domingo, 30 de diciembre de 2018

Etapa 16: Punta de Teno - Las Portelas

Tras la interrupción navideña, reanudamos la Vuelta recuperando la etapa 16 que en su momento, un poco por las condiciones climatológicas y otro poco por falta de forma, habíamos pospuesto. Quedamos a las 8:30 en Las Portelas, donde Jorge, que ha venido acompañado de su hija Clara, deja aparcado el coche. Pasamos al mío y vamos hasta la Punta de Teno; son las nueve de la mañana y todavía no han cerrado la carretera. Nos sorprende que haya ya bastante gente en el lugar, probablemente por ser días de vacaciones y que el tiempo, aunque frío, esté magnífico. A modo de calentamiento, caminamos en sentido contrario, hacia el faro (el 21 de octubre, cuando llegamos aquí desde Buenavista, no tuvimos tiempo de pasear porque estaba a punto de salir la guagua de regreso). El primitivo faro es una pequeña torreta adosada a la fachada más exterior de una edificación cuadrada de una planta, de piedra traída de La Gomera, que albergaba dos viviendas para los respectivos fareros y sus familias. Todo el conjunto se construyó en la última década del XIX en el centro de la Punta de Teno, una mínima península rocosa que, prolongando la Isla, se convierte en el extremo más occidental de Tenerife. Por esas fechas no existía la carretera a Buenavista y llegar a la capital del municipio había de hacerse a pie por trochas que trepaban por los acantilados. La conexión habitual era por mar, arribando las falúas al pequeño embarcadero que no he logrado descubrir si estaba en el mismo sitio que el actual (al Este del istmo). Lo que sí sé es que con demasiada frecuencia el estado del mar impedía el atraco de las naves y los fareros quedaban varios días incomunicados. El faro actual, una torre cilíndrica de hormigón armado de 20 metros de altura pintada a franjas rojas y blancas se erigió en los setenta y su puesta en funcionamiento coincide, más o menos, con la apertura de la carretera, que haría accesible este extraordinario paraje. Hoy la instalación está completamente automatizada y telecontrolada. La vieja edificación, de momento sin uso, fue cedida por la Autoridad Portuaria al Ayuntamiento de Buenavista para destinarla a escuela taller pero, según me cuentan, los antiguos propietarios han reclamado la reversión de la propiedad y el asunto creo que todavía no ha sido resuelto. Lo cierto es que hoy la verja de entrada está cerrada, lo que nos impide llegar hasta el mirador que hay casi en el extremo de la Punta. Damos media vuelta y bajamos por la pasarela de traviesas de madera sobre el malpaís hasta la plaza de piedra situada en la cara Sur; de ahí, por un camino de tierra, llegamos al embarcadero que, a estas horas aun tempranas no muestra ninguna actividad. Luego subimos al borde de la carretera, a la explanada de aparcamiento.


Desde ahí giramos hacia el Este siguiendo una tenue trocha que se interna en el malpaís. A unos cuatrocientos metros se sitúa una vivienda unifamiliar que desde que la conozco me ha maravillado; no solo es una preciosidad arquitectónica sino que su emplazamiento aislado en medio de ese paisaje mágico le confiere una singularidad excepcional. El proyectista fue el madrileño Fernando Higueras (1930-2008), uno de los más relevantes de la arquitectura española de la segunda mitad del siglo pasado. Higueras conoció a César Manrique a principios de los sesenta haciendo cola en una tienda de pintura, se interesaron mutuamente y se hicieron amigos. Manrique, que entonces vivía en Madrid, llevó a su amigo a conocer Lanzarote en el 62 y ése fue un viaje iniciático: ambos se dieron cuenta de que la isla podía convertirse en un laboratorio que acogiera sus ideas creativas. La fama del proceso que transformó y revalorizó Lanzarote se la ha llevado el pintor canario pero hay bastantes indicios de que fue el arquitecto quien le hizo ver las inmensas posibilidades que se les abrían. Como fuera, lo cierto es que a partir de entonces se inicia una estrecha relación de Higueras con Canarias. Primero fue Lanzarote, pero enseguida dio el salto a Tenerife donde hizo bastantes proyectos aunque pocos han llegado a construirse. Tras exhaustivas búsquedas en internet no he encontrado ningún dato sobre esta vivienda, lo cual no deja de extrañarme. Sin embargo, un arquitecto que está trabajando para la familia propietaria de la casa (y de la casi totalidad de los terrenos de Teno Bajo) me asegura que le enseñaron los planos visados del proyecto con la firma de Higueras. Dice que le contaron que la vivienda era un piloto de una urbanización de lujo que se pretendía disponer en esa plataforma litoral. Sería interesantísimo encontrar documentación de ese proyecto que (afortunadamente) nunca llegó a realizarse. Supongo que todo eso –incluyendo la construcción del chalet– ocurriría a finales de los setenta o principios de los ochenta, poco después de que se abriera la carretera que comunica este paraje con Buenavista. Ciertamente, por esos años Higueras venía con frecuencia a Tenerife. En fin, pendiente de mayores investigaciones, lo cierto es que aquí está una maravillosa vivienda, que hasta hace poco era amarilla y recientemente han pintado de blanco (afeándola para mi gusto), como parte de unas obras de rehabilitación. Comprobamos que hay gente habitándola, sin duda turistas, ya que la casa está anunciada en airbnb al nada barato precio de 400 € diarios. La bordeamos y seguimos hacia el norte, tratando de llegar hasta el sendero PR-TF-51 que sube hacia Teno Alto.

Tras unos cuantos metros llegamos a una pequeña caseta (de instalaciones de servicio) y decidimos renunciar: hay demasiados arbustos que impiden el paso. De modo que retrocedemos hasta el camino de acceso a la vivienda y, a través de él, alcanzamos la carretera. Recorremos unos setecientos metros hasta unos antiguos invernaderos, hoy completamente desechos. Los bordeamos y en la esquina opuesta cogemos un camino que empieza a trepar la ladera. En realidad, el sendero oficial nace unos ochocientos metros más adelante, junto a la nave empaquetadora, y con él confluiremos tras los primeros cuatrocientos metros en los que subimos 120: ¡un 30% de pendiente media! Pero todavía nos queda el tramo peor: unos setecientos metros de tortuoso sendero que nos llevan desde los 180 metros sobre el nivel del mar a los 400, nada menos. Hemos de detenernos varias veces a recuperar fuerzas (y pausar el ritmo cardiaco), y aprovechar para mirar hacia la amplia meseta costera de Teno Bajo, apreciando ese espectacular paisaje en toda su grandiosidad. El camino es pedregoso, tintado de rojizo por la arenilla ferrosa; la ladera está colonizada por tabaibas, cardones, tuneras, verodes y otras plantas arbustivas. Abajo, haciendo abstracción de la espantosa mancha de los invernaderos, el terreno negro y ocre de la plataforma lávica y las rocas acantiladas de la costa (que se convierten en audaz punta que se adentra en el océano). Luego el mar y el horizonte y, sobre éste, la mole de La Gomera, nítida y majestuosa. El punto al que llegamos se dispone sobre la cornisa del macizo que enmarca la plataforma costera; el paraje se llama Las Azoteítas y tiene una especie de banco de piedra en el que descansamos un rato. A partir de aquí entramos en otro paisaje.


Este nuevo tramo del camino es bastante más descansado; seguimos ascendiendo pero con una pendiente suave (en torno al 10%). Recorridos los primeros 500 metros llegamos a una cancela con un cartel que pide que se mantenga cerrada para evitar que se escape el ganado (cabras) que pace libremente por estos prados. Abrimos y cerramos la puerta y seguimos adelante, cada vez con menos pendiente hasta que, a unos doscientos cincuenta metros de la cancela, el camino empieza a descender porque bajamos al cauce del barranco de las Cuevas, luego unas pocas viviendas con huertas y animales (unos gallos y gallinas hermosísimos) y el camino hormigonado de nuevo ascendente. Pero nos desviamos del mismo para seguir el sendero con un trazado más directo (y más en pendiente). Medio kilómetro más adelante y 110 metros más arriba volvemos a reintegrarnos al camino asfaltado (se llama de Las Cuevas), justo donde hay un pequeño grupito de casas rurales abandonadas y casi en ruinas. Seguimos unos cien metros por él para volverlo a abandonar. A partir de ahí, el sendero discurrirá durante mil ochocientos metros sin demasiada pendiente en dirección Este hasta llegar al núcleo de Teno Alto. Es éste un entorno de vegetación rala, casi pelado, donde aflora en varias partes la roca base; salvando las distancias, me recuerda el Pirineo en verano. Bordeamos la montaña del Vallado y me retraso para sentir el paisaje; me gusta mucho, casi diría que me emociona, esta soledad mágica, este silencio grandioso que de pronto rompen unas voces: turistas alemanes que están haciendo la misma ruta en sentido inverso. Aprovecho para decir que esta ha sido la etapa no urbana en la que más gente hemos encontrado. Sin duda el senderismo tiene cada vez más adeptos entre los visitantes de la Isla; no todo va a ser sol y playa.


