Aunque no tanta como Madrid, Extremadura también se apuró en promulgar una Ley para oficializar sus símbolos: la 4/1985, de 3 de junio, del Escudo, Himno y día de Extremadura. Previamente, esa primera Junta había convocado un concurso para componer la letra, que ganó José Rodríguez Pinilla, un profesor extremeño que, según declaró en una entrevista veinte años después, la escribió buscando la unidad de toda la Región; unir en un texto todos los sentimientos de los extremeños, contando las vivencias, cultura, historia comunes. Seleccionada la letra, se encarga la composición de la música a Miguel del Barco Gallego, organista y uno de los profesionales extremeños más reconocidos del momento (catedrático de Conservatorio, acababa de cesar a petición propia como Director del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. El 8 de septiembre –festividad de la Virgen de Guadalupe y Día de Extremadura– de 1985 se presentó públicamente el nuevo himno en el Teatro Romano de Mérida, lleno a rebosar. Lo cantaron más de setecientas voces de todas las corales extremeñas y al final, en un ambiente de mucha emoción “patriótica”, salieron al escenario los dos autores llevando la bandera verde, blanca y negra que pro primera vez lucía el escudo recién aprobado. A mí, la verdad, la letra me parece demasiado tópica y además bastante inspirada en la del himno andaluz. Básicamente, no es sino la combinación de lugares comunes: banderas a mogollón (nuestros cielos se llenan de banderas, de banderas verde, blanca y negra), invocaciones a la manifestación grupal de los sentimientos de pertenencia (nuestras voces se alzan, gritemos todos en libertad, cantemos todos) y las inevitables loas a la Tierra (Extremadura tierra de paz, Extremadura vida llena, Extremadura patria de glorias, Extremadura suelo de historias). Un himno pues cuya letra no aporta gran cosa, colocándose en la más previsible ortodoxia de lo que son (y para lo que son) estas piezas musicales; ahora bien, ni una sola nota agresiva o excluyente, desde luego.
La historia jurídica de la oficialización del himno de Navarra es cuando menos rocambolesca. Como es sabido, Navarra accedió a un régimen preautonómico casi inmediatamente aprobada la Constitución, con la creación del Parlamento Foral. Esa cámara, tras varias reuniones negociadoras con el Gobierno central, aprobó en marzo de 1982 el Amejoramiento del Fuero, ley orgánica equivalente a su Estatuto de Autonomía. El artículo 7 de esa Ley definía escudo y bandera navarros, pero nada decía del himno. Durante el primer gobierno del socialista Urralburu –por entonces un joven de 33 años que acababa de dejar el sacerdocio pero que una década después se revelaría como un político corrupto envuelto en la trama Roldán– se aprobó la Ley Foral 7/1986 reguladora de los símbolos de Navarra, que oficializaba como himno el conocido como Himno de las Cortes. Casi dos décadas después, en 2003 y bajo el gobierno de Miguel Sanz de UPN, se sustituye la Ley vigente por otra con el mismo título, con la finalidad explícita de dotar a la Comunidad Autónoma de herramientas jurídicas para luchar contra los que no respetaban la simbología oficial navarra; en concreto –casi no hace falta aclararlo– para poder sancionar a las instituciones (ayuntamientos, sobre todo) que ondearan la ikurriña. El acceso al gobierno foral de la actual presidenta Uxue Barkos Berruezo, de Geroa Bai, con el apoyo de EH Bildu y Podemos, ha traído la derogación el pasado abril de 2017 de esa Ley, con el argumento de que “la exclusión y la prohibición de otros símbolos distintos a los oficialmente establecidos como navarros no soluciona nada. Por el contrario, se ha terminado apostando por una regulación legal que ha contribuido a un camino de enfrentamiento y prohibición de símbolos que eran mayoritariamente aceptados por distintas entidades locales junto a los símbolos oficiales”. La Disposición Transitoria de esta Ley 3/2017 reza que hasta que no se apruebe una nueva Ley foral de Símbolos, se mantendrá como himno de Navarra el denominado de Las Cortes. En fin, he contado la historieta como muestra de que los símbolos distan mucho, en algunas zonas, de ser pacíficos. Pero, en cualquier caso, que yo sepa estas broncas no afectaron nunca al himno, que es lo que ahora importa.
