Me entero del número de Dunbar a través del sensacional blog que, desde la cara oculta de la luna, mantiene el lexicógrafo extraterrestre Tanis Lem. No cesa de maravillarme la elasticidad del infinito cada vez que me percato de cuán multidimensional es mi ignorancia. Solo estas continuadas y cotidianas corroboraciones bastarían para ansiar la inmortalidad y, al menos en mi caso, suprimen de cuajo el más levísimo atisbo de tentación suicida: ¿cómo desear morir cuando la curiosidad aguijonea? Robin Dunbar, antropólogo británico nacido en 1947, a través de sus investigaciones con primates, indagó sobre la relación entre el tamaño del córtex cerebral y las relaciones estables que un individuo puede mantener. Según sus propias palabras (tomadas del blog de Anfrix, interesantísimo por cierto) “existe un limite cognitivo al número de individuos con los cuales una persona puede mantener relaciones estables, así también éste limite es una función directa relativa al tamaño de la neocorteza, y esto en efecto limita el tamaño del mismo grupo [a formarse]”. Pues bien, en el caso de nuestra especie ese límite se sitúa en torno a las 150 personas. Cito a Tanis Lem: “150 es el número promedio de habitantes de un poblado agrario neolítico, pero también entre 150 y 200 el número de académicos en una subdisciplina científica; y 150 los soldados de una unidad promedio de las legiones romanas, y en fin, ese número era en el que se redistribuían unidades guerreras mayores. 150 es un número mantra en la moderna antropología, expresa la máxima capacidad de supervivencia y afectiva de un grupo humano. 150 entradas es el número de entradas de cualquier agenda privada de teléfonos...”
Por supuesto, puede haber –de hecho hay- grupos humanos mayores de 150 individuos; lo que Dunbar teorizó es que a partir de esa cifra la continuidad de un grupo requiere de reglas que lo doten de estructura y organización, así como de sistemas de autoridad piramidal, factores todos ellos que no son necesarios por debajo de ese número. Entiendo que las relaciones que se establecen entre los grupos de hasta 150 miembros funcionan de forma espontánea; cada uno de nosotros es capaz de gestionar nuestros “flujos” de afectividad y comunicación hasta ese límite porque nuestra corteza cerebral está preparada para hacerlo. Imagino también que ese límite (admitiendo que puede variar ligeramente entre personas), al ser cuantitativo, permite sustituir unas personas por otras. De hecho, compruebo que es lo que me ha ido sucediendo a lo largo de mi vida, aunque hasta ahora no se me había ocurrido relacionarlo con límites de ningún tipo. Ciertamente, desde que soy “adulto”, el número de personas con las que mantengo relaciones suficientemente estables y no sujetas a “protocolos sociales” ha debido mantenerse aproximadamente constante, aunque los individuos concretos hayan ido cambiando.
¿Qué pasa con las personas que en el pasado han formado parte de ese grupo personal de relaciones estables? Pues, aplicando el número de Dunbar, que han tenido que salir de él para dejar hueco a los nuevos (por supuesto, no quiero decir que se rompan relaciones con alguien para iniciar unas nuevas, pero visto a posteriori ...). De alguna manera, esta teoría tiene un cierto efecto consolador frente a la nostalgia de los amigos antiguos a quienes ya no tratamos y echamos en falta. Intentar integrarlos en nuestro actual grupo supondría (si estamos en el umbral de los 150) tener que abandonar el trato con algún otro. Quizá esto explique por qué, tan a menudo, esos reencuentros de viejas amistades, pasadas las emotividades iniciales, no suelen tener continuidad. Ello no impide, se me ocurre, que el córtex sea capaz de “almacenar” un número mayor de ex-relaciones estables y reservar para cada uno de ellos sentimientos cariñosos (o no) de etéreas melancolías. Pero esa afectividad blanda y, si se me permite, “virtual” poco debe tener que ver con la afectividad “activa” que se pone en ejercicio en el trato real que mantiene la permanencia de las relaciones estables con los miembros actuales de nuestro grupo.