Es la una menos cuarto cuando llegamos a Teno Alto. Llevamos tres horas y media de caminata para recorrer apenas siete kilómetros y medio; es decir, a una velocidad media de poco más de dos kilómetros a la hora. En nuestro descargo la dureza del recorrido: salimos desde el nivel del mar y estamos ahora en la cota de los 780 metros. Todavía subiremos unos doscientos metros más, pero las pendientes fuertes hace tiempo que pasaron (básicamente el primer tramo). Nos sentamos en la terracita del bar Los Bailaderos, abarrotada de turistas caminantes, la mayoría alemanes, y pedimos unas garbanzas y refrescos. Los Bailaderos es el nombre del caserío en el que estamos, el principal de Teno Alto que, en realidad, es el topónimos de toda el entorno. Era ésta tradicionalmente una zona de cereal, con abundantes eras que ya son solo vestigios etnográficos. El poblamiento se remonta a tiempos prehispánicos (hay una bonita leyenda sobre la nobleza de los guanches del lugar durante la Conquista). De hecho, parece que el nombre de “Bailadero” –repetido en otros lugares del Archipiélago– tiene su explicación en costumbres aborígenes, barajándose dos hipótesis al respecto. Según la primera, estos lugares corresponderían a antiguas plazas en las que los antiguos canarios celebraban sus fiestas con danzas vinculadas a ritos religiosos; la segunda opción hace derivar el término de “baladero”, por ser en estos espacios donde, mediante el ayuno, se forzaba a balar a las ovejas para que los dioses trajeran las lluvias. Cabras siguen quedando y el queso de Teno Alto goza de merecido prestigio. Mientras Jorge y Clara hablan por los móviles, me acerco a la adyacente plaza del caserío, acondicionada en el año 1986 por el Ayuntamiento de Buenavista, según reza en la inevitable placa sobre la fachada de la ermita. La ermita está bajo la advocación de San Jerónimo y data de principios del XVII aunque, de acuerdo a la documentación histórica, fue abandonada ya a mediados de ese siglo y se aprovecharon muchas de sus piedras para construir viviendas particulares del caserío. Actualmente presenta buen estado de conservación (imagino que sería restaurada en la fecha de la placa), respondiendo al aspecto tradicional de estos inmuebles religiosos en Tenerife. En fin, un caserío agradable, cuyo ancestral aislamiento –que llevó a que casi se despoblara en tiempos recientes– está siendo superado gracias a las visitas turísticas (hay unas cuantas casas de turismo rural).


Retomamos la marcha por el camino de La Mesita, una pista asfaltada que asciende sinuosamente en dirección Sur. A medidad que subimos, mirando al Oeste (hacia la Punta de Teno), se nos ofrece el espectacular paisaje por el que hemos caminado. Tras unos 850 metros de camino (y 80 metros de desnivel) abandonamos la pista para tomar a la izquierda un sendero cuyo primer tramo, de tierra rojiza y con escalones de piedras, sube la ladera para llevarnos hasta las cumbres que cierran por el Sur las laderas por las que discurre la carretera que sube a Teno Alto. Tras salvar unos cincuenta metros de desnivel, alcanzada más o menos la altitud de los 900 metros, el camino se adentra en un área boscosa de laurisilva, un paisaje de troncos delgados y retorcidos, cubiertos de musgo y empapados en niebla que evoca inevitablemente duendes y otros seres mágicos. Este recorrido apenas dura trescientos metros: de pronto acaban los árboles y se nos abre un paisaje abierto, de cumbre: rocas y matorral bajo y, sobre todo, majestuosas vistas a ambos flancos. Durante un buen trecho (hasta llegar al mirador de la carretera carretera de Masca, la TF-42), vamos a caminar por la principal arista cumbrera del Macizo de Teno, la que orientada Este-Oeste deja al Sur los impresionantes acantilados y al Norte la parte del Valle del Palmar y más allá la Isla Baja. Jorge me recuerda que en Canarias a las cimas lineales de las montañas, como éste por la que discurrimos, se las llama pericosas, término que también se usa para referirse a las copas de los árboles y por extensión a cualquier sitio alto. El vocablo lo recogen diversos diccionarios de canarismos (no así la RAE) pero no he logrado explicaciones sobre su origen. No cabe duda que proviene de alguna lengua romance, tal vez del italiano pericoloso,a, peligroso; tiene cierta lógica porque desde luego estar y moverse por sitios altos conlleva no pocos peligros.


Avanzamos unos dos kilómetros y medio por la cumbre del Carrizal, como señores de los magníficos paisajes que se extienden bajo nosotros con tentaciones al vértigo. Al poco de salir del bosque coronamos el punto más alto de la etapa (988 metros según la wikiloc) y, a partir de ahí, vamos descendiendo, mayoritariamente con pendientes suaves pero a veces los tramos se empinan presentando cierto riesgo. Me gustaría ser capaz de describir lo que vemos, pero no creo que se pueda con palabras y ni siquiera las fotos logran recoger las sensaciones “en vivo”: es lo que hay.




Aparece ante nosotros la carretera de Masca, la curva en la que cambia de vertiente y en la que, como es obvio, se ha dispuesto un mirador –Altos de Baracán, es su nombre– para que los automovilistas aparquen y por un ratito disfruten de parte de las vistas que nos llevan un buen rato acompañando. En este punto acaba el primer tramo del sendero PR-TF 51 (de dificultad alta, según el Cabildo, y es verdad pero solo en la primera parte) que sigue durante 14 kilómetros más hasta San José de los Llanos, pasando por las cumbres de Bolico y Erjos. Pero ese recorrido lo haremos otro día porque ahora hemos de descender hasta Las Portelas. El caserío lo vemos abajo en el valle pero tardamos un ratito en encontrar el sendero. Poco hay que contar de este último tramo de la etapa: en su primera parte el sendero es estrecho y de pendiente pronunciada, pero luego, al llegar a los terrenos cultivados, adopta un trazado más cómodo que acaba en una pista asfaltada (acceso Masapez, según la cartografía) y de la cual hemos de desviarnos para llegar al cauce del barranco (¿de las Lubes?) y, cruzado éste, hacer el último tramo casi a nivel que, convertido en calle del caserío, nos lleva al centro de Las Portelas; unos metros más allá está aparcado el coche de Jorge: fin de la caminata. Son las tres y media pasadas, de modo que llevamos seis horas y media en la ruta aunque hay que descontar la media hora larga del bar de Teno Alto; pero, aun así, es la etapa más larga, no en kilómetros (han sido algo más de trece) sino en tiempo. Y lo malo es que falta mucho para llegar a nuestras casas. Jorge y Clara me dejan en la estación de guaguas de Buenavista y tomo la que sale a las 16:10. Más o menos a las cuatro y medio estoy arrancando mi coche para recorrer los algo más de sesenta kilómetros que hay hasta mi casa. Normalmente se tarda una hora y diez pero a la altura de Buen Paso (Icod) me topo con un atasco descomunal que nos mantiene a paso de tortuga hasta llegar al municipio de Los Realejos. En resumen que llego a mi casa casi a las siete de la tarde, ya de noche, y muerto de hambre.


viernes, 21 de diciembre de 2018

Lo que yo creo que hay que hacer con Cataluña

Hay algo que para mí es evidente: un Estado no se puede mantener a largo plazo con una parte geográfica del mismo cuyos habitantes mayoritariamente quieren independizarse. No digo que sea el caso actual de Cataluña; parece que su población está dividida más o menos a partes iguales, lo cual ya es bastante grave.

Sin embargo, tanto el PP como Cs (y VOX, por supuesto) parecen no compartir eso que yo considero evidente. A la vista de sus propuestas, parecen considerar que pueden mantener por la fuerza la sacrosanta unidad de España. Bien, lo cierto es que, a corto plazo, esas soluciones funcionarían pero la pregunta es si, a medio o largo plazo, no serían contraproducentes, no nos abocarían a una brecha insalvable entre los catalanes y el resto de los españoles.

Imaginemos una suspensión del régimen autónomo catalán, la ilegalización de los partidos que defiendan la independencia, el encarcelamiento de más políticos … Todas estas medidas han sido ya propuestas por quienes se llaman demócratas y constitucionalistas. No significan otra cosa que instaurar un régimen de excepción en la región más próspera y europea del Estado, poco menos que una “ocupación”

¿Creen los “españolistas” que así se acabará con el independentismo? Tenemos varios antecedentes de estas soluciones en la Historia de España (el último no hace demasiado: el franquismo) y lo que ésta nos enseña es que los sentimientos y deseos centrífugos se reprimen pero no se extinguen, más bien se refuerzan y, cuando cesa la represión, explotan con más fuerza (es decir, los comparten más personas).

Por tanto, la pregunta pragmática es: en estos tiempos que corren, ¿se pueden mantener durante mucho tiempo ese tipo de medidas represoras? Yo creo que no. Pero lo grave no es eso, sino que, de adoptarse, cuando hayan de retirarse se estará en una situación peor que antes, con menos posibilidades de reconstruir puentes. Y si al final no hay más remedio que aceptar la segregación, ésta será a las malas.

