Se trata ésta de una cuestión que salta al debate público con machacona frecuencia, disparada por cualquier incidente que, directa, indirecta o circunstancialmente, involucre religión (católica) y universidad. Por ejemplo –así enlazo con la larga serie de posts a propósito de Rita Maestre–, hubo muchos que pensaron que la performance de marras era contra la existencia de capillas en la universidad (y no, no tenía nada que ver con eso). Probablemente porque, inmediatamente después de la misma, se avivó la discusión, empezando por un “manifiesto por la laicidad en la universidad” firmado por 157 profesores en el que declaran que la “presencia de capillas y otros símbolos de poder religioso en las instituciones educativas públicas no responde a la satisfacción del derecho a la libertad de culto, sino a un privilegio de la Iglesia Católica que va siendo hora de superar en las universidades públicas”. Probablemente sea verdad que la Iglesia Católica mantiene aún privilegios en nuestra sociedad, pero a mi juicio, la discusión sobre la conveniencia de que haya espacios de culto (católicos o de otras confesiones) en la universidad poco tiene que ver con la denuncia de los privilegios de la Iglesia sino, justamente, con lo que niegan (aunque no justifican el porqué) los profesores que firmaron ese manifiesto: la satisfacción del derecho a la libertad de culto.
Lo primero que hay que dejar claro es que, en el marco legal vigente, que haya capillas en las universidades es absolutamente procedente. A estos efectos conviene recordar que el vigente II Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede sobre enseñanza y asuntos culturales establece en su artículo V que “el Estado garantiza que la Iglesia Católica pueda organizar cursos voluntarios de enseñanza y otras actividades religiosas en los Centros Universitarios públicos, utilizando los locales y medios de los mismos. La Jerarquía eclesiástica se pondrá de acuerdo con las autoridades de los Centros para el adecuado ejercicio de estas actividades en todos sus aspectos”. En base a esta Norma se explica que los rectores suscriban convenios con los respectivos obispados para dedicar locales de sus universidades a capillas, tal como hicieron en 1993 Gustavo Villapalos y Ángel Suquía, en el caso de la Complutense, por ejemplo, lo que explica la presencia en el campus de Somosaguas de la capilla que asaltaron Maestre & friends. Naturalmente, que la existencia de capillas en las universidades públicas sea completamente legal no resuelve el debate. De hecho, como ya comenté en un post de 2015 al que siguieron otros sobre el vigente Concordato, el PSOE (y también Podemos) proponen derogar y/o sustituirlo. Es decir, el ordenamiento jurídico que legitima las capillas en los recintos universitarios podría cambiarse e incluso promulgar una normativa que, por ejemplo, prohibiese los lugares de culto religioso en los centros docentes públicos (siempre y cuando ello no resultara inconstitucional), que es lo que reclaman no pocos.
Ahora bien, ¿por qué habría de prohibirse que en las universidades públicas haya locales en los que los creyentes puedan rezar, practicar sus ritos, meditar, etc? En una pintada de los días del incidente Maestre se leía: “no vengas a rezar a mi universidad y no iré a pensar a tu iglesia”; lo mismo que con menos gracia afirmaba Jesús Álvarez País, profesor de Prehistoria en laUCM, en un breve artículo publicado en El País el 17 de julio de 2014: Las universidades públicas son centros dedicados a la docencia y a la investigación, pero no al rezo. Cada día que pasa resulta más lamentable tener que traer a cuenta estas observaciones, pero no por dejar de ser obvias las cosas hay que dejar de decirlas”. En términos estrictamente lógicos, tal argumentación sería consistente si en los campus universitarios sólo hubiera locales destinados a la docencia y a la investigación (no es así); o también si ser creyente y/o practicar actividades de índole religioso, fuera incompatible con la cultura. Probablemente mucha gente piensa que el que Dios exista o que se preocupa de nosotros son falsedades completamente superadas por el progreso científico (con lo cual, convendría desde el Estado combatir esas creencias supersticiosas y, como primera medida, prohibir sus manifestaciones). Pero desde luego, no es así como se trata la religión en nuestro marco constitucional; ni siquiera (me atrevo a decir) sea ese planteamiento el mayoritario en nuestra sociedad. Más bien al contrario: consideramos qcomo uno de los derechos fundamentales de la persona la libertad religiosa y de culto. De todas formas, los argumentos citados, aún no siendo sólidos, pecan de una incongruencia añadida: si aceptáramos que en un centro dedicado a la docencia y a la investigación no deben haber locales dedicados a actividades religiosas, la prohibición consecuente no debería limitarse a las universidades públicas sino a todas. Pero no, las campañas contra la presencia de capillas van siempre enfocadas a la universidad pública.
