Quim Torra, nuevo presidente de la Generalidad de Cataluña, un licenciado en Derecho, con vocación literaria y editorialista y, desde luego, independentista hasta el tuétano, hasta el punto de que la “libertad” de Cataluña es su máxima prioridad. Por eso no es de extrañar que acceda al cargo declarando explícitamente su intención de avanzar en la consolidación de la República catalana (no sabemos si nata o non nata) ni que no haya jurado o prometido la Constitución española ni hecho ninguna referencia al Estatuto de Autonomía. Como ya he comentado en el anterior post, que este hombre sea el nuevo President da a la “cuestión catalana” una melancólica, pero sobre todo aburrida, apariencia de bucle. O, si se prefiere, no es más que otra vuelta de tuerca. Pero, quizá para eludir la tendencia al hastío, hay una novedad y es que este señor es demasiado vehemente en sus escritos y suele construir su argumentario independentista no tanto sobre el elogio de Cataluña (que también) sino sobre todo en el insulto o desprecio a España y los españoles. Naturalmente, Inés Arrimadas, paladina* en el Parlament de la españolidad catalana centró su discurso en reprocharle ese odio visceral que le descalifica para el cargo (y no se puede negar que no parece el perfil más ideal el de una persona que ofende a una gran parte de la población a la que ha de gobernar). De otra parte, desde la aparición pública de este tipo –al que casi nadie fuera de Cataluña conocíamos de antes y puede que dentro tampoco muchos– casi todos los medios se han dedicado a calificarle de xenófobo, racista, supremacista, esencialista y más adjetivos que, en los tiempos que corren, son todos muy “políticamente incorrectos”. Ciertamente, los artículos de Torra ofrecen abundante material para que muchos se sientan ofendidos. De entre ellos, el más citado es “La llengua i les bèsties”, publicado en el diario digital el Món el 19 de diciembre de 2012. Me gustaría hacer una relectura de ese breve texto para luego valorar las opiniones que sobre el mismo se han vertido.
Comienza Torra el artículo citando dos libros de su casa familiar, leídos en la infancia. Uno es La Rosa y el Anillo de Thackeray y me sorprendo porque yo también lo leí de niño, de hecho fue de mis primeras lecturas y de los pocos cuentos de hadas de los que guardo, aunque muy vago, un recuerdo cariñoso (tanto así, tras encontrarlo en internet, he pasado un ratito pasando al azar sus páginas e intentando rememorar mis sensaciones de hace medio siglo). Supongo que al leerlo esa primera y única vez (volveré a hacerlo estos días) no siquiera sabría el nombre del autor. Años más tarde, en la adolescencia, como secuela de mi entusiasmo dickensiano, devoré La Feria de las Vanidades y ya sí supe quién era Thackeray. Poco después, tras deslumbrarme con el Barry Lindon cinematográfico de Kubrick (y en particular con una bellísima Marisa Berenson), leí la novela, y así, antes de la ´mayoría de edad, había leído las tres únicas obras del gran escritor victoriano del que, opacado por Dickens, ya pocos se acuerdan. Y fíjate que yo, que tampoco he debido hacerlo en las últimas cuatro décadas, me topo con él por obra y gracia de un tipo de cuya manera de pensar disiento radicalmente y que además, he de confesarlo, no se me hace nada simpático. Y sin embargo, pese a tantas cosas que nos separan, resulta que de niños (probablemente yo algunos años antes que él) compartimos lecturas.
En otros artículos así como en varios tuits, Torra ataca e insulta a España; hay abundantes muestras de que este señor tiene claro que ha de mostrar su rechazo y desprecio hacia los españoles, sea éste real o táctico. Tampoco es nada nuevo: ha sido habitual entre los independentistas insultar al Estado del que quieren separarse. Por otro lado, Torra debe conocer bien la susceptibilidad hispana (anda también él sobrado de ella) y lo fácil que los españoles se precipitan hacia el desencuentro a poco que se les ofenda. Incluso, añado, cuando no somos claramente los destinatarios de los insultos nos apresuramos a darnos por aludidos, como ocurre con el artículo al que dedico este post y que tanto juego viene dando. Quien se sienta insultado, tildado de bestia carroñera o tarado genético, está al mismo tiempo reconociendo que le repugna la cultura catalana, que le produce urticaria oír hablar en catalán. No es mi caso.