Así que me pregunto, ¿tan grave sería contemplar la posibilidad de que Cataluña se independice? Sí, es verdad que se “rompería” la unidad de España pero, en realidad, ¿qué significa eso para los españoles (e incluyo en este término a los propios catalanes)? Piénsese, ¿en qué cambiaría la vida de cualquier españolito el que Cataluña fuera un país independiente? Contesto: si las cosas se hacen por las buenas, en nada.

Y conste que yo prefiero que eso no ocurra. Pero creo que las propuestas de la derecha española no son las adecuadas para lograrlo sino más bien nos llevan a un callejón sin salida, a un aumento de la tensión que fácilmente derive en violencia y que, de seguro, genera un clima de conflicto incompatible con cualquier objetivo de bienestar social. Para mí, la única estrategia posible es desarmar de argumentos a los independentistas y hacerlo antes de que sea demasiado tarde (ya se ha perdido mucho tiempo).

Ello pasa por plantear explícitamente que la segregación de una parte de España no es algo inadmisible y dar pruebas de que se está dispuesto a dar cauces para que los catalanes puedan expresar su voluntad al respecto. Eso no significa reconocer el derecho a la autodeterminación, pero si el derecho a manifestar sus deseos respecto de su relación con el Estado. Ahora bien, una vez expresada con claridad esa posición, habría que obtener a cambio el compromiso de los líderes catalanes del respeto a esos cauces de expresión de voluntad popular y de las posteriores consecuencias.

Y aquí es donde aparece la necesidad de líderes de la talla de los Trudeau (padre) o instituciones como el Tribunal Supremo canadiense. Desde luego, yo ofrecería a los catalanes la posibilidad de manifestar en referéndum su voluntad, peor previamente habría pactado unas condiciones que garantizasen que el proceso no fuera demagógico sino serio y meditado. La pregunta o preguntas a hacer, el tiempo de campaña (suficientemente largo para que se pudieran sopesar serenamente los pros y los contras), los mínimos de participación y los porcentajes para que los resultados fueran relevantes, etc.

También dejaría claro desde el principio que el resultado del referéndum nunca sería vinculante, porque obviamente la Constitución no permite que una región se separe unilateralmente. Pero, al mismo tiempo, me comprometería a que me vinculara políticamente. Es decir, si los catalanes deciden por mayoría suficiente que quieren independizarse, instaría una reforma constitucional para posibilitar tal opción; reforma que obviamente debería ser votada en referéndum por todos los españoles, de modo que siempre sería perfectamente legítima.

Esta estrategia, desde luego, sería abrir un proceso largo, no menor de cinco o seis años. Durante ese tiempo lo que primaría sería la búsqueda del consenso, no del enfrentamiento. Me atrevería a apostar que, de hacerse así, los catalanes no votarían mayoritariamente por la independencia de modo que el conflicto quedaría resuelto para las próximas tres o cuatro décadas. Y si votan que sí, habría que dejar que el conjunto de los españoles decidiera.

Lamentablemente, que en este país se abra un proceso como el que describo se me antoja imposible. Por lo visto, lo que da más réditos es azuzar la bronca, exaltar los ánimos, el tradicional guerracivilismo de las dos Españas. Y, como ya he dicho, creo que esa estrategia solo puede conducir al desastre. Esos que tanto se llenan la boca con su defensa de la unidad de España son, a mi juicio, los verdaderos traidores.

martes, 11 de diciembre de 2018

Dancing in the street

Marvin Gaye, palabras mayores, qué duda cabe. Y, sin embargo, lo descubrí tardíamente, debió ser hacia el 82 porque el primer disco suyo que escuché con atención –obviamente había oído canciones suyas antes– fue Midnight Love, el último que publicó en vida. Más o menos cuando yo nacía, Marvin, con veinte años, se instalaba en Detroit para, en poco tiempo, vincularse a la familia Gordy –se casó con Anna, diecisite años mayor que él– y fichar por la Motown. De nuevo palabras mayores: el sonido motown, en especial durante esa década prodigiosa de los sesenta (yo, claro, era demasiado niño y estaba demasiado lejos para enterarme de nada). Esa discográfica era una fábrica de éxitos, canciones que ya están para siempre en la historia de la música popular. La fórmula no era difícil: contar con unos excelentes compositores y unos excelentes músicos, sencillo, ¿verdad? En el otoño de 1964, cuando Gaye ya era una de las estrellas de la casa (y yo un chiquillo de cinco añitos), contribuye, junto a William "Mickey" Stevenson y Ivy Jo Hunter, en la composición de una cancioncilla alegre y pegadiza que había de interpretar el trío vocal Martha and the Vandellas. La canción es Dancing in the Street y a continuación pueden ver a las tres chicas interpretándola.


Tiene marcha, ¿a que sí? Aunque las tres muchachas se mueven muy recatadamente, quizá para no escandalizar a los televidentes de la época. Pero eso no impidió que alcanzaran un éito tremendo, creo que el mayor de su carrera. La letra no es que fuera muy profunda; se limitaba a gritar a todo el mundo –con menciones específicas a ciudades concretas de los USA– que había que salir a bailar a las calles, sin importar nada, solo bailar, reír y cantar. No está mal la propuesta en años de guerra fría y conflictos raciales en Estados Unidos. En fin, quizá no en las calles, pero desde luego los yanquis bailaron el tema hasta la saciedad. Enseguida cruzó el charco y también triunfó en otros países, entre ellos el Reino Unido, donde se situó en el cuarto puesto de las listas. Y aquí aparece otra banda mítica que deciden hacer un cover en su segundo LP. Me refiero a The Kinks y el álbum es el Kinda Kinks, publicado en marzo de 1965. El grupo de los hermanos Davies ya tenía cierta fama gracias a su You really got me y formaba parte de la invasión británica (a los USA), siempre a la sombra, claro está, de los incuestionados Beatles.


Solo unos meses después de álbum de los Kinks, en noviembre de 1965, un trío de Los Ángeles sacó el primero de la que no iba a ser una larga carrera en el que incluyeron el Dancing in the Street. Me refiero a los Walker Brothers (que no eran hermanos) y de los cuales solo conocía el cover que hacen de la maravillosa Love minus zero / No limit de Dylan. No he podido encontrar ningún video en la que los chicos cantaran el tema (tampoco es que su versión aporte demasiado, la verdad) y, en vez de poner el audio a secas, he preferido poner una la grabación de un show televisivo en el que interpretan uno de los mayores éxitos de Wilson Pickett, The land of 1.000 dances con su inconfundible na nanananá nananá naná (tuve la tentación de incrustar la versión de la de Dylan pero la resistí).


Al año siguiente se nos ofrece la siguiente versión a cargo de otro grupo de culto, The Mamas and the Papas. El tema apareció en su segundo álbum de estudio, The Mamas and the Papas, publicado en septiembre de 1966. La interpretación no estuvo nada mal, con bastante más marcha de la habitual en el repertorio folkie del cuarteto neoyorkino. Una de las aportaciones del grupo a la composición original fue que mencionan unas cuantas ciudades más, entre ellas una canadiense, Halifax, donde había nacido Denny Doherty. La última vez que cantaron el tema en vivo fue nada menos que en el célebre festival de Monterey de junio de 1967; el video que pongo a continuación recoge esa actuación.


Más o menos por la misma época en que los chicos de Mama Cassidy bailaban en la calle, uno de los grandes grupos de la psicodelia gringa incluyeron comenzaron a interpretar la canción en sus conciertos. Me refiero a los locos de Grateful Dead que eran más famosos por sus actuaciones en vivo que por su discografía de estudio. De hecho, este tema no lo grabaron hasta 1977 en su álbum Terrapin Station. No obstante, para ser fiel al espíritu de la banda y aunque imagen y sonido dejan mucho que desear, he preferido poner una grabación de un concierto en el parque Golden Gate de San Francisco, en septiembre de 1967. La ciudad del Norte de California vivía en esos días su apogeo como capital de la contracultura hippy y los Dead eran unos de sus mejores exponentes musicales. La guitarra de García era, desde luego, una verdadera maravilla: sonido rock del bueno.


Dejamos los sesenta –no he encontrado más versiones en esa década– y pasamos a los setenta para toparnos con que esta canción aparece en The King of Rock and Roll, el disco que en 1971 publicó nada menos que Little Richard. Merece la pena disfrutar de la entrega vocal del señor Penniman y entender por qué había enamorado a los Beatles y a los Stones. Lamentablemente no parece haber videos en los que este pionero del rock interprete el bailando en la calle, y es una pena porque era fantástico sobre un escenario. Así que, imagínenselo mientras oyen el single de Reprise Recordings. Desde luego, a diferencia de las versiones anteriores, ésta es la primera en que el cantante se apropia de la canción, la llena con su personalidad dándole un plus inimitable.