El himno navarro tiene su origen en una composición musical denominada Marcha y Minueto para la entrada del Reyno, que debió gestarse en la catedral de Pamplona como un pasaclaustros barroco, uno más de los que se tocaban para acompañamientos de cortejos entre los siglos XVII y XVIII. A lo largo del XIX, la pieza fue adquiriendo preeminencia entre las que se interpretaban en las grandes solemnidades y, aún sin declararse oficial, se convirtió de facto en el himno de la Región. Durante las primeras décadas del pasado siglo se hicieron varias armonizaciones y arreglos, hasta que la Institución Príncipe de Viana encargó al escritor Manuel Iribarren Paternáin (1902-1973) la redacción de una letra. Hecha ésta, el himno se presentó al público en 1971 en el pabellón Anaitasuna pamplonés, interpretado por coros de Navarra y en versión musical de Aurelio Sagaseta para coro, instrumentos de metal y timbales. En esas fechas, Iribarren era ya un hombre mayor, con copiosa y popular obra literaria a sus espaldas; de hecho, recuerdo que en la biblioteca de mis padres había algún libro suyo. Según leo por ahí, fue bastante celebrado y su estilo bebía del realismo, del tradicionalismo e incluso del regionalismo. Por supuesto, pertenecía al bando de los vencedores de la Guerra y en sus inicios literarios formó parte del grupo que se reunía en Pamplona en torno a Jerarquía, la revista negra de Falange. La letra que compuso, no obstante, poco tiene de falangista, aunque sí de tradicionalista (recuérdese que los carlistas navarros se pusieron del lado de los insurgentes en el 36). Es un texto corto, de solo catorce versos (pero no un soneto), en el que se elogia la bravura y nobleza de Navarra, se magnifican los fueros tradicionales y se proclama que la región es la raíz de España libre. Lo curioso es que, al año siguiente de que la Ley Foral 7/1986 oficializara el himno se convocó un concurso para su armonización musical, aportando la partitura original y –atención– una adaptación de la letra escrita por Iribarren. Esa “adaptación” se concreta en pequeños pero significativos cambios; en concreto, la expresión “raíz de España libre” pasa a ser “pueblo de alma libre”, y en vez de “con foral tesón” se dice “con leal tesón”. Según supone Patxi Mendiburu en su blog, el cambiazo provino del gabinete del Presidente. Parece que ya hace 30 años, la palabra España era políticamente incorrecta para los socialistas navarros (y también, sorprendentemente, las alusiones al régimen foral).
El himno navarro tiene su origen en una composición musical denominada Marcha y Minueto para la entrada del Reyno, que debió gestarse en la catedral de Pamplona como un pasaclaustros barroco, uno más de los que se tocaban para acompañamientos de cortejos entre los siglos XVII y XVIII. A lo largo del XIX, la pieza fue adquiriendo preeminencia entre las que se interpretaban en las grandes solemnidades y, aún sin declararse oficial, se convirtió de facto en el himno de la Región. Durante las primeras décadas del pasado siglo se hicieron varias armonizaciones y arreglos, hasta que la Institución Príncipe de Viana encargó al escritor Manuel Iribarren Paternáin (1902-1973) la redacción de una letra. Hecha ésta, el himno se presentó al público en 1971 en el pabellón Anaitasuna pamplonés, interpretado por coros de Navarra y en versión musical de Aurelio Sagaseta para coro, instrumentos de metal y timbales. En esas fechas, Iribarren era ya un hombre mayor, con copiosa y popular obra literaria a sus espaldas; de hecho, recuerdo que en la biblioteca de mis padres había algún libro suyo. Según leo por ahí, fue bastante celebrado y su estilo bebía del realismo, del tradicionalismo e incluso del regionalismo. Por supuesto, pertenecía al bando de los vencedores de la Guerra y en sus inicios literarios formó parte del grupo que se reunía en Pamplona en torno a Jerarquía, la revista negra de Falange. La letra que compuso, no obstante, poco tiene de falangista, aunque sí de tradicionalista (recuérdese que los carlistas navarros se pusieron del lado de los insurgentes en el 36). Es un texto corto, de solo catorce versos (pero no un soneto), en el que se elogia la bravura y nobleza de Navarra, se magnifican los fueros tradicionales y se proclama que la región es la raíz de España libre. Lo curioso es que, al año siguiente de que la Ley Foral 7/1986 oficializara el himno se convocó un concurso para su armonización musical, aportando la partitura original y –atención– una adaptación de la letra escrita por Iribarren. Esa “adaptación” se concreta en pequeños pero significativos cambios; en concreto, la expresión “raíz de España libre” pasa a ser “pueblo de alma libre”, y en vez de “con foral tesón” se dice “con leal tesón”. Según supone Patxi Mendiburu en su blog, el cambiazo provino del gabinete del Presidente. Parece que ya hace 30 años, la palabra España era políticamente incorrecta para los socialistas navarros (y también, sorprendentemente, las alusiones al régimen foral).