Comienza Torra el artículo citando dos libros de su casa familiar, leídos en la infancia. Uno es La Rosa y el Anillo de Thackeray y me sorprendo porque yo también lo leí de niño, de hecho fue de mis primeras lecturas y de los pocos cuentos de hadas de los que guardo, aunque muy vago, un recuerdo cariñoso (tanto así, tras encontrarlo en internet, he pasado un ratito pasando al azar sus páginas e intentando rememorar mis sensaciones de hace medio siglo). Supongo que al leerlo esa primera y única vez (volveré a hacerlo estos días) no siquiera sabría el nombre del autor. Años más tarde, en la adolescencia, como secuela de mi entusiasmo dickensiano, devoré La Feria de las Vanidades y ya sí supe quién era Thackeray. Poco después, tras deslumbrarme con el Barry Lindon cinematográfico de Kubrick (y en particular con una bellísima Marisa Berenson), leí la novela, y así, antes de la ´mayoría de edad, había leído las tres únicas obras del gran escritor victoriano del que, opacado por Dickens, ya pocos se acuerdan. Y fíjate que yo, que tampoco he debido hacerlo en las últimas cuatro décadas, me topo con él por obra y gracia de un tipo de cuya manera de pensar disiento radicalmente y que además, he de confesarlo, no se me hace nada simpático. Y sin embargo, pese a tantas cosas que nos separan, resulta que de niños (probablemente yo algunos años antes que él) compartimos lecturas.
El otro autor que cita Torra es Manuel Folch i Torres, un poeta vinculado al modernismo de principios del siglo XX y además militante de la Liga Regionalista de Cambó. El libro que cita se titulaba De quan les bèsties parlaven publicado en 1907. De Folch no he leído nada (tampoco de su hermano Josep Maria); de hecho ni siquiera sabía de su existencia. De modo que este autor, también él de cuentos infantiles, no lo hemos compartido Torra y yo de niños. Lo cierto es que mis carencias en literatura catalana (infantil y adulta) fueron grandes y, pese a mis intentos de corregirlas, siguen siéndolo. No creo que el mío sea un caso extraño entre quienes nos hemos educado fuera de Cataluña: hemos leído literatura original en castellano (tanto española como hispanoamericana) y traducidas inglesa, francesa, italiana, alemana … Pero apenas se han difundido títulos de autores en catalán, eusquera o gallego. Seguro que mucha culpa tiene el franquismo pero el rechazo o, al menos, el escaso interés por la literatura peninsular no castellana (y con la catalana es más llamativo por ser la más fecunda) viene de antes. Por ejemplo, a principios del XIX, la eclosión literaria en catalán pareciera que incomodaba a los castellanoparlantes. Fueran cuales fueran las razones, creo que justo es reconocer que hemos crecido ajenos a la cultura catalana, que conocemos más la de otros países que la de esa tierra que se supone que forma parte de nuestra patria común (¿o no?).
En los cuentos del libro de Folch, según nos dice Torra, lechuzas, osos, elefantes, cervatillos y abejorros hablaban. Eran bestias parlantes, pero bestias “deliciosas”, no como las que ahora van hablando por Cataluña, a las que Torra califica de carroñeros, víboras, hienas. Esas bestias son, para Torra, quienes desprenden un odio perturbado, nauseabundo, como de dentadura postiza con moho, contra todo lo que representa la lengua, quienes sienten una fobia enfermiza ante cualquier expresión de catalanidad. Esas bestias, sigue diciendo Torra, tienen un pequeño bache en su cadena de ADN, viven en un país del que lo desconocen todo: su cultura, sus tradiciones, su historia, se pasean impermeables a cualquier evento que represente el hecho catalán, les crea urticaria, les rebota todo lo que no sea español y en castellano. Son palabras duras, ofensivas incluso, pero ¿contra quién van dirigidas? En los últimos días he escuchado a no pocos que aseguran que este artículo va contra los españoles que viven en Cataluña o contra los catalanes que se expresan en español (véase, por ejemplo, el video de Pedro Jota Ramírez). Pero no es así. Torra insulta a quienes siente odio o repugnancia por el catalán; llama bestias a quienes disgusta la cultura catalana. De hecho, gente que responde al perfil que describe (como el pasajero de Swiss Air del artículo) existe. Y ante el comportamiento de personas así me parece explicable que los que aman por encima de todo su lengua, su cultura, su nación (de todo hay en la viña del Señor) se ofendan y se disparen llamándoles bestias carroñeras.