En este recorrido por los intérpretes de Dancing in the Street aparece en 1974 una banda que había olvidado hace más de cuarenta años: los Black Oak Arkansas, unos locos contraculturales de rock sureño, cuyo primer LP –en vinilo, desde luego– era uno de los que tenía en mi escasa discoteca a los dieciséis años (se trataba del homónimo Black Oak Arkansas, de 1971). Pero creo que no he escuchado ningún otro y ahora descubro no solo que grabaron el tema que nos ocupa en 1974 en el álbum Street Party (la canción encaja bien con ese título, sin duda), sino que los tíos siguen en activo. Jim “Dandy” Mangrum, el cantante y líder del grupo, ahora un viejete de 70 tacos, sigue subiéndose a los escenarios con la chupa de cuero abierta sobre una camiseta que no disimula la barriga cervecera y la melena rubia de sus comienzos; no me queda claro si es patético o admirable (o ambas cosas). En todo caso, la versión de Dancing in the Street, con la voz rasposa de Dandy, el ritmo más acelerado de lo normal y las guitarras envolventes y un poquito enervantes típicas del rock sureño (aunque no sean las de Duane Allman) tiene no poco interés.


Dejemos los setenta (mi década preferida en lo musical) y pasemos a los ochenta. En 1982 Van Halen saca su quinto álbum, Diver Down, planteado inicialmente como un disco de descanso con versiones de canciones populares (la más famosa, Pretty Woman de Roy Orbison). Van Halen no es precisamente de mis favoritos pese a lo cual reconozco que tienen temas de muy buena calidad y que la guitarra de Eddie es fantástica. De hecho, en su versión, Dancing in the Street casi pierde el aire motown original para vestirse con los sonidos del heavy y he de confesar que no me disgusta para nada. Pongo un video de una actuación en vivo en 1983 en el que la imagen es bastante defectuosa, pero es lo que hay.


Y llegamos al 85, año en el que yo –como muchos, supongo–descubrí Dancing in the Street gracias a la versión que hicieron dos de mis cantantes favoritos: Mick Jagger y David Bowie. El plan original era interpretarla en vivo en el famoso megaconcierto Live Aide organizado por Bob Gedolf contra el hambre en Etiopía, cantando Bowie desde el estadio de Wembley en Londres y Jagger desde el JF Kennedy en Filadelfia. No obstante, hubo que abandonar la atrevida idea porque la conexión vía satélite impedía la perfecta sincronización (¿se acuerdan de ese concierto? ¿De la rutilante presencia de Freddy Mercury? ¿Del We are the world final? ¿De McCartney, Dylan y tantos otros músicos e primea línea? Fue un momento clave en la historia el rock). Descartada la grabación en vivo, los dos genios la hicieron en junio en los estudio londinenses de Abbey Road y la publicaron en un single (el disco tenía tres versiones distintas); años después (en 2002), la versión se incluiría en el doble CD recopilatorio Best of Bowie. La interpretación fue un éxito mundial y llegó al número uno en casi todas las listas (incluyendo España). Aun reconociendo que no soy objetivo –me trae muy buenos recuerdos– ésta es desde luego mi favorita. Ahí va el video oficial.


Y hasta aquí quería llegar; mostrar las versiones de una estupenda canción durante veinte años. A estas alturas han pasado treinta más y revisándolos encuentro algunas más, pero no tantas y, sobre todo, no tan relevantes como las que he reseñado en el post. La única que salvo es la de Phil Collins de su disco Going Back (2010), en el que pretendía hacer un homenaje al sonido Motown, de modo que viene muy bien para cerrar el post (el círculo) con una vuelta a los orígenes. Pues nada, a bailar en la calle porque all we need is music, sweet music.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Etapa 17: Las Portelas - Erjos

La vuelta a la Isla lleva cuatro fines de semanas interrumpida: tiempo muy lluvioso y un viaje de Jorge a Berlín. Hoy nos tocaría la décimo sexta etapa, la que va desde la Punta de Teno hasta el núcleo rural de Las Portelas, en el corazón del macizo de Teno. En su primer tramo se trata de un sendero muy empinado, la única conexión que existía antes de la carretera con la planicie de Teno Bajo, que sube casi 800 metros en menos de seis kilómetros. Entre que el terreno está muy mojado y nosotros hemos perdido la forma, decidimos saltárnosla; ya la haremos más adelante. De modo que quedamos a las 8:30 en Erjos, un núcleo rural del municipio del Tanque, situado casi en el cambio entre las vertientes Norte y Sur de la Isla. El día está frío y con niebla. Jorge aparca su coche y pasa al mío. Para ir en coche desde Erjos a Las Portelas, distantes cuatro kilómetros en línea recta, hay dos opciones: bajar hasta Santiago del Teide y atravesar el Parque Rural por Masca o bien seguir hasta El Tanque, bajar a Los Silos y de ahí a Buenavista y la carretera del valle del Palmar. Optamos por la segunda ruta porque, aunque es más larga (24 frente a 19 kms) tiene habitualmente menos tráfico; ya heremos la otra al regreso. El recorrido, por una carretera con infinitas curvas (sobre todo el tramo del Camino Real de Las Arenas) nos toma tres cuartos de hora, así que, entre una cosa y otra, empezamos la caminata pasadas las nueve y media de la mañana.

Aparcamos mi coche justo en el inicio del sendero de Monte del Agua, en el cruce con la carretera TF-436. En realidad, más que un sendero se trata de una pista, transitable por todoterrenos (aunque una vez avanzado un trecho comprobamos que hay una cadena para impedir el paso de vehículos). Durante los primeros dos kilómetros, el camino asciende entre un paisaje de monte bajo, hasta llegar a una curva cerrada desde la que se abre una fantástica panorámica sobre el valle del Palmar y las cumbres que lo enmarcan por poniente separándolo de la Isla Baja. A partir de ahí, el sendero, ya más estrecho, se introduce en el bosque de laurisilva propio de este espacio natural. La caminata es relajada, siempre en subida pero con pendiente suave. Cuando, hacia la izquierda, se abren las vistas contemplamos lomas interminables cubiertas de arbustos y bañadas por la húmeda niebla. Tras una hora y media caminando llegamos al punto en el que desemboca el sendero que sube desde Los Silos pasando por los caseríos de las Moradas (la Alta y la Baja). Mientras Jorge descansa un rato al pie de las señales, desciendo unos metros para descubrir una panorámica espectacular de colinas verdes en primer plano, cumbres de roca desnuda más atrás y, al fondo, la Isla Baja y el mar fundido con el cielo.


Reemprendemos la marcha y tras algo menos de una hora llegamos a un mirador que, mediante un puente de madera, se mete entre los árboles hacia el Oeste. Justo en este punto acaba (o empieza) el sendero accesible habilitado por el Cabildo hace unos pocos años; se trata de una actuación muy bien realizada, con un kilómetros y medio de longitud y una pendiente muy suave. A los quinientos metros se sale del bosque y ciento cincuenta metros más adelante aparecen unas antenas gigantescas, repetidores de televisión y móvil. En ese punto, el sendero “oficial” gira hacia el Sur, pero nosotros seguimos en dirección Este, una ruta bastante más directa hacia Erjos, un camino de tierra apisonada en bajada con travesaños de madera a modo de escalones. En unos diez minutos –la distancia no llega a 600 metros– estamos frente a la iglesita de Erjos y de ahí a la carretera, donde aparcó Jorge su coche. Como aún es temprano (las doce y media, más o menos), nos metemos en el bar Criseli a tomar unos cafés y unos dulces. Luego el regreso hasta Las Portelas, esta vez por la carretera de Masca, llena de turistas, lo que obliga a una velocidad de tortuga. La etapa ha sido corta, tanto en distancia (10,7 kms) como en tiempo (poco más de dos horas y media) y fácil, pero hay que sumar otra hora y media de desplazamiento en coche entre los dos puntos extremos más otras dos horas desde y hasta casa. En fin, que hemos echado toda la mañana.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Solicitud para alcanzar un sector público igualitario

Uno de los objetivos prioritarios de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres es aumentar la participación de las mujeres en el mercado de trabajo y avanzar en la igualdad efectiva entre mujeres y hombres. En este sentido, la Ley entiende que una sociedad igualitaria implica, entre otras cosas, alcanzar el principio de presencia equilibrada de mujeres y hombres en los distintos ámbitos laborales, tanto privados como públicos. Ciertamente, en la esfera de la Administración Pública, las medidas específicas que concretan este principio general se limitan a determinados órganos o entidades sin que sean de aplicación con carácter general. Ello no obstante, del mismo modo que se impone la presencia equilibrada de mujeres y hombres en un órgano directivo de la Administración, es indudable que sería deseable y plenamente congruente con los principios y objetivos de la Ley que en toda la Administración se lograra el mismo equilibrio.

Sin embargo, las Administraciones Públicas, en sus procesos de selección de personal no prevén medidas para propiciar o incluso conseguir que las nuevas incorporaciones se produzcan con la presencia equilibrada de mujeres y hombres. Si, por el contrario, en una administración se introdujeran medidas con estos efectos, es evidente que a medio plazo –a medida que se fueran jubilando los funcionarios antiguos– se cumpliría el principio legal de la presencia equilibrada. Conseguir este objetivo, de otra parte, es de extrema sencillez: bastaría con establecer en cualquier convocatoria de procesos selectivos en la administración que la mitad de las plazas ofertadas han de ser ocupadas por mujeres y la otra mitad por hombres. Al resolver las pruebas selectivas se irían adjudicando las plazas en el orden resultante hasta el límite máximo de cada sexo.

