Usufructuario del sillón p minúscula, pero ser académico no está reñido con mentir, aunque es más delicado calificarlo de impostura. Y, sin embargo, muy precisa ha resultado doña Milagros Pérez Oliva, la defensora del lector de El País, pues impostura no es una falacia fina sino imputación falsa y maliciosa, o sea, con mala intención. Líbrenos Dios de los falsarios malintencionados, por más que sepan del Quijote. Líbrenos también de los soberbios, dispuestos a chulear a la misma literatura antes que reconocer su yerro.
El martes pasado, mientras esperaba en un bar a mis compañeros de oficina, me topé con el artículo del señor Rico contra la reciente Ley antitabaco. En bastante medida, participaba de los argumentos que esgrimía, pero no pretendo ahora meterme en un debate más que manido. De hecho, tampoco es que el opinante dijera nada nuevo, ni siquiera de forma novedosa. Si empecé a leer el texto fue, ciertamente, por el autor, veamos si el preclaro filólogo aporta alguna idea interesante, y sólo con esta esperanza llegué, decepcionado, hasta el final. Pero mereció la pena porque ahí estaba la perla postrera que cerraba gloriosamente el artículo. En forma de Post Scriptum (qué elegancia) nos aseguraba don Francisco que en su vida había fumado un solo cigarrillo.
Era obviamente un argumento de autoridad, otro más a añadir al nombre y cargo (que aparecía indicado al pie). Mala cosa, pensé, tener que esgrimir su condición de no fumador para que sus argumentos ganen en firmeza. Pero explicable, vivimos en España, donde mucho más importante que lo que se dice es quién lo dice, donde la afirmación de Juan de Mairena (la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero) poco tiene que hacer ante los versos zumbones de Campoamor: en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira. En este caso, el cristal es el humo (smoke gets in your eyes) a través del cual los fumadores ven tantos defectos a la Ley. ¿Un no fumador, uno que nunca ha fumado, que también los ve? Eso me evita reflexionar sobre la mayor o menor sustancia de sus argumentos y me hace inclinarme hacia ellos.
El martes pasado, mientras esperaba en un bar a mis compañeros de oficina, me topé con el artículo del señor Rico contra la reciente Ley antitabaco. En bastante medida, participaba de los argumentos que esgrimía, pero no pretendo ahora meterme en un debate más que manido. De hecho, tampoco es que el opinante dijera nada nuevo, ni siquiera de forma novedosa. Si empecé a leer el texto fue, ciertamente, por el autor, veamos si el preclaro filólogo aporta alguna idea interesante, y sólo con esta esperanza llegué, decepcionado, hasta el final. Pero mereció la pena porque ahí estaba la perla postrera que cerraba gloriosamente el artículo. En forma de Post Scriptum (qué elegancia) nos aseguraba don Francisco que en su vida había fumado un solo cigarrillo.
Era obviamente un argumento de autoridad, otro más a añadir al nombre y cargo (que aparecía indicado al pie). Mala cosa, pensé, tener que esgrimir su condición de no fumador para que sus argumentos ganen en firmeza. Pero explicable, vivimos en España, donde mucho más importante que lo que se dice es quién lo dice, donde la afirmación de Juan de Mairena (la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero) poco tiene que hacer ante los versos zumbones de Campoamor: en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira. En este caso, el cristal es el humo (smoke gets in your eyes) a través del cual los fumadores ven tantos defectos a la Ley. ¿Un no fumador, uno que nunca ha fumado, que también los ve? Eso me evita reflexionar sobre la mayor o menor sustancia de sus argumentos y me hace inclinarme hacia ellos.
Pero resulta que don Paco fuma y hasta dicen que como una chimenea. Pero, tan literato él, nos explica que no ha mentido porque “je est un autre” que dijo Rimbaud y, por tanto, quien firmaba su artículo no era él sino su personaje. Qué bonito, pienso al leerlo, parecido a lo que yo hago, cuando en este blog distorsiono episodios de mi biografía. Claro que quien firma estos posts es un tal Panciutti, explícitamente un personaje; y que no trato de convencer recurriendo a mentiras para reforzar mis argumentos. Pensaría Rico: lo que yo aquí digo es tan razonable y cierto que puede sostenerlo cualquiera, sea o no fumador. Por eso es irrelevante que yo fume y mejor no decirlo … Ya puestos, no sólo ocultar esa información personal “irrelevante” sino que démosle la vuelta y convirtámosla en relevante. Más incluso que los qués del artículo.
