Día lluvioso. La cita a las 7:30 en el camino La Era, una transversal de Santa Rosa de Lima, el eje principal de Guamasa. No había amanecido cuando arranqué y entre la lluvia y la densa niebla no veía casi nada. Al entrar en Guamasa no doblé por Santa Rosa y sin darme cuenta me encontré en la carretera del Boquerón bajando hacia Valle Guerra. Como pude di la vuelta y llegué retrasado pero Jorge todavía tardó un poco más. Dejamos mi coche junto a un chalé verde espantosamente hortera y seguimos en el de Jorge hasta el aparcamiento de la plaza del Cristo, en La Laguna. Ante lo desapacible del día optamos por tomarnos unos churros mojados en café con leche y fisgar un momento en el mercado, donde me compré un chubasquero baratísimo y de pésima calidad. Luego bajamos por Nava y Grimón hasta la plaza del Adelantado. Serían casi las 9 de la mañana cuando empezábamos la ruta.
Antes de iniciar la descripción del recorrido quiero plantear una duda que se me presentó desde que pasé al mapa el trazado. Si el camino de la Cañada era una ronda de la ciudad, no tiene mucho sentido que pase por la plaza del Adelantado, que entre en el casco urbano. Lo que parecería más lógico es que desde San Roque, en vez de bajar hasta el aparcamiento de Las Quinteras, el trazado siguiera hacia el Sur (¿por el camino de la ladera de San Roque?), entrara en la Verdellada Nueva por su viario oriental, girara hacia el Sur por Tradiciones Verdeñas y luego por la calle Cruz de Marca hasta cruzar la Vía de Ronda, continuara el trazado de ésta pero por el borde de Barrio Nuevo, cruzara la avenida de los Menceyes por el lado Sur del Museo de la Ciencia y por la calle Habaneras hacer una bajada hasta la glorieta de la Vía de Ronda bajo la autopista del Norte, entrara al cauce del barranco del Gomero hasta San Miguel de Geneto, doblar por esta calle hacia el Sur y finalmente girar hacia el Oeste por el camino La Feria hasta alcanzar San Francisco de Paula y ahí, seguir la ruta propuesta por los Amigos de la Cañada. Seguramente esta desviación que propongo no es en la actualidad transitable pero no creo que fuera demasiado complicado ejecutarla y así se convertiría en una verdadera ronda perimetral (en la imagen adjunta he dibujado la variante que propongo en rojo).
Pero paso a contar el recorrido real. Bajamos por la calle Consistorio, doblamos por la de Barcelona, cruzamos la Avenida Trinidad y seguimos por Pablo Iglesias (en honor al original, aclaración obvia pero quizá conveniente) bordeando el polígono Padre Anchieta, un complejo de bloques de vivienda de arquitectura anodina construido por el Ministerio de la Vivienda a finales de los sesenta y que reclama a gritos actuaciones de reforma y renovación. Doblamos a la izquierda por la calle Leocadio Machado y pasamos junto a la tapia del cementerio de San Juan, el más antiguo del municipio, inaugurado en 1814 y en el que se dejó de enterrar en 1983; estaba cerrado así que seguimos de largo. A continuación, cruzamos la autopista del Norte y entramos en el barrio del Coromoto.
En la glorieta de entrada al barrio se abre un tridente; cogemos por la calle de la izquierda que es el camino de San Francisco de Paula, que tiene la calificación de carretera insular (la TF-265). Este eje coincide con uno de los caminos históricos que salían desde La Laguna para articular la movilidad insular; en concreto con el Camino Viejo de Candelaria. Se dice que esta ruta es anterior a la llegada de los castellanos (desde antes los guanches veneraban la imagen de una virgen cuyo arribo a la Isla es objeto de leyenda) y que el propio Adelantado, Alonso Fernández de Lugo, peregrinó a rendirle honores por este camino, en enero de 1497. Desde 2012, el Cabildo junto con otras instituciones está trabajando en un proyecto para la recuperación integral de este camino, que cuenta con cinco tramos declarados Bien de Interés Cultural. Yo nunca lo he recorrido y tengo ganas de hacerlo pero me saltaré los primeros kilómetros que corresponden justamente con esta carretera insular que va atravesando barrios de autoconstrucción de la periferia metropolitana carentes de cualquier interés. Hoy nos toca patear el primer kilómetro y medio bajo un chipichipi molesto. Pasamos primero junto al muro de la facultad de Físicas de la Universidad de La Laguna y en la acera de al lado caóticas viviendas adosadas; luego, a la izquierda, las facultades de Química y de Farmacia y, a la derecha, el colegio Nuryana, donde Luisa fue profesora tantísimos años; después, un terraplén con vegetación oculta la cabecera de la pista del aeropuerto de Los Rodeos; pasada ésta, cruzamos por debajo la carretera que va a La Esperanza y al Teide.