Se objetará que esta propuesta podría implicar (de hecho, lo normal es que lo implicara) que los N que obtuvieran plaza en un proceso de selección no fueran los N mejores. Por ejemplo, si en una oposición para cubrir 12 plazas, los doce primeros fueran 8 hombres y 4 mujeres, sólo entrarían los 6 mejores de los hombres y se añadirían las 2 mejores mujeres que estarían por debajo del puesto 12 y que, obviamente, habrían obtenido peor calificación que los dos hombres descartados. De modo que los doce nuevos funcionarios no serían los doce mejores, aunque sí serían los seis mejores hombres y las seis mejores mujeres. Las eventuales y pequeñas “injusticias” que pudieran producirse quedan sobradamente compensadas con el significativo avance en el logro de una administración más igualitaria. Además, nadie podría llamarse a engaño porque cada uno/a sabría de antemano que el objeto no es quedar entre los primeros N aspirantes, sino entre los primeros N/2 aspirantes de su mismo sexo.

En consecuencia con lo expuesto, SOLICITO que se dicte la resolución procedente en la que se establezca que en todas las convocatorias de pruebas selectivas para el ingreso en la Administración Pública de esta Comunidad Autónoma se haga oferta diferenciada de plazas por sexo, de acuerdo a los siguientes criterios:
  1. Si el número de plazas ofertado N es par, la mitad será para mujeres y la otra mitad para hombres.
  2. Si se oferta una sola plaza será para el sexo que cuente en el momento de la convocatoria con menos representantes en la Administración convocante en el nivel al que corresponda la plaza.
  3. Si el número de plazas ofertado N es impar, se reservarán (N+1)/2 para el sexo que cuente en el momento de la convocatoria con menos representantes en la Administración convocante en el nivel al que correspondan las plazas.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Los independentistas estuvieron a punto de lograr la secesión de Cataluña

En el escrito de la Fiscalía del Tribunal Supremo presentado el pasado viernes 2 de noviembre en la Causa especial 3/20907/2017 se considera que Oriol Junqueras y diecisiete acusados más, en distintas formas, dirigieron, promovieron y/o participaron activamente en la ejecución de una estrategia previa y detalladamente planificada que, orillando la aplicación de la legalidad e impidiendo el cumplimiento de las resoluciones administrativas y judiciales, tenía como objetivo declarar la independencia de Cataluña y obligar al Estado a aceptar la separación del referido territorio, finalidad que estuvieron a punto de lograr.

Yo, como los cuatro fiscales que firman el escrito (y como casi todo el mundo, supongo), también creo que los actos sucedidos en Cataluña al menos desde 2013 responden a una estrategia previa y detalladamente planificada y también creo que orillaron manifiestamente la legalidad y desobedecieron descaradamente las resoluciones administrativas y judiciales que se dictaron. Lo que no tengo tan claro es que el objetivo fuera hacer efectiva la independencia de Cataluña, al menos para cuando se hizo su declaración formal. Creo más bien que los estrategas del procés lo que pretendían era ir consolidando entre los catalanes y resto de españoles una sensación de irreversibilidad en el enfrentamiento y, en paralelo, conseguir los máximos apoyos en los tres ámbitos relevantes (interno catalán, español e internacional principalmente europeo). Visto así, el procés no acabó con la aplicación de las medidas adoptadas por Rajoy al amparo del 155 sino que, simplemente, entró en la siguiente fase que, me temo, también estaba prevista por los estrategas catalanes.

Naturalmente, esta opinión mía puede no ser compartida por muchos y, desde luego, no lo es por los fiscales, que parecen pensar que con la declaración de independencia del 27 de octubre culminó el objetivo de la estrategia. No entraré a discutir esa apreciación pero sí quiero una contundente afirmación de la fiscalía: que esa declaración formal de independencia estuvo a punto de hacerse realidad; es decir, que el Estado español estuvo a punto de aceptar la separación real de Cataluña. Tal como se relatan los hechos (y también las intenciones) en el escrito de la fiscalía, lo que hicieron los acusados podemos calificarlo como un intento de secesión. Supongo que la severidad del castigo de todo intento de delito está relacionada con las probabilidades de éxito del mismo; no merece la misma pena quien intenta matar a alguien sin apenas posibilidad de lograrlo que quien, en cambio, ha estado a punto de lograrlo. Decir por tanto que la estrategia secesionista estuvo a punto de lograr la separación real de Cataluña, de lograr que el Estado la aceptara, sólo puede entenderse por el afán de la fiscalía de agravar el delito y consiguientemente endurecer las penas que merece.

En la página 43 de su escrito, la Fiscalía aclara porqué la intentona secesionista estuvo a punto de lograr sus objetivos, porqué la declaración de independencia “no era meramente simbólica”: “las autoridades de la Generalitat tenían preparado –para su aprobación inmediata– todo un paquete de normas que desarrollaban el nuevo marco jurídico de la República, el despliegue de las estructuras administrativas necesarias para el funcionamiento del nuevo estado, y un plan para garantizar que los Mossos d’Esquadra asumiesen la seguridad de todas las infraestructuras y el control efectivo de todo el territorio de la Comunidad Autónoma”. Es curioso que la fiscalía sostenga esto cuando en otros documentos de este procedimiento judicial se constata repetidas veces que para esas fechas los “golpistas” ni tenían “estructuras de estado”, ni el más mínimo apoyo internacional, ni ningún mecanismo (ni siquiera los mossos) para asumir el control real de la teórica República independiente; y eso lo reconocían entre ellos los propios acusados.

Y es que una cosa es declarar la independencia (acto evidentemente ilegal) y otra muy distinta ser independiente de facto. Imaginemos que el Estado no hubiese aplicado el 155; ¿alguien se cree en serio que al día siguiente la Generalitat habría realizado actos efectivos de ejercicio de su pretendida soberanía como, por ejemplo, mandar a los mossos a ocuparse del control de pasaportes en el aeropuerto del Prat? Por supuesto que, en las circunstancias de esos días, no se habría adoptado ni una sola medida de ejercicio real de la independencia. Simplemente, sabían de sobra que no podían y, además, así lo han declarado. Nadie puede creer de verdad lo contrario y mucho menos que nadie los fiscales del Supremo. Porque si lo creyeran, se habrían ocupado de aportar alguna prueba a esa afirmación fantasiosa de la página 43.

No obstante, hagamos un esfuerzo de ingenuidad (todo sea por la unidad de España) y creamos en la palabra de los fiscales, imaginemos que los “golpistas catalanes”, en un alarde de estupidez, estaban dispuestos a desplegar inmediatamente una batería de medidas que hicieran que la independencia de Cataluña fuera real y no una mera declaración simbólica. Ahora bien, en ese supuesto de acciones reales (como ocupar con fuerzas de seguridad propias instituciones públicas del Estado, por ejemplo) el Estado habría estado obligado a reaccionar por la vía de la fuerza. ¿Acaso alguien lo duda? Ahí sí habríamos estado ante actos golpistas de verdad, no retóricos. Ciertamente, la situación habría subido un nivel cualitativo de gravedad y los riesgos de desgracias personales (incluso muertes) habrían sido muy altos. Pero, insisto, al Estado en ese supuesto no le habría quedado más remedio que reconducir la situación por la fuerza. Y yo pregunto: ¿piensan los fiscales que las fuerzas de la nueva República podrían haber “vencido” a las del Estado español?

Pero hay más: si tan a punto estaban los independentistas de hacer efectiva la secesión, ¿cómo es posible que la mera destitución formal de gobierno y parlamento catalanes fuera acatada tan dócilmente y deshiciera en un instante cualquier acto efectivo de soberanía (que, según los fiscales, estaban ya preparados)? No, yo no creo en absoluto que se hubiera llegado a esa situación y, por lo tanto, tampoco creo que los catalanes hubiesen hecho ningún ejercicio real de soberanía después de la declaración (que, no se olvide, no fue el detonante del 155 sino consecuencia de que la aplicación de éste ya se había decidido, aunque el escrito de la fiscalía parece contarlo al revés). Tampoco creo que los fiscales lo crean. Y, sin embargo, para decir que los independentistas estuvieron a punto de obligar al Estado a aceptar la secesión de Cataluña hay que creerse que acontecimientos de ese cariz estaban a punto de ocurrir. Escritos como éste me parece que poco favor hacen a la credibilidad de nuestro Poder Judicial. Y, si no, al tiempo …

Nota: Las tres fotos posteriores a la de Junqueras son de los tres primeros firmantes del escrito de la fiscalía: Javier Zaragoza Aguado, Consuelo Madrigal Martínez-Pereda y Jaime Moreno Verdejo. Del cuarto, Fidel Cadena Serrano, no he encontrado ninguna fotografía.

sábado, 3 de noviembre de 2018

Derechos 1 (al aborto)

Lo de los derechos es una cantinela especialmente favorecedora de las demagogias y las mentiras. Empezaré sosteniendo que pienso que cualquier derecho que tengamos lo tenemos porque, en algún momento de la historia, se ha acordado que es un derecho. En otras palabras, no creo en los derechos naturales, consustanciales al ser humano. O mejor dicho, puedo creer que algunos de los derechos que tenemos son consustanciales a nuestra naturaleza, puedo entender que otros que yo no los creo consustanciales otras personas crean que sí lo sean pero, justamente por ello, la única forma de considerar algo como un derecho es que esté expresamente reconocido en el ordenamiento jurídico positivo, sea en el nacional como en el internacional. Si nos pusiéramos de acuerdo en esto, el debate público se simplificaría y, sobre todo, se desarrollaría sobre cauces racionales. Así,no debería costar mucho admitir que un presunto derecho no lo es porque no está reconocido en las leyes españolas ni en los tratados internacionales, sin perjuicio de que creamos que debería estarlo y, consiguientemente, nuestra acción política y ciudadana vaya encaminada a ese reconocimiento. Al fin y al cabo, todos los derechos que hoy damos como incuestionables son el resultado de una lucha, no han existido desde siempre.

