El miércoles, eldiario.es publicó que Cristina Cifuentes, la presidenta de Madrid, obtuvo su título de máster en la universidad pública Rey Juan Carlos (URJC) con notas falsificadas. El Máster era sobre “Derecho Público del Estado Autonómico” y (a fecha de hoy según he consultado en la web de la universidad) consta de 14 asignaturas (42 créditos) y un trabajo de fin de máster (24 créditos). Basándose en la conversión habitual, solo la asistencia a las asignaturas de este máster debe suponer una dedicación del orden de 420 horas, a las que hay que sumar las que llevara la realización del trabajo final. El máster lo cursó Cifuentes durante el curso académico 2011-2012; sorprende que sacara tiempo para hacerlo cuando desde el 16 de enero de 2012 ocupaba el cargo de Delegada del Gobierno en Madrid. Pues bien, el periódico de Ignacio Escolar fue mostrar un pantallazo del sistema de gestión de alumnos de la URJC que mostraba que dos asignaturas (“la financiación de las comunidades autónomas” y el “Trabajo de Fin de Máster”) aparecían en 2012 con la calificación “No presentado” que fueron cambiadas a 7,5 (notable) en 2014. Como en el sistema queda constancia de la persona que introduce los datos, se sabe que fue una funcionaria, Amalia Calonge, que no era profesora, no tenía nada que ver con el Máster y trabajaba en un campus distinto de la Universidad.
Que las calificaciones de dos asignaturas hayan sido modificadas dos años después de cursarse permite razonablemente sospechar que pudiera haber habido una falsificación, que Cristina Cifuentes no se presentó a una asignatura ni entregó el trabajo de fin de máster y luego, fraudulentamente, se puso que sí lo había hecho, lo que le habría permitido obtener ilegalmente el título del máster. Ciertamente, la carga de la prueba recae siempre sobre el que acusa. Me parece indignante la rapidez y entusiasmo con que los políticos condenan a sus adversarios ante la más mínima sospecha (y nunca se disculpan si las acusaciones resultan infundadas). Sin embargo, en este caso, la irregularidad que se ponía públicamente al descubierto era tan manifiesta que obligaba necesariamente a la presidenta de Madrid a dar explicaciones. Ni siquiera, a mi modo de ver, estaba obligada a presentar pruebas; a mí me habría bastado con que contara un relato verosímil que despejara la sospecha de una posible falsificación. Ese mismo miércoles, ante el revuelo mediático, la URJC convoca una rueda de prensa a la que asisten el rector, el director del máster y el profesor de la asignatura implicada. La explicación que dan es muy simple: “debido a una mala transcripción en la introducción de las notas en la plataforma informática de los mencionados profesores aquí presentes, las dos calificaciones quedaron como no presentado en julio de 2012. En octubre de 2014, funcionarios de Administración de la Universidad Rey Juan Carlos, al intentar expedir el título solicitado por la alumna, detectan que hay dos asignaturas que tienen la calificación de no presentado. Se contacta con los profesores y se comprueba que la asignatura y el trabajo fin de máster tienen una calificación de 7,5 puntos”.
Esta versión no terminó de convencer. Por supuesto es perfectamente factible que dos profesores olviden pasar al expediente electrónico de un alumno las calificaciones de sus asignaturas y eso explicaría que en ambas apareciera el no presentado. Lo poco creíble es cómo se detecta el error y cómo se corrige. Alguien tiene que detectar que hay un error e instar su corrección, pero el rector no da ningún detalle a este respecto. Podríamos pensar –creyendo la versión oficial– que Cristina Cifuentes pidió su título y, al darse cuenta de que faltaban dos materias por aprobar, conscientes de quién era la alumna, las propias autoridades universitarias, sin decirle nada a ella, se ocuparon de preguntar a los dos profesores si había aprobado la asignatura y presentado, expuesto y aprobado el trabajo de fin de máster. Suena raro, la verdad. Lo normal es que le hubieran comunicado a la presidenta que aparecía con dos no presentados y ésta habría presentado un escrito solicitando la corrección de esos “errores de transcripción”. Pero admitamos que la universidad, con exceso de celo, actuó “de oficio”. Pero en ese supuesto, la corrección se habría hecho mediante una diligencia formal, en la que constaría expresamente la causa y quién da constancia de la misma. Así que, la versión del rector y sus acompañantes en la rueda de prensa tiene toda la apariencia de falsedad, con el agravante de ser una mentira muy torpe. Lo terrible es que si las cosas son como parecen (y lo parecen demasiado), habrá que concluir que la primera reacción de la guardia pretoriana de la Cifuentes fue requerir al rector para que diera esa rueda de prensa. Por cierto, las caras de sus dos acompañantes durante la misma traslucen claramente que estaban pasando un mal trago. De modo que, después de esa vergonzosa escena, ya no se trata sólo de saber si Cifuentes ha mentido (o no), sino si ha presionado a tres docentes de la URJC a mentir para corroborar su versión. Y, aunque cabe la remotísima posibilidad de que las cosas hayan sido como dijo el rector (es decir, que en efecto hubiera aprobado la asignatura y el trabajo de fin de máster con 7,5 y no se hubieron transcrito esas calificaciones), lo que es incuestionable es el que el rector mintió al asegurar que “no existe irregularidad alguna en el título de máster de doña Cristina Cifuentes”, porque corregir así las notas es irregular.