Encuentro dos argumentos que esgrimen los detractores de las capillas en la universidad pública. El primero que el Estado debe ser “neutro” respecto de la religión y, por lo visto, que en los espacios públicos (como un campus) existan templos equivale a mostrar una inclinación positiva hacia la correspondiente confesión, incompatible con la obligada neutralidad. Pero tan público es un campus universitario (público) como las plazas de una ciudad en las que se permite que se erija una iglesia. Mas, sobre todo, esa neutralidad no implica a mi juicio prohibir las capillas, sino dar un trato igual a todas las religiones. Lo que, por cierto, viene a ser mucho más congruente con la exigencia del artículo 16.3 de la Constitución que ordena a los poderes públicos que tengan en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantengan las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. Un segundo argumento es que en un Estado no confesional no debe financiarse con dinero público la dotación de servicios religiosos. Estoy de acuerdo, pero de ahí no deduzco que no pueda haber capillas en la universidad pública sino que éstas deben ser financiadas por la Iglesia Católica o por la confesión de que se trate; incluso que se les cobre el alquiler del correspondiente local.
En resumen, que no encuentro motivos sólidos para prohibir las capillas en las universidades públicas. Es más, creo que este planteamiento obedece más a un anticlericalismo militante que no conduce sino a exacerbar los ánimos, dificultando la convivencia pacífica (tarea a la que nos apasiona dedicar nuestros esfuerzos). Me parece que sería mucho más natural facilitar a cualquier religión que lo solicite el correspondiente espacio para ofrecer servicios religiosos, siempre que haya suficiente demanda de fieles. Normalizar el debate religioso en este punto (es decir, evitar el continuo recurso a la bronca) podría traducirse en tratar la dotación de servicios religiosos exactamente como la de cualesquiera otros servicios; dicho de otra manera, que la universidad facilite a la Iglesia Católica (o a cualquier otra confesión) un local con los mismos criterios con que lo alquila para instalar un bar, una papelería, una agencia bancaria, etc (que de todo eso hay dentro de un campus sin que nadie se escandalice).
Encuentro dos argumentos que esgrimen los detractores de las capillas en la universidad pública. El primero que el Estado debe ser “neutro” respecto de la religión y, por lo visto, que en los espacios públicos (como un campus) existan templos equivale a mostrar una inclinación positiva hacia la correspondiente confesión, incompatible con la obligada neutralidad. Pero tan público es un campus universitario (público) como las plazas de una ciudad en las que se permite que se erija una iglesia. Mas, sobre todo, esa neutralidad no implica a mi juicio prohibir las capillas, sino dar un trato igual a todas las religiones. Lo que, por cierto, viene a ser mucho más congruente con la exigencia del artículo 16.3 de la Constitución que ordena a los poderes públicos que tengan en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantengan las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. Un segundo argumento es que en un Estado no confesional no debe financiarse con dinero público la dotación de servicios religiosos. Estoy de acuerdo, pero de ahí no deduzco que no pueda haber capillas en la universidad pública sino que éstas deben ser financiadas por la Iglesia Católica o por la confesión de que se trate; incluso que se les cobre el alquiler del correspondiente local.
