El pasado 6 de abril, justo en la fecha de su septuagésimo noveno cumpleaños, murió Merle Haggard en su rancho de California. Me enteré de la noticia el mismo día y pensé en escribir un post. No es que yo sea un buen conocedor de la música de este compositor e intérprete country, qué va. De hecho, confieso que lo he escuchado por primera vez este otoño y fue porque era uno de esos nombres que se me cruzaba recurrentemente cada vez que incursionaba en el proceloso universo del country (el que ocasionalmente transito es el que suele calificarse de country-rock) ya que con cierta frecuencia sonaban en la voz de otros canciones con su firma. Digamos que se había convertido a lo largo de los años en un nombre que tenía apuntado en ese rincón del cerebro con la etiqueta de pendientes (allí hay sobre todo bastantes autores literarios), una lista mental que en vez de disminuir está siempre creciendo. Y este otoño, como ya he dicho, me conseguí una box set de 6 CDs que cubre todas las grabaciones en estudio entre 1969 y 1976, se supone que su época más potente y creativa; una típica recopilación con la friolera de 165 canciones y casi ocho horas de duración. De modo que en los últimos meses he estado escuchando el cancionero de Haggard y comprobando que, efectivamente, el hombre merecía la sólida reputación que se había ganado en el mundo del country.
Pero con esta entrada no voy a aportar nada al análisis crítico de la obra de este músico, lo que sería estúpidamente pretencioso dada mi ignorancia. No, escribo este post para comentar mi asombro ante el título de uno de los temas que componen el recopilatorio y que me sonó anteayer mientras caminaba con los auriculares; me refiero al I die ten thousand times a day. La canción, en primera persona, es la queja llorosa de alguien que ha perdido a quien ama. Llego a casa y me siento junto a la puerta, imaginando que mi vida no fuera tan solitaria como lo es desde que te marchaste, cojo y sobeteo cada cosa que tú usaste, me repito tiernamente cada palabra que dijiste. Y sigue: estás en todos mis pensamientos, dejé de vivir la noche en que te fuiste y si entraras por esa puerta empezaría a vivir de nuevo. Patético, desde luego. Más todavía porque sospechamos que el amado/a se largó por culpa de los malos tratos de quien ahora lloriquea ( If I've hurt you it's just because I love you much too much). Nunca me han gustado las canciones con este tipo de letras, que abundan hasta el hartazgo en cualquier género. De hecho, si hiciéramos una clasificación de los temas de amor/desamor por sus textos, esta categoría –la de los lamentos patéticos por el amor perdido– sería con casi toda seguridad la que tendría más muestras. Es explicable: cuando a uno han dejado de amarle se le dispara la autocompasión y se siente muy a gusto escuchando lloriqueos como los suyos.
Pero lo que me llamó la atención de la cancioncilla fue la cuantificación numérica de la hipérbole de su título (y el verso final de cada una de sus tres estrofas). También es habitual que en este tipo de canciones se exagere sin recato para dejar claro lo muy desgraciado que es uno y lo muchísimo que está sufriendo. A mí, la verdad, me desagradan mucho estas (y cualesquiera) exageraciones. Cuando las escucho, pienso que esos sufrimientos tan enfática y dolorosamente expuestos no son tales, que como mucho deben calificarse de molestias. Quienes de verdad sufren no suelen declamar hipérboles quejosas. Así, lo de que sin tu amor no puedo vivir, moriré de pena, etcétera, etcétera, son gilipolleces que deberíamos tener la pudorosa prudencia de callar en esos momentos (casi todos hemos vivido alguno) en que nos ataca la tentación del patetismo. Salvo, claro está, que seamos compositores de canciones románticas y el éxito comercial nos haya abotargado el más mínimo sentido autocrítico. En tal caso adelante, exageremos sin medida o, como en el tema que canta Haggard y que motiva este post, midamos la exageración y digamos con todo el descaro que “muero diez mil veces al día”.
Diez mil, eh, no cien o mil que serían palabras más rotundas en un poema; ni siquiera un millón de veces. No, diez mil veces (ten thousand times), como si las hubiera contado el capullo. Admitamos que es el número medio: un día se murió nueve mil novecientas cincuenta y cuatro veces, otro diez mil cuarenta y tres y así sucesivamente. O sea, que se muere cada 8,64 segundos de media. Pero hay que suponer que, por mucho que sufra esta víctima del desamor, algo dormirá y mientras duermes no vas a morirte y luego resucitar para volver a morirte, de modo que si suponemos que duerme unas seis horitas diarias, el proceso de muerte-resurrección-muerte que le acontece durante la vigilia tiene una duración media de seis segundos y medio. Es decir, que está continuamente muriendo y resucitando para volver a morir y, además, de forma bastante acelerada. Trato de imaginarme al pobre enamorado sin amor. Se despierta y según se levanta de la cama le da un espasmo y cae muerto, se alza enseguida, da cuatro pasos y nuevo espasmo fulminante, vuelta a recuperarse y camina hacia la cocina para prepararse el desayuno pero antes de llegar vuelve a morirse … Y a este ritmo todo el puñetero día. Como en todos sus pensamientos se le aparece ella (o él), hay que deducir que es el hecho de pensar lo que inmediatamente le genera la muerte. Estoy de acuerdo porque hay cada uno que mejor haría en no pensar.