La noche de ese mismo miércoles, Cristina Cifuentes publicó a través de su cuenta de twitter un video-selfie en el que empieza quejándose de que ese día no pudo trabajar por los madrileños lo que le habría gustado por que tuvo que perder mucho tiempo buscando la documentación necesaria que acredita las falsedades que había publicado un medio digital sobre el máster que cursó hace unos años. Nótese que ella misma se refiere a los papeles que muestra a la cámara (y por los visto remitió a los medios de comunicación) como acreditaciones; por tanto, ha de estar dispuesta a que se pongan a prueba. El primer papel que enseña es el “certificado oficial” de la universidad con todas las asignaturas del máster aprobadas. Pero, como es evidente, este papel solo certifica lo que nadie discute: que a la fecha en el expediente académico de Cifuentes constan aprobadas todas las asignaturas: No demuestra en absoluto que dos de esos aprobados no hubieran sido no presentados hasta 2014 y cambiados entonces. El segundo papel que presentó fue un “acta” del trabajo de fin de máster en el que el Tribunal de Evaluación, formado por tres mujeres, firma con fecha 2 de julio de 2012 que se evaluó el trabajo titulado “El sistema de reparto competencial en materia de seguridad ciudadana” con una nota de 7,5 (notable). Esta acta, escrita a mano sobre un formulario (que parece hecho en Excel), no tiene ningún elemento (sello de un registro, firma electrónica, etc) que pruebe que fue hecha el 2 de julio; además es anómalo que un alumno tenga una copia del acta manuscrita. Aunque no pensemos que el acta esté falsificada, surge el problema de que la composición de ese Tribunal no cumple las condiciones que exige el Reglamento de la propia universidad (un miembro debe ser de otra universidad y los otros han de ser profesores numerarios; ninguna de estas condiciones se cumplen). Desde luego, no se puede acusar a Cifuentes de que el Tribunal sea ilegal, pero el que ese Tribunal sea ilegal hace pensar que no existió. De modo que volvemos a sospechar que la URJC para defender a la presidenta madrileña inventa un Tribunal que no existió y fuerza a tres docentes a que lo avalen con sus firmas (y de nuevo con excesiva torpeza).
Como era más que previsible, al día siguiente eldiario.es se ensañó en las declaraciones y papeles de las autoridades universitarias y de la propia Cifuentes. Además, en su propio blog, Ignacio Escolar detalló muy didácticamente las que llamó “mentiras” de Cristina Cifuentes, poniendo de manifiesto la debilidad de los argumentos expuestos. Las desafortunadas reacciones de la URJC y de la presidenta elevaron el interés del asunto. Estoy seguro de que no tardaron en arrepentirse de esas defensas tan precipitadas y, sobre todo, tan torpes. De hecho, ese día 22, el rector que había declarado públicamente la víspera que en el máster de Cifuentes no había habido ninguna irregularidad ordenó la apertura de un procedimiento administrativo denominado “Información Reservada” para aclarar lo sucedido y determinar, en su caso, las responsabilidades que pudieran existir; ya no estaba tan seguro. Por otro lado, el PP madrileño decidió que no se debían dar más explicaciones “para no hacer el juego a la oposición”; sin embargo, más parece que ante la cada vez más apabullante acumulación de “cosas raras” que siguen aportando los periodistas de eldiario.es, Cifuentes se haya dado cuenta de que este asunto del máster puede hacerle mucho daño y esté encerrada con los más cercanos para ver qué salida se les ocurre.
