La palabra no sería sorprender porque no podemos decir que nos sorprenden cuando repiten hasta la náusea los mismos rollos inmutables. Pero, así, entre el tedio y la impotencia, pareciera cada vez más posible lo que hace dos meses consideraba (yo y casi todos) altísimamente improbable: que se convoquen terceras elecciones generales. Bien es verdad que tampoco en la breve legislatura anterior creí, hasta casi el último momento, en segundas elecciones, y ya se vio. A fecha de hoy, y pese al deprimente show de estas dos jornadas parlamentarias, sigo pensando que no, que no habrá terceras elecciones, que a última hora (es decir poco antes del 31 de octubre) el PSOE permitirá que algunos de sus diputados se abstengan, los suficientes para que los 170 síes a Mariano sean más que los noes. Mejor sería que los del PP contaran con los 5 votos del PNV (por ejemplo, apoyándoles para que formen gobierno en Euskadi después de las elecciones vascas), pero incluso en ese supuesto se necesita la abstención de algún socialista (o de Pedro Quevedo, de Nueva Canarias). Claro que como Pedro Sánchez ha sido tan tajante en su negativa a facilitar la investidura de Rajoy, uno piensa que para que ocurra lo que el sentido común dice que tiene que ocurrir (evitar la convocatoria de elecciones) debe previamente suceder algo suficientemente importante que permita al PSOE justificar su cambio de postura; por ejemplo, la desaparición de Mariano y, como efecto obligado, la del propio Pedro (nada me disgusta ese escenario, por cierto). Pero a lo peor no pasa nada de eso y la inercia de las tozudeces y arrogancias nos conduce irremisiblemente, como si se tratara de una tragedia griega en que el destino se empeña en hacer real lo que todos dicen querer evitar a toda costa. Y si hay terceras elecciones, ¿qué?
Pues que con casi toda seguridad tendremos un escenario que con ligeras variaciones seguirá siendo muy similar al actual a efectos de lograr una investidura. Y entonces todos dirán (como dijeron también después del 26 de junio) que en ningún caso habrá cuartas elecciones, pero nadie estará dispuesto a hacer lo que esté de su mano para evitarlas. Porque, por ejemplo, ¿qué razón habría que no haya ahora para que el PSOE en la eventual próxima legislatura se abstuviera? Más bien, cabe incluso pensar que la postura mantenida se reforzaría para no deslegitimarla. Entonces, ¿nos vamos a unas cuartas elecciones para el principio del verano de 2017? Imposible no es, desde luego. ¿Y luego a unas quintas? Y así, ¿por qué no imaginar un bucle infinito, con un gobierno eternamente en funciones, mientras los españoles somos convocados dos veces al año a emitir votos que nunca dan mayoría suficiente a un partido para que pueda ser investido? Esta situación no fue prevista en la Constitución, desde luego, que en un solo artículo (el 99) establece el procedimiento vigente: si en dos meses desde la primera votación de investidura ésta no se logra, se disuelven las Cámaras y se convocan nuevas elecciones. Supongo que los constituyentes pensarían que si esa situación se daba (ya la debían considerar muy poco probable) los nuevos diputados estarían tan escarmentados que sería inconcebible repetir las elecciones. Bueno, pues tan inconcebible no es.
Si es verdad, como aseguran sin excepción nuestros políticos, que consideran algo malísimo repetir las elecciones, tendrían también que coincidir en que hay que cambiar las reglas actuales para evitar que esta situación vuelva a repetirse. Yo incluso me atrevería a afirmar que no sólo se debería evitar la posibilidad de unas terceras elecciones, sino incluso de las segundas. Parece razonable que no se admita convocar al electorado sin que haya habido una actuación de los políticos que permita revisar el voto previo ni tiempo suficiente para esperar cambios suficientemente significativos de los resultados. En otras palabras: si las elecciones generales tienen por objeto conformar las dos cámaras representativas y que éstas decidan el gobierno de la legislatura correspondiente, refórmese la Constitución para que necesariamente el Congreso electo haya de investir un nuevo Presidente de Gobierno. Esa es la premisa que habrían de aceptar todos los diputados si de verdad fueran coherentes (y honestos) con sus declaraciones de que han de evitarse nuevas elecciones. He escuchado por ahí que una forma de solucionar el problema sería, sencillamente, declarando por Ley ineligibles para las siguientes elecciones a los diputados electos en la legislatura fracasada. Ciertamente, esa amenaza de perder el escaño sería un buen acicate para que llegaran a los acuerdos necesarios para la investidura, pero no los garantiza, ni tampoco que los nuevos diputados –obedientes a las instrucciones de sus partidos– repitan los comportamientos obstruccionistas de sus predecesores. Aún así, votaría por implantar esta norma como una medida de acompañamiento de mi propuesta que, además, parece un castigo justo para quienes han sido incapaces de cumplir con su obligación. Pero creo que sería de muy discutible viabilidad jurídica.