En resumen, que no encuentro motivos sólidos para prohibir las capillas en las universidades públicas. Es más, creo que este planteamiento obedece más a un anticlericalismo militante que no conduce sino a exacerbar los ánimos, dificultando la convivencia pacífica (tarea a la que nos apasiona dedicar nuestros esfuerzos). Me parece que sería mucho más natural facilitar a cualquier religión que lo solicite el correspondiente espacio para ofrecer servicios religiosos, siempre que haya suficiente demanda de fieles. Normalizar el debate religioso en este punto (es decir, evitar el continuo recurso a la bronca) podría traducirse en tratar la dotación de servicios religiosos exactamente como la de cualesquiera otros servicios; dicho de otra manera, que la universidad facilite a la Iglesia Católica (o a cualquier otra confesión) un local con los mismos criterios con que lo alquila para instalar un bar, una papelería, una agencia bancaria, etc (que de todo eso hay dentro de un campus sin que nadie se escandalice).
Miros,
ResponderEliminarTienes un encoñe con Rita Mestre, importante. ;-)
A las iglesias católicas, hoy en día no va ni Dios. Y a las capillas de las universidades, ni te cuento. ¿Han oído lo de alancear a "moro muerto"? Pues... eso.
La juventud airada liándose a hostias con las hostias. Y mientras tanto el stablishment de siempre, y el que sucesivamente se va a apuntando al carro, rascándose las pelotas como siempre.
Y tíos tan inteligentes como Miros, haciéndoles el juego a los barandas, preguntándose en público, como si eso tuviera alguna trascendencia moral o ética -lo repito, esas capillas no las pisa ni dios-, si deberían prohibirse las capillas en las universidades públicas.
¡C'est la vie! Un abrazo.
¿Estoy encoñao con la Rita? ¿Tú crees? Hombre, la chica es mona, pero me queda muy jovencita y, la verdad, tampoco es exactamente mi tipo. No, la Maestre ha sido sólo la excusa y, a partir de su anecdótico espectáculo, me ha servido para reflexionar sobre diversos asuntos. Fíjate que hasta me he revisado todos los códigos penales que en España han sido.
EliminarEn cuanto a la trascendencia actual de la religión, pues probablemente tienes razón y la tenga mínima. Pero, qué quieres, yo me entretengo con cualquier tontería. Tampoco pretendo salvar el mundo con este blog.
Julián, como le pasa a menudo, parece considerar su cotidianeidad como una regla universal.
ResponderEliminarLa confrontación-problema que existe ahora con el Islam en Europa puede aclararnos si está o no fuera de ligar una capilla católica (o de cualquier otro credo) en una Universidad pública. Distinguir las diferencias compatibles con la esencia de la democracia, de eso se trata creo y no de sutilezas legales más o menos vigentes. Un demos que pretenda abarcar a creyentes y no creyentes (o creyentes de distintas creencias) sólo puede abrazar una ética laica, la única que debe ser suscrita por todos. En consecuencia, ha de aceptar que religión y sociedad civil (no digamos política) son ámbitos separados que pertenecen a categorías distintas. El yihadismo no es es el islam, podemos aceotar la guerra íntima en esa religión entre los que admiten la interpretación de los textos y los que los convierten en mandatos e instrumentos de dominación. Pero aún así no podemos ignorar que el islam moderado tampoco separa los dos ámbitos más potentes, el religioso y el político y concede superioridad al primero. En Occidente hemos separado hace unos siglos ambos y hemos restringido a lo privado la religión. No se trata de que el Corán predique paz o violencia, predica ambos, como la Biblia, pero nuestras sociedades, por fortuna, no se guían por la Biblia para establecer sus líneas políticas ni el comportamiento de sus ciudadanos. Es más, toda la supuesta virtud del pasado en la transmisión cultural del islam está mal interpretada. Es cierto que San Tomas no existiría sin Avicena o Averroes, pero es que todos esos avicenas y averroes eran elementos distanciados de la norma islámica, en todo caso tolerados. Las universidades representan la libertad de pensamiento (o deberían).; las religiones, cualquier religión, representan exactamente lo contrario y por eso me parece absolutamente inapropiada una capilla religiosa en sus recintos, y más si es en una universidad pública dentro de un Estado que se supone laico, o al menos aconfesional
Empiezo por tu final. El Estado español es no confesional pero, al mismo tiempo, considera como un derecho fundamental el practicar cada uno la religión que quiera, e incluso debe “tener en cuenta” las creencias de sus ciudadanos. Yo estoy de acuerdo en que las religiones no representan precisamente la libertad de pensamiento (aunque no aseguraría hoy en día que todas sean hoy día incompatibles con dicha libertad) pero, en cualquier caso, como digo en el post, en nuestro Estado aconfesional queda claro que se consideran perfectamente compatibles las prácticas religiosas con la vida civil. Es más, me atrevería a decir que se entiende como digno de fomento el satisfacer las necesidades religiosas de los ciudadanos (de quienes las tengan).