Esas otras “cosas raras” son demasiadas. Una: Amalia Calonge, la funcionaria que cambió las notas en 2014, a los pocos días acompañó a la presidenta a recoger el título y se sacó una foto con ella que tenía en su perfil de Facebook. Otra: el profesor de la asignaturas con “no presentado” le envió un correo electrónico a esta señora Calonge para que pusiera la nota de 7,5 pero ¿por qué a ella que nada tenía que ver con el máster? ¿y por qué doña Amalia cambió además el no presentado del trabajo de fin de curso? Una más: Cristina Cifuentes en noviembre de 2012 pagó la matrícula para presentar y defender el Trabajo Fin de Máster que teóricamente ya tenía aprobado con un 7,5. Otra: El máster de 2011-2012 sólo tenía 21 alumnos y se impartía las tardes de los jueves y los viernes y la mañana de los sábados; eldiario.es entrevistó a cinco de quienes asistieron con regularidad al máster y ninguno de ellos vio nunca a la entonces delegada del gobierno. Y una quinta: ¿dónde está el famoso trabajo de fin de máster? Dice Cifuentes que no lo encuentra porque se ha mudado varias veces de domicilio; pero supongo que lo habrá hecho con ordenador así que, ¿también a ella se le ha borrado el disco duro? En todo caso, lo que debería ocurrir es que apareciera ese trabajo de fin de máster en la universidad con su correspondiente registro de entrada. Y hay unas cuantas “cosas raras” más que se han venido publicando en estos últimos días (por ejemplo, la relación de algunos profesores implicados con el PP) y que imagino que seguirán apareciendo. Son muchas dudas que crean una apariencia muy fuerte de que Cristina Cifuentes no hizo ese máster y de que hay funcionarios de la universidad involucrados en ese fraude. Por tanto, parece obligado que la presidenta de Madrid aclare puntualmente, una a una, todas estas dudas.
Esta versión no terminó de convencer. Por supuesto es perfectamente factible que dos profesores olviden pasar al expediente electrónico de un alumno las calificaciones de sus asignaturas y eso explicaría que en ambas apareciera el no presentado. Lo poco creíble es cómo se detecta el error y cómo se corrige. Alguien tiene que detectar que hay un error e instar su corrección, pero el rector no da ningún detalle a este respecto. Podríamos pensar –creyendo la versión oficial– que Cristina Cifuentes pidió su título y, al darse cuenta de que faltaban dos materias por aprobar, conscientes de quién era la alumna, las propias autoridades universitarias, sin decirle nada a ella, se ocuparon de preguntar a los dos profesores si había aprobado la asignatura y presentado, expuesto y aprobado el trabajo de fin de máster. Suena raro, la verdad. Lo normal es que le hubieran comunicado a la presidenta que aparecía con dos no presentados y ésta habría presentado un escrito solicitando la corrección de esos “errores de transcripción”. Pero admitamos que la universidad, con exceso de celo, actuó “de oficio”. Pero en ese supuesto, la corrección se habría hecho mediante una diligencia formal, en la que constaría expresamente la causa y quién da constancia de la misma. Así que, la versión del rector y sus acompañantes en la rueda de prensa tiene toda la apariencia de falsedad, con el agravante de ser una mentira muy torpe. Lo terrible es que si las cosas son como parecen (y lo parecen demasiado), habrá que concluir que la primera reacción de la guardia pretoriana de la Cifuentes fue requerir al rector para que diera esa rueda de prensa. Por cierto, las caras de sus dos acompañantes durante la misma traslucen claramente que estaban pasando un mal trago. De modo que, después de esa vergonzosa escena, ya no se trata sólo de saber si Cifuentes ha mentido (o no), sino si ha presionado a tres docentes de la URJC a mentir para corroborar su versión. Y, aunque cabe la remotísima posibilidad de que las cosas hayan sido como dijo el rector (es decir, que en efecto hubiera aprobado la asignatura y el trabajo de fin de máster con 7,5 y no se hubieron transcrito esas calificaciones), lo que es incuestionable es el que el rector mintió al asegurar que “no existe irregularidad alguna en el título de máster de doña Cristina Cifuentes”, porque corregir así las notas es irregular.