En los cuentos del libro de Folch, según nos dice Torra, lechuzas, osos, elefantes, cervatillos y abejorros hablaban. Eran bestias parlantes, pero bestias “deliciosas”, no como las que ahora van hablando por Cataluña, a las que Torra califica de carroñeros, víboras, hienas. Esas bestias son, para Torra, quienes desprenden un odio perturbado, nauseabundo, como de dentadura postiza con moho, contra todo lo que representa la lengua, quienes sienten una fobia enfermiza ante cualquier expresión de catalanidad. Esas bestias, sigue diciendo Torra, tienen un pequeño bache en su cadena de ADN, viven en un país del que lo desconocen todo: su cultura, sus tradiciones, su historia, se pasean impermeables a cualquier evento que represente el hecho catalán, les crea urticaria, les rebota todo lo que no sea español y en castellano. Son palabras duras, ofensivas incluso, pero ¿contra quién van dirigidas? En los últimos días he escuchado a no pocos que aseguran que este artículo va contra los españoles que viven en Cataluña o contra los catalanes que se expresan en español (véase, por ejemplo, el video de Pedro Jota Ramírez). Pero no es así. Torra insulta a quienes siente odio o repugnancia por el catalán; llama bestias a quienes disgusta la cultura catalana. De hecho, gente que responde al perfil que describe (como el pasajero de Swiss Air del artículo) existe. Y ante el comportamiento de personas así me parece explicable que los que aman por encima de todo su lengua, su cultura, su nación (de todo hay en la viña del Señor) se ofendan y se disparen llamándoles bestias carroñeras.
En otros artículos así como en varios tuits, Torra ataca e insulta a España; hay abundantes muestras de que este señor tiene claro que ha de mostrar su rechazo y desprecio hacia los españoles, sea éste real o táctico. Tampoco es nada nuevo: ha sido habitual entre los independentistas insultar al Estado del que quieren separarse. Por otro lado, Torra debe conocer bien la susceptibilidad hispana (anda también él sobrado de ella) y lo fácil que los españoles se precipitan hacia el desencuentro a poco que se les ofenda. Incluso, añado, cuando no somos claramente los destinatarios de los insultos nos apresuramos a darnos por aludidos, como ocurre con el artículo al que dedico este post y que tanto juego viene dando. Quien se sienta insultado, tildado de bestia carroñera o tarado genético, está al mismo tiempo reconociendo que le repugna la cultura catalana, que le produce urticaria oír hablar en catalán. No es mi caso.
Me interesa más la cultura francesa o la protuguesa que la catalan, en términos generales. La razón es que noto que me aportan más, son culturas abiertas que absorben y atraen, en lugar de cerradas y que repelen. Hablando en general, claro, la supuesta cultura avanzada catalana en el fondo es muy palurda.
ResponderEliminarDiga Torra lo que diga (“no es natural hablar castellano en Cataluña”), el español es un idioma extendido en Cataluña desde finales de la Edad Media (suele citarse como fecha de referencia la del Compromiso de Caspe, 1412). Había muchos motivos para que fuera así que ahora no vienen a cuento. Lo cierto es que la posición dominante del castellano, al menos desde el Renacimiento, hizo que la literatura en catalán perdiera mucho de su empuje medieval; la mayoría de los escritores catalanes (y valencianos y mallorquines) lo hacían en castellano.
EliminarEsa situación empieza a cambiar a partir de la Renaixença y, a finales del XIX ya se ha consolidado una literatura de bastante calidad en catalán. Yo recomendaría leer, por ejemplo, a Narcís Oller (Leí La papallona (1882) y me gustó mucho). Luego, a caballo de los dos siglos, durante el modernismo o noucentismo proliferaron poetas en catalán de excelente calidad (Joan Maragall, por ejemplo) y una mujer que firmaba con seudónimo de hombre (Caterina Albert o Victor Català) y que escribió en 1909 La Solitud, una muy buena novela.