EliminarTal como lo explicas, da la impresión de que tu oposición es sobre todo simbólica: religión y universidad representan conceptos contrarios. Sin embargo, mucha gente no piensa así y lo que planteo en el post es si hay que prohibir que en la universidad haya locales destinados a satisfacer las necesidades religiosas de los alumnos. Si respondes que sí (como presumo), aparte de derogar el Concordato como primera medida, tendrías que demostrar que el hecho de que los alumnos de un campus vayan a oír misa o a rezar a una capilla es objetivamente contrario a los objetivos de la universidad y, francamente, me parece una tarea casi imposible. De otra parte, una supuesta prohibición alimentaría inmediatamente el victimismo religioso y polarizaría más la sociedad. En mi opinión, siempre que no se financie con dinero público, yo permitiría que hubiese capillas, desactivando un debate envenenado (y malintencionado). Como dice Julian, si es verdad que ya no va casi nadie, en poco las capillas en las universidades públicas desaparecerán de muerte natural.
Entiendo tu postura y la de Julián. Un amigo mío, taurino, afirma que si no fuera por los antitaurinos furibundos 'la Fiesta' se habría muerto sola; igual está pasando con la asistencia a los cultos católicos y prohibir no haría más que exaltar a los creyentes, pero como bien dices, mi postura es simbólica, de principios. Que haya capillas, en la calle de al lado y fuera de la universidad
EliminarEs que el anticlericalismo español es esencialmente anticatólico por razones históricas más que obvias... Siendo así, una buena parte de la sociedad no quiere ver una capilla dentro de una universidad y puedo entenderles. Será legal, pero así es.
ResponderEliminarAnticlericalismo anticatólico, sí claro, es una obviedad. Pero, tal como están los tiempos, la mejor estrategia anticlerical es dejar el asunto en paz.
EliminarNo. La mejor estrategia es defender los principios del laicismo y la separación Iglesia Estado, empezando por denunciar un infame concordato
EliminarYo no veo en nada de lo que dice Miroslav nada opuesto a los principios del laicismo. Al revés, me parece la mejor forma de entenderlos y de aplicarlos.
EliminarMiroslav, en el comentario de arriba, dice textualmente que la mejor estrategia es dejar las cosas como están. Pues no, como están es lamentable, un laicismo hipócrita, o sea, un no-laicismo
EliminarLa verdad es que, a pesar de la estupenda serie de posts que Miroslav le dedicó hace tiempo, lo ignoro casi todo del Concordato, de manera que no tengo ni idea de por qué te parece "infame". Ni de por qué dices que es "lamentable, un laicismo hipócrita", el actual estado de cosas que Miroslav recomienda dejar como está.
EliminarLaicismo suele usarse en dos acepciones. La primera es de rechazo a la religión en la sociedad (en el ámbito de lo público); la segunda, que el Estado sea neutral con todas las creencias (incluyendo las no-creencias, el ateísmo). Si España es un Estado laico lo es en esta segunda acepción, con el añadido de que los poderes públicos están obligados a tener en consideración las creencias religiosas de sus ciudadanos.
EliminarEn ese marco, y siempre que no se financien con recursos públicos, no veo en absoluto contradictorio con la aconfesionalidad del Estado español permitir la existencia de capillas en las universidades públicas; es decir, permitir que los creyentes satisfagan las necesidades religiosas que puedan sentir, del mismo modo que se admiten bares para satisfacer las necesidades de beber, o agencias bancarias para satisfacer las necesidades de sacar dinero, etc.
