Acabo de leer este libro, una novela corta, la historia de dos jóvenes en la época napoleónica contada por sus voces: Henri, un chico francés enrolado como cocinero de Bonaparte en el ejército imperial; Villanelle, una bellísima pelirroja veneciana que es capaz, que necesita, dar su corazón (así, literalmente). Escrita en 1987 por Jeanette Winterson y editada en castellano al año siguiente por Edhasa, ha sido recientemente reeditada por Lumen. El libro lo compré atendiendo a la entusiasta recomendación de Maritornes en su blog (“ejemplo perfecto de novela perfecta, redonda, correcta, justa”). Los entusiasmos son emociones muy personales; la calidad, en cambio, es más objetivable. Me ha gustado la novela; no sería el libro que, como Maritornes, me llevaría a una isla desierta, pero me ha gustado y me ha dado varias frases para reflexionar. En todo caso, está muy bien escrito.
Nunca hasta ahora había leído nada de Winterson, ni siquiera la conocía. Esta mañana he indagado sobre ella: una mujer interesante. Tiene mi edad (unos días menos). La pasión la escribió con 28 años; me pregunto si hoy la escribiría igual. Conseguiré obras más recientes para fijarme en la evolución del lenguaje y de las ideas. Porque uno se cree que las ideas sobre el amor, la vida, la libertad, sobre todos esos conceptos abstractos y concretos a la vez a los que damos tanta importancia, a los que necesitamos para contarnos (¿explicarnos, justificarnos?) nuestras vidas y sus sentidos … Todas esas ideas que aparecen en el libro en forma de frases perfectas (demasiado perfectas, quizás) dichas por dos chicos jóvenes … Porque los vemos siempre jóvenes y bellos (muy jóvenes y bellos), por más que la acción novelada se extienda durante al menos diez años (y eso sin contar el tiempo indefinido del manicomio prisión) y, por tanto, debieran dejar de ser tan jóvenes … Esas ideas, expresadas como aforismos (Napoleón habla mediante aforismos, dice Henri; ¿emulación?), en bocas tan jóvenes: ¿sabiduría, arrogancia? … Porque uno se cree que esas son las ideas de la autora, uno se cree que sus personajes son siempre ella misma.
Comprendo bien el magnetismo de las frases redondas, cerradas. Tiene que ver, creo, con el ansia de certidumbre, como la pasión (Sartre dixit). Para ser justos, la perfección circular de muchas de las frases es a veces aparente; hay sutiles cesuras que abren espacios a las dudas y, con ellas, al desarrollo creativo: el círculo puede hacerse espiral. Al fin y al cabo, así deben leerse los aforismos: hipótesis teorizadas desde la experiencia para confrontarlas con la nuestra y cuestionarlas. La fuerza creativa (¿catártica?) del aforismo radica quizá en su potencia provocadora. En ese sentido, la novela de Winterson es fecunda en frases que subrayar, en frases con las que enfrentarnos. Van a continuación algunas de ellas.
Quizá todo idilio es así; no un contrato en igualdad entre dos partes sino una explosión de sueños y deseos que no pueden encontrar salida en la vida cotidiana. (pag. 26)
Idilio es la relación entre enamorados. Me gusta la definición de Henri (la hace refiriéndose al pueblo francés enamorado de Bonaparte pero, naturalmente, vale para dos personas). ¿Serían pues incompatibles idilio y vida cotidiana? ¿No cabe el enamoramiento en una relación amorosa que da salida en la vida cotidiana a los sueños y deseos? Pero, ¿es posible que los sueños y deseos encuentren cabida en la vida cotidiana? Entonces, lograr una relación amorosa “cotidiana”, ¿exige renunciar a los sueños y deseos, aprender a sofocar sus explosiones? Nos negamos a aceptarlo … ¿verdad?
Es algo que está entre el miedo y el sexo. Pasión, supongo. (pag. 83)
La pasión está en algún lugar entre el miedo y el sexo. La pasión no es tanto una emoción como un destino. (pag. 92) En algún lugar entre el pantano y las montañas, entre el miedo y el sexo, entre Dios y el Diablo está la pasión y el modo de llegar a ella es súbito, y el regreso es peor. (pag. 100)
¿Entre el miedo y el sexo? ¿Cómo debemos entender la preposición? Quizá miedo y sexo sean dos de ingredientes de la pasión (como el pantano y las montañas, como Dios y el Diablo). Y no es una emoción, de acuerdo; pero no, no es un destino. Claro que yo no creo en los destinos. La entrada a la pasión es súbita, por supuesto; ha de ser un ataque por sorpresa. ¿La salida es peor? Depende; dolorosa siempre, pero ¿peor?