Estamos en una zona mucho más rural del municipio lagunero, Los Baldíos, un caserío de edificaciones dispersas apoyadas en los caminos agrarios. Todavía seguimos unos quinientos metros por San Francisco de Paula y en este tramo, a mano izquierda, se ubica la parcela alargada (llega hasta el camino de San Miguel de Geneto) de la Ciudad Deportiva del Club Deportivo Tenerife. La historia urbanística de este equipamiento es ya larga y la viví en sus orígenes, a principios del dos mil. A estas alturas empiezan a comentarse algunas presuntas irregularidades del proceso y no me extrañaría que éstas no fueran sino la punta del iceberg; al fin y al cabo, no deja de ser un ejemplo local de especulación inmobiliaria en la que se confunden los intereses privados de un club de fútbol con los de la sociedad tinerfeña. Pero esperemos a ver cómo se desarrollan los acontecimientos sobre este asunto porque tampoco sería raro que todo quedara en agua de borrajas. Hacia las nueve y media –apenas media hora de ruta– doblamos hacia el Oeste por la calle de la Viña. Esta calle, estrecha y larga (más de 400 metros), flanqueada de toda su longitud por viviendas autoconstruidas de baja calidad, desemboca en el camino del Medio, otro de los radiales que parten de La Laguna (aunque éste interrumpido por la pista del aeropuerto). Cogemos desde ahí el camino La Atravesada, aún más estrecho y más largo (más de 600 metros), con mayor pendiente y con muy pocas edificaciones en sus márgenes. A la derecha se levanta la montaña de La Mina, un pequeño cono volcánico (solo sube 25 metros) en el cual se dispuso, entre 1972 y 1991, la base en Tenerife de la Compañía de Operaciones Especiales (COE), los “boinas verdes” del Ejército de Tierra español. Ahora lo que se ve es un conjunto desordenado de edificaciones, entre las que destaca un bloque de tres plantas ostensiblemente abandonado. No sé si sigue siendo una propiedad militar pero, en cualquier caso, la montaña pide a gritos una restauración natural, demoliendo tantas cutrerías.
El camino La Atravesada (de cuyo nombre me gustaría saber el origen) desemboca en el de La Mina, que si lo hubiéramos seguido hacia el Sur habríamos llegado en pocos metros al cementerio de San Luis (el que actualmente da servicio a la mayor parte de la población lagunera) y luego, ya en el vecino municipio de El Rosario, al Centro Penitenciario Tenerife 2, por delante del cual ya pasamos en una de las etapas de la vuelta a la Isla. Pero giramos hacia la derecha en sentido Norte y tras medio kilómetro escaso en suave descenso llegamos a la carretera de La Esperanza junto a una gasolinera. Nada más cruzar ésta se inicia el camino Rodeo Alto también llamado Vereda del Aire. En sus primeros seiscientos metros, este camino es una pista asfaltada de escasa calidad ambiental que discurre entre edificaciones sin interés. Entre los huecos que éstas dejan, mirando hacia la derecha se ve la pista del aeropuerto, paralela al camino unos 800 metros al Norte. El camino cambia radicalmente a mejor al llegar al Cuartel de Las Raíces: este tramo discurre entre árboles y el firme es de hormigón muy bien ejecutado (seguramente por el área de Agricultura del Cabildo). Este cuartel fue durante muchos años un centro para la instrucción militar de la escala de complemento y albergó el Regimiento de Infantería Tenerife, pero que lleva ya varios años abandonado. Por cierto, no sé por qué se llama de Las Raíces cuando el paraje de este nombre, famoso por la reunión conspiratoria que allí mantuvo Franco con los otros mandos de Canarias en junio de 1936, se encuentra a unos 9 kilómetros en el monte pasada La Esperanza. Cuando pasamos, vimos que había maquinaria y material de obras lo que nos hizo pensar que Defensa querría poner en uso las instalaciones. Luego, a raíz de la polémica paralización de las obras ordenada por el Ayuntamiento de La Laguna, me enteré de que, en efecto, se pretendía adecuarlo para alojar inmigrantes.