La pregunta que encabeza este post, Lansky, es si se deberían prohibir las capillas en las universidades públicas. De momento no lo están; a eso me refiero con dejar las cosas como están. Si tú entiendes que sí, que deberían prohibirse, habrías de explicitar los argumentos para legitimar tal acto desde el Estado. Me parece difícil que en el marco constitucional los encuentres.
EliminarPero, en todo caso, prohibir a lo único que conduciría sería a incendiar los ánimos, provocar odios y dificultar la convivencia pacífica (todo ello muy del gusto de nuestra idiosincrasia patria). Lo cierto es que a mí, como no creyente, no me molesta que los creyentes fueran a rezar a una capilla entre clase y clase. Live and let live.
Claro, pero el problema español es que la Iglesia sigue teniendo un poder que otros grupos no tienen, muy principalmente por acoso y derribo. En EEUU, por ejemplo, sí ves un mejor equilibrio de esa definición de laicismo.
EliminarVambrugh, el actual cocncordado da un trato de favor, casi exclusivista a la Iglesia Católica, sobre todo en su régimen ¿o es que tuhas visto una casilla en la declaración de la renta donde te preguntes si quieres marcar la casilla del judaismo, el luteranismo o el islamismo? Con eso me basta.
EliminarNo, Miroslav, si dejar las cosas comoe stán es permitir la existencia de esa capillita de los cojones, que la dejen y se pudra sola; otra cosa es denunciar el concordato, que yo creo necesario. Pero si sigue existiendo esa capilla, que no se extrañe nadie si alguien decide enseñar las tetas en ella.
Que otras religiones no tengan una casilla similar a la de la Iglesia Católica no es consecuencia de que esta tenga un concordato -que, naturalmente, no se mete en lo que el estado haga con otra religiones- sino de que estas otras no tengan nada parecido a ese concordato. La solución, pues, no es que se eliminen los acuerdos con el estado de la única confesión que los tiene, sino que las otras lleguen a acuerdos similares, lo que nadie les impide hacer -y si alguien se lo impidiera no sería, desde luego, el concordato-. Si estos son todos los motivos que puedes darme para declararlo infame y reclamar su denuncia...
EliminarEntre una sociedad regida por el "vive y deja vivir" que enunciaba Miroslav; y otra en la que "a nadie extrañe" que la existencia de un lugar de culto provoque que los no adeptos se sientan legitimados para cometer en él actos de provocación contra los adeptos, cada cual puede elegir la que mejor le parezca. Yo tengo claro cuál prefiero. Felizmente hay también no creyentes, como Miroslav, que me acompañan en mi preferencia.
Lansky, entiendo que tu expresión "que la dejen y se pudra sola" significa que, aunque a regañadientes, estás de acuerdo que es mejor dejar las cosas como están o, al menos, que estás de acuerdo en que no procede prohibir las capillas en las universidades públicas (también supongo que estaremos de acuerdo en que no deben ser financiadas con recursos públicos).
EliminarEn cuanto a denunciar el Concordato -y aunque no sea el asunto del post- habría que concretar qué es lo que hay que denunciar, es decir, entrar a los contenidos concretos de los 4 Tratados firmados entre el Estado español y el Vaticano (ya dedique unos posts al asunto). Porque estaremos de acuerdo en que que exista un Tratado con el Vaticano no es malo per se.
En mi opinión, le damos demasiada importancia. Dejemos que haya espacios para la práctica religiosa siempre que haya demanda y no se financien con dinero público. Seguro que en poco tiempo dejan de existir por sí solas, sin necesidad de montar una bronca.
ResponderEliminarTe pondría algún matiz, pero, en general, de acuerdo.
ResponderEliminarImagino que el matiz no se lo pondrás a mi suegra. B-). Me alegra que alguna vez estemos cerca del "Concordato". Fdo.: Joaquín
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