Camino por Madrid. Esta ciudad, si no vives, mejor dicho, si no trabajas en ella, es fantástica para pasear y tropezarte incesantemente con descubrimientos o redescubrimientos (es decir, que ya conocías pero has olvidado y, por tanto, no esperabas encontrarlos). Esta mañana he salido de casa de mi hermana (cerca del barrio de San Juan Bautista, entre la M30 y Arturo Soria), he cruzado la autovía circunvaladora y he bajado todo López de Hoyos hasta la Castellana. Pretendía llegar al Museo del Romanticismo, en la calle San Mateo, con previa parada en la Fundación Mapfre del Paseo de Recoletos; o sea, combinar caminata con disfrute artístico. Sin embargo, al pasar por Colón me apeteció echar un vistazo a la muestra homenaje al recientemente fallecido Basilio Martín Patino, que hay en el Centro Cultural de la Villa. La exposición se titula "Madrid, rompeolas de todas las Españas", tomado de unos versos que Antonio Machado escribió en noviembre de 1937, en una ciudad cercada ("Madrid, Madrid, ¡qué bien tu nombre suena / rompeolas de todas las Españas! / La tierra se desgarra, el cielo truena, / tú sonríes con plomo en las entrañas"). Desde luego, me alegro de haber entrado y dedicar una hora y media a repasar, mediante fotos y fragmentos de sus películas, la historia de Madrid: República, Guerra Civil, Posguerra, Transición, Movida y los años mäs recientes (los indignados de Sol). Hacia el final, veo una intervención del cineasta en aquel magnífico programa de TVE que fue "La Clave" (¿concebiríamos hoy un programa donde los tertulianos dejaran hablar y, además, argumentaran con sentido e inteligencia?) y, como un destello, me viene a la memoria una tarde de mi adolescencia (calculo que sería hacia 1972) en la que Basilio con su hermano José María, que era amigo de mi padre, estuvieron en nuestra casa (José María, jesuita, fue secretario del cardenal Tarancón durante la Transición). Como niño bien educado que era saludé a aquellos señores quienes por entonces no me interesaban en absoluto. Creo que no me acordaría si no fuera porque unos años después, cuando por fin se autorizó la exhibición de "Canciones para después de una guerra" –yo acababa de entrar en la universidad–, mi padre me contó que de esa película habían hablado aquella tarde en nuestra casa. Luego, sobre todo en los ochenta, vi dos o tres filmes más de Martín Patino, pero he de reconocer que no lo he seguido apenas; es más, ni siquiera me enteré de que había muerto este pasado agosto. La visita de hoy me ha incentivado a repasar su obra; otro propósito de año nuevo.
Salgo del Centro Cultural de la Villa, cruzo Jorge Juan y me digo: "ya puestos, veamos que exhiben en la Biblioteca Nacional". Pues nada menos que "Cartografías de lo desconocido", con un montón de mapas que guarda la Institución. Tentación demasiado grande, ya que mapas y especímenes emparentados son desde hace mucho asuntos de mi interés. Veo algunas cosas curiosas, aunque en conjunto la muestra se me hace un poco pesada, quizá porque había más gente de la deseable para una experiencia más placentera. En fin, que cuando emerjo al exterior es ya la una y media, y había quedado a las 14:30 con un amigo en la boca de metro de Alfonso XIII. Obviamente, había de renunciar a Zuolaga en el París de la Belle Époque (Fundación Mapfre) y a la inmersión en el Romanticismo decimonónico. No pasa nada, pienso, aún tengo días en Madrid y no quiero dejar de hacer una docenita de kilómetros cada día. Entre paréntesis: se trata de un ensayo del más importante de mis propósitos para el dieciocho. A mí me gusta mucho andar pero lo cierto es que últimamente lo hago con poca frecuencia, postergándolo por múltiples urgencias cotidianas. El resultado de mi sedentarismo, junto con otros factores, ha sido una continuada subida de peso que ha llegado ya a cotas inadmisibles. Dieta y ejercicio, no queda otra.
