En junio de 1916, el gobierno francés acordó adoptar el horario de verano. Dos meses antes lo había hecho Alemania con sus aliados y las zonas ocupadas. La idea era vieja –se atribuye a un constructor inglés, William Willett, quien la propuso en un folleto publicado en 1907– y tenía por objeto aprovechar más la luz solar y ahorrar energía. Pero no terminaba de convencer hasta que la dureza de la Gran Guerra animó a los contendientes a imponerla con la esperanza de ahorrar carbón.
El miércoles 14 de ese mes de junio de 1916 hubo sesión en el Senado español, con la asistencia a la misma del gobierno, presidido por el Conde de Romanones. Eran casi las cuatro de la tarde cuando se le concedió el primer turno de intervenciones a Don Federico (o Frederic) Rahola Tremols 1858 – 1919), portavoz de la Lliga Regionalista de Cambó y elegido por Gerona. Este Rahola –jurista, economista, escritor y político– fue un tipo muy activo durante toda su vida y de los que, frente al desánimo de tantos noventaochistas, reaccionó frente al Desastre propiciando la recuperación de las relaciones económicas de España (y especialmente de Cataluña) con los países americanos. Un tipo interesante aunque hoy haya caído en el olvido.
Pero vuelvo a esa tarde senatorial y leo la intervención de Don Federico, casi como si la escuchara, con fuerte acento catalán. Se dirige a Romanones “porque quiere llamar su atención sobre un hecho de suma trascendencia en nuestra vida internacional”. Le preocupa al bueno de Rahola el desbarajuste que se iba a producir en el enlace entre los ferrocarriles españoles y franceses, que estaba combinado según el horario antiguo. Y explica que “a la vuelta, nuestros trenes no lucharán con dificultad alguna, puesto que llegarán los trenes franceses a la frontera una hora antes y la única molestia que sufrirán los viajeros será la de esperar una hora a que salga el tren español; pero en cambio los viajeros de los trenes españoles se encontrarán con que llegarán a la frontera una hora después, y por tanto, cuando hayan ya salido los trenes franceses”. Añadía además otros inconvenientes que iba a suponer la descoordinación horaria con los vecinos del Norte e insinuaba, si bien reclamando que se dieran todos tiempo para meditarlo, que España siguiera el ejemplo de esos países que habían adoptado el cambio horario estacional.
El Presidente del Consejo, muy educadamente (la cortesía parlamentaria hace cien años era muy distinta de la actual) contesta al senador catalán que es en efecto un asunto interesante y de suma importancia económica, y que el Gobierno ya estaba pensando sobre ello. Adelanta además que “quizá no tengamos más remedio que llegar a la hora que los otros pueblos adoptan”, lo cual, dice, da lugar a graves perjuicios pero las ventajas son mayores que los inconvenientes. España, en efecto, adoptaría el horario de verano pero ciertamente se tomaron su tiempo para meditar sobre el asunto, ya que fue por Real Decreto de 3 de abril de 1918 (¡dos años después!), con el argumento de la escasez de carbón producida por la guerra y también para armonizar el horario con los países vecinos. No obstante, el horario de verano se suprimió en 1920, se volvió a introducir durante la Dictadura de Primo, y con la República se quitó de nuevo, aunque luego, durante la Guerra hubo varios vaivenes de cambios horarios distintos en cada bando (la contienda acabó a la vez pero a horas distintas para los franquistas y los republicanos).
En fin, tampoco voy a extenderme ahora sobre los líos de los cambios horarios (luego vendría el peor que sigue vigente, que es el de asignar a España el huso horario de la Europa Central). Si he escrito este post es porque, buscando otra cosa, me topé con la intervención de Rahola y me hizo gracia. Es curioso que, al producirse por primera vez un desajuste en los horarios oficiales a ambos lados de la frontera, el senador catalán se preocupara por sus afecciones a los enlaces ferroviarios. Y es que, fue la implantación y desarrollo de los ferrocarriles lo que obligó a uniformizar, al menos en el interior de un país, los horarios. Hasta entonces, cada pueblo tenía su propia hora, más o menos ajustada al sol, de modo que cuando eran las seis de la tarde en Almería en Vigo probablemente el reloj del Ayuntamiento marcaría las cinco. Me quedo con ganas de saber si ese 14 de junio, los viajeros que iban desde Madrid a París se encontrarían al llegar a Irún que el tren francés ya no estaba. Quiero suponer que no, que les esperaría.
