Hoy, 3 de diciembre, es San Francisco Javier (1506-1552), jesuita navarro de la primera hornada, misionero en el Lejano Oriente y canonizado por Gregorio XV junto a Ignacio de Loyola, Teresa de Ávila, Isidro y Felipe Neri. Hoy es el santo de los javieres que, si tienen suficiente edad, se llamarán Francisco Javier y si son más jóvenes, cuando ya se podían poner nombres a los recién nacidos sin respetar el santoral, quizá se llamen Javier a secas o en cualquier otra combinación. Lo cierto es que bastantes de quienes llevan este nombre ignoran que Javier es una localidad de la comarca de Sangüesa, precisamente en la que nació el santo. Su nombre completo era Francisco Jasso Azpilicueta Atondo y Aznarez; su padre, originario de la Baja Navarra (en Francia), era presidente del Consejo de los reyes de Navarra, Juan de Albret y Catalina de Foix, los últimos antes de la conquista por Fernando el Católico.
Un amigo muy cercano celebra hoy su santo. Sus padres le bautizaron e inscribieron en el registro con el nombre de Francisco Xavier, así con X y V, que es la grafía usada en el catalán, pero también en francés, inglés y portugués. De modo que quienes no lo conocen, pronuncian su nombre con el actual sonido de la X pero él reclama que debe decirse con el fonema de la actual J, del mismo modo que pronunciamos Méjico aunque escribamos México. También hay quienes suponen que mi amigo es catalán y, cuando se enteran de que nació en San Sebastián, le preguntan que por qué entonces no escribe Xabier, como es en euskera. Porque así, Xavier, era como se escribía en la época de San Francisco. Y se escribía así en el castellano de Navarra, en la que, aunque fuera independiente, ya por entonces era idioma común junto con el vasco.
Lo cual nos lleva a la grafía y la fonética de nuestro idioma en los albores del XVI. De entrada, parece que por esas fechas no existía en el castellano el sonido de nuestra actual J, la fricativa velar sorda, cuyo símbolo en el alfabeto fonético internacional es precisamente /X/. Había por aquellos tiempos tres letras cuyos sonidos van a ir confundiéndose en esa etapa de transición idiomática: la g, la j (que es una evolución de la i) y la x. En una Gramática de 1559 se nos informa que la g tiene dos sonidos: uno “flojo” delante de a, o y u que es igual al actual, y otro más “fuerte” delante de e e i, y éste no es el actual (sonido de la J) sino el del italiano y francés delante de esas dos vocales (giorno, por ejemplo). La j sonaba como la misma grafía en francés (Jean). Finalmente, la x se pronunciaba como la ch francesa (chevalier) o como la sc italiana (sciuto), es decir, muy similar a como se sigue pronunciando en catalán.
En los tiempos del Santo, pues, en castellano no se pronunciaba el fonema /X/. De modo que la cantidad de palabras de nuestro idioma que ahora y entonces se escribían con J se pronunciarían como lo siguen haciendo los catalanes, por ejemplo. Multitud de nombres propios –Juan se diría Yuan, José, Yosé, Joaquín, Yoaquín–, pero también palabras de lo más comunes: oyos en vez de ojos, illos por hijos, etc. La ausencia del fonema /X/ hacía que los sonidos de ese castellano fueran mucho más similares al resto de lenguas romances, incluyendo desde luego las otras que se hablaban en la Península. Si, por otro lado, la localidad natal del Santo se escribía con X, hay que asumir que en sus tiempos se pronunciaría como una CH algo más suave. Esta suposición es congruente con la etimología del nombre –Etxeberri (casa nueva)– ya que probablemente la sílaba txe (che) derivaría a Xa (Cha).