Pero es que Panchito tiene la desfachatez de dárselas de moralista didáctico cuando se le afea la conducta. Dice que su P.S. le “ha producido la triste satisfacción de comprobar lo que yo diagnosticaba: que la ley es una escuela de malsines. Porque casi todos los que se pronuncian contra mi artículo lo hacen hurgando en mi vida y costumbres … En mis argumentos apenas se entra”. Pero no seas cínico, hombre, si has sido tú mismo quien has desviado el debate de los argumentos con tu falaz post scriptum; y ahora vienes a acusar a tus lectores de actuar con mala intención y por propio interés (que tal es la definición de malsín que el propio caballero nos facilita). Lo dicho, un desvergonzado, presto a sentirse ofendido por quienes denuncian su impostura e incapaz, en cambio, de reconocer el flaco favor que ha hecho con ese artículo a la práctica del raciocinio, tan escasa entre nosotros. Don Francisco Rico, académico, metió la pata con su tonto ejercicio de otredad y la metió más hasta el fondo con su torpe y ruin justificación posterior. ¡Qué difícil es reconocer los errores propios y disculparse!
O no se aclara nada o se dice la verdad. ¿Cómo adivinar que hablaba un personaje?
ResponderEliminarUn beso
Pues tiene que ser bastante difícil hacer ejercicios de otredad... Yo creo que cada uno tiene que conformarse con los de la suya ,que si no... Menos yo, que suelo hacer ejercicios de infantil, que aunque sean más infantes, también son de otredad y no me resultan nada sencillos. Ahora sí, cuando me equivoco, que es casi siempre, reconozco mis propios errores, si me acuerdo de alguno, y sobre todo, me disculpo. En este preciso momento tengo otredad que no es la misma de ayer, pero no la voy a decir. Nunca!
ResponderEliminar...y, pues, se hablaba del tabaco en algún momento? Me pareció leerlo antes de mi flamante otredad, en fin, que me voy a fumar uno, ya que estamos...
Este señor es bastante desagradable: altivo y despreciativo con el resto de los humanos, en su fuero interno piensa que podría escribir El Quijote mejor que Cervantes.
ResponderEliminarEn cuanto al asunto del fumeque, lo peor es cuando ha contestado a El pais recurriendo a que su 'yo' que escribe no es su 'yo' biográfico, el viejo -e inaplicable concepto en este caso- de los dos yo narrador/personaje y escritor. O sea, que aunque no sea un cuento o un relato, sino un artículo de Opinión, el yo escritor puede falsearnos lo que le parezca, los muertos de una guerra o el nombre de un ministro.
Pobre imbécil: le han pillado y es de aplicación lo de antes se coje a un mentiroso que a un cojo.
Yo no creo que la apostilla de no haber fumado nunca fuera un argumento de autoridad, solo un dato para que su argumentación anterior fuera correctamente valorada. "No razono así por ser fumador, sino porque me parece lo correcto, al margen de que se fume o no." Perfectamente omisible, por tanto. Mal concepto tiene de sí mismo, o piensa que tenemos nosotros, si teme que atribuyamos sus argumentos a interés de fumador. No hacía falta aclarar que no lo es, a nadie se le habría ocurrido pensar tal cosa.
ResponderEliminarAntes. Ahora que sabemos que ha mentido en una cosa tan estúpida, que ha creído necesario para sus argumentos un refuerzo tonto pero ilegítimo, se hace forzoso mirarlos con más detenimiento. Malos argumentos serán, si ha necesitado mentir para reforzarlos...
Lo triste es que yo estaba de acuerdo con sus argumentos. ¿Si eres fumador ya no valen, aunque tú no mientas?
ResponderEliminarVanbrugh valgan o no valgan los argumentos ¿de verdad te crees que van a cambiar la ley?. A qué viene tanta discusión. Los no fumadores hemos sido "pasivos" hasta en el tema de la ley, no la pedimos, ni la exigimos, ni chantejeamos al estado, como muchos de los fumadores están haciendo ahora con sus actuaciones. Pero piensa una cosa podríamos dejar de ser pasivos en cualquier momento, mucho más si "tanto argumento" que sólo esconde un síndrome de abstinencia que os hace pupita al final hace que esta nueva situación que restablece los derechos de los fumadores se va al garete.
ResponderEliminarError..."...que restablece los derechos de los no fumadores...."
ResponderEliminarAh y por si vale de algo esto que he dicho no lo digo bajo los efectos de "ningún mono".