Cuando se está ante la muerte, deja de tener sentido la pasión por la vida; hay que abandonar esa pasión. Solo así se puede sobrevivir. (pag. 118)
¿Será verdad? Yo habría dicho (pero nunca he estado, con tiempo y consciencia suficientes, ante la muerte) que la pasión por la vida puede ayudar a sobrevivir. No lo sé, pero lo que si sé, porque lo he vivido, es que cuando se es consciente de haber sobrevivido entonces sí se necesita de la pasión. Como si la pasión fuera la que va a ahogar al miedo a la muerte.
Yo no sabía lo que es el odio que sigue al amor. Es inmenso y desesperado, y arde en deseos de comprobar que se equivoca. Y cada día que comprueba que tiene fundamento se vuelve un poco más monstruoso. Si el amor era apasionado, el odio será obsesivo. Una necesidad de ver débil y acobardada a la persona a la que se amaba, de verla incluso indigna de piedad. Es un odio que está cerca de la repugnancia y lejos de la dignidad. Y no solo se odia a la persona que un día fue amada, sino a uno mismo por haber sido capaz de amarla alguna vez. (pag 115)
Qué pena el amor transfigurado en odio y, sin embargo, cuántos casos conozco. No creo haber llegado yo a tanto; desde luego no como sujeto, pero dudo que incluso como objeto. A lo peor no me han amado tanto o a lo mejor no me han amado así (y amar así, lo siento, pero para mí es amar mal). Sí he vivido los esfuerzos del desamor por justificarse, queriendo hacer del ex amante un enemigo, el agente de la infelicidad del que quiere odiarle. Ya hablé una vez de ese proceso. En el fondo, como dice Henri en la novela (más incluso de cómo él lo dice), esos odios o meros rencores que quieren gestar odios son siempre hacia uno mismo. Pero es difícil (y doloroso) mirarse hacia dentro. Y además está el orgullo. En fin, por fortuna, el final del amor no tiene por qué llevar al odio (a lo mejor cabe otro tipo de amor).
Digo que estoy enamorado de ella. ¿Qué significa? Significa que veo mi futuro y mi pasado a la luz de este sentimiento. Es como si escribiera en una lengua extranjera que, por arte de magia, de pronto fuera capaz de comprender. Sin palabras, ella me revela mi propio ser. Igual que los genios, ignora lo que hace. (pag 128). Ella me mostró la diferencia entre inventar un amor y enamorarse. Lo uno se refiere a ti, lo otro a otra persona. (pag. 215)
El amor como clave para el conocimiento personal. Sí, puede ser. Pero cuidado, para nada lo que solemos llamar enamoramiento; a este respecto la segunda cita, ya al final de la novela. Henri distingue entre inventar un amor y enamorarse. Comparto su explicación de la diferencia; pero démonos cuenta de que en nuestro hablar habitual llamamos enamoramiento a lo que en realidad es inventar un amor y, sin embargo, creemos que tiene la acepción que le da Henri. Por eso, de momento, prefiero usar enamoramiento y amor: lo uno se refiere a ti, lo otro a otra persona.
Odia por odiar. Hay gente así, gente que lo tiene todo, dinero, poder sexo. Como lo tienen todo, hacen apuestas más complicadas que el resto de los mortales. (pag. 191)
Ese odio del que habla Villanelle es el ejercicio del mal. Es el odio del malvado, del que “no se exalta ya por nada”. El mal banal, del que habló Hannah Arendt (a propósito del juicio a Eichmann en Jerusalén). No sólo hay esta clase de mal, claro; éste, simplemente, es el que nos parece más difícil de entender. Por si acaso, guardémonos de tenerlo todo.
Ahora pienso que ser libre no consiste en ser poderoso o rico, estar bien considerado o carecer de obligaciones, sino en ser capaz de amar. Ser libre significa amar a otro lo suficiente para olvidarte de ti mismo aunque solo sea un instante. Los místicos hablan de desprenderse de este cuerpo y sus deseos, de dejar de ser esclavos de la carne. Lo que no dicen es que nos liberamos a través de la carne, que nuestro deseo de otro nos transporta fuera de nosotros mismos más limpiamente que todo lo divino. (pag. 211)
Ser libre consiste en ser capaz de amar: de acuerdo. Aunque me parece más correcto decir que sólo se es capaz de amar siendo libre. Pero siempre el peligro de los términos tan manidos; habría que ser muy estricto con el uso de amar para que la frase signifique algo (y por más que nos esforcemos, pocas probabilidades hay de éxito). A continuación, de nuevo el pleonasmo: ser libre, amar, olvidarse de sí mismo. Pues claro. No obstante, ¿es acaso posible ser libre, amar, olvidarse de si mismo por más que algunos instantes? Y sin embargo, por ahí se alcanza la paz. Última idea: el sexo como vehículo de liberación, catalizador del amor. Por supuesto; el buen sexo, claro está. ¿Será por eso que la Iglesia siempre lo ha estigmatizado tanto?
