La música más triste del mundo (Filmografía de María de Medeiros)
Chester no sabía sufrir y en cambio Roderick ... Él había acaparado todo el sufrimiento, él era el monopolizador de las penas. ¿Nada te entristece, Chester? Tu madre cae muerta ante tus ojos, tu amante pierde las dos piernas, la gran depresión te arruina ... En la vida siempre ocurren cosas, dices, sería muy aburrida de otro modo; tampoco hay que tomárselo trágicamente. Chester pasea por Winnipeg, Canada, una de las ciudades más frías y tristes del mundo, con la enigmática Narcissa. Ha vuelto desde Nueva York en busca de dinero para producir musicales en Broadway. Allí, en Winnipeg, está lady Helen Port-Huntley, ahora la millonaria baronesa de la cerveza, preparada para inundar los Estados Unidos en cuanto se levante la prohibición, pero antes la amante de Chester, a quien recuerda con amor y odio.
Lady Port-Huntley convoca un concurso para elegir la música más triste del mundo. Quiere enfrentar las músicas nacidas del dolor, la opresión, la guerra, el hambre, la muerte ... Músicas que expresen en toda su crudeza el sufrimiento de los pueblos. Será un concurso por eliminatorias nacionales: dos países tocarán alternativamente sus melodías tristes y la inapelable jueza decidirá al final, dirigiendo su pulgar erecto hacia el país ganador, cuyos integrantes se deslizan por un trampolín hasta una inmensa tina de cerveza. Chester decide competir en representación de los Estados Unidos de América, ayudado por Narcissa, quien le sugiere músicas para cada enfrentamiento. Pero también llega a Winnipeg el hermano ausente, Roderick, ahora el gran Gavrilo, un famoso violonchelista que competirá en nombre de la desgraciada Serbia, el país que originó la Gran Guerra.
Roderick ha perdido a su hijo y viaja siempre con un frasco que contiene, conservado en sus propias lágrimas, el corazón infantil. Cuando murió el niño, su mujer lo abandonó: se olvidó de quién era, del amor que se tenían. Ahora Roderick la busca mientras toca en el violonchelo melodías henchidas de tristeza, sufrimiento hecho música. Roderick ignora que en Winnipeg, la ciudad donde nació y a la que vuelve, está su mujer; es Narcissa, la acompañante de Chester, el hermano odiado. Pero antes de descubrirla, el falso serbio entregará a lady Helen unas piernas ortopédicas de cristal llenas de cerveza burbujeante; así la mujer puede por fin calzar sus muñones y recuperar la alegría. Siento que vuelven los años felices, le confiesa a Chester, en renovado abrazo amoroso.
Naturalmente, las sucesivas eliminatorias del concurso conducen inexorablemente al duelo final entre los dos hermanos. Pero antes, Gavrilo-Roderick enloquece transitoriamente al descubrir a Narcissa. No entenderá que ella, la madre, no sufra como él y, sin embargo, el dolor de Narcissa es tan inmenso que, a través del olvido de sí misma, se ha transformado en inconsciencia alegre. Llega la gran final entre Serbia y los Estados Unidos y la propia baronesa de la cerveza, travestida en estatua de la libertad sonre sus relucientes piernas de vidrio, participa en el show yanqui. Entonces el desastre: las desenfrenadas notas del violonchelo de Roderick quiebran el cristal; primero pequeños surtidores de cerveza pero al final explosión en infinitas astillas y la mujer se derrumba. Chester, rajado en el estómago por las enfurecidas patadas de los muñones con adherencias de vidrios cortantes, se tambalea por el escenario y consigue llorar mientras toca en un piano derrumbado la canción que le habría debido hacer ganar el concurso. Los rescoldos de su puro inflaman un incendio que arrasa el teatro: mientras el público huye despavorido, Narcissa y Roderick pasean juntos, reunidos de nuevo.
Historia absolutamente disparatada y, a la vez, llena de referencias cruzadas, reflexiones irónicas, regustos amargos. Filmada en blanco y negro (salvo extrañas escenas intermedias en colores irreales), con la textura granulosa del cine de los años veinte, con los recursos estilísticos del expresionismo, con inusual fuerza estética que absorbe e intriga. No había visto nada de este director: Guy Maddin, un canadiense de Winnipeg, un tipo interesante, del que habré de conseguirme algún otro trabajo. El guión está escrito por Kazuo Ishiguro, de quien leí Lo que queda del día, después de ver la magnífica adaptación cinematográfica de James Ivory (con las espléndidas actuaciones de Emma Thompson y Anthony Hopkins); también me han entrado ganas de leer alguna novela más de este anglo-japonés y de ver alguna de las otras películas en las que ha colaborado. Los dos principales personajes masculinos de esta extraña cinta corresponden a Mark McKinney (Chester) y Ross McMillan (Roderick), ambos desconocidos para mí. No así, en cambio, las dos mujeres protagonistas, empezando por Isabella Rossellini (Lady Helen Port-Huntley), la que fue musa de David Lynch (por cierto, a Guy Maddin lo han calificado como el David Lynch canadiense) y a quien llevaba bastante tiempo sin ver en ninguna película. Y la otra, Narcissa, la mujer de Roderick y compañera de Chester, es por supuesto María de Medeiros, la excusa motivadora de que haya visto esta película. He de decir que a esta mujer le sienta bastante bien la estética del cine en blanco y negro; seguro que quedó contenta cuando se vio en la pantalla.