Tenía yo la creencia de que la existencia de la fricativa velar sorda en nuestro idioma se debía a las influencias del árabe, pues en su lengua también existe. Pero, si bastante después de acabada la Reconquista no existía el fonema /X/, es obvio que no pudo ocurrir así. De hecho, según leo en algunos artículos de filólogos, a lo largo de la Edad Media, mientras convivieron ambas lenguas en la Península, la castellana tomó prestados numerosos arabismos pero convirtiendo los fonemas de la J y H aspirada a otros con los que contaba, mayoritariamente a la F, el que tenía mayor semejanza acústica (por ejemplo, al-jomra pasó a alfombra). Parece que la aparición del fonema de la actual J ocurrió a finales del primer tercio del siglo XVII, como evolución espontánea del idioma. Así, las palabras que hasta entonces se escribían con X y se pronunciaban como la CH francesa (Xavier entre ellas) pasaron a decirse con el sonido J actual. Décadas después el fonema no sólo pasó a representarse con la grafía J sino que, además, muchas de las palabras escritas con J y G fuerte cambiaron su pronunciación para adoptar la actual. Resultados de ese último y tremendo cambio fue que el castellano se llenó de palabras con el sonido /X/ y que la grafía X pasó a representar otro fonema distinto (el actual, equivalente a ks). Y, claro está, las palabras que escritas con X habían sido las primeras en adoptar el fonema /X/ se pasaron a escribir con J para mantener la nueva pronunciación.
A lo que no he encontrado aún explicación satisfactoria es al porqué de la aparición del actual sonido J en el castellano, máxime cuando se produce cuando el dominio geográfico de nuestra lengua incluía ya las Américas. ¿Cómo es posible que en un tiempo relativamente corto (aunque fuera en dos etapas) palabras que se pronunciaban de otro modo pasaran a decirse con un sonido muy distinto y, además, de mayor dificultad fonética? Este cambio radical se me antoja contra la lógica de la evolución fonética y tengo una tremenda curiosidad por saber sus causas. Pero, hasta que las averigüe, sentemos como datos ciertos que Xavier se escribía así en castellano en los tiempos del Santo, pero se pronunciaría más o menos Chavier (la ch algo más suave que la actual); que cien años después (en los primeros del XVII) pasaría a pronunciarse Javier, pero seguiría escribiéndose con X; y que finalmente, no sé hacia qué fechas, el fonema /X/ pasó a representarse con la J y –con la G delante de e e i– y Javier que ya se pronunciaba con el sonido de la J, pasó a escribirse también con esta letra. No obstante, durante algún tiempo, ese fonema se pudo escribir en castellano con las dos grafías (X y J) hasta que en la octava edición de la Ortografía de la lengua castellana (1815) se decidió eliminar el uso de la letra X como representación de ese sonido. Salvo, claro está, algunas contadas excepciones: México, Texas, Oaxaca ... Y el Xavier de mi amigo.
Lo cual nos lleva a la grafía y la fonética de nuestro idioma en los albores del XVI. De entrada, parece que por esas fechas no existía en el castellano el sonido de nuestra actual J, la fricativa velar sorda, cuyo símbolo en el alfabeto fonético internacional es precisamente /X/. Había por aquellos tiempos tres letras cuyos sonidos van a ir confundiéndose en esa etapa de transición idiomática: la g, la j (que es una evolución de la i) y la x. En una Gramática de 1559 se nos informa que la g tiene dos sonidos: uno “flojo” delante de a, o y u que es igual al actual, y otro más “fuerte” delante de e e i, y éste no es el actual (sonido de la J) sino el del italiano y francés delante de esas dos vocales (giorno, por ejemplo). La j sonaba como la misma grafía en francés (Jean). Finalmente, la x se pronunciaba como la ch francesa (chevalier) o como la sc italiana (sciuto), es decir, muy similar a como se sigue pronunciando en catalán.
En los tiempos del Santo, pues, en castellano no se pronunciaba el fonema /X/. De modo que la cantidad de palabras de nuestro idioma que ahora y entonces se escribían con J se pronunciarían como lo siguen haciendo los catalanes, por ejemplo. Multitud de nombres propios –Juan se diría Yuan, José, Yosé, Joaquín, Yoaquín–, pero también palabras de lo más comunes: oyos en vez de ojos, illos por hijos, etc. La ausencia del fonema /X/ hacía que los sonidos de ese castellano fueran mucho más similares al resto de lenguas romances, incluyendo desde luego las otras que se hablaban en la Península. Si, por otro lado, la localidad natal del Santo se escribía con X, hay que asumir que en sus tiempos se pronunciaría como una CH algo más suave. Esta suposición es congruente con la etimología del nombre –Etxeberri (casa nueva)– ya que probablemente la sílaba txe (che) derivaría a Xa (Cha).