Un primer ejemplo reciente proviene de la entrevista del pasado domingo a Pablo Casado en la Sexta. Cuando Ana Pastor le preguntó por el aborto dijo textualmente que “la nueva ley reconoce el aborto como un derecho y en mi opinión no lo es, porque también hay otro derecho que es el del que no ha nacido, que también tiene derechos, tiene derecho a vivir”. En efecto, la Ley 2/2010, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, reza en su artículo 3.2 que “se reconoce el derecho a la maternidad libremente decidida” que se concreta en el artículo 18 estableciendo que los servicios públicos de salud han de garantizar “el derecho a la prestación sanitaria de la interrupción voluntaria del embarazo en los supuestos y con los requisitos establecidos en esta Ley”. Es decir, creo que está bastante claro que el legislador de 2010 dio un paso muy significativo frente al del 85: éste se limitaba a despenalizar el aborto en determinados supuestos; ahora lo que se hace es reconocerlo como un derecho en determinados supuestos (y, por supuesto, ejercer un derecho nunca puede ser delito). Pablo Casado, por tanto, no miente cuando afirma que el aborto es un derecho de las mujeres en el nuevo marco legal. Lo que ya no me parece tan correcto es que añada que en su opinión no lo es, porque supone poner en cuestión la presunción de legitimidad de las leyes. No protestaría si lo que hubiese dicho es que, en su opinión (y la de su partido y la de muchos españoles), no debería ser un derecho y, por eso, el PP interpuso hace más ya de ocho años recurso de inconstitucionalidad. Por cierto, llama muy negativamente la atención, que el alto tribunal tarde tanto en pronunciarse cuando, además, al margen de lo que cada uno pensemos, lo que está en juego es muy relevante: la colisión entre el presunto derecho a la vida del nasciturus y el de la madre a interrumpir el embarazo. Pero, en todo caso, de momento en España la mujer tiene reconocido el derecho a abortar en los supuestos de la Ley.

Además de decir que, en su opinión, la mujer no tiene (o no debería tener) derecho a abortar, Casado señala que el no nacido tiene el derecho a la vida. Éste fue el primer argumento que en 1983 esgrimieron los 55 diputados del PP en el recurso previo de inconstitucionalidad contra la primera Ley, la de despenalización. La Sentencia resultante (53/1985, de 11 de abril), señala que “el nasciturus está protegido por el art. 15 de la Constitución aun cuando no permite afirmar que sea titular del derecho fundamental”. Lo que afirma el TC es que la vida del nasciturus es un bien jurídico protegido constitucionalmente y esta protección implica dos obligaciones para el Estado: “la de abstenerse de interrumpir o de obstaculizar el proceso natural de gestación, y la de establecer un sistema legal para la defensa de la vida que suponga una protección efectiva de la misma y que, dado el carácter fundamental de la vida, incluya también, como última garantía, las normas penales”. De otra parte, el TC establece también que la mujer embarazada sí tiene determinados derechos que se manifiestan “en la autodeterminación consciente y responsable de la propia vida que lleva consigo la pretensión al respeto por parte de los demás”. Y a partir de ahí, lo que el Tribunal concluyó en 1985 es que el conflicto entre el derecho de la mujer y la protección de la vida del feto ha de ponderarse adecuadamente; ahora bien, hecha tal ponderación prevalece el derecho de la mujer sobre el del nasciturus.

Así que en ninguna norma jurídica (que yo sepa) se dice que el nasciturus sea titular del derecho a la vida. Casado puede pensar que debería reconocérsele el derecho, pero no mentir a la ciudadanía diciendo que lo tiene. Cuestión distinta es que considere que la Ley de Zapatero (la vigente) posibilite el aborto libre y, por ende, no garantice la obligación de ponderar el conflicto de la protección al nasciturus con el derecho de la mujer, que fue lo que impuso la sentencia del 85 como exigencia de constitucionalidad. Creo pues que Casado tiene toda la legitimidad para defender una vuelta al texto del 85 (más o menos) en congruencia con el ideario de su partido y con el de muchos de sus votantes (supongo). Es más, creo que –como señaló uno de los ponentes del TC en su voto particular solicitud de suspensión de dicha Ley 2/2010– no es nada descabellado pensar que, si el Tribunal mantiene la misma doctrina que en el 85, declare inconstitucional la norma de Zapatero. Ahora bien, cuando eso ocurra podremos decir otra cosa; mientras tanto, todos, nos guste o no y estemos o no de acuerdo, hemos de reconocer que hoy por hoy en España la mujer tiene derecho a abortar en determinados supuestos y que el nasciturus es un bien protegible pero no sujeto del derecho a la vida. Lo contrario es mentir, como hace Casado.

viernes, 2 de noviembre de 2018

El orden del día

Ayer pasé casi todo el día en la cama; mi cuerpo tiene la mala costumbre de fallar precisamente en festivos. Tosiendo y dormitando se pasaron las horas, pero también pude leer la breve novela de Eric Vuillard, El orden del día que mereció el premio Goncourt del año pasado. Me la habían recomendado con entusiasmo este verano y encontré varias críticas encomiásticas, así que me hice con ella y la puse a la cola. Pero me ha decepcionado un tanto; esperaba bastante más.

De entrada, llamar a este libro novela no sé si es muy apropiado. Se limita a recorrer una serie de acontecimientos del nazismo prebélico comentándolos con bastante desparpajo y la ventaja de conocer sus consecuencias. Empieza describiendo una reunión secreta que se celebró el 20 de febrero de 1933 en el Reichstag entre los veinticuatro magnates de las más importantes industrias alemanas y Hitler, recién nombrado canciller, flanqueado de sus más cercanos colaboradores. Luego da un salto a noviembre del 37 para reseñar la visita de Lord Halifax, por entonces Lord Presidente del Consejo, a Berghof, la residencia alpina del Führer. A continuación, el relato se centra en los diversos eventos que durante el primer trimestre de 1938 desembocaron en el llamado Anschluss, la anexión de Austria al III Reich: la intimidación a Schuschnigg, el canciller austriaco, las maniobras amenazantes de la Wehrmacht, la pasividad culpable de Chamberlain (Reino Unido) y Daladier (Francia), el escabroso nombramiento de Seys-Inquart como canciller, la entrada triunfante de Hitler y sus tropas en Viena y finalmente el plebiscito forzado para legitimar la anexión.

Reconozco que está bien escrito y la lectura se hace entretenida, pero me ha parecido poco más que un ejercicio de divulgación histórica, hecho desde un sitial omnisciente un tanto frívolo. Lo que esperaba era un relato centrado en la imbricación de los grandes industriales alemanes y el nazismo (que, por cierto, es lo que promete la publicidad), pero de eso sólo tratan los dos primeros capítulos, y tampoco aportan nada que no sepamos hasta los más profanos. Me habría gustado que, con las armas de la ficción y el background de la investigación histórica, Gustav Krupp, Wilhelm Opel, Günther Quandt, Hugo Stinnes y el resto de colegas hubieran sido convertidos en personajes literarios, que Vuillard hubiese profundizado en lo que sentían y pensaban en relación con el naciente régimen político. En fin, esperaba bastante más que un breve travelling a los veinticuatro magnates haciendo gestos de aprobación al discurso de Göring: que urge acabar con la inestabilidad del régimen, que la actividad económica requiere calma y firmeza, etc. Pero qué va.