Pues nada, que comienzo el camino de regreso atravesando el Barrio de Salamanca en zigzag y comprobando el fervor patriótico de los madrileños de bien mostrado en no pocas enseñas rojigualdas en ventanas y balcones ( ni una señera estelada, oiga); desde luego, en Tenerife no ha habido ni de lejos tanto entusiasmo banderil en respuesta al "desafío catalán". Así, paso a paso, llegué al cruce de Francisco Silvela y Avenida de América, paso por detrás del Intercambiador y enfilo por la calle Mataelpino porque quería seguir por Clara del Rey. Y es entonces cuando surge el "redescubrimiento" del día, tal como explicaba antes: veo un edificio de magnífica arquitectura y pienso "esto yo lo conozco", pero tardo un rato en acordarme. Se trata del bloque de 45 viviendas en dúplex que conforma la IV fase de la Colonia de la Virgen del Pilar. Corroboro luego en casa de mi hermana que, en efecto, fue una de las realizaciones más importantes de la ObraSindical del Hogar durante los cuarenta, en unos años en que había unas discusiones enconadas sobre arquitectura y urbanismo entre los "pasionales" de Falange y los adscritos a las otras familias de aquel franquismo primerizo, mucho más pragmáticos (algún día he de escribir sobre este asunto). Lo cierto es que en esas administraciones del Régimen había un buen puñado de arquitectos jóvenes y de altísima calidad profesional. Uno de ellos era Francisco de Asís Cabrero (1912-2005), cuya obra más conocida es la Casa Sindical en el Paseo del Prado, actualmente el Ministerio de Sanidad. Este edificio de viviendas sociales refleja externamente su estructura constructiva, consistente en una serie de muros medianeros Con contrafuertes de arriostramiento en ambos extremos. Son seis plantas que corresponden a tres filas de 15 viviendas dúplex, cuya unidad formal se define mediante bóvedas de doble tabica; la planta inferior tiene una terraza cubierta a doble altura, lo que provoca un juego acusado de sombras que confieren un carácter espectacular a la fachada de ladrillo.
Bueno, para ser sinceros, hay que advertir que la altísima calidad compositiva de la fachada ha quedado brutalmente devaluada porque en un gran número de las viviendas sus propietarios se han dedicado a tapar el magnífico vano de doble altura con una espantosa carpintería de aluminio blanco. Una pena, qué duda cabe, la falta de sensibilidad de unos propietarios que, para ganar unos escasos metros cuadrados habitables, destrozan una obra arquitectónica y, por ende, empeoran el entorno urbano. Habrá quienes opinen que los propietarios tienen todo el derecho a alterar la fachada de su vivienda. Es un debate viejo en el que no voy a entrar ahora. Diré tan solo que niego ese presunto derecho, que hay un interés público que limita las facultades privadas. Pero en fin, de lo que se trataba era de dejar constancia de este reencuentro mío, una inesperada y agradable sorpresa.
Me ha dado un pequeño vuelco el corazón al ver tus dos imágenes del bloque de viviendas. Durante muchos años, todos los de mi infancia, esa fachada fue parte del paisaje que se veía desde las ventanas de mi casa, al otro lado de la Avenida de América (este enorme bloque de viviendas prácticamente contemporáneo de tu edificio, muy visible por la gran torre en la esquina con Francisco Silvela, rematada por un anuncio de Iberia. Es de Cárdenas, creo, y tampoco era mala arquitectura). Entonces no existía el actual edificio de UGT, que ahora tapa la vista; y el lugar donde se encuentra ahora el intercambiador era un gran descampado sin urbanizar, algo desolado y con un tíovivo permanentemente instalado. No sé exactamente en qué año de los setenta, en mi adolescencia, se construyó el edificio de los Sindicatos, ahora de UGT, yo dejé de ver los duplex de la Colonia Virgen del Pilar y su existencia se borró de mi mente. Ver ahora de repente esa característica fachada, que tan familiar me fue en otros tiempos y de la que no me había vuelto a acordar me ha supuesto un pequeño choque y un agradabilísimo reencuentro con mi pasado más remoto.
ResponderEliminarVaya, pues me alegro de haberte traído recuerdos agradable
Eliminar¡Buen paseo! Curiosa anécdota con que empiezas, parece que has conocido a muchos personajes célebres.