Tenía yo la creencia de que la existencia de la fricativa velar sorda en nuestro idioma se debía a las influencias del árabe, pues en su lengua también existe. Pero, si bastante después de acabada la Reconquista no existía el fonema /X/, es obvio que no pudo ocurrir así. De hecho, según leo en algunos artículos de filólogos, a lo largo de la Edad Media, mientras convivieron ambas lenguas en la Península, la castellana tomó prestados numerosos arabismos pero convirtiendo los fonemas de la J y H aspirada a otros con los que contaba, mayoritariamente a la F, el que tenía mayor semejanza acústica (por ejemplo, al-jomra pasó a alfombra). Parece que la aparición del fonema de la actual J ocurrió a finales del primer tercio del siglo XVII, como evolución espontánea del idioma. Así, las palabras que hasta entonces se escribían con X y se pronunciaban como la CH francesa (Xavier entre ellas) pasaron a decirse con el sonido J actual. Décadas después el fonema no sólo pasó a representarse con la grafía J sino que, además, muchas de las palabras escritas con J y G fuerte cambiaron su pronunciación para adoptar la actual. Resultados de ese último y tremendo cambio fue que el castellano se llenó de palabras con el sonido /X/ y que la grafía X pasó a representar otro fonema distinto (el actual, equivalente a ks). Y, claro está, las palabras que escritas con X habían sido las primeras en adoptar el fonema /X/ se pasaron a escribir con J para mantener la nueva pronunciación.
A lo que no he encontrado aún explicación satisfactoria es al porqué de la aparición del actual sonido J en el castellano, máxime cuando se produce cuando el dominio geográfico de nuestra lengua incluía ya las Américas. ¿Cómo es posible que en un tiempo relativamente corto (aunque fuera en dos etapas) palabras que se pronunciaban de otro modo pasaran a decirse con un sonido muy distinto y, además, de mayor dificultad fonética? Este cambio radical se me antoja contra la lógica de la evolución fonética y tengo una tremenda curiosidad por saber sus causas. Pero, hasta que las averigüe, sentemos como datos ciertos que Xavier se escribía así en castellano en los tiempos del Santo, pero se pronunciaría más o menos Chavier (la ch algo más suave que la actual); que cien años después (en los primeros del XVII) pasaría a pronunciarse Javier, pero seguiría escribiéndose con X; y que finalmente, no sé hacia qué fechas, el fonema /X/ pasó a representarse con la J y –con la G delante de e e i– y Javier que ya se pronunciaba con el sonido de la J, pasó a escribirse también con esta letra. No obstante, durante algún tiempo, ese fonema se pudo escribir en castellano con las dos grafías (X y J) hasta que en la octava edición de la Ortografía de la lengua castellana (1815) se decidió eliminar el uso de la letra X como representación de ese sonido. Salvo, claro está, algunas contadas excepciones: México, Texas, Oaxaca ... Y el Xavier de mi amigo.
Sí que es intrigante el cambio de pronunciación de /X/. Pensaba que esos fenómenos tenían lugar mucho más despacio y, como bien apuntas, de sonidos más difíciles a sonidos más fáciles, y no al revés, como en este caso.
ResponderEliminarMuchas felicidades a tu amigo, por cierto, de parte del mío.
En efecto, es muy intrigante o al menos así me lo parece. De hecho tengo mucho interés en descubrir las posibles causas así como más detalles de cómo se produjo tan extraño cambio en la pronunciación de miles de palabras. Así que, si te enteras de algo, ya sabes ...
EliminarY de parte de mi amigo, muchas felicidades al tuyo.