De Vuillard no sabía nada, aunque lleva publicando desde 1999, pero hasta que le dieron el Goncourt debía ser muy poco conocido. Tiene cincuenta años y vive en Rennes y, según leo en un artículo de El País del pasado 8 de marzo, busca en la historia su inspiración literaria, tratando de identificar esos momentos concretos que reflejan los “puntos de ruptura” del devenir. Esos hechos son encadenados en el relato mediante una técnica muy similar a la del montaje cinematográfico. Dice que así trata de comprender, renunciar a las grandes frases y poner la lupa en la mediocre consistencia de lo que de verdad ocurrió: averías en los tanques, actos sociales, gritos iracundos … Confieso que ese planteamiento me resulta bastante atractivo; sin embargo, a mi modo de ver, la idea promete bastante más de lo que finalmente ofrece. No obstante, ahora que al haberse hecho famoso irán publicando en español sus novelas previas (de hecho, compruebo que así han hecho con Tristeza de la tierra, sobre Buffalo Bill), podré darle otra oportunidad.

domingo, 21 de octubre de 2018

Etapa 15: Buenavista - Punta de Teno

Esta vez cambiamos la caminata del sábado al domingo. Jorge me recoge en la gasolinera de Los Naranjeros; hemos decidido ir en solo un coche, aparcarlo en Buenavista y regresar desde la Punta de Teno en la guagua turística de TITSA cuya puesta en servicio obedeció al derrumbe de la carretera que más adelante referiré. Tras un breve desayuno (son las siete y media de la mañana y está amaneciendo) vamos directamente hasta nuestro punto de partida; aparcamos en la primera manzana de la calle de la Alhóndiga porque está cerrado el acceso al centro del pueblo debido a las fiestas de Nuestra Señora de Los Remedios, patrona de la localidad. Busco en el Santoral y algunas fuentes dicen que el día de esta Virgen es el día 8 de septiembre (compartido con muchísimas más advocaciones marianas) y otras el 10 de octubre; las fiestas de Buenavista, sin embargo, caen este año desde el viernes 19 hasta final de mes. Nuestra Señora de los Remedios o la Virgen del Buen Remedio, por cierto, es patrona de la Diócesis Nivariense (de Tenerife) y también de la ciudad de La Laguna y además de en esta ciudad y Buenavista se venera en Tegueste, Los Realejos y Güímar. O sea, que es uno de los “avatares” marianos de más extendida devoción y, por lo que compruebo, no solo en esta Isla sino en toda España e Iberoamérica. Los culpables de esta popularidad –o, al menos, quienes la iniciaron– fueron los impulsores de la Orden Trinitaria. Parece que San Juan de Mata en 1202 fundó un convento en Marsella bajo esta advocación y ya a partir del siglo XV es tremendamente popular y se multiplica por la geografía cristiana, prodigándose en innumerables milagros. Conviene aclarar que el término “remedio” en la Edad Media también se refería al rescate de los cautivos cristianos en poder de los mahometanos, que fue la misión principal que se impusieron los trinitarios. De hecho, la leyenda más conocida de esta Orden cuenta que, faltándole a San Juan de Mata el dinero requerido para liberar a unos cautivos, se le apareció esta Virgen para entregarle una bolsa llena de monedas de oro. En fin, que habría cuento para rato a propósito de Nuestra Señora de los Remedios –supongo que como de cualquiera otra de sus advocaciones, que siempre me ha sorprendido esta especie de politeísmo mariano–, pero he de cortar ya este excurso introductorio para describir el objeto del post: la etapa caminera entre Buenavista del Norte y la Punta de Teno.

Desde la plaza de Los Remedios, siguiendo la calle de La Rosa cruzamos el barranco de los Camellos que, en este tramo, está acondicionado como parque urbano (ya lo comenté en el post anterior). Una vez en la plaza Triana cogemos el camino de La Vega que primero discurre hacia el Norte para enseguida girar hacia el Oeste. Cuando dibujé la ruta había previsto seguir por una pista que bordea el barranco del Chorro, pero resultó que es el camino interior de una finca privada, debidamente protegido por una puerta cerrada. Intentamos entonces bajar por el cauce del barranco que, tras unos ochocientos metros desde ese punto, desemboca en la playa de los Barqueros, desde la que un camino no devolvería a la ruta planificada. Por el barranco se adivinaba un sendero, en efecto, pero el recorrido se empezó a complicar enseguida por culpa de la frondosa y espinosa vegetación (denso cañaveral con abundancia de tuneras), hasta el punto que hubimos de ponernos a gatas en un par de ocasiones. Aun así, pese a nuestros meritorios intentos, antes de haber avanzado doscientos metros (información del GPS) tuvimos que rendirnos y dar media vuelta. Regresamos al camino La Vega y, bordeando el límite superior de la finca que nos había impedido el paso, llegamos al sendero empedrado de la parcela del Golf de Buenavista. Mal comenzábamos la jornada andarina.

El campo de golf de Buenavista es propiedad del Cabildo de Tenerife y se construyó al inicio de este siglo. Eran tiempos en que el golf estaba de moda y además se le consideraba un recurso casi mágico para revitalizar y recualificar la demanda turística. Naturalmente hubo entonces fuertes críticas (sobre todo desde los movimientos ecologistas) pero no impidieron que el proyecto llegara a buen puerto, con un diseño (el del campo corrió a cargo de Seve Ballesteros) y una puesta en ejecución de muy alta calidad. El resultado fue –y sigue siendo– una instalación turístico-recreativa modélica. Si bien al principio se había planteado que no habría alojamiento, pocos años después las cifras de explotación exigieron construir un hotel. Sin embargo, costó bastante conseguir quien estuviera dispuesto a licitar para llevar el negocio y finalmente, hace menos de dos años, se consiguió endosárselo al grupo Meliá (que paga un canon a la Corporación Insular). No he estado nunca en el hotel pero, visto por internet, tiene muy buena pinta (y también muy buenas críticas). Nuestro paseo, en este primer tramo, recorrió el perímetro del complejo. Empezamos en la ermita de la Visitación que fue erigida en la primera mitad del XVI, aunque haya sido muy reformada (y alterada) desde entonces. Justo al lado está la vieja y degradad mansión de la Hacienda de la Fuente, a la cual pertenecía la ermita. Esta era la residencia principal de la gran propiedad de Juan Méndez el Viejo, uno de los conquistadores; tiene planta en L en torno a un patio posterior con dos pisos. Este pequeño grupo edificado (que creo que forma parte del complejo del golf) es un enclave que se incluye en el Conjunto Histórico de Buenavista del Norte, declarado Bien de Interés Cultural en 2005.

Por la parte de atrás de la ermita se desciende a un sendero de tierra y yerba que en sus primeros quinientos metros, discurre encajonado entre los muros de una fincas en cultivo (la primera cubierta con invernaderos) y los perimetrales del campo de golf, a una cota ligeramente más alta. El siguiente tramo coincide con el final de la pista asfaltada que viene desde el casco de Buenavista para dar acceso a la playa de los Barqueros. La pista remata en una desabrida plaza mirador en la que se ha erigido una pequeña ermita sin ningún interés. Desde allí parte la rampa de bajada a la pequeña ensenada de callados que forma la desembocadura del barranco de Triana o del Chorro (por el que intentamos avanzar sin éxito) y que, en tiempos pasados, tuvo bastante uso como embarcadero principal del municipio. Las paredes acantiladas de la playa están en bastantes partes “peladas” de la escoria basal (limpiada por la acción erosiva marina), dejando ver llamativas columnas verticales de basalto e incluso una sugerente “margarita de piedra”; todas estas formas son resultados caprichosos del enfriamiento de la masa de lava. Tras la breve parada, seguimos el camino empedrado que a partir de ahí bordea el campo de golf paralelo a la costa; son aproximadamente mil doscientos metros hasta llegar a la playa de la Arena de una obra ejecutada con buen gusto y sensibilidad ante el territorio en el que se inserta, cualidades que no son tan frecuentes como debieran. Mirando hacia el interior, el paisaje queda enmarcado por el imponente macizo de Teno, los acantilados que marcaban el borde marino antes de que diversas erupciones volcánicas formaran esta plataforma que llamamos Isla Baja, y en primer plano el cuidado y agradable césped en el que, pese a la hora temprana, ya hay algunos jugadores. A la derecha tenemos la costa, muy recortada y fracturada, con numerosos charcos de poco fondo que en el pasado fueron pequeñas salinas naturales (las más usadas fueron las que se localizan en torno a la Punta de la Tablada, hacia la mitad de este tramo).


En el extremo del sendero de borde del Golf se localiza la edificación que alberga la piscina y el gimnasio municipal y casi al lado, justo al borde de la costa, el restaurante El Burgado, construcción de muros de piedra con una amplia terraza frente al mar cubierta por unos llamativos toldos; allí almorcé hace ya unos cuantos años. Estamos ya en la Playa de la Arena que recorremos en toda su longitud (algo más de 300 metros) por el sendero peatonal (por encima hay una calzada con aparcamiento en batería). La arena de su nombre no está, ya sea porque hay marea alta o porque, como he leído en un folleto, pasado el verano es retirada por el propio océano, sino que se trata de una extensa plataforma rocosa de lava procedente del volcán de El Palmar. Al acabar la playa el sendero asciende unos metros para continuar por la cota de coronación del acantilado costero siempre en dirección Oeste. El primer tramo –más o menos medio kilómetros– bordea la mal llamada (porque no es tal sino un perfil rocoso) Playa de las Mujeres para rematar en una extraña plaza con una edificación en ruinas en la Punta de El Frailete, mirador natural hacia la costa. El siguiente medio kilómetro se distingue porque, a la izquierda, las fincas agrarias con las que linda están cubiertas por plásticos y a la derecha hay varios accesos a un tramo algo más ancha y con varios charcos. Salimos a un fondo de saco asfaltado en el que aparcan los coches quienes van a la Playa de El Fraile, cuyo límite oriental lo define la Punta del mismo nombre que no es otra cosa que la irrupción en el mar de la enorme masa del macizo: hemos llegado al final de la plataforma de la Isla Baja.

