La ruta planificada tenía su inicio en el aparcamiento junto al puente sobre el barranco la Puente (¿de ahí el nombre?), en el lugar conocido como Ortiz, una de las zonas más concurridas por los amantes de la escalada en las rocosas paredes verticales de este barranco. Desde ese punto (780 msnm) caminaríamos en dirección norte hasta el área recreativa del Contador (1.250 msnm). A partir de ahí giraríamos hacia el este cruzando lomos y barrancos en ascensión hasta los 1.350 msnm en el entorno de la Morra Alta. Finalmente, retornaríamos hacia el sur por el lomo entre los barrancos Tasagaya y el Seco hasta llegar a La Degollada, en la parte alta de los dos Aricos, el Viejo y el Nuevo. Como ése era el plan, quedamos a las ocho donde acaban las edificaciones de la calle La Degollada y ésta dobla hacia el suroeste. Ahí dejé mi coche y en el de Jorge fuimos hasta Ortiz, en cuyo aparcamiento había ya varios vehículos (varias autocaravanas de gente que estaba de acampada, pese a estar prohibida). Hace frío (en torno a los 10º) pero el cielo está limpísimo, anunciando una jornada espléndida. Cruzamos la carretera y, tras algun titubeo, bajamos al cauce del barranco e iniciamos la ruta y también el sendero PR TF-86.1.
Primer tramo de la ruta por el cauce del barranco; longitud aproximada: poco más de un kilómetro; tiempo empleado: una media hora. Caminar por el interior de un barranco, especialmente por los del sureste tinerfeño, produce una singular sensación, difícil de explicar pero muy placentera. El piso es cómodo de transitar, con arenilla y guijarros de picón. Hay abundante vegetación arbustiva: escobones, tajinastes, vinagreras, tabaibas, inciensos ... También, colgados de las paredes, aparecen algunos pinos canarios. Pero lo que caracteriza el barranco y se impone en la percepción del conjunto son las grandes rocas negras que reposan en el lecho (que en algunos puntos hay que sortear o trepar) y las amarillentas paredes verticales; estamos en una suerte de museo geológico. Por cierto, este tramo del barranco define el límite occidental del Parque Natural de la Corona Forestal que en esta zona desciende de altitud.
A las 9 salimos del barranco por el lado derecho, ascendiendo un primer tramo en escalera tallada en la piedra y luego por un camino de gravilla delimitado con piedras en sus márgenes. El sendero se va ajustando a la cumbrera del lomo que separa los dos barrancos. A unos seiscientos metros llegamos al paraje llamado Cercado de las Ranas que es donde el sendero confluye con el trazado del principal, el PR-TF 86. Estamos ya entrando claramente en el pinar, pero todavía conviven matorrales como los mencionados. Además, durante la mayor parte de este tramo, llevamos a la izquierda una acequia por la que corre y canta el agua. Seguimos ascendiendo con una pendiente no demasiado exigente pero constante hasta alcanzar los 1025 msnm (del barranco salimos en la cota 875). A partir de ahí, el sendero va a cota o en suave descenso para cruzar con una curva cerrada el cauce por el que empezamos la ruta, que ahora se llama del Contador; giro hacia el sur para subir la ladera del otro lado y de nuevo nos orientamos hacia el norte para subir el lomo del otro interfluvio. Este tramo discurre por la llamada Cuesta del Contador y se hace algo más duro que el recorrido previo pues sube ciento ochenta metros en una longitud de unos mil cien metros. A las 10:25 desembocamos en un claro con poca pendiente y unas huertas abandonadas en donde hay una construcción de buen tamaño inacabada: una planta techada sin divisiones interiores y los pilares preparados para una segunda; no sé cómo no la han demolido. Aprovechamos el lugar para descansar y recuperar fuerzas con nuestro bocadillos.
Nos volvemos a poner en marcha y seguimos cuesta arriba con no mucha pendiente por un camino bastante cómodo, alfombrado de pinocha. A unos quinientos metros de la edificación llegamos a una pista asfaltada que viene desde la Villa de Arico. A partir de ahí, el sendero PR-TF 86 sigue hacia el Oeste para dirigirse a Las Cañadas y llegar hasta el Parador del Teide. Nosotros, en cambio, giramos hacia el norte y, tras otros cuatrocientos metros, desembocamos en el área recreativa del Contador que, como las tantas otras que hay en la Isla, está cerrada debido a la pandemia. Caminamos unos trescientos metros más por la prolongación de la carretera que ahora es una pista de tierra perfectamente circulable por vehículos que acaba en un camino (de La Era) junto a un conjunto de edificaciones con pinta de explotación agropecuaria. Poco antes nos encontramos con un precioso almendro en flor junto al que se están fotografiando unas chicas extranjeras. Son las once y diez y estamos a 1.250 msnm.