De otra parte, me pregunto si el número de Dunbar opera como límite absoluto o cabe desagregarlo en el caso de mantener, como nos ocurre a casi todos, relaciones estables en grupos disjuntos (o cuasi-disjuntos). Intuyo que el cambiar de entorno puede facilitar al cerebro un margen de elasticidad (mayor cuanto menos tengan que ver entre sí los grupos en los que uno se relaciona) de modo que, a lo mejor, la suma de las personas de cada uno de los grupos supere en algo el límite de 150. Aunque así fuera, pienso que tampoco el incremento sería muy significativo.
Leo también que el número opera, como no podía ser de otro modo, sobre las relaciones virtuales. La cuestión no es tanto que el individuo con el cual establecemos una relación sea del mundo “real” o “virtual” sino el grado de “estabilidad” de la relación. Y, como más de uno puede dar fe, en internet se desarrollan algunas relaciones que, en términos de tiempo y potencias mentales dedicadas, son perfectamente comparables en cuanto a su estabilidad a las que mantenemos en la llamada “vida real”. Así que es congruente suponer que a medida que uno va estableciendo relaciones “virtuales” (siempre que esté en torno al número de Dunbar, repito) habrá de ir “abandonando” las otras. Me imagino que procesos de estos se darán constantemente y serán objeto de debate y análisis entre sociólogos y psicólogos.
En fin, que un asunto curioso este del número de Dunbar. Cabe relacionarlo con el otro número, el de Bacon, derivado de la teoría de los seis grados de separación (escribí ya un post algo relacionado con estos temas hace unos meses) Al final, no son sino dos factores (¿constantes?) para desarrollar la teoría de redes, de tan fructíferas consecuencias en los análisis sobre las organizaciones sociales. Por supuesto, entre la especie a la que pertenece Tanis Lem, dado que sólo son 149, no hacen falta todas estas complicaciones numéricas ni desempolvar los viejos apuntes de combinatoria.
Por cierto, compruebo la agenda del móvil y tengo 202 contactos. No me equivocaría mucho estimando que con una cuarta parte de ellos no mantengo trato en la actualidad; así que, en mi caso, el número de Dunbar parece ser correcto.
Por supuesto, puede haber –de hecho hay- grupos humanos mayores de 150 individuos; lo que Dunbar teorizó es que a partir de esa cifra la continuidad de un grupo requiere de reglas que lo doten de estructura y organización, así como de sistemas de autoridad piramidal, factores todos ellos que no son necesarios por debajo de ese número. Entiendo que las relaciones que se establecen entre los grupos de hasta 150 miembros funcionan de forma espontánea; cada uno de nosotros es capaz de gestionar nuestros “flujos” de afectividad y comunicación hasta ese límite porque nuestra corteza cerebral está preparada para hacerlo. Imagino también que ese límite (admitiendo que puede variar ligeramente entre personas), al ser cuantitativo, permite sustituir unas personas por otras. De hecho, compruebo que es lo que me ha ido sucediendo a lo largo de mi vida, aunque hasta ahora no se me había ocurrido relacionarlo con límites de ningún tipo. Ciertamente, desde que soy “adulto”, el número de personas con las que mantengo relaciones suficientemente estables y no sujetas a “protocolos sociales” ha debido mantenerse aproximadamente constante, aunque los individuos concretos hayan ido cambiando.
¿Qué pasa con las personas que en el pasado han formado parte de ese grupo personal de relaciones estables? Pues, aplicando el número de Dunbar, que han tenido que salir de él para dejar hueco a los nuevos (por supuesto, no quiero decir que se rompan relaciones con alguien para iniciar unas nuevas, pero visto a posteriori ...). De alguna manera, esta teoría tiene un cierto efecto consolador frente a la nostalgia de los amigos antiguos a quienes ya no tratamos y echamos en falta. Intentar integrarlos en nuestro actual grupo supondría (si estamos en el umbral de los 150) tener que abandonar el trato con algún otro. Quizá esto explique por qué, tan a menudo, esos reencuentros de viejas amistades, pasadas las emotividades iniciales, no suelen tener continuidad. Ello no impide, se me ocurre, que el córtex sea capaz de “almacenar” un número mayor de ex-relaciones estables y reservar para cada uno de ellos sentimientos cariñosos (o no) de etéreas melancolías. Pero esa afectividad blanda y, si se me permite, “virtual” poco debe tener que ver con la afectividad “activa” que se pone en ejercicio en el trato real que mantiene la permanencia de las relaciones estables con los miembros actuales de nuestro grupo.
