España,en Inglaterra, Italia o en la aburridísima televisión sueca de hace años, donde no había publicidad y, encima, el Gobierno tenía muy encorsetado lo que se podía o no decir ni exhibir.
[Seré sanamente indiscreto: si ese V. que anda mal de salud es el bloguero que imagino me permito desearle pronta y fácil curación. Eso sí que es importante.]
A mí la entrada me ha hecho gracia, aunque eso sí: la imagen no la ha inventado el capitalismo, al fin y al cabo, la ha popularizado. En las novelas picarescas, un truhán siempre intenta adoptar normas señoriles y aparentar lo que no es, y es siempre castigado por ello. Tenía su mensaje clasista, pero es que hoy en día lo que se prodiga no es "soy quien soy y seré otro si me esfuerzo"; sino "Yo lo molo".
ResponderEliminarDe hecho, tu compradora personal se parece a ese adalid de la autoayuda llamado Pablo Conejo con esta declaración:
"Y yo, permíteme la inmodestia, añado que somos lo que creemos ser. Es decir, que ayudamos a que alguien sea, a que crezca su ser, a que progrese en la búsqueda de su plenitud como persona."
La leyenda personal, ni más ni menos.
P.D: Me voy un día y me encuentro con que algunos comentarios han sido borrados, por lo que no me puedo hacer una imagen exacta de qué puede haber ocurrido, pero me parece mal.
Ozanu, yo tampoco me hago una imagen exacta de lo que ha ocurrido pero sí aproximada. Los tres comentarios borrados lo han sido por su autor; como llegan a mi correo, los he podido leer. El primero es inocuo y se refiere al post. El segundo es críptico y parece que motivó que otro comentarista se diera por aludido y contestara con otra alusión. El tercer y último comentario es otra réplica.
ResponderEliminarNo encuentro razón para que se haya iniciado este cruce de comentarios, que en todo caso no me gustan. Por eso, he procedido a borrar el del segundo interviniente, con lo que dejo las cosas como si nada hubiera ocurrido en esta casa que imagino es lo prefieren ambos (por eso, deduzco, el primero de ellos ha borrado sus comentarios, incluyendo el primero que no sé por qué).
Miroslav, lo que respondes a Ozanu es cierto y correcto. Lo has imaginado muy bien. Lamento haber sido una parte de esos aludidos y entiendo que no te gusten esas bobadas en tu blog a propósito de un post por lo demás bien simpático.
ResponderEliminarPienso que debo excusarme e intentar mayor morigeración a la hora de comentar aquí y en blogs ajenos - aunque este brevísimo rifirrafe me parece pueril y nada trascendente.
No sé sin con la entrada de la primavera se alteran las sangres y hay un ligero desconcierto. En mi kiosko han entrado algunos trolls. Lo peor es que no sean graciosos, por lo demás me tienen sin cuidado. Nunca me han inquietado los comentarios anónimos (o firmados)aunque pudieran tener su pizca de razón, porque casi todo lo pensable y decible de modo especulativo admite diferentes puntos de vista.
Eran los mios comentarios sin importancia, Miros, y ya los leyó, pero por cortesía para Ozanu, repetiré mucho mas brevemente que a mi juicio no hay que disculparse de” incultura” televisiva, puesto que en una abrumadora gran parte es pura basura la oferta, y que no predispone precisamente para mayores placeres intelectuales; creo recordar que mencionaba que leer compulsivamente novela rosa u otras de igual índole no conduce a la lectura de Sterne o de Mann. Y, por otro lado, que no se trata exactamente de elitismo, en su vertiente peyorativa, sino de una mínima supervivencia frente a esa abrumadora invasión de contenidos idiotas, y citaba la pintada del mayo del 68 de que “cien mil millones de moscas no pueden equivocarse: ¡come mierda!” Y claro, los que no queremos comerla muchas veces no encontramos otras cosas en el menú de las televisiones, al menos las generalistas, benditas sean la HBO o el canal Arte. Y disculpa, Ozanu. Mis disculpas a los dos. El otro asunto lo ignoraré de ahora en adelante, pues está claro que es la mejor actitud.
ResponderEliminarBueno, sólo lo dije porque no se entendían las réplicas del todo. No pasa nada. Decía George Steiner, a propósito, que toda gran cultura tenía gran basura.
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