ResponderEliminarNo, Amaranta, claro que no creo que vayan a cambiar la ley, ni "de verdad" ni de ninguna otra manera. ¿Algo de lo que he dicho hace acaso pensar que crea tal cosa? Que la ley vaya o no a ser cambiada ¿tiene algo que ver, por otra parte, con el mayor o menor acierto de los argumentos de Rico? La validez de un argumento ¿pierde algo por que tú creas detectar que ese argumento "esconde algo"? Mi posible síndrome de abstinencia, o el suyo, ¿guarda alguna relación con nada de lo que decía Rico en su artículo?
ResponderEliminarSinceramente, leyéndote saco la misma impresión que leyendo la tonta apostilla de su artículo en la que se declaraba no fumador. Ninguno de los dos parecéis creer que os sea posible argumentar ni razonar al margen de vuestros intereses de fumadores o no fumadores. Y, probablemente, tenéis razón.
Vanbrugh de eso se trataba, he intentado encontrar apostillar mi argumento con algo a la altura de lo que había dicho Rico. Rico lo único que ha hecho es imprimir objetividad. No entraremos en que él mentía y yo no miento, porque no pretendía hacer lo que él hacía, yo defiendo mi subjetividad en este tema, sino dejar bien claro que este es un tema donde prima mucho más la subjetividad que los argumentos. Y quien no lo vea se miente tanto como Rico a sus lectores.
ResponderEliminarYa comprendo. Este es un asunto en el que has decidido que no tienes interés en ser objetiva. En consecuencia, nadie puede serlo. No te interesan los argumentos, en la medida en que te molesta el humo, de modo que ni los das, ni intentas valorar los de los demás. Digamos que es un diálogo entre pulmones, en el que a los cerebros, por decisión tuya, les está vedado entrar...
ResponderEliminarMuy bueno eso del "diálogo entre pulmones". Este vanbrugh a veces es insuperable
ResponderEliminarBueno Vanbrugh e intentado hacer una gracia con el motivo por el que Rico escribía al final de su artículo el hecho de que no era fumador. Para mi está claro que intentaba darle objetividad a sus argumentos.
ResponderEliminarNo obstante, no es que yo haya decidido no ser objetiva y por eso pienso que los demás no lo sean. Lo que yo opino es que es muy díficil ser objetivo cuando tienes adicción por la sustancia que defiendes, como es el caso del tabaco. Y Rico será un fumador empedernido pero está claro que tonto no es y quiso despojar a sus argumentos del interés que su cerebro, que no sus pulmones, tiene porque se le suministre la droga a la que está acostumbrado.
El otro tema que afecta la ley de tabaco es a la economía de los restauradores, yo tengo claro que los fumadores "gastáis" más en alcohol y café que los fumadores pasivos. Y claro así es muy difícil ser objetivos a la hora de valorar una ley que viene a vaciarte el bolsillo, ya que el no fumador pues gasta poco ... ajajajaj por lo que se ve.
Nunca he sido fumadora pasiva, quizás porque la vida me propició unos padres que no fumaban, así que cuando no tenía ganas de aspirar humo no salía y punto. Es más, recuerdo que dejé de ir a la iglesia porque la gente fumaba. Y les dije o dejáis de fumar o no vengo más. Está claro que la gran objetividad de la que siempre habéis disfrutado los fumadores (incluso los católicos) les hizo contestarme pues maja no vengas. Y yo que no es que dialogue con mis pulmones mucho, pero para vuestra subjetividad, me quedo con la mía, me alegré oye, porque mira no es lo mismo apostatar a que te excomulguen.
Vais a hablar los fumadores de tolerancia, respeto y objetividad, me empiezo a reir y no paro. Y sobre todo de argumentos. Vamos hombres, que de haber sido así, quiero decir, que realmente os hubierais comportado como gente civilizada que pensaba en el que tenía al lado a la hora de encender el cigarrillo, pues esta ley no existiría.
Ya teníamos la ley perfecta : bares de fumadores, bares de no fumadores, locales con zonas separadas para los dos grupos. Esta nueva ley sólo sirve para distraernos de los verdaderos problemas.
ResponderEliminar¡ INDIGNÉMONOS ! en vez de tragar como siempre.
Como he sido fumador y no fumador en temporadas largas - diez años fumando, diez sin hacerlo, cinco de nuevo, etc., supongo que no soy el más indicado para debatir sobre el tema.
ResponderEliminarPero: 1) lo de Rico fué una memez. 2) La nueva ley es dudosa... 3) no ya sólo el tabaco, sino los modernos aditivos que le añaden hacen del fumar un verdadero desastre y un atentado consciente contra nuestra salud y la de quienes nos rodean. 4) Supongo que con el tiempo y una caña en los paises desarrollados descenderá el índice de fumadores hasta u número ridículo, y 5) me menifiesto decididamente TOLERANTE en esto, (y en casi todas las cosas referentes a la actividad humana individual y colectiva.
