Lionel Rogosin murió en diciembre de 2000 a los setenta y seis años, pero su producción cinematográfica acabó en 1974 (Arab Israeli Dialog); durante casi un cuarto de siglo, aunque continuó trabajando en diversos proyectos, dificultades financieras impidieron que ninguno llegara a materializarse. En 2005, sus dos hijos mayores, Michael y Daniel, fundaron Rogosin Heritage, con el objeto de restaurar, preservar y promover la obra de su padre. La web de Rogosin Heritage es prácticamente el único sitio en Internet dedicado al cineasta, lo que sorprende un poco dado que se le reconoce como uno de los pioneros del cine político documental norteamericano; pareciera que la figura de Lionel Rogosin es materia propicia para futuras tesis académicas. Obviamente, la web citada habla de la vida y obra de Rogosin en términos muy elogiosos. Buscando estos días más información sobre el cineasta, me he topado con la autobiografía de su ex mujer, Elinor Hart, de la cual he podido leer unos pocos capítulos completos, además de varias reseñas. En este libro (Chasing Love, a mother’s journey, 2011) se nos ofrece una version mucho menos amable de Lionel, centrada no en su faceta professional sino en su la personal. Hart y Rogosin se casaron en 1956 y se divorciaron diez años más tarde; el matrimonio, según escribe Elinor, fue completamente disfuncional y fuente de mucho sufrimiento para ella. Si bien hay que tomar con ciertas reservas lo que escribe de su marido, también es verdad que lo hace una década después de su muerte, siendo ya un mujer mayor (casi octogenaria) y motivada sobre todo para dar testimonio de la dolorosa experiencia de una madre que ha perdido a un hijo (el tercero y menor, Jonathan, que en 1982, con 19 años, se fue a la India y desapareció para siempre). Así que creo que puede ser útil referirse a lo que nos cuenta esta mujer para conocer mejor al Lionel de sus inicios cinematográficos, pues se conocieron justo cuando acababa de rodar On the Bowery.
Ocurrió a finales de 1955 en una cena benéfica a favor del Instituto Chad Weizmann; es decir, se trataba de un acto al que asistían los pudientes judíos norteamericanos y los simpatizantes a fin de recaudar fondos para Israel. Elinor Hart era también judía (probablemente el apellido no fuera el original) y por entonces una joven estudiante en Columbia que había tenido que renunciar a sus sueños de ser coreógrafa debido a una lesión. Vivía en una residencia femenina y llevaba una vida tranquila, pero esa noche su tío Ralph la había invitado a codearse en los salones del Waldorf Astoria con lo más granado de la sociedad neoyorkina pro-sionista. El caso es que estaba a la puerta de la gran Sala de Baile donde se iba a celebrar la cena con su tío tratando infructuosamente de cerrar el broche de un brazalete de diamantes que le había regalado cuando apareció Lionel, que conocía al tío Ralph (de hecho, este Ralph había sido quien le había facilitado su primera cámara de filmación). Rogosin sin ninguna dificultad consiguió cerrar la pulsera y enseguida, como si se conocieran desde hacía mucho, empezó a hablar animadamente con Elinor. Se gustaron, vaya, aunque hay que decir que fue desde el principio una relación bastante asimétrica, de entrada por la diferencia de edad: treinta y uno él, ella diez menos. Lionel la trató como una chiquilla ignorante, a la que podía impresionar; en realidad, se nota que no le importaba casi nada ella, sino tan sólo como destinataria de lo que a él le interesaba. Así, enseguida le deja claro que está en esa fiesta porque quiere convencer a su padre de que monte una fábrica en Israel (lo que efectivamente hizo), la hace partícipe de sus ideas políticas y, sobre todo, le habla de cine y de lo fundamental que es para él hacer películas comprometidas para cambiar el mundo. Supongo que Elinor quedaría ciertamente impresionada, más debido a que se trataba de una persona que pertenecía a su mundo, le era familiar (de hecho, ella lo había conocido cuando era una niña en casa de unos primos).