La noche de ese mismo miércoles, Cristina Cifuentes publicó a través de su cuenta de twitter un video-selfie en el que empieza quejándose de que ese día no pudo trabajar por los madrileños lo que le habría gustado por que tuvo que perder mucho tiempo buscando la documentación necesaria que acredita las falsedades que había publicado un medio digital sobre el máster que cursó hace unos años. Nótese que ella misma se refiere a los papeles que muestra a la cámara (y por los visto remitió a los medios de comunicación) como acreditaciones; por tanto, ha de estar dispuesta a que se pongan a prueba. El primer papel que enseña es el “certificado oficial” de la universidad con todas las asignaturas del máster aprobadas. Pero, como es evidente, este papel solo certifica lo que nadie discute: que a la fecha en el expediente académico de Cifuentes constan aprobadas todas las asignaturas: No demuestra en absoluto que dos de esos aprobados no hubieran sido no presentados hasta 2014 y cambiados entonces. El segundo papel que presentó fue un “acta” del trabajo de fin de máster en el que el Tribunal de Evaluación, formado por tres mujeres, firma con fecha 2 de julio de 2012 que se evaluó el trabajo titulado “El sistema de reparto competencial en materia de seguridad ciudadana” con una nota de 7,5 (notable). Esta acta, escrita a mano sobre un formulario (que parece hecho en Excel), no tiene ningún elemento (sello de un registro, firma electrónica, etc) que pruebe que fue hecha el 2 de julio; además es anómalo que un alumno tenga una copia del acta manuscrita. Aunque no pensemos que el acta esté falsificada, surge el problema de que la composición de ese Tribunal no cumple las condiciones que exige el Reglamento de la propia universidad (un miembro debe ser de otra universidad y los otros han de ser profesores numerarios; ninguna de estas condiciones se cumplen). Desde luego, no se puede acusar a Cifuentes de que el Tribunal sea ilegal, pero el que ese Tribunal sea ilegal hace pensar que no existió. De modo que volvemos a sospechar que la URJC para defender a la presidenta madrileña inventa un Tribunal que no existió y fuerza a tres docentes a que lo avalen con sus firmas (y de nuevo con excesiva torpeza).
Como era más que previsible, al día siguiente eldiario.es se ensañó en las declaraciones y papeles de las autoridades universitarias y de la propia Cifuentes. Además, en su propio blog, Ignacio Escolar detalló muy didácticamente las que llamó “mentiras” de Cristina Cifuentes, poniendo de manifiesto la debilidad de los argumentos expuestos. Las desafortunadas reacciones de la URJC y de la presidenta elevaron el interés del asunto. Estoy seguro de que no tardaron en arrepentirse de esas defensas tan precipitadas y, sobre todo, tan torpes. De hecho, ese día 22, el rector que había declarado públicamente la víspera que en el máster de Cifuentes no había habido ninguna irregularidad ordenó la apertura de un procedimiento administrativo denominado “Información Reservada” para aclarar lo sucedido y determinar, en su caso, las responsabilidades que pudieran existir; ya no estaba tan seguro. Por otro lado, el PP madrileño decidió que no se debían dar más explicaciones “para no hacer el juego a la oposición”; sin embargo, más parece que ante la cada vez más apabullante acumulación de “cosas raras” que siguen aportando los periodistas de eldiario.es, Cifuentes se haya dado cuenta de que este asunto del máster puede hacerle mucho daño y esté encerrada con los más cercanos para ver qué salida se les ocurre.