En la primera legislatura aragonesa (1984-1987), con mayoría del PSOE, se aprobó una Ley sobre el uso de la bandera y el escudo, pero quedó pendiente dotar de himno a la Comunidad Autónoma. En la siguiente legislatura, aunque los socialistas volvieron a ser los más votados, el gobierno pasó al Partido Aragonés Regionalista gracias al apoyo de Alianza Popular y la abstención del CDS. Hacia la mitad del periodo parlamentario, el 20 de abril de 1989, la práctica totalidad de los grupos parlamentarios a excepción del PAR presentó una proposición de Ley del Himno, procedimiento de urgencia y lectura única (lo que impedía presentar enmiendas). La composición que se proponía era obra del músico turolense Antón García Abril con letra de cuatro poetas aragoneses (Ildefonso Manuel Gil, Ángel Guinda, Rosendo Tello y Manuel Vilas). Al PAR no le gustó nada la propuesta ni, mucho menos, la forma de tramitarla, y su portavoz se quejó, diciendo que habrían querido que Aragón tuviera como himno el Canto a la Libertad de Labordeta. Desconozco las razones de tan poco elegante procedimiento, máxime en un asunto que no parece de altísima importancia. El portavoz de Izquierda Unida insinuó irónicamente que todo obedecía a que Antón García Abril era amigo o protegido del presidente del Parlamento, del CDS. El caso es que se aprobó, como estaba cantado, y al día siguiente, el 22 de abril, se interpretó solemnemente en el Patio de Santa Isabel de la Aljafería (sede de las Cortes aragonesas), lo que lleva a suponer que la orquesta y el coro lo habían ensayado con antelación. Por cierto, ese primer acto de presentación oficial se celebró antes de que la Ley entrara en vigor, porque no se publico hasta el 5 de mayo. En fin, todo muy raro.
La letra del himno aragonés es larguita (quizá porque tuvo demasiados escritores y todos querrían dejar sus versos) y se aprecia un esfuerzo por renovar las palabras de los tópicos de siempre; no tanto huir de ellos sino expresarlos de modo original. Sin duda, el leit motiv predominante en el texto es el paisaje aragonés (cierzo, nubes, cumbres, campos, llanos rojos, piedra, manantial), pero también se insiste en la historia, el tiempo pasado que nos ha traído (al confín de los sueños) y nos proyecta a un futuro esperanzador (¡Aragón, vivirás!). Aceptando, por así decirlo, los canones de lo que ha de ser un himno ortodoxo, hay que reconocer que tiene una letra trabajada, muy correcta. De otra parte, todo es buen rollito, nada de meterse con los foráneos ni reclamar acciones violentas o militantes; está claro que se compuso en una época más reciente, con otras coordenadas. Ahora bien, pese a que el himno ya tiene sus treinta añitos largos, por lo que veo en internet, tampoco es unánimemente apreciado (aunque sin llegar al límite del de Madrid). Parece que a los aragoneses (y a mí también) les pone más el ya citado Canto a la Libertad, compuesta en 1975. Si ya cuando la aprobación de la Ley del Himno, el PAR propuso el tema de Labordeta, desde la muerte del cantautor se han redoblado las campañas para que se convierta en la música oficial de Aragón. En la pasada legislatura, la correspondiente proposición de Ley de iniciativa popular fue rechazada con los votos del PP (lógico) y del PAR (sí, el mismo partido que la quería en 1989). En esta legislatura parece haber los votos suficientes para que por fin se logre este anhelo popular; no sé por qué aún no ha ocurrido. Si por fin sucede creo que será un merecido homenaje a un aragonés que fue una excelente persona. Además, se trata de un canto motivador, carente de cualquier referencia geográfica (lo que equivaldría a que Aragón quiere convertirse en esa “tierra que ponga libertad”). Un himno, por tanto, desinfectado de todo nacionalismo.
Diría algo de peso, pero estoy esperando a que acuda Vanbrugh a decirnos qué se interpreta del tono de las canciones.
ResponderEliminarBueno, pues el himno extremeño está compuesto en una tonalidad muy “hímnica”, el mismo Fa Mayor “furioso y arrebatado” que otros muchos, el gallego, creo recordar, por ejemplo; aunque, como en todos los modernos, es difícil saber hasta qué punto el autor ha tenido en cuenta este “carácter” al elegir la tonalidad. La orquesta, o más bien el repelente sintetizador que hace sus veces en esta versión –y que le confiere un lamentable sonido de charanga de fiesta de pueblo, o de misa dominical de párroco enrollado- hace una breve introducción, una especie de pirueta preparatoria: Do Mayor, Fa Mayor, Re Mayor, Do sostenido Mayor, Do Mayor… que anuncia con su inestabilidad el Fa Mayor tónico en el que acaba desembocando y en el que el coro comienza a cantar el himno propiamente dicho.