Cuando unos días antes estudiaba la ruta a seguir, en un alarde de optimismo preví recorrer la playa hasta la desembocadura del barranco del Fraile y luego subir por su cauce hasta llegar a la carretera a la Punta de Teno (150 metros de desnivel). Pero al ver lo abrupto de esas pendientes nos dimos cuenta de que intentarlo sería una aventura peligrosa y decidimos subir por una de las muchas pistas agrícolas que aparentemente desembocaban en la misma carretera aunque fuera unos centenares de metros más atrás de lo previsto. Esta parte del municipio se llama El Rincón, topónimo que probablemente aludirá a que es una especie de fondo de saco, donde el terreno más o menos llano (para las referencias tinerfeñas) choca con la mole del macizo. De hecho, hasta la construcción en los años setenta de la carretera TF-445 (construcción que tuvo que ser un alarde arriesgadísimo de ingeniería) no había comunicación por tierra entre Buenavista y la Punta de Teno; a este extremo de la Isla había que llegar desde Teno Alto por el sendero que recorreremos la próxima etapa, uno delas vías tradicionales que ya aparece recogida como camino de herradura en mapas de finales del XIX. Gracias a los medios actuales podemos ver en relieve con una más que aceptable calidad esta parte de la Isla: jugando un rato con el GoogleEarth, acercándonos y moviéndonos sobre el terreno como si lo sobrevoláramos, se entiende perfectamente la brutal discontinuidad entre las dos “islas bajas”, la de Buenavista y la de la Punta de Teno. Bueno, el caso es que caminamos por una de esas pistas (según la cartografía la llamada Lugar Finca Rincón Florinsa), comprobando que cada camino que salía hacia la derecha y que podría llevarnos a la carretera estaba cerrado por una puerta. Así llegamos hasta el final del asfalto que chocaba de nuevo contra los muros de propiedades privadas. Habíamos recorrido desde la playa setecientos metros para llegar a los ochenta metros sobre el nivel del mar; la carretera quedaba a unos ciento treinta metros de donde estábamos y a unos treinta de desnivel. No era cuestión de desandar lo ya hecho, así que traspasamos una puerta cerrada con alambre para seguir primero una acequia y luego trepar por un barranquillo hasta alcanzar los parapetos quitamiedos de la carretera. Allí recuperamos el resuello mirando el paisaje agrario que habíamos dejado abajo: todas las gamas de verdes y el azul del mar.

Hemos salido a la altura del kilómetro 3 de la TF-445; en este tramo la carretera va subiendo ligeramente por la ladera orientada hacia el noreste. Cruzamos el barranco del Fraile o de Ajoque y mirando hacia abajo nos damos cuenta de que subir por él (lo que yo había imaginado posible) es una aventura nada recomendable a nuestra edad. Pasada esa curva, la pista se empina un poco para alcanzar su cota más alta en la curva junto a la que se dispone el mirador de la Monja. Este punto se sitúa sobre la gigantesca estribación rocosa que, a modo de pata de un saurio prehistórico, forma la pared que cierra la Isla Baja en su extremo occidental. Desde allí miramos hacia las dos vertientes del macizo mientras descansamos unos momentos. Un poco antes de este mirador –en torno al kilómetro 4– se derrumbó hace algo más de dos años un tramo de ocho metros de esta carretera dejando incomunicadas a unas ciento cincuenta personas (que se rescataron el mismo día y los vehículos unos días más tarde). Este incidente impulsó un debate viejo sobre la capacidad de carga del enclave de la Punta de Teno (que está en el interior de un Espacio Natural Protegido); acabadas las obras de la carretera, se encargó un trabajo al respecto y sus resultados –que a mi juicio no respondían a una metodología muy rigurosa– sirvieron para confirmar la decisión que en realidad ya había sido adoptada: limitar el acceso en vehículo privado a esta zona. De este modo, desde hace ya unos seis meses, la carretera se cierra a partir de las diez y para acceder a la zona hay que usar una guagua que pasa cada hora. A mí me gusta la medida y mientras caminamos me alegro de que no pasen coches (alguno pasó porque hay determinadas personas que tienen derecho a circular, pero desde luego no el público en general).

Pasado el mirador de la Monja viene la parte de más abrupta orografía del macizo: los acantilados casi verticales entre la Punta del Fraile y la Puntilla del Cordón, con el cabo intermedio de Tierra Mala (revelador topónimo). La mayor parte de ese tramo tuvo que atravesarse mediante un túnel en roca viva de seiscientos metros de longitud, que durante muchos años fue el más largo de la Isla (en años recientes, con máquinas que no había entonces, se han perforado dos túneles de más longitud: el del Guincho en Garachico y el del cierre del anillo insular entre el Amparo y la Vega, barrios del municipio de Icod). Caminar por dentro de un túnel tan largo, sin iluminación, se hace un tanto agobiante; la única luz que ves es la boca final, pero demasiado lejos, tanto que parece que no vas a llegar nunca y te pones un poco nervioso temiendo que no te de tiempo de salir antes de que aparezca la guagua y aceleras el paso … Pero bueno, nada malo sucedió y alcanzamos la salida sanos y salvos; a los pocos metros la carretera inició su trazado descendente hacia Teno Bajo, abriéndosenos a la vista un paisaje radicalmente distinto: una plataforma casi desértica de malpaís que se entrega al mar en recortados y bajos acantilados costeros; al fondo La Gomera, tintada por el fantasmagórico velo azulado de la distancia. Esta planicie impresiona además (o sobre todo) por estar casi libre de huella humana, salvo los invernaderos que subsisten de la antigua explotación agraria (muy venida a menos) y la hilera de seis aerogeneradores, que contrastan casi dolorosamente con la virginidad del lugar. Justo antes de llegar a ese enclave, donde la carretera cruza el barranquillo de Las Casas, aún están en pie las ruinas de la ermita que, dedicada a San Fernando y San Cayetano, construyó en 1677 el sargento mayor Gaspar de Rojas y Alzola para que sus trabajadores pudieran oír misa sin tener que desplazarse hasta Buenavista “por ser la distancia larga y mal camino”. Este Don Gaspar fue el fundador del mayorazgo que comprendía todas estas tierras y que pasaría luego a los marqueses de Celada, una de las casas nobiliarias más ilustres de Tenerife y la mayor propietaria en los municipios de este extremo Norte de la Isla. Pasado este enclave de edificios e invernaderos (sobre el que se están planteando distintas alternativas de uso en la revisión del planeamiento del Espacio Natural), al iniciarse la recta final de la carretera, salimos de ésta cogiendo a la derecha un apenas insinuado sendero en dirección a la costa.


Caminar por este paisaje a uno le embarga un sentimiento de respeto muy parecido al religioso. El terreno arenoso, parduzco claro, sobre el que diseminan piedras negras, basálticas, depósitos de conchas trituradas, matorrales en distintos estados de verdor (cardones y tabaibas, y de éstas la Euphorbia aphylla un endemismo de Teno Bajo. La costa sigue siendo un acantilado rocoso, que pese a su escasa altura (unos tres metros) dificulta el acceso al mar. Apenas hay charcos practicables para el baño en este tramo que, en cambio, es frecuentado por muchos pescadores. Asomándonos al borde y volviendo unos metros más adentro vamos recorriendo el litoral hasta llegar al único sendero propiamente dicho, un corto tramo de unos doscientos cincuenta metros que parte desde el final de la TF 445. Justo al final, antes de subir a la carretera, se abre una pequeña cala de arena negra al abrigo de la península que forma la Punta de Teno. No hay nadie y, en cambio, al otro lado de la Punta, en el pequeño embarcadero y en la playita adyacente, hay unos cuantos bañistas disfrutando del agua en un día soleado a pesar de ser ya finales de octubre. Este lado sur de la península ofrece la espectacular vista de los acantilados de Los Gigantes, vistos desde el lado contrario a la urbanización turística. Cuando iniciamos el camino hacia el faro –está a trescientos metros escasos– vemos que llega la guaga; dejarla pasar supondría esperar una hora y no nos merece la pena. De modo que la siguiente etapa la empezaremos acercándonos hasta la punta (uno de los tres vértices del triángulo al que se suele simplificar el mapa tinerfeño) para luego afrontar la subida al macizo. Hoy hemos recorrido 13,4 kilómetros, con un desnivel acumulado de 650 metros; parece mucho pero en general la ruta ha sido de poca pendiente para lo que es habitual en esta Isla.