Pasado el cuartel desaparecen los árboles aparece el paisaje abierto de cultivos de cereal del llano de Los Rodeos. Según algunas cartografías, el camino cambia su nombre al de La Rambla (en otros mapas sigue siendo la vereda del Aire); con una longitud de casi 2 kilómetros y un trazado más sinuoso, discurre casi llano, dando acceso a fincas agrarias, algunas viviendas y también, hacia el final, cuando cambia el firme de hormigón por asfalto, a algunas naves de industrias vinculadas al sector primario (fábrica de piensos una de ellas). Desemboca en el camino del Barranco del Rodeo, que es el que un poco más adelante se convierte en la carretera insular TF-237; se trata de otro de los ejes radiales históricos, el camino real que desde La Laguna llegaba hasta La Orotava y que en la actualidad ha quedado interrumpido por la pista del aeropuerto (en el mapa puede verse la perfecta alineación del Camino de la Villa, en el lado del Coromoto, y éste del Barranco del Rodeo al que hemos salido). Aquí, en torno a este cruce, se concentran las casas del Ortigal, aunque este asentamiento se extiende hacia el Oeste, en estructura lineal, siguiendo la carretera y convirtiéndose, sin solución de continuidad, en Barranco de las Lajas y Agua García en el municipio de Tacoronte, en Ravelo en el Sauzal y así prácticamente hasta La Orotava.
A partir de aquí y hasta llegar a la autopista (poco más de dos kilómetros), el camino pasa a ser un eje que corta en diagonal las suertes alargadas en sentido norte-sur de esta área agrícola que es el Llano de Los Rodeos. Estas fincas alargadas y estrechas son el resultado de la progresiva división longitudinal de las fincas agrarias, de modo que cada heredero recibiera tierras en todas las altitudes. Este proceso culminó en la partición transversal de algunas de estas suertes –dejando una estrecha vereda lateral– para venderlas como parcelas edificables (aunque legalmente no lo fueran). De este modo, este extenso llano se ha ido ocupando por multitud de viviendas casi adosadas formando larguísimas hileras que casi imposibilitan futuras aperturas de viarios transversales (necesarios para dar una mínima estructura urbana) y han comprometido gravemente la potencialidad agraria de una de las zonas cerealísticas más importante de la Isla. En su primer tramo, hasta llegar a la carretera de la Cruz Chica, el camino se sigue llamando Vereda del Aire (en ese tramo, hacia las once menos cuarto, descansamos un ratito y nos comimos los bocatas); luego pasa a denominarse Vereda Alta y, cruzada la Vereda del Medio, Vereda del Majano. La Vereda Alta, que da acceso a numerosas viviendas, está asfaltada con el firme en buen estado; la Vereda del Majano, en cambio, es de tierra y sin viviendas con frente a la misma. Poco antes de las once y media cruzamos la carretera del Campo de Golf y enseguida atravesamos el túnel que pasa por debajo de la autopista: estábamos ya en la urbanización de Guamasa.
Este núcleo surgió en la desviación (bivio) que desde la carretera entre La Laguna y Tacoronte (actual TF-152) va hacia Valle de Guerra, eje que pasó a llamarse calle de Santa Rosa de Lima, patrona del lugar. El nombre de Guamasa es el de una princesa guanche, hija de Acaymo, el último mencey de Tacoronte, quien, según cuenta una leyenda triste de amor, recibió en dote esta llanura de Los Rodeos. Lo cierto es que hasta mediados del XIX Guamasa pertenecía al entonces municipio de Valle de Guerra que finalmente fue agregado a La Laguna. Caminamos por la calle de las Acacias, sin duda la más bonita del núcleo y una de las que recogería en un futuro catálogo de buenos ejemplos viarios; el adoquinado del pavimento y la frondosa vegetación son los sencillos componentes para conseguir un paisaje urbano de alta calidad. Salimos a Santa Rosa, giramos hacia la derecha y enseguida a la izquierda por el camino La Era. Donde esta calle hace un quiebro nos esperaba mi coche y finalizaba esta primera etapa de la Cañada Verde. Eran las 11:40; solo habíamos caminado dos horas y tres cuartos, mucho menos de lo habitual. Había sido una etapa corta y fácil, pese a la molesta llovizna. En cuanto al paisaje, dejaba bastante que desear; seguro que las dos siguientes etapas, separadas de núcleos y edificios, serán mucho más bonitas.
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