ResponderEliminarEn este caso no diría que lo conocí; yo era un niño y poca atención le presté. Quien lo conoció fue mi padre
EliminarAl contrario que a ti, no me entusiasma en exceso la composición de la fachada de los duplex en cuestión, salvo por las razones personales y afectivas a las que se refería mi anterior comentario. Ni la tipología general del edificio que, como tanta de la arquitectura del siglo XX, no me parece pensada para encajar sin problemas en el tejido urbano existente, sino en otro... que no crea, ni siquiera propone, ni sugiere. El resultado suelen ser, y me parece que este caso no es una excepción, actuaciones aisladas, más bien incongruentes con el entorno que, de ese modo, contribuyen a desarticular, confiriéndole un cierto aspecto de desparrame improvisado, de aglomeración casual y desordenada, muy poco "urbana". Imagino que en esta apreciación mía influye el hecho de que, en las décadas cincuenta y sesenta, los experimentos más o menos vanguardistas se reservaban para este tipo de viviendas económicas y "protegidas"; por lo que, en mi inconsciente, la "arquitectura de vanguardia" -y cualquier actuación que no mimetice el tejido urbano habitual- se identifica con "arquitectura para pobres", "barriada", "ciudad de inferior calidad". Son condicionamientos culturales que actúan automáticamente, más difíciles de superar por cuanto tienen una base objetiva innegable: estos "experimentos" arquitectónicos casi nunca se emplazaban en las "zonas nobles" de las ciudades, y rara vez iban acompañados de una urbanización semidecente del entorno.
ResponderEliminarY, efectivamente, la "adaptación" del edificio a las necesidades o gustos de sus habitantes, plasmada en la fachada por esas horrendas carpinterías de ocasión, cada una de su padre y de su madre, no lo mejora en absoluto, y redunda con el resto de condicionantes "culturales" de que te hablaba para acabar de completar la impresión de "suburbio", en la peor acepción de la palabra. De hecho, se carga por completo las para mí dudosas virtudes plásticas de la fachada. El original podía gustarme más o menos, pero así tuneado es imposible que le guste a nadie.
Sobre arquitectura e integración en el tejido urbano habría mucho que hablar y me temo que no es el momento. En todo caso, disiento de tu opinión de que el edificio de Cabrero no se integrara o no contribuyera a cualificar el entorno; más bien pienso lo contrario.
EliminarDe otra parte, tienes razón en que la mejor arquitectura (aunque pareces usar la expresión "experimentos vanguardistas" con cierto tonillo peyorativo) se hacía en esos años desde organismos oficiales. Pero es que ahí encontraron refugio los mejores profesionales en unos tiempos de extrema aridez cultural.
Ah, y tampoco hay ninguna intención peyorativa en mi uso de "experimentos vanguardistas". No sé qué puede hacértelo pensar así, como no sean las comillas que, en mi intención, querían solo subrayar lo subjetivo, personal e inexacto del término, que empleo solo por aproximación y no con un significado riguroso. Si en algo soy peyorativo es en la valoración de mi propio punto de vista, vaya.
EliminarPero creo que, siempre que se habla de calidad de la arquitectura, es el momento de hablar de su integración en el tejido urbano. La mejor arquitectura, si no se integra bien en su emplazamiento, es mala arquitectura. No son asuntos que se puedan separar, a mi juicio.
Totalmente de acuerdo en que la integración en su entorno es uno de los requisitos de la buena arquitectura. Si te he dado la impresión de que no pensaba así, me he expresado mal.
EliminarYo veo el dialogo entre dos estéticas: la del arquitecto,un progresista de los 50 o 60, y la de los propietarios que ahora le dan la espalda al espacio público. El frente es sólo una parte de la cáscara que separa al interior, lo más confortable y amplio posible, del dudoso exterior.
ResponderEliminarLo malo es que parece un diálogo de sordos. Y los inevitables gritos a quienes molestan es a los transeúntes de ese dudoso y castigado exterior...
EliminarMe parece muy certera la consideración de Chófer: arquitecto vs habitantes. En realidad, es un diálogo que siempre se da en los edificios de viviendas y no siempre en desencuentro.
EliminarLa expo de la BN de cartografía me pareció espléndida, pero excesiva, por eso pienso volver más veces.
