- Él: ¿Así que al final fue a tu casa?
- Ella: Sí, ayer.
- Él: Pero, ¿estaban tus padres?
- Ella: Sólo mi madre. Pero estuvimos en mi cuarto.
- Él: ¿Tiene pestillo tu cuarto?
- Ella: No, cerré la puerta. Mi madre nunca va a entrar si tengo la puerta cerrada.
- Él: ¿Y no se mosqueó?
- Ella: Me preguntó luego que quién era. Le dije que un compañero de la facultad.
- Él: Si debe tener casi cuarenta tacos ... ¿Se lo creyó?
- Ella: Supongo. De todos modos, me fui casi enseguida después de él.
- Él: Tía, ¿y no has aceptado?
- Ella: No, ya te lo dije. ¿Acaso a ti te parece bien?
- Él: ¿No me decía que andabais mal de dinero?
- Ella: Sí, bueno. Tampoco es que esté pasando hambre.
- Él: Ya, se nota (risas de ambos). Tú padre, ¿en qué curra?
- Ella: Desatascos; la empresa, ¿la conoces?
- Él: No, ¿cómo que desatascos? ¿Fontanería?
- Ella: Sí, eso.
- Él: ¿Y entra mucho con ese curro?
- Ella: No, qué va. Las cosas están chungas. Y mi madre ya lleva más de tres meses sin que le salga nada. La hipoteca todos los meses. Mal, mal ... (pone cara preocupada)
- Él: Pues tía, no te entiendo. En mi casa entra bastante y yo me preocupo por veinte euros. Joder, son cien euros, y sólo por mirar. (Le toca brevemente la rodilla)
- Ella: (sonríe) Yo no puedo ... No sé, no podría, qué vergüenza.
- Él: Entonces le dijiste que no ...
- Ella: Sí (sonríe tímida) ... Bueno, pero él me dijo que si de todas maneras podríamos quedar algún día, si no me importaría que me invitar a cenar o así, como amigos ...
- Él: O sea que a lo mejor es que sí ...
- Ella: No, me da vergüenza sólo de pensarlo. ¿Por qué sonríes? (ella sonríe también, con timidez fingida, en claro coqueteo).
- Él: Nada, me alegro de que me lo cuentes.
- Ella: Confío en ti, eres mi mejor amigo (le aprieta un instante la mano). Si quedara con él, ¿tú me acompañarías?
- Él: (Titubeando) Sí, claro ... Pero él no iba a querer.
- Ella: Bueno, ya hablaremos.
La conversación cambió de tema, pasaron a hablar de un examen inminente de la facultad; deduje que ambos estudiaban económicas (tercero o cuarto). Chico y chica de unos veintitrés años. Él delgaducho, rubio y desaliñado; ella, algo gordita, pero apetecible, rasgos achinados, morena, de ojos y sonrisa chispeantes. Habían subido al tranvía en la parada del Campus Universitario, hacia las siete y media de esta tarde, y se vinieron a sentar junto a mí; el chico en el asiento adyacente, ella enfrente. Yo iba leyendo (la última novela de Roncagliolo) e imagino que les debí resultar invisible. La conversación, suprimidos varios balbuceos, circunloquios y derivaciones intrascendentes, fue más o menos la que he transcrito. Mi impresión es que a ella él le gustaba más de lo que ella le gustaba a él. De otra parte, se notaba que a él, lo que ella contaba, le ponía (morboso que era el chaval), por más que mantuviera una pose indolente. Lo que no me atrevo a aventurar es sí la chica le estaba encajando una patraña o, como me pareció interpretar, había establecido contacto con un tipo de mediana edad que le ofrecía cien euros por "sólo mirar". Casualmente, la chica se bajó en la misma parada que yo (él continuo en el tranvía); por un momento estuve tentado de seguirla, pero opté por irme a mi casa a ver el fútbol.
CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas
ah, de una conversación pescada al vuelo se puede establecer un mundo. Ud. es un poco cortazariano.
ResponderEliminar¿Cortazariano? Ya me gustaría a mí tener la cuarta parte de su imaginación y la décima de su calidad literaria.
ResponderEliminarHola! (y...quién jugaba?,el fútbol: esa otra forma de voyeurismo)
ResponderEliminarUn placer leerte
Sombra
La vida es infinitamente más estrambótica que cualquier estrambótica novela...
ResponderEliminar¿Por qué no tendré yo la suerte de escuchar conversaciones tan interesantes como esa? Esto sí que es literatura en el tranvía.
ResponderEliminarBesos
Tan aburrida es la novela de Roncarioglo? Solo te faltó decirles: "Si finalmente quedais, avisadme a mi también! Prometo ser invisible!!!!" Ja, ja,ja
ResponderEliminarSombra: Pues jugaba el Barça. Voueurismo el fútbol, ¿tú crees? De serlo, he de admitirte que cada vez soy (en esa materia) menos voyeur.
ResponderEliminarAna: Sin duda; aunque, en este caso, me gustaría haberme enterado de más cosas para medir el grado de estrambótica que era la historia de esos dos.
Nanny: Es que en Valladolid no hay tranvía ... ¿o sí? :)
Reverendo: No, la verdad es que la novela de Roncagliolo se lee muy fácil y es entretenida. Pero, qué quieres, pudo más el chismoso que llevo dentro. Y sí, tenía que haberles dicho lo que dices, jajaja.
¿Cómo que no la seguiste? Me cacho...!Quien sabe en lo que podría haber derivado esto? A mi me huele a verso de la señorita, para opner cachondo a su amiguete...al menos conmigo a resultado.
ResponderEliminarUn abrazo
Los trenes, metros, autobuses, etc dan mucho juego cuando uno está atento y capta prlas como ésta.
ResponderEliminarQuién sabe qué ocurriría después...qué curiosidad, oye.