El post, Miros, ya ves que ha sido ameno y muy interesante.
Te invito a visitar el último mío (sin reparos, pues creo recordar que no eres hombre de fe cristiana.)
1) Fumar es malo para la salud del que lo hace , como consumir heroína, pero a la inversa que el consumo de esta, también para los que están cerca (fumadores pasivos)
ResponderEliminar2) Pero lo pasivos encima no disfrutan
3) Confiar en la educación de los que te rodean o su deferencia hacia tu salud no basta (ojalá) como no basta confiar en que no te roben o no te maten si eso le interesa a alguien.
4) Luego hay que prohibir que te roben que te maten o que te intoxiquen
5) Prohibir algo siempre es mal asunto, ética y estéticamente, a veces funcionalmente también
6) El Poder se debate entre el interés recaudatorio de vender tabaco con grandes impuestos y el coste sanitario de los enfermos crónicos resultantes de su consumo; es un tema irresoluble
Ah, se me olvidaba, el displicente profesor Rico, como tantos eruditos es un 'listo tonto' al que han pillado mintiendo tontamente porque creía, equivocadamente, necesario reforzar sus argumentos con esa mentira, pero lo peor (confiérase mi primer comentario de ayer) son sus disculpas metaliteraias sobe los dos 'yo' literario y biográfico que dio después. es un memo que sabe mucho d elo suyo, como muchos.
ResponderEliminarUn argumento es objetivo o no lo es, Amaranta. No hay nada exterior a él que pueda darle objetividad, si no la tiene, ni nada que se la aumente, si la tiene.
ResponderEliminarDicho de otro modo, si un argumento a favor o en contra de esta ley es válido, lo es fume o no quien lo emplea, y si no lo es, no lo es. La validez de los argumentos es por completo independiente de la conducta de quien arguye. La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.
Si yo digo que robar está feo, tengo razón aunque lo diga con los bolsillos llenos de dinero ajeno. Y si digo que robar es un medio lícito de adquirir la propiedad, me equivoco aunque no haya robado en mi vida. Son cuestiones netamente distintas.
Cuando hablamos de la honradez intelectual del señor Rico, viene a cuento -de eso va este post- sacar a colación si fuma o no. Pero si de lo que hablamos es de sus argumentos en contra de esta ley, que fume o no y que lo confiese o no es absolutamente irrelevante. Lo que diga sobre la ley seguirá siendo igual de acertado o de equivocado en cualquiera de los dos supuestos.
Por eso Rico cometió una estupidez con su apostilla de que no había fumado en su vida. Porque daba a entender con ella que esa circunstancia añadía algún valor a sus razonamientos, cuando no era así. Aunque hubiera sido cierto. Encima no lo era, con lo cual, además de como tonto e inoportuno, quedó como mentiroso. Pero si hubiera sido verdad y no hubiera fumado en su vida, el post scriptum, ya no mentiroso, habría seguido siendo inútil y, por ello, tonto.
De igual modo, que los fumadores hayamos sido irrespetuosos y prepotentes con los no fumadores durante años no tiene absolutamente nada que ver con la cuestión de si hace bien la ley, o no, al no permitir que pueda fumarse en ningún lugar público. ABSOLUTAMENTE NADA QUE VER.
Hasta ahora yo no he oído ni leído a nadie ni un solo argumento que sirva para apoyar la prohibición absoluta, es decir, en virtud del cual parezca razonable no permitir que haya lugares públicos reservados a los fumadores, como hasta ahora. Declaraciones revanchistas del tipo de las tuyas -"lleváis años fastidiando a los no fumadores, ahora os toca fastidiaros a vosotros”- sí, muchas. Argumentos, ni uno. Sigo esperándolos. Imagino que en vano, pero así soy yo, optimista.
Aunque debo confesar que, a pesar del elogio de Lansky, que le agradezco, esta cuestión empieza a superarme. Como todas las discusiones cuando compruebo que, antes de pasar a la argumentación propiamente dicha, hay que volver a insistir en cuestiones que uno creía elementales y evidentes, como las de los tres primeros párrafos de este comentario.