De otra parte, me pregunto si el número de Dunbar opera como límite absoluto o cabe desagregarlo en el caso de mantener, como nos ocurre a casi todos, relaciones estables en grupos disjuntos (o cuasi-disjuntos). Intuyo que el cambiar de entorno puede facilitar al cerebro un margen de elasticidad (mayor cuanto menos tengan que ver entre sí los grupos en los que uno se relaciona) de modo que, a lo mejor, la suma de las personas de cada uno de los grupos supere en algo el límite de 150. Aunque así fuera, pienso que tampoco el incremento sería muy significativo.
Leo también que el número opera, como no podía ser de otro modo, sobre las relaciones virtuales. La cuestión no es tanto que el individuo con el cual establecemos una relación sea del mundo “real” o “virtual” sino el grado de “estabilidad” de la relación. Y, como más de uno puede dar fe, en internet se desarrollan algunas relaciones que, en términos de tiempo y potencias mentales dedicadas, son perfectamente comparables en cuanto a su estabilidad a las que mantenemos en la llamada “vida real”. Así que es congruente suponer que a medida que uno va estableciendo relaciones “virtuales” (siempre que esté en torno al número de Dunbar, repito) habrá de ir “abandonando” las otras. Me imagino que procesos de estos se darán constantemente y serán objeto de debate y análisis entre sociólogos y psicólogos.
En fin, que un asunto curioso este del número de Dunbar. Cabe relacionarlo con el otro número, el de Bacon, derivado de la teoría de los seis grados de separación (escribí ya un post algo relacionado con estos temas hace unos meses) Al final, no son sino dos factores (¿constantes?) para desarrollar la teoría de redes, de tan fructíferas consecuencias en los análisis sobre las organizaciones sociales. Por supuesto, entre la especie a la que pertenece Tanis Lem, dado que sólo son 149, no hacen falta todas estas complicaciones numéricas ni desempolvar los viejos apuntes de combinatoria.
Por cierto, compruebo la agenda del móvil y tengo 202 contactos. No me equivocaría mucho estimando que con una cuarta parte de ellos no mantengo trato en la actualidad; así que, en mi caso, el número de Dunbar parece ser correcto.
CATEGORÍA: Política y Sociedad
Entre las 150 personas de cada uno y los seis grados de separación dudo mucho que se quede alguien a salvo.
ResponderEliminarQué poco solos estamos!!
Un beso.
Miroslav, leo con interés tu post y me quedo pensando en los umbrales del número 150. He de meditar cuanto dices, es posible que unos salgan para dejar paso a otros, hay quien queda en la recámara de las melancolías, quizás en espera de encontrar un sitio otra vez. Muy interesante, de verdad.
ResponderEliminarUn abrazo.Mery
Debo de tener una neocorteza muy pequeñita, porque 150 se me antoja un número elevadísimo. Tengo 168 contactos en mi agenda del móvil. Restando los "inservibles" (hacienda, seguridad social, más administraciones públicas, ginecólogos, clientes, compañeros de antiguos trabajos, amistades "perdidas", pintores, restaurantes...), me quedan... 53 (y se me han colado algunos números de personas repetidas, que si el de casa, el del móvil, el del trabajo, de la misma persona). Dejémoslo en 50. Y tengamos en cuenta que al menos tres son números de personas a las que sólo conozco por internet (tengo más, pero también perdí el contacto hace tiempo), lo cual quiere decir que, en la medida de lo posible, estoy mezclando ambos "mundos".
ResponderEliminarDefinitivamente, 150 es demasiado para mí. Pero en mi reducida medida, es cierto que "echo" gente y llega otra. Y me entra nostalgia de esos que han desaparecido. Pero me da más pereza aún retomar viejas amistades. Es como si sintiera que ya no encajan en mi vida... es una sensación muy rara.
