lunes, 3 de septiembre de 2007

Pasión, ansia de certidumbre

No es de extrañar que se opte por una vida de tipo pasional antes que por una de tipo racional. [...] Desconfiamos de los razonamientos pasionales, que tienden a querer demostrar a cualquier precio opiniones nacidas del amor, de los celos o del odio. Desconfiamos de los extravíos pasionales y de lo que se ha llamado monoideísmo. [...] ¿Pero cómo se puede elegir razonar mal? Pues porque se tiene nostalgia de la impermeabilidad. El hombre sensato indaga entre titubeos, sabe que sus razonamientos son sólo probables, que otras consideraciones terminarán por transformarlos en dudas; no sabe nunca con absoluta certeza adónde va; es «abierto» y puede pasar por dubitativo. Pero hay gentes a quienes atrae la perennidad de la piedra. Quieren ser macizos e impenetrables, no desean cambiar, ¿adónde les conduciría el cambio? Se trata de un miedo de sí primigenio y de un miedo a la verdad. Y lo que les aterra no es el contenido, que ni siquiera imaginan, de la verdad, sino la forma misma de lo verdadero, ese objeto de aproximación indefinida. Es como si su propia existencia se hallara perpetuamente aplazada. Pero ellos quieren existir de inmediato y por completo. No quieren opiniones adquiridas, las anhelan innatas; como le temen al pensamiento, desean adoptar un modo de vida donde el raciocinio y el análisis desempeñen tan sólo un papel subordinado, donde no se busque jamás nada excepto aquello que ya fue hallado, donde uno solo pueda convertirse en aquel que ya era antes. No otra cosa es la pasión. Sólo una gran prevención sentimental puede ofrecer una certidumbre fulgurante, sólo ella puede mantener amordazado al pensamiento, sólo ella puede permanecer impermeable a la experiencia y subsistir durante toda una vida.

Jean-Paul SartreReflexiones sobre la cuestión judía” (1946)

Me he preguntado muchas veces por qué tantas personas son adictas a la pasión, tal como aquí la describe Sartre. Siempre he pensado que el motivo radica en su potencia estimulante y en nuestra tendencia a “colgarnos” de esos chutes de emotividad; así “sentimos” que estamos vivos. El mecanismo, intuyo, es parecido al de cualquier dependencia; a medida que progresamos en ella, más dosis necesitamos para sentirnos así (tolerancia) y más violentos son sus paréntesis (síndrome de abstinencia). Sea como fuere, de lo que estoy convencido es de que el camino de esa pasión es incompatible con la razón.

Ahora leo una explicación más filosófica: la pasión como forma de vida responde al ansia existencial de certeza, al rechazo de la indefinición primigenia y, con ella, a la débil contingencia de lo que somos, de nuestra propia naturaleza. Es un motivo más de fondo, complementario del que he apuntado. Al fin y al cabo, la evolución biológica se ha ocupado de mitigar la ansiedad existencial del ser consciente (enfrentado a la nada) mediante las endorfinas y diversos mecanismos análogos. Quizás estemos predispuestos biológicamente a vivir pasionalmente, negándonos el uso racional de la inteligencia.

Puede que así sea, pero no es sólo así. También desde la biología nos proviene la capacidad de pensar, de buscar en nosotros mismos el valor necesario para no estar seguros de nada y, por tanto, renunciar a toda impermeabilidad, a toda inmutabilidad. ¿Acaso, entonces, ha de renunciar uno a la pasión? Mi respuesta (mía porque es para mí para quien vale) es afirmativa. Como la pasión tiene muy buena prensa (piénsese, por ejemplo, en el enamoramiento), me resultaría muy costoso (y probablemente inútil) argumentar mi tesis; dejémosla pues simplemente enunciada.

Digamos, sin embargo, que hay otra pasión, pero conviene, para evitar confusiones, no darle ese nombre. Consistiría en vivir intensamente desde las sorpresas e incertidumbres de nuestra contingencia (obviamente, asumiéndola). Este sentir, al no ser “totalitario”, no nos sacude, no nos invade hasta el tuétano negándonos cualquier otro interés. Hablo de sentimientos más calmos, pero no por ello menos intensos. Es más, me atrevo a decir que son éstos los verdaderamente profundos, frente a los vendavales de la pasión. Pero seimpre se seguirá confundiendo el enamoramiento (¡qué desastre!) con el amor.

CATEGORÍA: Reflexiones sobre emociones

4 comentarios:

  1. Pues no es que tenga mucho que decir porque estoy de acuerdo contigo.

    En estos días la pasión tiene muy pero que muy buena prensa, demasiada diría yo. La gente quiero pasión continua y enamoramiento continuo y confunde eso con el amor. De ahí, creo, la famosa frasecita de que el matrimonio acaba con el amor (cuando yo creo que con lo que acaba, afortunadamente, es con la pasión o el enamoramiento que no es lo mismo).

    Esa otra pasión que comentas, la de vivir intensamente las cosas es, como dices, mucho más profundo y hasta diría que real que el arrebatamiento pasional.

    Besos

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  2. La pasión no es más que una etapa bonita de magnificarlo todo hasta el punto de llevar un pañuelo muy tupido y bien atado en la cara. A medida que va pasando el tiempo, esas pequeñas faltas las vas desenmascarando en cosas importantes que (y es donde entra el amor en juego) hay que valorar si son lo suficientemente de peso como para dejarlas correr y vivir con esos fallos o bien, intransigir y volver a empezar.

    En definitiva, las palabras pasión, amor y acierto son miseria! Lo importante no es la definición sino la situación con la que uno se siente cómodo no?

    Besitos y gracias por tus visitas

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  3. Lo que es una verdadera pena es no sentir la pasión alguna vez en la vida. O dos.

    Besotes.

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  4. Yo personalmente prefiero lo que viene después de la pasión en el amor, ese sentimiento que queda si la pareja funciona, a mí me parece más bonito y me transmite paz y serenidad; la pasión esta muy bien pero siempre altera un poco (y eso a mí no me sienta muy bien..)
    La vida si que hay que vivirla sino con pasión si con ilusión. En esto estoy totalmente de acuerdo con tu post..

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