Hablando ayer con K salió a colación algo que leí hace unos días en El País. Era un reportaje sobre unos nuevos (o no tan nuevos) sistemas de registro de los derechos de propiedad intelectual; creo recordar que en inglés se llaman "copyleft" en vez de "copyright". No voy a extenderme sobre ese tema; lo que me interesa es que, al referirse a la problemática de apropiarse de lo "virtual", de lo intangible, el reportaje se remontaba a San Agustín (creo) que llegó incluso a establecer una máxima moral sobre el asunto. Si no recuerdo mal, era algo como que no es lícito poseer en exclusiva un bien que no se minusvalora compartiéndolo. O dicho a la inversa, es éticamente imperativo compartir libremente los bienes intangibles, cuyo valor no disminuye (por el contrario, las más de las veces aumenta al ser compartido).
Obviamente hablamos de la información (en su más amplia acepción). Si yo tengo una idea (o sé algo) y te la doy, no dejo de tenerla; aumentamos la "riqueza global" sin coste alguno. Viene entonces la famosa metáfora de la llama (el conocimiento es luz): si tu vela está apagada y la enciendo con la llama de la mía, no pierdo luz y tú ahora tienes. Naturalmente, en el campo de los derechos de autor en una sociedad como la nuestra, el tema no es ni mucho menos tan poético. Al fin y al cabo, si mi trabajo consiste en encender llamas, si las comparto gratis seguiré iluminado pero sin un duro.
Pero el tema me vino a la cabeza en la conversación con K a propósito de la relación de pareja, de la exclusividad del amor entre ambos (tópicamente denominada fidelidad). Está claro que no he comprado el amor de mi pareja; tampoco parece que el amor que tiene (de cuya fuente proviene el que me da), disminuya si ama a más personas. Por tanto, San Agustín dixit, debería darlo a quien se lo pidiera, a quien lo necesitara, a quien ella quisiera.
Buen sofista estoy hecho, me dirá más de uno/a. Apunto sobre la marcha una posible objeción: en la mayoría de los casos, si mi pareja da amor a otro suele disminuirse el amor que me da a mí. Pero (recontraobjeción), ¿esto es así siempre u obedece más bien a una programación sociocultural? Sobre esta cuestión (que no tengo nada clara) me gustaría reflexionar algún día.
En todo caso, la objeción anterior está mal planteada (siempre en este plano teórico en que a propósito me estoy moviendo). Porque el poseedor del amor no es el que lo recibe, sino el que lo da. El amor que uno tiene (la capacidad de amar) no creo que disminuya dándoselo a más de uno. Lo que sí es cierto es que puede variar las formas con las que se expresa ese amor al otro. Básicamente porque esa expresión se desarrolla en el tiempo real, mediante actividades de la vida ... y no hay tiempo para todo (o para todos).
Pero en fin, en el fondo el conflicto práctico no está en el amor que uno tiene, sino en lo mucho (¿demasiado?) que nos importa y afecta a cada uno de nosotros que la persona a la que amamos ame a otros, aunque nos ame. La conclusión inmediata es que entonces no nos ama. Y volvemos de nuevo a tocar la duda ya mencionada sobre la programación sociocultural (¿o no?) que, en este caso, creo que se relaciona mucho con nuestros miedos e inseguridades. Puuuf, todo muy complicado. No obstante, creo que merece la pena profundizar en nosotros mismos, atreverse a desmontar apuntalamientos hechos de tópicos que quizás creamos que nos protegen pero intuyo que lo que hacen es limitarnos, dificultar nuestro mejoramiento y, al cabo, nuestra felicidad.
¿Demasiadas chorradas en un solo post?
Otro cuadro de Nicoletta (¡cómo me gusta su obra!)Obviamente hablamos de la información (en su más amplia acepción). Si yo tengo una idea (o sé algo) y te la doy, no dejo de tenerla; aumentamos la "riqueza global" sin coste alguno. Viene entonces la famosa metáfora de la llama (el conocimiento es luz): si tu vela está apagada y la enciendo con la llama de la mía, no pierdo luz y tú ahora tienes. Naturalmente, en el campo de los derechos de autor en una sociedad como la nuestra, el tema no es ni mucho menos tan poético. Al fin y al cabo, si mi trabajo consiste en encender llamas, si las comparto gratis seguiré iluminado pero sin un duro.
Pero el tema me vino a la cabeza en la conversación con K a propósito de la relación de pareja, de la exclusividad del amor entre ambos (tópicamente denominada fidelidad). Está claro que no he comprado el amor de mi pareja; tampoco parece que el amor que tiene (de cuya fuente proviene el que me da), disminuya si ama a más personas. Por tanto, San Agustín dixit, debería darlo a quien se lo pidiera, a quien lo necesitara, a quien ella quisiera.
Buen sofista estoy hecho, me dirá más de uno/a. Apunto sobre la marcha una posible objeción: en la mayoría de los casos, si mi pareja da amor a otro suele disminuirse el amor que me da a mí. Pero (recontraobjeción), ¿esto es así siempre u obedece más bien a una programación sociocultural? Sobre esta cuestión (que no tengo nada clara) me gustaría reflexionar algún día.
En todo caso, la objeción anterior está mal planteada (siempre en este plano teórico en que a propósito me estoy moviendo). Porque el poseedor del amor no es el que lo recibe, sino el que lo da. El amor que uno tiene (la capacidad de amar) no creo que disminuya dándoselo a más de uno. Lo que sí es cierto es que puede variar las formas con las que se expresa ese amor al otro. Básicamente porque esa expresión se desarrolla en el tiempo real, mediante actividades de la vida ... y no hay tiempo para todo (o para todos).
Pero en fin, en el fondo el conflicto práctico no está en el amor que uno tiene, sino en lo mucho (¿demasiado?) que nos importa y afecta a cada uno de nosotros que la persona a la que amamos ame a otros, aunque nos ame. La conclusión inmediata es que entonces no nos ama. Y volvemos de nuevo a tocar la duda ya mencionada sobre la programación sociocultural (¿o no?) que, en este caso, creo que se relaciona mucho con nuestros miedos e inseguridades. Puuuf, todo muy complicado. No obstante, creo que merece la pena profundizar en nosotros mismos, atreverse a desmontar apuntalamientos hechos de tópicos que quizás creamos que nos protegen pero intuyo que lo que hacen es limitarnos, dificultar nuestro mejoramiento y, al cabo, nuestra felicidad.
¿Demasiadas chorradas en un solo post?
CATEGORÍA: Reflexiones sobre emociones
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM
No, está bien.
ResponderEliminarAdemás, puedes usar referencias culturales para apoyarte: hay sitios donde la poligamia está socialmente aceptada o incluso es un requisito para la familia. Lamentablemente, en la mayoría de estos lugares sólo es aceptable para los varones. Pero refuerza lo que dices de la programación sociocultural. Supongo que habrá sociólogos por ahí que tengan escrito la tira sobre esto...
Comentado el Lunes, 3 Julio 2006 17:29
Pues me ha encantado tu post, lleno de 'chorradas', que en mi opinión no lo son.
ResponderEliminarCreo que la capacidad de amar depende de cada persona.
Hay quien no es capaz de amar más que a sí mismo y hay a quien su capacidad de amar supera con creces los límites establecidos.
Creo que ésta es la cuestión: los límites en los que nos movemos.
Si un corazón es capaz de amar a varias personas a la vez, se le tacha de infiel (como mínimo) y con todo lo que esto conlleva, por ese sentido de la propiedad que impera y con el que nos han educado desde siempre.
Besos
Comentado el Lunes, 3 Julio 2006 18:07 (Web)