Pero las mejores obras catalanas que he leído datan del franquismo. En poesía hay ejemplos magníficos, en absoluto inferiores a los mejores en castellano (Salvat-Papasseit, Foix, Espriu, Pere Quart). Y novelas hay no pocas magníficas; a mí me encantaron Vida Privada (1932) de Sagarra, Bearn (1958) de Villalonga, La plaza del Diamante (1962) de Rododera y El tiempo de las cerezas de Motserrat Roig.
En fin, que tampoco se trata de hacer una antología de literatura catalana, pero es que decir que “la supuesta cultura avanzada catalana en el fondo es muy palurda”, me parece una afirmación poco fundada. Tampoco comparto que sea una cultura cerrada, al menos no en el sentido de que no se abren a influencias externas (muchísimas, sobre todo de la literatura en español y en francés). Y, por último, para que una literatura no te interese o te interese poco, lo primero es conocerla. A mi modo de ver, el que al resto de españoles nos interese poco lo catalán está en la raíz del desencuentro (actual e histórico); a lo mejor, si nos interesáramos un poco más por su cultura conviviríamos mejor y habría bastantes menos Torras.
Pues es exactamente lo que has hecho: una antología de literatura catalana. Sólo te has dejado fuera al gran Josep Pla, que incluso mejora en la traducción al castellano de Dinisio Ridruejo
EliminarEl problema de Torra es que es, como ha dicho Lansky alguna vez en su blog, un listo, que no inteligente. Sabe usar sus entendederas para sacar beneficio y hacer daño, no para buscar concordia.
ResponderEliminarEn estos momentos, muy pocos pretenden la concordia. Y desde luego no los independentistas catalanes, cuya estrategia -pese a hipócritas llamadas al diálogo- es precisamente la confrontación.
EliminarQuien se sienta insultado, tildado de bestia carroñera o tarado genético, está al mismo tiempo reconociendo que le repugna la cultura catalana, que le produce urticaria oír hablar en catalán. No es mi caso.
ResponderEliminar¿Y qué entiende Torra por que a alguien le repugne la cultura catalana? ¿Decir que, salvo el Quijote, no hay ninguna obra escrita en catalán de renombre universal? ¿Qué haya gente que no vea lógico que en un vuelo con destino a España se utilice el catalán en vez del español?. ¿Hay alguién que vea lógico que en un viaje con destino a Bolivia se utilice el aimara en detrimento del español?.
Sinceramente las excusas me parecen muy pobres y tu razonamiento muy cogido por los pelos.
Torra puede entender lo que quiera; yo me limito a leer lo que ha escrito en ese artículo concreto. Que te repugne la cultura catalana (o cualquier otra cosa) es que te moleste y mucho lo catalán. Evidentemente, a alguien a quien le repugne lo catalán no encontrará ninguna obra escrita en catalán digna de ser considerada buena literatura (¿el Quijote se escribió en catalán?). De otra parte, en la anécdota que cuenta del tipo que viajaba a Suiza desde Barcelona no dice que no se hablara en castellano, sino que se hacía en catalán. Una cosa es ofenderse por no oír tu lengua y otra que te enfades por oír en catalán (sólo esta última responde a una presunta repugnancia por lo catalán).
EliminarPor último, no sé dónde ves excusas y, por tanto, cómo puedes calificarlas de pobres. Que tú no sepas que hay muchos españoles que sienten rechazo (repugnancia me parece una palabra muy fuerte) por lo catalán me parece no querer ver la realidad. Y en cuanto a la debilidad de mis argumentos, tampoco la explicas. Al fin y al cabo, lo único que yo llamo la atención es que Torra, en ese artículo, insulta a quienes odian lo catalán. Por tanto, para sentirse insultado, has de asumir que caes bajo esa categoría. A ti te parecerá débil; a mí, al contrario, me parece pura lógica.
Sabes de sobra, Joaquín, que en estos momentos no se aceptan mediadores. Esto va a peor.
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