A los pocos días de ese encuentro casual, Lionel, para la sorpresa de Elinor, la telefonea a la residencia y la invita a cenar. De esa manera empiezan a salir, aunque por lo que cuenta Elinor no era propiamente una relación amorosa, simplemente Lionel la convirtió en su acompañante femenina. Si bien con frecuencia ella fue a su apartamento amueblado en Bleecker Street (en pleno Greenwich Village), lo que trasluce que la chica gozaba de bastante libertad para la época, de lo que nos cuenta se desprende que no llegó nunca a pasar nada o, al menos, nada importante. Lo que sí nos da es una imagen del Lionel primerizo en el mundo del cine, pero que se movía con gran seguridad, sobre todo cuidando y recurriendo a sus muchos amigos de las altas esferas. A varios de ellos los invitó a un primer pase de On the Bowery y sus reacciones le debieron hacer ver a Rogosin que al filme le faltaba congruencia, orden. Gracias a sus contactos, consiguió que Carl Lerner le ayudara con el montaje de la película para conseguir la versión definitiva. Hago aquí un paréntesis para cuestionar lo que nos cuenta Elinor: que Lionel estaba entusiasmado con que Lerner hubiese aceptado porque era el que había hecho el montaje de la excelente Doce hombres sin piedad de Sidney Lumet. Pero es que resulta que esa peli se estrenó en 1957, al menos un año después de cuando se supone que sucedió esta escena. Salvando ese detalle, lo que es cierto es que Lerner fue efectivamente quien se ocupó del montaje de On the Bowery –también del de 12 angry men–. Es probable que Lionel llegara a él a través de contactos judíos (no sé si Carl lo era, pero su mujer, Gerda, era una judía vienesa que había escapado del terror nazi y que en Estados Unidos se convertiría en una de las fundadoras de la Historia de mujeres); pero también es posible que el contacto con el editor fuera a través de las amistades izquierdosas de Rogosin, ya que aquél pertenecía al partido comunista de Estados Unidos. Cierro el paréntesis y resumo que lo que nos cuenta Elinor son pinceladas de una niña más o menos obnubilada ante un tipo mayor y no poco presuntuoso, que le habla de Robert Flaherty, de Jean Rouch y su cinéma-vérité y de sus grandes proyectos. En una de sus citas, Lionel llegó muy excitado porque On the Bowery había sido seleccionada para presentarse en el Festival de Venecia. Unos días después, la llevó a un restaurante, pidió unos cócteles de champán y le ofreció una pequeña caja que sacó de su bolsillo, un anillo de diamantes y zafiros; vas a ser la señora de Lionel Rogosin, le anunció. Elinor piensa que Lionel decidió casarse con ella no porque la amara sino porque necesitaba ser amado.
Se casaron pues. Una boda acorde con la tradición judía, a la que siguió inmediatamente el viaje a Europa: París primero y luego Venecia, para asistir – entre el 16 de agosto y el 25 de agosto de 1956– a la Mostra Internazionale del Film Documentario e del Cortometraggio y recibir el premio al mejor documental extranjero (hay que hacer constar que este concurso cinematográfico era previo al que consideramos propiamente el Festival de Venecia). Supongo que durante la estadía de los recién casados en Venecia –buen lugar para una luna de miel, aunque me da que no hubo tanto romanticismo como le habría gustado a Elinor– Rogosin aprovechó para estrechar sus contactos con los grandes prebostes de la cinematografía mundial, máxime cuando el premio recibido le otorgaba una aureola de consagrado. Lo que es seguro es que se afianza en su convencimiento casi mesiánico de que tenía una misión. Al poco de llegar a Estados Unidos estalla la revolución húngara contra las políticas impuestas en el país desde la URSS. El aplastamiento del movimiento por los tanques soviéticos a principios de noviembre provocó la tragedia de miles de muertos y cientos de miles de refugiados que escaparon del país. Ante el drama el United Nations Film Board, una agencia de la ONU, decidió producir un cortometraje (25') que filmó Rogosin durante diciembre de ese año y se estrenó sin apenas repercusiones en enero de 1957. Por más que he lo he buscado, parece que no hay ni trazas de este documental en internet, ni tampoco reseñas mínimamente sustanciosas. Me imagino que no le dejarían entrar en Hungría pero a lo mejor estuvo en Austria (por ejemplo) filmando a los huídos que allí hubieran llegado. En todo caso, se trata de una obra menor, un simple paréntesis antes de afrontar el proyecto que tenía en la cabeza desde su viaje de juventud por aquel país: hacer un documental que denunciara el infame apartheid sudafricano.