ResponderEliminar(Porque, con la falta de la terminología y de los conceptos adecuados propia de mi triste ignorancia autodidacta, no he sido capaz hasta ahora, y dudo que lo sea en lo sucesivo, de explicar que la tonalidad en la que decimos que está una música cualquiera es la del acorde central –normalmente el inicial, pero no siempre- en torno al cual se ordenan y al que tienden a volver para “descansar”, según complejas reglas armónicas que todos percibimos intuitivamente, pero que solo los teóricos de la Armonía son capaces de explicar, los muchos acordes distintos que se suceden en esa música: aquí la secuencia inicial de acordes claramente “anuncia”, aunque no sabría explicar por qué, que no son la tonalidad del himno, sino algo así como sus heraldos, o precursores, y que “lo bueno” viene ahora, enseguidita).
El navarro está en Mi bemol Mayor, que tiene un carácter convencional de “crueldad, dureza, amor, devoción, conversación íntima con Dios” (¡Toma ya teología básica condensada!). Como para compensar tanta adustez, se hace preceder de una gentil introducción a cargo de un carillón que toca exactamente el mismo tema, pero trasladado a la tonalidad de La Mayor, “Alegre, campestre, declaración de amor inocente, satisfacción, la esperanza de volver lo que le pertenece a uno de nuevo al regresar de una partida, juventud, aplausos y creencia en Dios”. Los navarros demuestran así, supongo, que su recia idiosincracia les permite, sin necesidad de cambiar de disposición ni de creencias, lo mismo irse de alegre romería que aplicarse devotamente a destripar herejes. (Conste que toda mi familia paterna es navarra, sé de lo que hablo).
El himno aragonés está en Si Mayor, “Duro, doliente, deslumbrante, fuertemente coloreado, anunciando pasiones salvajes, enfado, odios y resentimientos”. Como estas intenciones armónicas se compaginan mal con la suavidad de la melodía y la dulzura casi litúrgica del coro, habrá que suponer que son ajenas a la intención del autor, que elegiría el Si Mayor por algún otro motivo. Es un himno muy largo, efectivamente, y tiene, por lo poco que lo he oído para escribir estas chorradas con cierto fundamento, una estrofa, una especie de digresión, dentrada en Sol Mayor “dulcemente jovial, idílico, lírico, calmado, pasión satisfecha, gratitud por la amistad verdadera y el amor esperanzado, emociones gentiles y pacíficas”. Hay que tener en cuenta que Aragón es grande y variado, y que tan aragoneses son los valles pirenaicos como sus cumbres, la vega del Ebro como el desierto de los Monegros.
(Dejo para otro comentario, porque ahora no tengo tiempo el video de Labordeta que, por lo poco que he visto tiene varias canciones distintas, no sé cuál propuesta como himno. Qué estupenda voz de hombre bueno tenía, cómo me emocionaba en mi adolescencia, y aún ahora, un poquito).
Vaya por Dios, con diapasón y todo he vuelto a meter la pata. La introducción que hace el carillón al himno navarro no está en La Mayor, como he dicho -otra vez he creído que la tercera de la tónica, la que le da el modo mayor al acorde, La, era la tónica misma- sino en Fa Mayor, el famoso Fa Mayor furioso y arrebatado. Eso me desbarata todo el comentario, en particular mi aguda interpretación sobre el carácter navarro, pero así son las cosas. No voy a engañar a ustedes solo por quedar bien...
EliminarEl video último que he enlazado (y que es muy recomendable) tiene pinta de ser un reportaje televisivo, tanto de homenaje a Labordeta como de historia del movimiento que reclama que su tema "Canto a la Libertad" sea el himno oficial de Aragón. La canción aparece al final en una versión coral, pero, en cualquier caso, búscala en Youtube que hay varios videos interpretada por el propio José Antonio.
EliminarVoz de hombre bueno que emocionaba sí.
¡ A la mierda, coño! (Bendito sea)
EliminarAhora que se ha muerto temprana y sorpresivamente la cantante de los arándanos he aquí la letra de su himno contra el terrorismo:
ResponderEliminarn inglés (english lyrics)
Another head hangs lowly
Child is slowly taken
And the violence caused such silence
Who are we mistaken?
But you see it's not me
It's not my family
In your head, in your head
They are fighting
With their tanks and their bombs
And their bombs and their guns
In your head, in your head
They are crying
In your head, in your head
Zombie, zombie, zombie
What's in your head, in your head
Zombie, zombie, zombie
Another mother's breaking heart
Is taken over
When the violence causes silence
We must be mistaken
It's the same old theme since 1916
In your head, in your head
They're still fighting
With their tanks and their bombs
And their bombs and their guns
In your head, in your head
They are dying
In your head, in your head
Zombie, zombie, zombie
What's in your head, in your head
Zombie, zombie, zombie
Y tan sorprendentemente. Muerte repentina la de Dolores O'Riordan de la que me he enterado por tu comentario. No la seguía mucho, he de decir, aunque en su día seguí a The Cranberries, y escuché mucho sus canciones y, entre ellas, Zombie, la que citas.
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