PS: Al final, este post me ha salido muy parecido al que hice hace más de año y medio sobre La mujer justa de Márai. No sé si esta canción es la más adecuada, pero se corresponde a mis reflexiones sobre la pasión de hace algo más de dos años (¿por qué me tendré que justificar todo?)
Nunca hasta ahora había leído nada de Winterson, ni siquiera la conocía. Esta mañana he indagado sobre ella: una mujer interesante. Tiene mi edad (unos días menos). La pasión la escribió con 28 años; me pregunto si hoy la escribiría igual. Conseguiré obras más recientes para fijarme en la evolución del lenguaje y de las ideas. Porque uno se cree que las ideas sobre el amor, la vida, la libertad, sobre todos esos conceptos abstractos y concretos a la vez a los que damos tanta importancia, a los que necesitamos para contarnos (¿explicarnos, justificarnos?) nuestras vidas y sus sentidos … Todas esas ideas que aparecen en el libro en forma de frases perfectas (demasiado perfectas, quizás) dichas por dos chicos jóvenes … Porque los vemos siempre jóvenes y bellos (muy jóvenes y bellos), por más que la acción novelada se extienda durante al menos diez años (y eso sin contar el tiempo indefinido del manicomio prisión) y, por tanto, debieran dejar de ser tan jóvenes … Esas ideas, expresadas como aforismos (Napoleón habla mediante aforismos, dice Henri; ¿emulación?), en bocas tan jóvenes: ¿sabiduría, arrogancia? … Porque uno se cree que esas son las ideas de la autora, uno se cree que sus personajes son siempre ella misma.
Comprendo bien el magnetismo de las frases redondas, cerradas. Tiene que ver, creo, con el ansia de certidumbre, como la pasión (Sartre dixit). Para ser justos, la perfección circular de muchas de las frases es a veces aparente; hay sutiles cesuras que abren espacios a las dudas y, con ellas, al desarrollo creativo: el círculo puede hacerse espiral. Al fin y al cabo, así deben leerse los aforismos: hipótesis teorizadas desde la experiencia para confrontarlas con la nuestra y cuestionarlas. La fuerza creativa (¿catártica?) del aforismo radica quizá en su potencia provocadora. En ese sentido, la novela de Winterson es fecunda en frases que subrayar, en frases con las que enfrentarnos. Van a continuación algunas de ellas.
Quizá todo idilio es así; no un contrato en igualdad entre dos partes sino una explosión de sueños y deseos que no pueden encontrar salida en la vida cotidiana. (pag. 26)
Idilio es la relación entre enamorados. Me gusta la definición de Henri (la hace refiriéndose al pueblo francés enamorado de Bonaparte pero, naturalmente, vale para dos personas). ¿Serían pues incompatibles idilio y vida cotidiana? ¿No cabe el enamoramiento en una relación amorosa que da salida en la vida cotidiana a los sueños y deseos? Pero, ¿es posible que los sueños y deseos encuentren cabida en la vida cotidiana? Entonces, lograr una relación amorosa “cotidiana”, ¿exige renunciar a los sueños y deseos, aprender a sofocar sus explosiones? Nos negamos a aceptarlo … ¿verdad?
Es algo que está entre el miedo y el sexo. Pasión, supongo. (pag. 83)
La pasión está en algún lugar entre el miedo y el sexo. La pasión no es tanto una emoción como un destino. (pag. 92) En algún lugar entre el pantano y las montañas, entre el miedo y el sexo, entre Dios y el Diablo está la pasión y el modo de llegar a ella es súbito, y el regreso es peor. (pag. 100)
¿Entre el miedo y el sexo? ¿Cómo debemos entender la preposición? Quizá miedo y sexo sean dos de ingredientes de la pasión (como el pantano y las montañas, como Dios y el Diablo). Y no es una emoción, de acuerdo; pero no, no es un destino. Claro que yo no creo en los destinos. La entrada a la pasión es súbita, por supuesto; ha de ser un ataque por sorpresa. ¿La salida es peor? Depende; dolorosa siempre, pero ¿peor?