En el caso del castellano, una gran injusticia histórica nos ha proporcionado un extraordinario medio de estudiar el español medieval, ¡el ladino! Aquí tenéis a una señora contándonos cierta historia en ladino y se entiende bastante bien, muy a pesar de que no pronuncia /x/ en ningún momento.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=6q323m0RRPU
Una precisión: en francés, se supone que su j es la fricativa postalveolar sonora, mientras que en italiano es la africada postalveolar sonora, representadas como ʒ y d͡ʒ respectivamente. La y como consonante se llama fricativa palatal sonora y se simboliza como ʝ. De todos modos, es justo reconocer que el sonido que le da el español es bastante alejado del ámbito europeo occidental. Son las variantes sonoras del sonido de la sh en inglés y de “ci-” en italiano. Ahora bien, la x del catalán es un sonido un poco distinto de acuerdo con los especialistas, aunque por lo general suelen tratarse como similares…
Recuerdo que cuando estudiaba inglés y francés que nuestros profesores nos insistían con entender bien el contraste sonoro-sordo, no tan claro en español. Lo que nunca contaron fueron las causas: en español, las letras b, d y g son en realidad dos sonidos: el inicial, que es el parecido a como se pronuncian estas letras en otras lenguas europeas, y el medio, que es un poco más suave y es inaudito en esas lenguas. De ahí que nunca se escribirá como se habla a pesar de la insistencia de algunos bienintencionados, se escribirá como se ENTIENDE (cuando se procura, luego hay cosas como la ortografía inglesa).
Sobre tus sospechas, sólo puedo decir que no creo imposible que se pase de un sonido más sencillo a otro complejo... más que nada porque eso nos obligaría a considerar que las primeras lenguas de la humanidad eran extraordinariamente complejas, con unos fonemas imposibles. Supongo que en fonética se sabrá algo, quizás del mismo modo que existen familias lingüísticas atendiendo a la gramática y el léxico común*, hay familias fonéticas. No parece imposible, viendo que en algunas lenguas del mundo hay extraños paralelismos fonéticos sin que tengan demasiada relación. El japonés, por ejemplo, tiene ciertas similitudes con el italiano, aunque no suene musical.
* Hay que tener cuidado con eso, a veces algunas lenguas tienen relaciones léxicas por una lengua culta que suministra términos cultos a todas. Ocurre en el Océano Índico por el sánscrito y en el Extremo Oriente por el chino.
Efectivamente, el ladino es un ejemplo vivo (aunque en peligro) para saber cómo era el castellano que s ehablaba antes del XV. El video que enlazas es muy ilustrativo, sin duda. Es llamativo como no hay ningún sonido /x/; las únicas veces que los pronuncia es en palabras de lenguas semíticas.
EliminarDesde luego, no es imposible pasar de sonidos sencillos a complejos, y la prueba es la introducción de la J en el español. Pero es extraño. A mí, la verdad, me asombra muchísimo y, como ya le he dicho a Vanbrugh, me encantaría conocer con detalle cómo y por qué sucedió.
Sí que es interesante e ilustrativo el ladino, sí. La única duda que a mí me cabe es si no habrá evolucionado también él por otros caminos, en todo este tiempo. Rodeado como está de otros idiomas, no sé si es posible saber cuánto ha tomado de ellos, y cuánto conserva del castellano del siglo XV.
EliminarMiroslav, es el mismo problema del proto-indoeuropeo: no habiendo escritos y siendo que, como se suele decir, las palabras vuelan, sólo se tienen reconstrucciones más o menos fidedignas. Incluso en el caso del latín haya veces discusiones de cómo pronunciaban por ejemplo la letra "s", porque al fin y al cabo el latín culto y el vulgar divergían mucho, nuestra propia conversación es una prueba.
EliminarVanbrugh, claro, pero en el aspecto fonético sí se piensa que se parece más al español medieval que al moderno.
Yo tenía una tía bailarina y trotamundos que se casó con un judío de Estambul; cuando venían a España (yo era un niño) me encantaba oirle hablar en ladino, como si fuera un romance medieval, y le entendía perfectamente. Tuvieron un hijo que decidió estrechar el mundo demasiado amplio de sus padres; emigró a Israel y se convirtió en piloto de cazas de combate.
ResponderEliminarPor lo que cuentas, no solo decidió estrechar su mundo, sino también estropear el del prójimo. Son cosas que con frecuencia van juntas...
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