http://verne.elpais.com/verne/2017/02/15/articulo/1487171113_006298.html
ResponderEliminarBuen artículo, aunque ya conocía casi todo lo que cuenta (y, de hecho,me refiero en el post a ello). En todo caso, siendo cierto que fue el desarrollo de los ferrocarriles el que obligó a uniformizar los horarios en cada país cargándose las horas locales, esto pudo no haber sido así; quiero decir, que no era un requisito necesario. No habría sido incompatible con los trenes mantener las horas locales; pero lo cierto es que lo que ocurrió fue lo que ocurrió (al menos en este universo paralelo :)
EliminarPues servidor sí se figuró que el horario oficial tenía que ser consecuencia de los trenes, porque son el medio de comunicación más rápido que precisa de una buena coordinación entre ciudades distintas, muy especialmente porque no pueden salirse de su camino. El artículo que Lansky enlaza es bastante bueno.
ResponderEliminarPara otro día, podemos hablar de cómo ante el calendario gregoriano hubo mucha resistencia religiosa por haber sido obra de un Papa y motivo de una famosa pregunta con trampa: ¿En qué mes tuvo lugar la Revolución de Octubre? La mayoría de los que responden bien dicen que en noviembre, deberían siempre indicar "en el calendario gregoriano/actual".
Si habías llegado a tú solito a la conclusión de que el horario oficial tenía que ser consecuencia de los trenes tienes una sorprendente capacidad deductiva. En todo acso, como le comento a Lansky, no era una consecuencia necesaria: habría bastado poner las horas de llegadas y salidas a/de cada estación en el horario de ésta, como de hecho ocurre en los USA (con varios husos horarios) o en los vuelos internacionales.
EliminarLa Revolución de Octubre ocurrió en octubre, porque el cuando y el donde deben ser congruentes. En efecto, para los occidentales que usaban el calendario gregoriano ya era noviembre.
También me ayudó un pasaje de Drácula, de Bram Stoker. Cuando Mina se reúne con Jonathan en Transilvania, comenta que la hora de salida de los trenes se retrasa conforme vas al este. Ahí me di cuenta de que tener en cuenta la hora en distintas localidades era importante.
EliminarNo, Joaquín. La primera línea ferroviaria que conectó España y Francia fue la que unía Madrid y París por Irún-Hendaya; el viaje inaugural, con Isabel II a bordo, fue el 15 de agosto de 1864.
ResponderEliminarEl túnel y la estación de Canfranc son posteriores. La inauguración de ese enlace con Francia fue en 1928, más de una década después de la sesión del Senado que narro en este post. Para entonces, además de la conexión por el País Vasco también funcionaba la catalana por Portbou (1878).
Sería interesante estudiar hasta qué punto influyeron las potentes burguesías catalana y vasca, hoy tan nacionalistas, en que se impusieran los pasos fronterizos de Irún y Portbou por encima del de Canfranc, que a mí, a simple vista, me parece más directo; con el consiguiente desarrollo de sus regiones por delante del pobre Aragón. Pero en fin, comprendo que esto se sale del asunto del post. Es solo una consideración que se me ha venido a la cabeza...
ResponderEliminarHombre, Vanbrugh, la tendencia a achacar a los vascos y catalanes arrimar el ascua a su sardina más de lo que en justicia les habría correspondido es comprensible. Pero, en este caso, me parece que no es necesario. La comunicación por Irún-Hendaya solo exigía un puente sobre el Bidasoa; la catalana por Portbou requirió hacer un túnel hasta Cerbère, pero bastante más sencillo que el de Canfranc. En todo caso, parece que los catalanes no querían el trazado por la costa sino por Figueras, y que fueron los franceses quienes lo impusieron.
ResponderEliminarEs decir, que creo yo que la cronología de los pasos ferroviarios entre Francia y España son congruentes con la lógica y la geografía. No veo la necesidad de presuponer influencias de las potentes burguesías vascas y catalanas. Pero, ya puestos, diría que la priorización del enlace vasco obedece, más que a los intereses "periféricos", a los centralistas de ambos países. No tienes más que trazar en un mapa una línea recta entre París y Madrid y comprobarás que pasa casi exactamente por la frontera vasca.