En mayo de 1957 Lionel viaja con Elinor a Sudáfrica y pasa allí una larga temporada. Pretendía ambientarse, profundizar en la realidad de ese país, en la situación de la población negra, esperando que esa inmersión le permitiera descubrir la película que quería filmar pero aún no sabía cómo. Luego, de vuelta en Nueva York (y según el historiador de cine Kenneth Hey), se reúne con Walter White, el secretario de la NCAAP (la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color, una de las instituciones que más luchó por los derechos civiles y la supresión de la sgregación racial en los USA), y con Alan Paton, escritor y político sudáfricano que era el activista blanco más combativo contra el apartheid. Parece ser que a partir de esas conversaciones, Rogosin tuvo clara la película que quería hacer; escribió el guión y solicitó la visa al gobierno sudafricano, engañándoles descaradamente: contó que quería realizar un musical en el que mostrar la vida feliz de negros satisfechos de trabajar para las minas de oro del gobierno. Así las cosas, vuelve a Sudáfrica en la primavera del 58 (otoño en el hemisferio Sur) y empieza la filmación. Hay que decir que durante su primera estadía un año antes había hecho los contactos que le resultarían imprescindibles para el rodaje, todos del movimiento anti-apartheid. Probablemente, el más importante fuera Bloke Modisane, un periodista negro de Sophiatown, el suburbio de Johannesburgo en el que se rodaría la mayor parte de la película. Modisane (junto con otro joven escritor, Lewis Nkosi) colaboró en el guión, por lo que es probable que cuando Rogosin se reunió con White y Paton tuviera las cosas bastante más claras de lo que les dejó ver, interesado seguramente en contar con el apoyo de la poderosa NCAAP. Aunque, por otro lado, Michael Rogosin, el hijo mayor de Lionel y presidente de la ya citada Rogosin heritage afirma que esa reunión neoyorkina nunca existió.
Bueno, tampoco tengo medios para desentrañar los detalles de la gestación de la que sin duda fue la primera gran denuncia pública contra el apartheid. Pero, en fin, lo cierto es que Lionel se fue para Sudáfrica con Elinor que estaba embarazada (su hijo mayor, Michael, nacería el 17 de septiembre de 1958 en la maternidad Florence Nightingale de Johannesburgo) y llevaría a cabo un rodaje de lo más azaroso, agobiado continuamente por el miedo a ser descubierto por los inspectores del gobierno. Pero mejor sigo con esta historieta en un próximo post, que ya me parece que me he enrollado bastante y me apetece contar algunas cosas más antes de llegar a donde quiero llegar (sí, porque Rogosin se me ha presentado mientras curioseaba sobre otros asuntos relacionados con la pobre niña rica). Eso sí, como adelanto dejo a la que por entonces era una joven cantante desconocida fuera de Sudáfrica y que gracias a esta película empezó una carrera de notables éxitos (y continuada lucha contra el apartheid) que la hicieron merecedora de ser llamada Mamá África.
Ocurrió a finales de 1955 en una cena benéfica a favor del Instituto Chad Weizmann; es decir, se trataba de un acto al que asistían los pudientes judíos norteamericanos y los simpatizantes a fin de recaudar fondos para Israel. Elinor Hart era también judía (probablemente el apellido no fuera el original) y por entonces una joven estudiante en Columbia que había tenido que renunciar a sus sueños de ser coreógrafa debido a una lesión. Vivía en una residencia femenina y llevaba una vida tranquila, pero esa noche su tío Ralph la había invitado a codearse en los salones del Waldorf Astoria con lo más granado de la sociedad neoyorkina pro-sionista. El caso es que estaba a la puerta de la gran Sala de Baile donde se iba a celebrar la cena con su tío tratando infructuosamente de cerrar el broche de un brazalete de diamantes que le había regalado cuando apareció Lionel, que conocía al tío Ralph (de hecho, este Ralph había sido quien le había facilitado su primera cámara de filmación). Rogosin sin ninguna dificultad consiguió cerrar la pulsera y enseguida, como si se conocieran desde hacía mucho, empezó a hablar animadamente con Elinor. Se gustaron, vaya, aunque hay que decir que fue desde el principio una relación bastante asimétrica, de entrada por la diferencia de edad: treinta y uno él, ella diez menos. Lionel la trató como una chiquilla ignorante, a la que podía impresionar; en realidad, se nota que no le importaba casi nada ella, sino tan sólo como destinataria de lo que a él le interesaba. Así, enseguida le deja claro que está en esa fiesta porque quiere convencer a su padre de que monte una fábrica en Israel (lo que efectivamente hizo), la hace partícipe de sus ideas políticas y, sobre todo, le habla de cine y de lo fundamental que es para él hacer películas comprometidas para cambiar el mundo. Supongo que Elinor quedaría ciertamente impresionada, más debido a que se trataba de una persona que pertenecía a su mundo, le era familiar (de hecho, ella lo había conocido cuando era una niña en casa de unos primos).