Cuando se está ante la muerte, deja de tener sentido la pasión por la vida; hay que abandonar esa pasión. Solo así se puede sobrevivir. (pag. 118)
¿Será verdad? Yo habría dicho (pero nunca he estado, con tiempo y consciencia suficientes, ante la muerte) que la pasión por la vida puede ayudar a sobrevivir. No lo sé, pero lo que si sé, porque lo he vivido, es que cuando se es consciente de haber sobrevivido entonces sí se necesita de la pasión. Como si la pasión fuera la que va a ahogar al miedo a la muerte.
Yo no sabía lo que es el odio que sigue al amor. Es inmenso y desesperado, y arde en deseos de comprobar que se equivoca. Y cada día que comprueba que tiene fundamento se vuelve un poco más monstruoso. Si el amor era apasionado, el odio será obsesivo. Una necesidad de ver débil y acobardada a la persona a la que se amaba, de verla incluso indigna de piedad. Es un odio que está cerca de la repugnancia y lejos de la dignidad. Y no solo se odia a la persona que un día fue amada, sino a uno mismo por haber sido capaz de amarla alguna vez. (pag 115)
Qué pena el amor transfigurado en odio y, sin embargo, cuántos casos conozco. No creo haber llegado yo a tanto; desde luego no como sujeto, pero dudo que incluso como objeto. A lo peor no me han amado tanto o a lo mejor no me han amado así (y amar así, lo siento, pero para mí es amar mal). Sí he vivido los esfuerzos del desamor por justificarse, queriendo hacer del ex amante un enemigo, el agente de la infelicidad del que quiere odiarle. Ya hablé una vez de ese proceso. En el fondo, como dice Henri en la novela (más incluso de cómo él lo dice), esos odios o meros rencores que quieren gestar odios son siempre hacia uno mismo. Pero es difícil (y doloroso) mirarse hacia dentro. Y además está el orgullo. En fin, por fortuna, el final del amor no tiene por qué llevar al odio (a lo mejor cabe otro tipo de amor).
Digo que estoy enamorado de ella. ¿Qué significa? Significa que veo mi futuro y mi pasado a la luz de este sentimiento. Es como si escribiera en una lengua extranjera que, por arte de magia, de pronto fuera capaz de comprender. Sin palabras, ella me revela mi propio ser. Igual que los genios, ignora lo que hace. (pag 128). Ella me mostró la diferencia entre inventar un amor y enamorarse. Lo uno se refiere a ti, lo otro a otra persona. (pag. 215)
El amor como clave para el conocimiento personal. Sí, puede ser. Pero cuidado, para nada lo que solemos llamar enamoramiento; a este respecto la segunda cita, ya al final de la novela. Henri distingue entre inventar un amor y enamorarse. Comparto su explicación de la diferencia; pero démonos cuenta de que en nuestro hablar habitual llamamos enamoramiento a lo que en realidad es inventar un amor y, sin embargo, creemos que tiene la acepción que le da Henri. Por eso, de momento, prefiero usar enamoramiento y amor: lo uno se refiere a ti, lo otro a otra persona.
Odia por odiar. Hay gente así, gente que lo tiene todo, dinero, poder sexo. Como lo tienen todo, hacen apuestas más complicadas que el resto de los mortales. (pag. 191)
Ese odio del que habla Villanelle es el ejercicio del mal. Es el odio del malvado, del que “no se exalta ya por nada”. El mal banal, del que habló Hannah Arendt (a propósito del juicio a Eichmann en Jerusalén). No sólo hay esta clase de mal, claro; éste, simplemente, es el que nos parece más difícil de entender. Por si acaso, guardémonos de tenerlo todo.
Ahora pienso que ser libre no consiste en ser poderoso o rico, estar bien considerado o carecer de obligaciones, sino en ser capaz de amar. Ser libre significa amar a otro lo suficiente para olvidarte de ti mismo aunque solo sea un instante. Los místicos hablan de desprenderse de este cuerpo y sus deseos, de dejar de ser esclavos de la carne. Lo que no dicen es que nos liberamos a través de la carne, que nuestro deseo de otro nos transporta fuera de nosotros mismos más limpiamente que todo lo divino. (pag. 211)
Ser libre consiste en ser capaz de amar: de acuerdo. Aunque me parece más correcto decir que sólo se es capaz de amar siendo libre. Pero siempre el peligro de los términos tan manidos; habría que ser muy estricto con el uso de amar para que la frase signifique algo (y por más que nos esforcemos, pocas probabilidades hay de éxito). A continuación, de nuevo el pleonasmo: ser libre, amar, olvidarse de sí mismo. Pues claro. No obstante, ¿es acaso posible ser libre, amar, olvidarse de si mismo por más que algunos instantes? Y sin embargo, por ahí se alcanza la paz. Última idea: el sexo como vehículo de liberación, catalizador del amor. Por supuesto; el buen sexo, claro está. ¿Será por eso que la Iglesia siempre lo ha estigmatizado tanto?
