¿Cuándo empezó el ser humano a hacer música? Supongo que casi desde siempre; es decir, desde que es humano, hito difícil de precisar en un proceso evolutivo. Habría, claro, que aclarar que entendemos por música pero, a estos efectos, me imagino a alguno de los primeros sapiens entonando una melodía rudimentaria y, a lo mejor, sorprendiéndose agradablemente y corriendo a repetírsela a los colegas del clan. En todo caso, hay constancia de la extensión de la música durante el paleolítico así como del empleo de numerosos objetos para crearla (básicamente de percusión, para dar la base rítmica). Se han hallado raspadores, por ejemplo, que se usaron hace 40-50.000 años, y casi tan antiguas son dos flautas –una de marfil de mamut y otra de hueso de buitre leonado– encontradas recientemente en la cueva Geißenklösterle, en Alemania. Algo más tardíos –unos 15.000 años– pero más variados son los instrumentos hallados en Mizyn (Ucrania), la mayoría de huesos de mamut decorados con ocre: tambores, maracas, flautas. Ya con el sedentarismo y las primeras grandes culturas de la Antigüedad se empiezan a fabricar instrumentos cada vez más complejos y específicos. En Mesopotamia y Egipto (en el IV milenio aC) la música adquiere un alto prestigio, vinculada al poder y a la religión. Los chinos son probablemente quienes desarrollaron más la faceta teórica y sistematizadora, que desde el empirismo se fue imbricando en concepciones filosóficas y simbólicas. En Grecia, la música es ya omnipresente en la vida social (la palabra, por cierto, proviene de su idioma y englobaba tanto la poesía y la danza como la música propiamente dicha) y desarrollan multitud de instrumentos: la lira y la cítara los más importantes, pero también el arpa, el aulos, los krotala (castañuelas), los címbalos, el sistro, el tympanon /tipo de tambor o pandereta que se tocaba con la rodilla) ...
A medida que los humanos iban acotando qué era música (y qué no lo era) y construyendo instrumentos para hacerla, fueron también desarrollando el afán ordenador al respecto. Por lo visto, el esquema más antiguo fue chino, que clasificaba los instrumentos según el material de que estaban constituidos (metal, piedra, arcilla, cuero, seda, madera, calabaza y bambú). En Occidente, en cambio, el factor que pronto (o sea, con los griegos) pareció más relevante fue la forma en que el instrumento producía el sonido. En esa tradición, y con intención de obtener un sistema universal que pudiera encajar todos los instrumentos conocidos y los que estarían por conocer, los musicólogos Erich Von Hornbostel y Curt Sachs –por cierto, ambos judíos y ambos expulsados del III Reich a principios de los treinta– publicaron en 1914 en la Zeitschrift für Ethnologie un sistema clasificatorio dividido en cuatro grupos principales según el elemento vibrante que produce el sonido: aerófonos (lo que vibra es una columna de aire), cordófonos (cuerdas), idiófonos (vibra el instrumento en su totalidad) y membranófonos (una membrana tensa); en 1920, Sachs añadió el grupo de los electrófonos (sonidos producidos por medios electrónicos), supongo que a partir del para la época alucinante invento del Theremín, con las entonces novedosas válvulas de vacío (casi cien años después, yo al menos sigo admirándome con esos cacharros; véase el video adjunto).