(¿A qué iglesias has ido tú, por cierto? En mi larga y varipinta carrera de católico practicante las he frecuentado de todos los pelajes, y ni en una sola de ellas he visto jamás otro humo que el repelentemente piadoso del incienso, donde tuvieran el mal gusto de usarlo. Jamás hasta ahora oí que se fumara en ninguna iglesia, ni que nadie las huebiera abandonado por semejante motivo. Todos los días se aprende algo nuevo…)
He sido fumador desde que tenía 17 años, he comprendido lo absurdo de tal hábito y lo difícil que es romper con esa dependencia, conseguí dejarlo durante seis meses, tiempo que me llevo a suplir la ansiedad de la abstinencia por la ingesta desmedida de alimentos, lo que me llevó a aumentar mi peso en la nada despreciable cifra de 20 kilos, y lo peor de todo es que no me sirvió de nada, pues recaí en el vicio. Una vez reconocido el hecho (para mí evidente) de que el tabaquismo es una enfermedad, habría que hablar de la discriminación inaceptable a la que nuestro colectivo está siendo sometido, y es que quizás sea el momento de que empecemos a ver más enfermedades sociales, como por ejemplo el ensañamiento de los supuestamente inmaculados no fumadores contra nosotros, porque no nos engañemos, las medidas desproporcionadas que se están tomando no están diseñadas solamente para salvaguardar la salud de los no fumadores sino para hacernos la vida imposible a los que sí fumamos.
ResponderEliminar... Y además, ¡qué carajo!, siempre me han resultado sospechositos los hombres que llevan un anillo en el dedo meñique. Cual este 'Rico'.
ResponderEliminarPor mí como si se quiere fumar un moro liado en una alfombra.
El post, como creo que todos han entendido, no iba sobre los argumentos a favor o en contra de la Ley sino sobre el torticero uso de los argumentos de autoridad (que no son tales). En su último comentario Vanbrugh lo deja absoluta y meridianamente claro: el que alguien fume o no fume ni quita ni añade fuerza lógica a sus argumentos. Por eso que Rico lo haya hecho es, en efecto, una estupidez. Lo que pasa, Vanbrugh, es que es una estupidez tan habitual que por si sola no merecería el mínimo comentario. De hecho, por más que esté tan convencido como tú de lo dañinos que son los “argumentos de autoridad”, yo mismo dedico mi atención (y por eso leí el artículo de Rico) según quién sea el que argumenta. Lo significativo de este caso, lo que le da el carácter de noticia, es que el señor Rico MINTIÓ para arrogarse autoridad y luego tuvo la desfachatez de quejarse de que la gente no discute sus argumentos. Lo esperpéntico de la situación nos debería servir a todos para “interiorizar” lo que ciertamente son obviedades más que sabidas pero que solemos olvidar: que hay que atender y pensar el QUÉ y no hacerlo según el QUIÉN.
ResponderEliminarPero pese a que el post no iba de ello, ya imaginaba que sería inevitable que se discutiera sobre los pros y contras de la reciente Ley y desde luego (estaba convencido) a partir de posiciones subjetivas, establecidas básicamente en función de si el opinante e o no fumador. Al respecto vuelvo a coincidir con Vanbrugh en su respuesta a Amaranta: yo tampoco he oído todavía argumentos sólidos en contra de posibilitar espacios reservados (y adecuadamente aislados) para fumadores en los lugares públicos y no puedo evitar tener la sensación de que (como también se queja Atman) ha predominado un estilo revanchista (y ya sabemos que una injusticia histórica no se corrige con la injusticia inversa en el presente). Además (y algo de eso decía también Rico), me parece importante resaltar lo que comenta Atman: los fumadores no son malvados sino “drogadictos” que en vez de acoso requieren apoyo y ayuda.
Por último quiero insistir en un asunto que ya Lansky, con su habitual sagacidad, ha resaltado: que lo peor (para mi gusto) de la estúpida defensa de Rico tras ser pillado es la “disculpa literaria” (son palabras lanskyanas) con su referencia a Rimbaud. Yo, con menos elegancia que Lanka, lo califique de chulo de la Literatura, y si estimas algo (la literatura, en este caso) no intentas prostituirlo.
Yo creo que esta rica criatura podría haber utilizado el argumento de Pablo Carbonell cuando suele afirmar que él nunca se ha tomado una caña. ¿Una? ¿Una sola? Para eso no entro en un bar. ¿Un cigarrillo? Para eso no abro un paquete. Y hubiera quedado como los ángeles, con su punto graciosillo, que buena falta le hace.
ResponderEliminarEstos días, y aunque no venga al sentido del post, no paro de acordarme de Italo Svevo y su Zeno (La conciencia de), que en los primeros alos del siglo XX pedía que lo represionaran para quitarse de fumar. Según me cuenta Portnoy (el del Lamento-blog) a quien a su vez se lo contó Vila Matas, Svevo fue también (como nuestro Rico) un mentiroso compulsivo, salvo cuando moribundo pidió un cigarrillo a su yerno y que al serle negado le espetó: pero hombre, si sería el último...