A los pocos días de ese encuentro casual, Lionel, para la sorpresa de Elinor, la telefonea a la residencia y la invita a cenar. De esa manera empiezan a salir, aunque por lo que cuenta Elinor no era propiamente una relación amorosa, simplemente Lionel la convirtió en su acompañante femenina. Si bien con frecuencia ella fue a su apartamento amueblado en Bleecker Street (en pleno Greenwich Village), lo que trasluce que la chica gozaba de bastante libertad para la época, de lo que nos cuenta se desprende que no llegó nunca a pasar nada o, al menos, nada importante. Lo que sí nos da es una imagen del Lionel primerizo en el mundo del cine, pero que se movía con gran seguridad, sobre todo cuidando y recurriendo a sus muchos amigos de las altas esferas. A varios de ellos los invitó a un primer pase de On the Bowery y sus reacciones le debieron hacer ver a Rogosin que al filme le faltaba congruencia, orden. Gracias a sus contactos, consiguió que Carl Lerner le ayudara con el montaje de la película para conseguir la versión definitiva. Hago aquí un paréntesis para cuestionar lo que nos cuenta Elinor: que Lionel estaba entusiasmado con que Lerner hubiese aceptado porque era el que había hecho el montaje de la excelente Doce hombres sin piedad de Sidney Lumet. Pero es que resulta que esa peli se estrenó en 1957, al menos un año después de cuando se supone que sucedió esta escena. Salvando ese detalle, lo que es cierto es que Lerner fue efectivamente quien se ocupó del montaje de On the Bowery –también del de 12 angry men–. Es probable que Lionel llegara a él a través de contactos judíos (no sé si Carl lo era, pero su mujer, Gerda, era una judía vienesa que había escapado del terror nazi y que en Estados Unidos se convertiría en una de las fundadoras de la Historia de mujeres); pero también es posible que el contacto con el editor fuera a través de las amistades izquierdosas de Rogosin, ya que aquél pertenecía al partido comunista de Estados Unidos. Cierro el paréntesis y resumo que lo que nos cuenta Elinor son pinceladas de una niña más o menos obnubilada ante un tipo mayor y no poco presuntuoso, que le habla de Robert Flaherty, de Jean Rouch y su cinéma-vérité y de sus grandes proyectos. En una de sus citas, Lionel llegó muy excitado porque On the Bowery había sido seleccionada para presentarse en el Festival de Venecia. Unos días después, la llevó a un restaurante, pidió unos cócteles de champán y le ofreció una pequeña caja que sacó de su bolsillo, un anillo de diamantes y zafiros; vas a ser la señora de Lionel Rogosin, le anunció. Elinor piensa que Lionel decidió casarse con ella no porque la amara sino porque necesitaba ser amado.
Se casaron pues. Una boda acorde con la tradición judía, a la que siguió inmediatamente el viaje a Europa: París primero y luego Venecia, para asistir – entre el 16 de agosto y el 25 de agosto de 1956– a la Mostra Internazionale del Film Documentario e del Cortometraggio y recibir el premio al mejor documental extranjero (hay que hacer constar que este concurso cinematográfico era previo al que consideramos propiamente el Festival de Venecia). Supongo que durante la estadía de los recién casados en Venecia –buen lugar para una luna de miel, aunque me da que no hubo tanto romanticismo como le habría gustado a Elinor– Rogosin aprovechó para estrechar sus contactos con los grandes prebostes de la cinematografía mundial, máxime cuando el premio recibido le otorgaba una aureola de consagrado. Lo que es seguro es que se afianza en su convencimiento casi mesiánico de que tenía una misión. Al poco de llegar a Estados Unidos estalla la revolución húngara contra las políticas impuestas en el país desde la URSS. El aplastamiento del movimiento por los tanques soviéticos a principios de noviembre provocó la tragedia de miles de muertos y cientos de miles de refugiados que escaparon del país. Ante el drama el United Nations Film Board, una agencia de la ONU, decidió producir un cortometraje (25') que filmó Rogosin durante diciembre de ese año y se estrenó sin apenas repercusiones en enero de 1957. Por más que he lo he buscado, parece que no hay ni trazas de este documental en internet, ni tampoco reseñas mínimamente sustanciosas. Me imagino que no le dejarían entrar en Hungría pero a lo mejor estuvo en Austria (por ejemplo) filmando a los huídos que allí hubieran llegado. En todo caso, se trata de una obra menor, un simple paréntesis antes de afrontar el proyecto que tenía en la cabeza desde su viaje de juventud por aquel país: hacer un documental que denunciara el infame apartheid sudafricano.