El interior de estas viviendas no es demasiado amplio (unos 85 m2 creo, con tres dormitorios). Y en cuanto al frente, la voluntad del arquitecto más que separar era de abrir el interior hacia el exterior. Cosa distinta es lo que luego hicieron sus habitantes.
EliminarY no creo que se trate (solo) de arquitectos versus habitantes, sino de calidad del espacio público frente a opciones individualistas. Pero en este país el espacio público es de siempre despreciado.
¿Espacio público? Cada vez que un arquitecto construye una vivienda considerando lo bien que quedará desde fuera (que eso es espacio píblico es discutible para mí) pero no piensa demasiado en las necesidades de sus posibles habitantes no es según tú "arquitectos versus habitantes, sino de "calidad del espacio público frente a opciones individualistas." Cojonudo, los expertos siempre llevan la razón de antemano.
EliminarLa calle es espacio público; las fachadas de los edificios que dan frente a la misma son, pues, elementos que embellecen o estropean el espacio público.
EliminarEl arquitecto debe preocuparse tanto de que la fachada de su edificio cualifique el espacio público en el que se inserta cuanto que la vivienda responda lo mejor posible a las necesidades de sus habitantes. Una cosa no está reñida con la otra. Como en cualquier profesión, hay buenos y malos arquitectos.
El edificio al que me refiero en este post es, a mi juicio (no soy ningún experto) un buen ejemplo de arquitectura, una más que correcta solución de diseño dados los condicionantes que se le impusieron.
Sí, quizás tiendo a confundir espacio público con comunitario o comunal, pero al igual que me gusta la arquitectura sin arquitectos, es decir, la arquitectura popular, me gustan las improvisaciones, las apropiaciones del espacio público por la gente, aunque sea para "afearlo", al fin y al cabo, la ciudad es un palimpsesto. Y por eso mismo detesto por regla general los llamados arquitectos estrella (Foster, Calatrava) y me encantan los discretos (Moneo).
EliminarA Calatrava también lo detesto yo.
EliminarFíjate que las horribles extensiones son para ganar unos metritos en la planta baja algunos y hasta en la planta alta los más osados. Es un dialogo entre sordos, bien señala Vanbrugh, pero uno dice: a ver cómo te integras con tu vecino, que es tan mono, y entre todos hacemos estas viviendas económicas una estupenda vista.
ResponderEliminarY el otro responmde: el vecino me la suda, a mí dame el espacio adicional para ver televisión de sofocientas pulgadas o para que duerma el nene que se ha vuelto a casa luego de separarse de su novia. ¿El frente dices? pero si queda lo más bonito esa práctica carpintería de aluminio que le puse.
Estoy bastante de acuerdo con Chofer. Es peor que un diálogo de sordos, es una sucesión de monólogos entre interlocutores que nunca se reunieron, ni se conocieron, ni tuvieron planteamientos comunes sobre los que discutir, ni se escucharon, ni hablaron de lo mismo. El arquitecto dice: fíjate en ese espléndido volumen con una magnífica organización interior estupendamente traducida al exterior mediante ese sutil uso de distintos colores que subrayan la verticalidad de las medianeras frente a la horizontalidad de las bóvedas e indican la división en viviendas diferentes. Ignoro por completo con qué otros volúmenes va a integrarse, ni sobre qué entorno urbano va a dibujar esa bonita silueta que tan bien queda en la perspectiva que he dibujado sobre un inexistente cielo azul, pero fíjate en ese juego de sombras de la fachada que los inevitables -lástima- habitantes harán bien usar lo menos posible para no alterar mis sabias previsiones plásticas, y en esos interiores abiertos a un exterior que con toda probabilidad no será la cascada de Lloyd Wright ni ninguna otra cosa a la que merezca la pena abrirse, pero eso ya no es mi problema, yo lo proyecto como si desde esas terrazas fuera a contemplarse el Gran Cañón y me corro del gusto pensándolo.