Mi propuesta es más sencilla. Mantendría los cuatro primeros números del artículo 99 de la Constitución tal como están pero modificaría el quinto que pasaría a rezar lo siguiente: “Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey nombrará Presidente al candidato que durante las votaciones de investidura hubiera obtenido más votos favorables”. Con esta regla después de unas elecciones y de un periodo acotado para que los partidos intentaran alcanzar acuerdos, siempre habría gobierno (probablemente en minoría). A mi modo de ver, los efectos serían positivos para los diputados, porque al perder la capacidad de obstruir, se verían mucho más obligados a pactar y, al mismo tiempo, les resultaría bastante más difícil mantener la hipocresía de sus discursos. En la situación en que estamos, por ejemplo, los acontecimientos se habrían sucedido con más claridad, porque todos sabrían que, si no se hace nada en positivo, Rajoy sería necesariamente Presidente de un gobierno en minoría. Pedro Sánchez se plantearía de otra manera si se presenta de candidato, porque podría ocurrir que lo votaran independentistas y Podemos. A su vez, éstos podrían no ser tan exigentes con las condiciones para que sea investido Sánchez, si saben que la alternativa es irremisiblemente la investidura de Rajoy. En fin, no digo que fueran así las cosas, pero lo que es seguro es que se aclararía mucho el panorama, los diputados y los partidos tendrían menos margen para el escaqueo (y la hipocresía) y, en todo caso, habría gobierno, que es de lo que se trata.
Que el gobierno fuera en minoría no me parece nada muy malo. Es, al fin y al cabo, el resultado de la voluntad democrática: los españoles no han dado la confianza mayoritaria a ningún partido. Lo digo para adelantarme a las propuestas del PP de reforma del sistema electoral para primar las mayorías y, por tanto, en sentido contrario a mejorar la representatividad. Pero, en todo caso, la reforma electoral, siendo necesaria, no es la solución para resolver el problema actual (salvo que fuéramos a fórmulas descaradamente anti-proporcionales), por lo que no procede ahora esa discusión. En resumen, que si fueran mínimamente serios sus señorías, en los dos meses que quedan, además de negociar para intentar formar gobierno, deberían tramitar la reforma constitucional que propongo. Los antecedentes de la famosa modificación del artículo 135 (que se resolvió en 34 días) demuestran que es factible.
Wasted on the way - Crosby, Stills & Nash (Daylight Again, 1982)
Tu propuesta me parece excelente: útil y perfectamente viable. Por lo que, claro, tengo la seguridad de que nuestros excelentes parlamentarios NO la pondrán en práctica, ni nada que se le parezca.
ResponderEliminarPersonalmente creo que unos diputados a los que se elige con el encargo -entre otros, pero el primero de todos- de nombrar un presidente y que se muestran incapaces de cumplirlo deberían quedar inhabilitados para volverse a presentar. No se me ocurre ninguna dificultad jurídica insalvable para regularlo así.
Tal y como están las cosas, creo firmemente que sí, habrá terceras elecciones. Y muy probablemente cuartas, y quintas, y... Lo único que se me ocurre que podría impedirlo es la tendencia que ya ha podido advertirse a que, en cada nueva elección, el PP mejore ligeramente sus resultados. Creo muy probable que una o dos convocatorias más recupere la mayoría absoluta y, vistas las alternativas, ni siquiera me extraña demasiado.
Sigo sin entender que los españoles se hayan pasado los últimos cinco años denostando el mal llamado "bipartidismo", cuando es evidente que es lo único que sabemos y estamos dispuestos a manejar. Temo mucho que vamos a seguir votando hasta que logremos recuperarlo.
La dificultad juridica es obvia: estarías privando a unos ciudadanos de uno de los derechos fundamentales en tanto españoles, ser elegibles como representantes políticos. Esa inhabilitación, en principio, sólo puede derivar de una pena por delito (caso Otegui, por ejemplo). Habríamos de considerar que cada uno de los 350 electos han incurrido en un delito (35o delitos, porque éstos son individuales, no hay penas colectivas). En fin, supongo que verás las dificultades jurídicas.
EliminarEn otro orden de cosas, me alegra que te parezca una propuesta útil y viable. Supongo que a más de uno se le habrá ocurrido y por eso me llama la atención no haberla escuchado o leído en los medios. Como no soy tan pesimista como tú (llámame ingenuo), creo que si se hiciera circular, se convirtiera en objeto de debate social (y no sólo el repetir que es una barbaridad repetir elecciones pero sin hacer propuestas) podría ser que los políticos se vieran obligados a considerarla.
Habrá que ver si todo el tiempo que pasaron los belgas sin gobierno va a quedar segundo frente al que lleguemos a pasar nosotros. Tiempo al tiempo (y nunca mejor dicho).