PS: Al final, este post me ha salido muy parecido al que hice hace más de año y medio sobre La mujer justa de Márai. No sé si esta canción es la más adecuada, pero se corresponde a mis reflexiones sobre la pasión de hace algo más de dos años (¿por qué me tendré que justificar todo?)
CATEGORÍA: Literaturas
Definitivamente, tendré que leerlo... eres muy bueno reseñando!!
ResponderEliminarBesos y feliz semana!
Yo creo que los sentimientos nos ayudan a canalizar la energía que a veces se estanca y nos hace demasiado estáticos. El sexo es un buen canal para ello, para restablecer ese canal que no siempre funciona como debiera. Cuando las pasiones se desbordan, ya sea inventando un amor (me ha gustado) u odiando, hay que tener mucho cuidado porque a veces nos olvidadmos de que tan sólo es eso energía, que hemos de utilizar a nuestro favor y no en nuestro perjuicio. El problema es mantener la calma ante tanto torbellino de energía que a penas nos deja ver.
ResponderEliminarYo llegué a odiar una vez, por lo menos fui capaz de identificar ese sentimiento. Y no estoy de acuerdo con la definición que se da, o con las causas que se apuntan al odio. No llega al odio por la cantidad de amor que das, sino por la cantidad de daño que a veces te hacen aquellos a quienes amas. Quizás por eso es mucho más sano huir de esas personas que tienen esa capacidad de hacerte daño y que además la utilizan y no ser tan "inocentes" para pensar que cambiarán. Mejor no estar cerca de aquellos que no te hacen bien porque al final te acabas sintiendo de tal manera (el odio) que la que se autodestruye eres tú. El odio como cualquier energía te hace más daño a ti mismo que al que va dirigido.
Pues yo creo que en este tipo de asuntos, generalizar es muy complicado, porque dudo mucho que todos sintamos igual.
ResponderEliminarEs más, estoy segura de que no hay dos personas que sientan amor, odio, rencor o pasión de la misma manera, así que teorizar sobre esto se convierte en entretenimiento y tema de debate, porque apuesto a que mi forma de sentir la pasión distaría mucho incluso de mis propias teorías si ésta me pillara desprevenida.
curioso e interesante..
ResponderEliminarpara pensar algunas frases del libro si si
un beso
primera visita
ResponderEliminarun canario fuera de la jaula
Amor / Odio: nunca he creído en esa dualidad. Tal vez sea posible cuando quien amas se convierte en un ser que ignoras o tal vez porque siempre hayas amado a un desconocido.
ResponderEliminarPd: Lágrimas Negras es una de mis canciones favoritas.
Muchos puntos para un solo comentario así que me centraré en la pasión por la vida. Como en todo, no se puede generalizar. Cuando se es consciente de haber sobrevivido, que yo también lo sé, es posible que más que necesitar de una pasión se tienda a aligerar la misma vida, sacudiéndola de toda carga "explosiva" para dedicarse, simplemente, a vivir.
ResponderEliminarPlácidos besos
Me alegro de que mis humildes recomendaciones den tema para un post tan interesantes como éste. Estoy asombrada. He de decir, no obstante, que por supuesto uno puede o no estar de acuerdo con las frases lapidarias de Winterson. Es una novela, no un ensayo teórico sobre el amor, y la autora expone una percepción de la realidad y los sentimientos absolutamente personal. A mí me resulta inevitable reconocer como míos algunos de esos sentimientos, en especial "el odio que sigue al amor"; he de confesar que lo tuve, lo entiendo, lo he padecido. Y con esto no quiero decir que sea bueno o recomendable en absoluto. Simplemente la miseria humana se manifiesta como puede. A mí me dio por odiar.
ResponderEliminarEn fin, lo que es innegable es que al menos este libro suscita debates interesantes, ¿no?
Un abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminaren mi modesta opinión, es un libro grandioso. diseccionarlo es una fría arbitrariedad. una falta de pasión.
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