Lady Port-Huntley convoca un concurso para elegir la música más triste del mundo. Quiere enfrentar las músicas nacidas del dolor, la opresión, la guerra, el hambre, la muerte ... Músicas que expresen en toda su crudeza el sufrimiento de los pueblos. Será un concurso por eliminatorias nacionales: dos países tocarán alternativamente sus melodías tristes y la inapelable jueza decidirá al final, dirigiendo su pulgar erecto hacia el país ganador, cuyos integrantes se deslizan por un trampolín hasta una inmensa tina de cerveza. Chester decide competir en representación de los Estados Unidos de América, ayudado por Narcissa, quien le sugiere músicas para cada enfrentamiento. Pero también llega a Winnipeg el hermano ausente, Roderick, ahora el gran Gavrilo, un famoso violonchelista que competirá en nombre de la desgraciada Serbia, el país que originó la Gran Guerra.
Roderick ha perdido a su hijo y viaja siempre con un frasco que contiene, conservado en sus propias lágrimas, el corazón infantil. Cuando murió el niño, su mujer lo abandonó: se olvidó de quién era, del amor que se tenían. Ahora Roderick la busca mientras toca en el violonchelo melodías henchidas de tristeza, sufrimiento hecho música. Roderick ignora que en Winnipeg, la ciudad donde nació y a la que vuelve, está su mujer; es Narcissa, la acompañante de Chester, el hermano odiado. Pero antes de descubrirla, el falso serbio entregará a lady Helen unas piernas ortopédicas de cristal llenas de cerveza burbujeante; así la mujer puede por fin calzar sus muñones y recuperar la alegría. Siento que vuelven los años felices, le confiesa a Chester, en renovado abrazo amoroso.
Naturalmente, las sucesivas eliminatorias del concurso conducen inexorablemente al duelo final entre los dos hermanos. Pero antes, Gavrilo-Roderick enloquece transitoriamente al descubrir a Narcissa. No entenderá que ella, la madre, no sufra como él y, sin embargo, el dolor de Narcissa es tan inmenso que, a través del olvido de sí misma, se ha transformado en inconsciencia alegre. Llega la gran final entre Serbia y los Estados Unidos y la propia baronesa de la cerveza, travestida en estatua de la libertad sonre sus relucientes piernas de vidrio, participa en el show yanqui. Entonces el desastre: las desenfrenadas notas del violonchelo de Roderick quiebran el cristal; primero pequeños surtidores de cerveza pero al final explosión en infinitas astillas y la mujer se derrumba. Chester, rajado en el estómago por las enfurecidas patadas de los muñones con adherencias de vidrios cortantes, se tambalea por el escenario y consigue llorar mientras toca en un piano derrumbado la canción que le habría debido hacer ganar el concurso. Los rescoldos de su puro inflaman un incendio que arrasa el teatro: mientras el público huye despavorido, Narcissa y Roderick pasean juntos, reunidos de nuevo.
Historia absolutamente disparatada y, a la vez, llena de referencias cruzadas, reflexiones irónicas, regustos amargos. Filmada en blanco y negro (salvo extrañas escenas intermedias en colores irreales), con la textura granulosa del cine de los años veinte, con los recursos estilísticos del expresionismo, con inusual fuerza estética que absorbe e intriga. No había visto nada de este director: Guy Maddin, un canadiense de Winnipeg, un tipo interesante, del que habré de conseguirme algún otro trabajo. El guión está escrito por Kazuo Ishiguro, de quien leí Lo que queda del día, después de ver la magnífica adaptación cinematográfica de James Ivory (con las espléndidas actuaciones de Emma Thompson y Anthony Hopkins); también me han entrado ganas de leer alguna novela más de este anglo-japonés y de ver alguna de las otras películas en las que ha colaborado. Los dos principales personajes masculinos de esta extraña cinta corresponden a Mark McKinney (Chester) y Ross McMillan (Roderick), ambos desconocidos para mí. No así, en cambio, las dos mujeres protagonistas, empezando por Isabella Rossellini (Lady Helen Port-Huntley), la que fue musa de David Lynch (por cierto, a Guy Maddin lo han calificado como el David Lynch canadiense) y a quien llevaba bastante tiempo sin ver en ninguna película. Y la otra, Narcissa, la mujer de Roderick y compañera de Chester, es por supuesto María de Medeiros, la excusa motivadora de que haya visto esta película. He de decir que a esta mujer le sienta bastante bien la estética del cine en blanco y negro; seguro que quedó contenta cuando se vio en la pantalla.
Hay mucho que pensar en esta idea de la tristeza transformada en objeto y canción. Un entidad igualmente siniestra y fascinante como las piernas hechas de cerveza. No es casual que el desborde de una implique el astillamiento de la otra.
ResponderEliminarFascinante pelicula.
Saludos desde la Olla
Bueno, ya que me imagino que está completo el relato de la Medeiros paso a leerlo de un tirón. Mañana te lo comento.
ResponderEliminarNo, Manuel. Los dos relatos a propósito de la filmografía de la Medeiros son autónomos e independientes. Y seguiré añadiendo algunos más, cada uno con la excusa de una película de esta actriz portuguesa.
ResponderEliminarSi que le sienta bien el blanco y negro. Creo que voy a volver a la fotografía en ByN, es mucho más bonita. (según para qué temas, claro)
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