La clasificación Hornbostel-Sachs es una adaptación del sistema décimal Dewey, bien conocido por todos los que hemos frecuentado bibliotecas. Mediante la progresiva subdivisión jerárquica (estructura en árbol) se van individualizando los instrumentos de modo que, en teoría, cualquiera de los que el hombre ha usado (o podría inventar en el futuro) encuentra un encaje preciso. Por ejemplo, el grupo 3 de los cordófonos –instrumentos cuyo sonido es emitido por la vibración de una cuerda– tiene un segundo subgrupo, el 32, constituido por los cordófonos compuestos, en los que la caja de resonancia forma parte inseparable del instrumento; a su vez, la siguiente primera subdivisión, código 321, corresponde a los laudes, caracterizados porque el plano de las cuerdas es paralelo a la superficie del resonador; se vuelve a subdividir y el código 321.3 es para los laudes con mango; más todavía y tenemos el 321.32 para los laudes de cuello (el mango se une a la caja de resonancia por un cuello); un paso más para el 321.322, cuando el cuerpo es una caja. Todavía a este grupo de sexto nivel de pormenorización se le añade un sufijo para indicar cómo se hacen vibrar las cuerdas; el 5, por ejemplo, procede cuando se tocan con la mano o los dedos desnudos. Así pues, el código 321.322-5 comprende las guitarras, pero también ukuleles, banjos, violas, vihuelas, tiples, cuatros, charangos ... El sistema ha ido perfeccionándose y cuenta con abundantes revisiones (la última, la del proyecto MIMO, una base de datos online europea que informa en la actualidad sobre 54.076 instrumentos: muy recomendable para curiosear). No obstante, existen algunos extraños y recientes instrumentos que no tienen cabida en la sistemática. Aún así, la Hornbostel-Sachs sigue siendo la clasificación de referencia, si bien vale para lo que vale: permitir un registro sistemático de los instrumentos musicales desde criterios homogéneos que, al menos teóricamente, no vienen condicionados por las variables espacio-temporales, de modo que pueden servir como referentes comunes en los estudios etnomusicales.
Este acercamiento a una de las herramientas metodológicas de los musicólogos se debe a que andaba leyendo sobre el skiffle británico que revolucionó la música popular de las islas durante los cincuenta. Los antecedentes hay que buscarlos en las jug bands de las primeras décadas del pasado siglo, formadas por negros que hacían música con objetos caseros de lo más diverso. Tocaban con tablas de lavar (washboard), idiófono con código 112.2: impacto indirecto mediante raspado; botellas (jugs), normalmente de vidrio, en las que soplaban, aerófono con código 421.13: flautas globulares sin aeroducto; el bajo-cubo de lavar (washtube bass) o bidófono, un rudimentario contrabajo de una sola cuerda, cordófono que parece no tener código específico; la guitarra de caja de cigarros (cigar box guitar), cuyo nombre es suficientemente explicativo, cordófono que ha de tener el código 321.322-5 que usé antes como ejemplo; la sierra musical (musical saw), lámina de acero que se toca con arco y modulando su tensión y curvatura con la mano, idiófono de fricción directa con código 131.22; mirlitones de peine y papel (comb-and-paper kazoos), membráfonos con el código 241, instrumentos en los que se hace vibrar directamente la membrana, sin que el aire pase a través de una cámara. Las jug bands también usaban algún que otro instrumento convencional, como guitarras acústicas o banjos, pero desde luego resultan mucho más interesantes esos otros. Si nos fijamos en el primer dígito de los seis artefactos caseros citados puede comprobarse que cubren los cuatro grandes grupos de la clasificación Hornbostel-Sachs: percusión, membranas, cuerdas y viento: con qué poquito se hace una orquesta que no suena nada mal.
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Hay paleoantropólogos que consideran que la música es incluso anterior a la palabra y sería, pues,el primer lenguaje
ResponderEliminarY muy probablemente aquella ayudó a modular a este.
EliminarNo lo sé, quizá. Pero el reciente hijo de una amiga, que todavía no articula palabras, de vez en cuando tararea.
EliminarMuy interesante la entrada. ¡Menudos artilugios!
ResponderEliminar¿A que sí?
EliminarPues es más célebre la división en tres grupos: viento, cuerda y percusión. Un caso más de clasificaciones populares algo anticuadas.
ResponderEliminarViento, cuerda y percusión es también la base de la Hornbostel-Sachs: aerófonos, cordófonos e idiófonos. Pero lo interesante de ésta son las sucesivas subdivisiones.
EliminarNo dejaría de ser precioso que el primer 'instrumento' de los humanos no fuera un arma, un hacha de piedra, sino un instrumento musical, una flauta de hueso. Eso nos salvaría de alguna forma.
ResponderEliminarSería bonito, sí. Lo malo es que probablemente el último será un arma :(
EliminarEn último momento, un arma no acompaña. Una guitarra, sí :-)
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