De pronto suena una canción, llega por casualidad, y me trae tiempos pretéritos. Recuerdos de hace treinta años, se dice pronto. Nada extraño, parece. Dicen que a medida que avejentamos con más frecuencia la memoria se empeña en abrir archivos remotos. Y también con más frecuencia nos complacemos en degustarlos, relamerlos una y otra vez, gastar el presente en el pasado. En unos añitos seré el abuelete típico con sus batallitas eternamente repetidas, impermeable a lo que sucede en el tiempo real. ¿Alzheimer? Bueno, tampoco es para tanto; de momento, pequeños recreos de ternura.
No sé si con todos, pero en mi caso es la música el más efectivo catalizador de estos flash-backs mentales. Normalmente son canciones que no escucho desde hace muchísimo y que, sin embargo, eran la banda sonora omnipresente de la época rememorada. De pronto, ahora, suena uno de aquellos temas y mi cerebro se acopla a la melodía anticipando en exacta sintonía las notas que van a sucederse. Pero los recuerdos activados no son de cualquier tiempo sino los de mi "década prodigiosa" (calificativo desde la nostalgia más ñoña), entre el 76 y el 86 más o menos. Obviamente, fueron los años en que con más apasionamiento me volcaba en los descubrimientos, y los musicales ocuparon puestos preponderantes.
Ayer por la noche, el culpable de un buen rato de autocomplacencia ensoñadora fue Jim Croce, un cantautor italoamericano –convertido al judaísmo por vía conyugal– que en su efímera carrera grabó un buen puñado de agradables baladas con un cierto regusto country. Sus composiciones son bastante agradables y de hecho, durante los primeros setenta, alcanzó buenos resultados comerciales en Estados Unidos. Si no se hubiera matado en septiembre del 73 en un accidente de avión con solo treinta tacos, probablemente a estas alturas tendría una obra y fama comparable a la de Jackson Browne, Cat Stevens o el propio Paul Simon. No fue así, y sólo quedan los cinco elepés que grabó (aunque los dos primeros pasaron sin pena ni gloria y casi ni se conocen).
La música de Croce no era la que yo escuchaba hacia 1985 ni luego seguí escuchándola. Si durante un tiempo estuvo muy presente en mi vida fue por culpa de –o gracias a– mi novia de entonces, Ana. Así que ayer sonó a traición el Bad, bad Leroy Brown y la imagen de Ana se me presentó, con la sucesión desordenada de escenas viejas. La oficina de Velázquez donde trabajaba en el Plan General de Colmenar Viejo, las esperas en la Escuela de Arquitectura, aparcado en mi R5 amarillo, mientras ella enseñaba los avances en su proyecto de fin de carrera, sus escapadas sin aviso a Coruña dejándome desconcertado en Madrid, las tardes en mi colchón en el suelo del pequeño piso de Chueca, donde nunca conseguí que pasara una noche entera, las angustias que no fueron tan compartidas como creí de nuestro último mes juntos ...
No volví a verla hasta diez años después, durante un viaje que hice con mi mujer por Galicia. Nos alojó en Pontevedra, en la casa de sus tíos. Rosa y ella hicieron muy buenas migas mientras que conmigo, en cambio, hubo sombras de mal rollo. Algún tiempo después vino a visitarnos a Tenerife con su pareja de entonces, un alemán que no hablaba ni papa de español. En esos días se afianzó la amistad entre las mujeres y se confirmó que no había ya ningún feeling entre nosotros. De hecho, cuando nos separamos, Rosa y Ana reforzaron su relación que no sé si se mantiene a estas alturas. En todo caso, no es esa Ana la que se vincula a Jim Croce, sino aquella veinteañera complicada –a la que quise mucho– que se empeñaba a poner casi continuamente el cassette de hora y media que llevaba siempre consigo. Y ayer, en las horas tontas del fin del domingo, esa música me la trajo de vuelta.
Hace unos meses a través de Gordon Ligthfoot llegué a Jim Croce y escuché lo que había de él en spotify pero no me enganchó tanto como Gordon Lightfoot. Efectivamente la música tiene un gran poder de evocación. Pequeños recreos de ternura... :)
ResponderEliminarGordon LIghtfoot juega en otra división, es sin duda uno de los grandes. Fíjate que Dylan lo considera su compositor favorito, dijo que no se le ocurría ninguna canción suya que no le gustara (incluso hizo una versión de Early mornin' rain en Selfportratit). Es una pena que en España apenas se le conozca, pero he comprobado que es bastante común con los músicos canadienses, de los que hay una pléyade de excelentes ejemplos. Yo he de reconocer que lo descubrí tardíamente –hacia 2000– gracias a un "box set" recopilatorio de cuatro CDs (Songbook se llama). No tengo ningun disco original suyo, pero ahí se repasa toda su carrera a través de 88 canciones.
EliminarNo sabía lo de Dylan. Conocía las declaraciones de Robbie Robertson que también es canadiense que dijo que era su compositor favorito y que deberían considerarle un tesoro nacional. Sí, de Canadá se conoce más a Celine Dion, Bryan Adams y Avril Lavigne y como dicen en South Park: " El Gobierno de Canadá ha pedido perdón en nombre de Bryan Adams en múltiples ocasiones", jajaja. Babe.
EliminarSe nota que somos de distintas generaciones musicales, Babe. Yo así, a bote pronto, los cantantes canadienses conocidos que primero se me vendrían a la cabeza serían Neil Young y Joni Mitchell. Al final, si te pones a pensar hay un buen montón, y nada malos, por cierto.
EliminarRobbie Robertson, guitarrista que fue líder de The Band está asociado a una de las más gloriosas etapas de Dylan. No me extrañaría enterarme de que fué él quine hizo las presentaciones.
Jajaja, era broma hombre, justo esos no me gustan nada y era un guiño a Shouth Park, no creo que tenga que ver con las generaciones sino con la inquietud musical, a mí también me vienen a la mente primero los que citas, Neil Young que por cierto saca disco el 29 de junio "The Monsanto Years" y la maravillosa Joni Michell", aunque he de reconocer que también me gustan, otros artistas canadienses como Alanis Morriset, Nelly Furtado, Shania Twain, Feist y Sam Roberts Band.
EliminarMi amado grupo The Band...tuve el gusto de ver el 11.08.2010 en el zoo de Seattle a menos de tres metros a Levon Helm y escucharle tocar The weight, después de eso creo que ya me puedo morir.
¡Cielo Santo, las chicas complicadas!
ResponderEliminarLas chicas complicadas, sí ... Aunque, ¿cuál no lo es?
EliminarMe hablaron bien hace tiempo de Croce. Habra que escucharlo, pues.
ResponderEliminarGordon Lightfoot tiene una gran version del tradicional "Farewell to Nova Scotia" que bien podia ser un himno oficioso de aquella region canadiense, como "Waltzing Matilda" para Australia.
Asociaba a Robertson con Canada, pero habia olvidado que tambien viene de alli (santo cielo) Celine Dion...
Caundo digo que hay gran cantidad de buenos y poco conocidos cantantes canadienses no pensaba en Celine, Antonio. Ahora me viene a la cabeza otro ejemplo, k. d. lang, cuyo álbum de 2004, Hymns of the 49th Parallel, es un muy buen homenaje a la música de su inmensa tierra natal.
EliminarEn cuanto a Croce, puedes empezar a escucharlo con el tema que acompaña el post.