Y es que, si vas a exagerar mejor no cuantifiques, pues siempre quedarás en evidencia. ¿Por qué en esta canción se escribió ten thousand en lugar de thousand o hundred? Puede que fuera por problemas métricos (de rima no), pero como éstos habrían sido fácilmente resolubles, pienso que simplemente al autor le parecería más original decir diez mil que mil o cien; y menos mal que no se lanzó a soltar “un millón” y entonces el proceso de morir-resucitar habría durado menos de una décima de segundo. Dejo constancia de que el autor de esta joya del country no es Merle Haggard sino Leon Payne (aunque obviamente a Haggard debía de gustarle pues en caso contrario no la habría interpretado). Payne fue un músico ciego texano (1917-1969) que escribió cientos de canciones country (no diez mil), la mayoría de las cuales fueron popularizadas por otros artistas, muchísimos empezando por Hank Williams. La ceguera no parece excusa para no hacer unos calculitos previos, pero en fin. Aquí dejo la canción de marras en la voz de Merle Haggard; aunque quieran no podrán escucharla diez mil veces al día (como mucho 472).
I die ten thousand times a day - Merle Haggard (A Portrait of Merle Haggard, 1969)
Eres muy duro con el compositor. Llamas lloriqueos y exageraciones a sus lamentos por el amor perdido, le acusas de maltratador y reduces a la categoría de molestia su hondo sufrimiento. No contento con todo lo cual, arremetes contra un inocente recurso poético, como es el de cuantificar en diez mil las muchas veces que sin duda recuerda su desgracia a lo largo del día -claro que es por necesidades rítmicas, hombre: poner ten thousand donde necesita tres sílabas para decir "muchas" cuadrando el verso es, precisamente, el modo más eficaz y legítimo de resolver un problema métrico. ¡Cómo se ve que no versificas muy a menudo!-, finges tomar al pie de la letra su metáfora de "morir" para referirse a cada crisis y asistes impasible, cronómetro en mano, a cada una de sus agonías, sin dejarte impresionar por sus sentidas quejas, que de antemano has decidido que son falsas e impostadas. No ya ninguna canción: ninguna novela, ninguna obra de arte resistiría un análisis como el que le inflinges a esta pobre balada. ¡No sería tan Patética la Sonata, cuando su compositor aún tenía ánimo para andar midiendo compases y orquestando timbres!, podrías decir del mismísimo Beethoven, aplicando el mismo criterio. En fin, que se nota que el country no te cae simpático...
ResponderEliminarSimilares críticas las habré leído de las tragedias shakespearianas: Romeo y Julieta eran dos adolescentes (y pare usted de contar, para algunos), Hamlet es depresivo, etcétera.
Eliminar¿Muy duro? Pues será que sí, pero es que la verdad es dura. Los lamentos port el amor perdido son, en efecto, lloriqueos; que fuera un maltratador viene a confesarlo prácticamente él mismo; y lo de diez mil, qué quieres, me parece una chorrada que sobraba. ¿Motivos rítmicos? Para nada, podría haber escrito "one thousand" o "a hundred" con idénticos resultados metricos. Y sí, no me dejo impresionar por el patetismo, me parece en efecto impostado.
EliminarY aún así, no creas, el country no me disgusta, aunque desde luego no sea mi género preferido.
Lo que más bronca me da
ResponderEliminares haber sido tan gil
Fragmento de "chorra" de Enrique Santos Discépolo
En ese bendito tango se cifra una desgracia argentina: Soportamos cualquier cosa, menos el ser tontos.
No digo que eso nos pase por el tango, digo que hay correspondencia y quizás hasta reflejo del todo en la parte.
Pero no por ello ese tango es inocente, ya que ha servido y sirve para dar contorno en cada nueva generación de ese error de criterio.
Los impresentables (a nuestras hijas) de Merle y León son culpables pues de patetismo, que es una desagradable costumbre. Cabe la admonición: Dejá de llorar, crecé pibe.
Sí, lloriquear de forma permanente, además de cansino es signo de inmadurez. Además, quienes viven en la queja continua suelen ser incapaces de aprender nada de sus errores.
Eliminar¡No me jodas! A mi juicio (nada modesto ¡je je!) un intérprete y compositor mucho más grande que Bowie y que Prince juntos.
ResponderEliminar¡Ya está la triada!
Tenía una de las voces más personales, y bonitas, de toda la historia de la música ligera. Uno de los grandes.
Descanse en paz.
Uno de los grandes sí, aunque quizá te pases en la comparación. Aún así, si me excluyes al Bowie anterior a los ochenta (cuando realmente fue un genio) podría hasta admitírtela.
Eliminar¡Qué poco romántico! La canción es muy bonita y la has descuartizado cruelmente ... Pero no he podido evitar reírme con el post.
ResponderEliminarBienvenida, Inma. ¿Se puede ser romántico sin ser patético o ambos adjetivos tienden a ser sinónimos?
EliminarMiroslav... "Yo soy romásntico sin ser patético.....
ResponderEliminar... ¡Y lo sabes! ;-)
En cualquier caso, una cosa es la musica country lloriqueante y amariconada, y otra Dwight Yoakam y Hank Williams.
ResponderEliminar(He dicho.)
¡Qué duro, Miros! Injusto como señala Vanbrugh; I die ten thousand times a day. es la típica canción de amor roto, con todas las convenciones del género o subgénero; una buena canción a mi juicio.
ResponderEliminarLo que sin embargo me resulta interesante es que tanto en el tango (véase comentario más arriba de Chofer), que mi abuela tildaba injusta y brutal de “lamentos de cabrones”, como en el country masculino se interpreta desde un mundo muy macho la vulnerabilidad ante la mujer que rechaza a ese varón ( y sus motivos tendrá en el rechazo, digo yo). Yo sé cuál es el sexo bruto (en promedio), pero me parece que no coincide con el sexo fuerte, sino con el débil, y los débiles, si son brutos son peligrosos.