En mayo de 1957 Lionel viaja con Elinor a Sudáfrica y pasa allí una larga temporada. Pretendía ambientarse, profundizar en la realidad de ese país, en la situación de la población negra, esperando que esa inmersión le permitiera descubrir la película que quería filmar pero aún no sabía cómo. Luego, de vuelta en Nueva York (y según el historiador de cine Kenneth Hey), se reúne con Walter White, el secretario de la NCAAP (la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color, una de las instituciones que más luchó por los derechos civiles y la supresión de la sgregación racial en los USA), y con Alan Paton, escritor y político sudáfricano que era el activista blanco más combativo contra el apartheid. Parece ser que a partir de esas conversaciones, Rogosin tuvo clara la película que quería hacer; escribió el guión y solicitó la visa al gobierno sudafricano, engañándoles descaradamente: contó que quería realizar un musical en el que mostrar la vida feliz de negros satisfechos de trabajar para las minas de oro del gobierno. Así las cosas, vuelve a Sudáfrica en la primavera del 58 (otoño en el hemisferio Sur) y empieza la filmación. Hay que decir que durante su primera estadía un año antes había hecho los contactos que le resultarían imprescindibles para el rodaje, todos del movimiento anti-apartheid. Probablemente, el más importante fuera Bloke Modisane, un periodista negro de Sophiatown, el suburbio de Johannesburgo en el que se rodaría la mayor parte de la película. Modisane (junto con otro joven escritor, Lewis Nkosi) colaboró en el guión, por lo que es probable que cuando Rogosin se reunió con White y Paton tuviera las cosas bastante más claras de lo que les dejó ver, interesado seguramente en contar con el apoyo de la poderosa NCAAP. Aunque, por otro lado, Michael Rogosin, el hijo mayor de Lionel y presidente de la ya citada Rogosin heritage afirma que esa reunión neoyorkina nunca existió.
Bueno, tampoco tengo medios para desentrañar los detalles de la gestación de la que sin duda fue la primera gran denuncia pública contra el apartheid. Pero, en fin, lo cierto es que Lionel se fue para Sudáfrica con Elinor que estaba embarazada (su hijo mayor, Michael, nacería el 17 de septiembre de 1958 en la maternidad Florence Nightingale de Johannesburgo) y llevaría a cabo un rodaje de lo más azaroso, agobiado continuamente por el miedo a ser descubierto por los inspectores del gobierno. Pero mejor sigo con esta historieta en un próximo post, que ya me parece que me he enrollado bastante y me apetece contar algunas cosas más antes de llegar a donde quiero llegar (sí, porque Rogosin se me ha presentado mientras curioseaba sobre otros asuntos relacionados con la pobre niña rica). Eso sí, como adelanto dejo a la que por entonces era una joven cantante desconocida fuera de Sudáfrica y que gracias a esta película empezó una carrera de notables éxitos (y continuada lucha contra el apartheid) que la hicieron merecedora de ser llamada Mamá África.
Shihibolet - Miriam Makeba (The Voice of Africa, 1964)
Me pregunto qué opinaría Rogosin ante algunas actitudes actuales de Israel... Si murió en 2000, es posible que nos lo muestres.
ResponderEliminarNo, en el próximo post -que llega a 1960- abandonaré a Rogosin para enlazar con otros personajes de la Nueva Tork de auqellos años. En todo caso, te cuento lo poco que sé al respecto.
EliminarRogosin era judío y apoyaba claramente al Estado de Israel. Pero, al mismo tiempo, era un hombre de izquierdas, preocupado por las injusticias y deseoso de fomentar la paz. Su última película, de 1974, obedece justamente a ese deseo de contribuir al entendimiento entre los dos pueblos enfrentados. Se llama "Arab-Israeli Dialogue" y consiste en la conversación, filmada durante dos tardes, entre el poeta palestino Rashid Hussein y el periodista israelí Amos Kenan.
Lamentablemente, como casi todas sus películas, apenas tuvo difusión (yo no la he visto tampoco). Lo cierto es que Lionel no tuvo demasiado éxito como cineasta, a pesar de la pasión que le puso a su oficio.