ResponderEliminarY el usuario, cada uno de ellos por su cuenta, además de lo que bien señala Chófer, añade: Y con mi cómoda cristalera tapo, además, esos irritantes colorines de la fachada, cada uno distinto del de al lado como para dejar bien claro, qué cabrones, que esto es una casa de pobres, porque en las de ricos de la calle de Velázquez tengo yo muy visto que la fachada es toda del mismo color, un burgués y respetable gris o siena, en vez de estos amarillos y azules escandalosamente proletarios. ¿El frente, dices? Yo mi casa la veo desde dentro, ¿a quién le importa un frente que no hay desde dónde ver, porque la calle llena de coches aparcados, con las aceras levantadas y la calzada llena de baches, tiene veinte metros escasos de ancho y un edificio enfrente que impide cualquier vista, ni de mi terraza ni desde ella; y la gente que por allí circula está demasiado ocupada en mirar al suelo para evitar las cacas de perro y las bolsas vacías de patatas fritas como para andar fijándose en bobadas? Por cierto, que el hijo puta del constructor podía haberse estirado un poco y haber puesto rectos los remates de la terraza, la gracia esta del arquito me sube un pico la carpintería de aluminio. A ver cuándo podemos mudarnos al adosado de Valdebebas...
Muy gracioso, Vanbrugh, aunque un poco facilón.
EliminarPues fíjate que, contra lo que suele pasarme, no tenía esta vez ninguna pretensión consciente de resultar gracioso. Y que, también en contra de mi habitual modestia, no veo en mi comentario nada "facilón", y sí un acercamiento de bulto, pero bastante certero y bien enfocado, a un serio problema de fondo de la arquitectura. A mi resulta, en cambio, demasiado fácil la aséptica y formularia "solución" que das al asunto en tu penúltimo comentario, y más fácil aún la displicencia con que despachas, con dos adjetivos más bien descalificadores, las importantes cuestiones que mi facilón comentario deja planteadas, siquiera de lejos.
EliminarMe pareció facilón porque, en efecto, se trata de un problema de fondo de la arquitectura que me dio la impresión de que tratabas con frivolidad irónica. En todo caso, ese diálogo inexistente (nunca se ven arquitecto y futuros usuarios) es uno de los datos del problema; en el cómo lo resuelve el arquitecto mucho tiene que ver su profesionalidad y calidad.
EliminarConmigo no resultas nada discordante, Joaquín. Es cierto que parecen nichos, y es cierto que su aspecto recuerda bastante al de la Colonia San Cristóbal, con las mismas bóvedas enfatizadas en blanco contra el rojo ladrillo del resto. Ahora que lo dices caigo en que desde pequeño yo relacionaba en mi cabeza los dos edificios, que veía con frecuencia. A mí estas últimas me parecen más feas aún, el bloque demasiado grande, sin el contraste entre elementos verticales y horizontales y sin la originalidad que le dan a las de Virgen del Pilar los contrafuertes bicolores de los costados. Sin embargo el arquitecto de San Cristóbal, Zuazo, alcanzó más renombre que el otro.
ResponderEliminarYa para seguir hablando hasta que me callen como Juan Carlitos a Chávez, estuve paseando con Google maps por ese edificio. Si se fijan, en los costados y contrafrente estaba previsto una especie de plaza seca, y en el estilo sencillo de los propietarios actuales han cerrado esa plaza o pasillo de ambos lados. Lo dicho: el vecino es visto como dudoso, y más vale no tener roce ni nada que ver con esa gentuza.
ResponderEliminarHace unos años tuve una epifanía en un cumpleaños de un arquitecto amigo, donde estaba lleno de arquitectos.
Hablaba un profesor universitario de arquitectura contandole a cómo había sido el proyecto de un barrio de viviendas (Lugano I y II, Avenida Soldado de la Frontera, Buenos Aires si quieren pispear) donde en el concurso el proyectista explicaba que había roto con la cuadricula urbana, haciendo edificios enormes en el medio de terrenos, para promover la socialización de los vecinos. En su idea, éstos se encontrarían en las terrazas y escaleras para tomar el fresco y contarse las novedades del día. Los vecinos se cuentan de a miles y los propietarios son dueños conjuntos de las zonas comunes, ¿Se imaginan una reunión de consorcio?
Ese proyecto había sido el vencedor con el apoyo de toda la academia y el relator concluía: fuimos unos boludos...
Cuando vuelva a mi casa, curiosearé ese proyecto que citas. En todo caso, las presunciones sobre el futuro comportamenitno de los usuarios suelen estar llamadas al fracaso.
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