Pasadas las Casas del Contador el sendero se estrecha y zigzaguea para bajar hasta el cauce de un barranquillo, subir un poco y volver a cruzar el siguiente casi enseguida. Entre medias, apoyada contra una roca, descansa una bicicleta en avanzado proceso de oxidación, a modo de escultura dadaista. Luego, durante unos doscientos cincuenta metros, el sendero asciende con muy poca pendiente la ladera de la Era del Contador (que se corresponde con la meseta que hay en la parte alta y en la que, según veo en la foto aérea porque no pasamos por allí, parece haber unos terrenos de cultivo probablemente ya abandonados. El sendero desemboca en una pista de tierra transitable por vehículos por la que caminamos en ligero descenso algo menos de doscientos metros. Nada más dar la cerrada curva del cruce del barranco de la Jarreta, el sendero se desvía de la pista subiendo hacia la izquierda apoyado en un muro de piedra seca. Nos toca un tramo de unos cuatrocientos metros de subida empinada que se nos hace costosa. Finalmente, el trazado alcanza una zona más o menos llana a 1.310 msnm y ahí nos detenemos a descansar un rato; son las doce menos veinte.
Mientras reposábamos, Jorge se dio cuenta de que se le había despegado la suela de una bota. Nos quedaban aún casi 9 kilómetros para completar la etapa; debíamos mantener dirección Este todavía en ligero ascenso y cruzar los barrancos del Hornillo y de las Yedras (que confluyen algo más abajo pasado el risco de las Yedras)y luego girar hacia el Sur para descender por el lomo entre los barrancos de Tasagaya el el Seco hasta llegar a La Degollada. Pero, aunque Jorge se ató la suela con los propios cordones de la bota, seguir la ruta inicial, por terreno difícil, era arriesgar demasiado. De modo que, muy a disgusto, optamos por atajar y buscar el camino más directo para regresar a donde habíamos iniciado la ruta. Mirando hacia abajo vimos que muy cerca de donde estábamos pasaba una pista que, según comprobamos en la foto aérea, nos podía llevar con relativa comodidad hasta el coche. De modo de, zigzagueando con los bastones, descendimos entre pinos unos sesenta metros por la ladera (unos diez metros de desnivel) para llegar a la pista.
Tras unos 450 metros por esta pista desembocamos en otra todavía mejor (más ancha y más cuidada, aunque sigue siendo de tierra) que va a las Casas del Contador, por donde pasamos previamente. Los primeros doscientos metros son a nivel en dirección Este y tras cruzar un barranquillo gira hacia el Sur con pendiente descendente; luego gira hacia el Norte y sigue bajando hasta cruzar otra pequeño cauce. A su margen hay una magnífica finca (entre los 1145 y los 1175 msnm) con unos preciosos bancales de piedra; según el mapa de cultivos de la Consejería de Agricultura, está dedicada a viña, aunque no alcanzamos a ver sino unos cactus ornamentales junto al camino interior que lleva hasta una vivienda edificada en la parte alta. Sorprende ver esta mancha agrícola de apenas media hectárea en el interior del pinar, aunque advierto que no es la más alta del municipio: más o menos en esta misma vertical, pero a 1350 msnm, hay otra finca que es mucho más extensa. En fin, cuesta entender que a estas altitudes haya animosos que quieran seguir cultivando; no creo que se explique por motivos económicos.
Pasada la finca cruzamos otro pequeño barranquillo y la pista giró en dirección Sur, rumbo que mantendría durante los siguientes dos mil seiscientos metros, hasta llegar a la Cruz de Ortiz, donde giraríamos hacia el Oeste para llegar al coche. La pista, que está en perfecto estado y tiene un cierto nivel de tránsito (nos cruzamos con dos o tres coches y –mucho más desagradable– con tres motos ruidosas y que levantaron una gran polvareda), discurre por el lomo entre el barranco del Canalizo y el barranquillo del Garabato. El paisaje es el pinar que, a medida que descendemos, va espaciándose; también aparecen, entre los árboles, terrenos abancalados en cultivo. Hacia el fondo, muy difuminados por la distancia, se ven los terrenos bajos del litoral de Arico y Granadilla (incluyendo la Montaña Roja de El Médano) y de fondo el mar y el cielo, de azules casi indistinguibles si no fuera por la línea de nubes acostada sobre el horizonte; flotando mágicamente sobre ésta emerge la silueta de Gran Canaria. No hay mucho que reseñar en este tramo de bajada; lo hicimos a buen paso y sin esfuerzo. Hacia la una llegábamos al desvío a la derecha (hacia el Oeste), en una encrucijada con varias fincas en cultivo (¿papas?). Hemos bajado hasta los 830 msnm.
Este último tramo discurre en su primera parte (durante poco más de cuatrocientos metros) por una pista de tierra, muy parecida a la anterior, aunque algo más estrecha, que va descendiendo suavemente hasta vadear el barranco de Ortiz. Cruzado éste, subimos por el lateral de una finca y llegamos a una especie de meseta de tosca con abundantes tuneras (en donde hay una curiosa casa cueva) que se enfrenta al aparcamiento donde dejamos el coche al inicio de la caminata. Bajamos los pcoos metros que quedan, cruzamos el barranco de Charcos o de la Puente y hemos acabado. Es la una y media, una hora temprana pero, claro, no hemos hecho el recorrido previsto; queda para otro día.
En la siguiente captura de GoogleEarth se ve la ruta prevista en naranja y la que hicimos en verde.
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