ResponderEliminarConfío en que no. De todos modos, como digo en el post y al contrario que Vanbrugh, a la fecha de hoy todavía me inclino por apostar a que no habrá terceras elecciones. Y puede que haya una solución sin necesidad del cambio constitucional que propongo. Mañana la cuento.
EliminarPropongo que a los primeros cabezas de lista de cada partido (el número variará según la circunscripción) se los incapacite por prepotentes, vanidosos, fulleros, ególatras y liantes. Eso es. A partir de ese momento, a valerse de un tutor legal en su discurrir cotidiano. Tutores que no podrán estar afiliados a ningún partido político. Los que pretenden dedicarse profesionalmente a la política son un hatajo de imbéciles envanecidos, para los que el bien común, al lado de su ambición personal, solo tiene una cualificación: COARTADA ¡Menudo hatajo de hipócritas!
ResponderEliminarComo boutade no está mal, Julian. En todo caso, comparto el diagnóstico final aunque haya alguna excepción que (topicazo) confirma la regla.
Eliminar¿¿¿Boutade???
Eliminar¡Ja, ja, ja...!
Damos por supuesto que repetir elecciones por tercera vez es un mal casi absoluto y yo no veo por qué. De hecho, entiendo perfectamente la postura del PSOE (por una vez y sin que sirva de precedente): abstenerse para permitir que gobierne el PP (con o sin Rajoy, tanto da) es traicionar lavoluntad de sus millones de votantes. Parece olvidarse una cosa y es que la mayoría de nosotros no vota a favor de una opción sino en contra de otra, y en ese sentido el PP ha cosechado el mayor número de votos en contra y el Parlamento no hace sino recoger esa elección.
ResponderEliminar¿Soluciones? Elegir al presidente por mayoría simple, si tiene más votos que los noes, aunque no sea mayoría
Repetir elecciones no es un mal absoluto pero si malo. Primero porque cuesta una pasta, segundo porque banaliza las elecciones y aumenta la desafección de la ciudadanía, tercero porque es inútil o casi: los resultados no cambian significativamente en tan poco tiempo.
EliminarLa solución que propones ya está funcionando. Si un candidadto tiene más síes que noes (en segunda ronda, o sea esta tarde Rajoy) ya queda investido. La que yo propongo vendría a ser contar sólo los síes; como digo en el post: obligaría a estrategias diferentes y, sobre todo, a dejarse de discursos hipócritas.
Por último, estoy de acuerdo en que la mayoría vota en contra. Sobre esa idea publicaré en un rato un post.
Elegir diputados no es un mal absoluto pero sí es malo. Primero porque mantenerlos cuesta una pasta. Segundo porque sus actuaciones siempre defraudan y desafectan a la ciudadanía con la democracia. Tercero porque es inútil o casi, poco hacen para transformar la realidad y mejorarla.
EliminarMuy ingenioso, Lansky, pero no. De todos modos, ni siquiera es necesario discutir si repetir elecciones es malo o no. En el post, tan solo hago ver la incongruencia de que todos afirmen que es malo y ninguno proponga cambiar la regla por la que se produce este resultado.
ResponderEliminarSalvo Vanbrugh, ninguno de los otros tres comentaristas da su opinión sobre la propuesta. Desde luego, la muestra es tan pequeña que no vale para sacar conclusiones. Aún así, que ante una propuesta sólo un 25% la juzgue y eventualmente proponga correcciones me parece un porcentaje representativo de la ciudadanía española (incluso optimista). Sin duda, una característica nacional es señalar lo que está mal pero no hacer nada para mejorarlo.
ResponderEliminarEn las elecciones hemos elegido diputados, no un presidente de gobierno y menos un gobierno. Los diputados, en una democracia parlamentaria son los que eligen presidente. Me parece un buen sistema; ha funcionado en el bipartidismo y tendrá que funcionar en el multipartidismo. Tu propuesta, salvando las distancias, es como aumentan los robos y se propone entonces aumentar parejamente las penas de cárcel. Así que en tu estadística anota un 25% en contra de tu propuesta.
ResponderEliminarAs usual, me cuesta entender tu razonamiento y mucho más la pertinencia de tu metáfora.
EliminarQue estamos en una democracia representativa y que en ésta son los diputados quienes eligen presidente, ya lo sé, como seguro que barruntas. Que el sistema representativo ha funcionado y, sobre todo, que no hay alternativa, salvo ejercicios puntuales de democracia directa, también lo sé.
Lo que pasa es que yo no estoy proponiendo cambiar el sistema representativo y que los diputados dejen de elegir al presidente. Simplemente, poner un mecanismo oara que se vean "más" impelido a cumplir esa que es su obligación primera.
A veces pienso que no lees mis posts (supongo que te aburren) porque con frecuencia discutes (y contradices) cosas que no he dicho. O no, lo más probable es que yo no alcance a seguir tus razonamientos. Así que vale, apunto tu voto en contra aunque piense que los argumentos con los que lo motivas no tienen nada que ver con mi propuesta, pero en fin.