Esas otras “cosas raras” son demasiadas. Una: Amalia Calonge, la funcionaria que cambió las notas en 2014, a los pocos días acompañó a la presidenta a recoger el título y se sacó una foto con ella que tenía en su perfil de Facebook. Otra: el profesor de la asignaturas con “no presentado” le envió un correo electrónico a esta señora Calonge para que pusiera la nota de 7,5 pero ¿por qué a ella que nada tenía que ver con el máster? ¿y por qué doña Amalia cambió además el no presentado del trabajo de fin de curso? Una más: Cristina Cifuentes en noviembre de 2012 pagó la matrícula para presentar y defender el Trabajo Fin de Máster que teóricamente ya tenía aprobado con un 7,5. Otra: El máster de 2011-2012 sólo tenía 21 alumnos y se impartía las tardes de los jueves y los viernes y la mañana de los sábados; eldiario.es entrevistó a cinco de quienes asistieron con regularidad al máster y ninguno de ellos vio nunca a la entonces delegada del gobierno. Y una quinta: ¿dónde está el famoso trabajo de fin de máster? Dice Cifuentes que no lo encuentra porque se ha mudado varias veces de domicilio; pero supongo que lo habrá hecho con ordenador así que, ¿también a ella se le ha borrado el disco duro? En todo caso, lo que debería ocurrir es que apareciera ese trabajo de fin de máster en la universidad con su correspondiente registro de entrada. Y hay unas cuantas “cosas raras” más que se han venido publicando en estos últimos días (por ejemplo, la relación de algunos profesores implicados con el PP) y que imagino que seguirán apareciendo. Son muchas dudas que crean una apariencia muy fuerte de que Cristina Cifuentes no hizo ese máster y de que hay funcionarios de la universidad involucrados en ese fraude. Por tanto, parece obligado que la presidenta de Madrid aclare puntualmente, una a una, todas estas dudas.
Desde luego, da vergüenza el circo que se ha montado alrededor. Todavía guardo yo los tres trabajos que hice en el último curso, equivalentes a un Trabajo Fin de Grado actual, en un disco duro externo. Por otro lado, la universidad podría haber declarado que iban a abrir una investigación. Pero no, tenían que buscar excusas ridículas. Esperpéntico.
ResponderEliminarComo ha dicho un profesor que conozco de Twitter, ¿ahora con qué cara les decimos a los chavales que estudien?
Para Cristina lo que es una vergüenza intolerable es esta cacería injusta contra su persona.
EliminarEn que favorece a Cistina tener un titulo? Lo veo vinculado al post anterior' ya que la presidenta desea pertenecer a cierta cofradia
ResponderEliminar.
chofer fantasma
Hace poco, Cristina Cifuentes ha declarado que el máster lo hizo no por el título sino porque le mucho la materia. Dijo que no necesitaba engordar su currículum porque ya era funcionaria en la universidad, que tener el título o no tenerlo le daba lo mismo".
EliminarSin embargo, en 2012 reconoció que hacía el máster como requisito para obtener el doctorado y, consiguientemente, poder optar a ser profesora titular en la universidad. Es verdad que es funcionaria universitaria, pero no docente, sino PAS (personal de administración y servicios).
¿Lo de 'Cistina' es coña o error de tecleado?
ResponderEliminarEn cualquier caso, me han chivado que no tiene la EGB, que se la compró a los doce años.
Yme parece más grave, dentro de la gravedad como dicen los partes médicos, la actuación de la Universidad que lo de la pedorra esta (no es un insulto, respeto a la persona, ergo es una descripción abreviada)
Estoy de acuerdo, más grave aún es el comportamiento de la universidad. Porque si las denuncias de eldiario.es son ciertas (y tienen toda la pinta), para justificar la chorizada de la presidenta madrileña se están pringando demasiadas personas. Supongo que unas cuantas (por ejemplo, las profesoras que formaron el Tribunal inesxistente) por miedo a las represalias.
EliminarCisteina, no 'Cistin' (que en todo caso será algún nombre comercial; un aminoacido, en efecto, no esencial porque puede ser sintetizado por el organismo
ResponderEliminarLo que escribí fue Cistina, ni cistin, ni cisteina.
ResponderEliminarLa cistina es un dímero de dos cisteínas unido por sus grupos funcionales tiol a través de un puente disulfuro. La cisteína (abreviada como Cys o C) es un α-aminoácido con la fórmula química HS-CH2-CHNH2-COOH. Se trata de un aminoácido no esencial, lo que significa que puede ser sintetizado por los humanos. Obviamente, acabo de pegarlo desde la wiki, porque no tenía ni idea.
También obviamente, fue una errata. Gracias a ambos por señalarla. Ya está corregida.