Besazos.
Vale Miro, entre los post para los que necesito calculadora y éste que me lleva a pensar que tengo un problema serio con mi neocorteza..al suicidio no me incitarás, pero me voy a tener que buscar ya mismito un psicólogo argentino que me arregle cuerpo y mente.
ResponderEliminarBesitos
Es cierto que vamos cambiando de gente según vamos viviendo, quedan varios amig@s de los de toda la vida, esas amistades que son la que aunque pasan años sin verte comienzas la conversación donde la dejaste. Luego van pasando gente por tu vida quedandose más o menos tiempo y nos metemos en las rutinas o en las anrquias diarias y vamos perdiendo el contacto con gente que aunque nos gustaría mantenerlo las vidas se van separando. Me temo que debo tener contactos con alguno más de 150, perdí el móvil hace un año con toda la agenda y sigo echando de menos algún contacto que no he recuperado pero aún así llegan a 254, si también tengo el teléfono de los enemigos... pero al fin y al cabo contactos son.
ResponderEliminarEs curioso que los comentaristas se hayan quedado sobre todo con la agenda de teléfonos, que es poco representativa por los nºs de servicios, etc.
ResponderEliminarPor otra parte, el nº de D. no es un valor inamovible, sino un promedio que resulta sintomático y que Dunbar relacionó, sin demostrarlo totalmente, con la extensión del neocortex.
Yo vivo en un pueblo de 480 habitantes (y en la cara oculta de la Luna), donde, por tanto, es posible conocer a todos los vecinos, pero sólo me relaciono (tomo cañas, pregunto por la salud de su madre, nos hacemos pequeños favores mutuos) con, calculo, unos 50. Pero salgo bastante de mi aldea neolítica y viajo por motivos de curre y de gusto; pongamos otros 70, y dejo 30 por los olvidos.
Gracias por las citas, Miroslaw, y en fecto, Anfrix es un blog cojonudo hecho por un joven científico con el propósito incial de adquirir soltura con el castellano escrito ¿qué te parece?
Tanis
No tan curioso, Lansky. La culpa es mía por el título que he dado al post pecando (venialmente) de manipulación.
ResponderEliminarEn tu aldea neolítica, ¿funcionais en régimen de concejo abierto? Saludos
¿En concejo abierto? Ojalá, pero la legislación española no autoriza ese tipo de democracia directa, creo. Y además estoy bastante ocupado/agobiado negándome a ser juez de paz, como proponen algunos cabronazos.
ResponderEliminarEn mi caso, la agenda de mi móvil es muy representativa; quien no está ahí es que no está (tengo que hacerme con el teléfono de unos 10, por redondear, para que sí existan). Claro que conozco más gente, pero es de forma circunstancial, no me aportan casi nada a mi vida, y si no les vuelvo a ver me la trae al pairo.
ResponderEliminarTema aparte son la gente de internet; de esos no tengo los teléfonos (salvo unos poquititos), pero en cambio tengo o bien su email o bien su blog, lo cual significa que son tan accesibles como cualquiera que esté en la agenda de mi móvil.
Imagínate la agenda de un comercial... menuda criba.
Besotes.
pues me has hecho sumar los mios, y tengo 74 entradas no asi telefonos pues muchos de mis contactos tienen muchos ...
ResponderEliminaryo de vez en cuando hago limpieza de contactos..
74 son los que estan en uso..
saludos
El Concejo abierto sí existe en la legislación española, pero para municipios con menos de... tachín... cien habitantes. Parece que los legisladores no conocían el número de Dunbar, o no quisieron apurarlo. Sobre todo si se tiene en cuenta que en los cien habitantes se incluyen menores, que no forman parte de la asamblea vecinal. Claro que una cosa es el número de relaciones humanas que puede manejar eficazmente un neocórtex medio y otra muy distinta el número de vecinos vociferantes que puede meter en vereda un Alcalde sin que la cosa degenere en caos.
ResponderEliminaryo me tuve que comprar otro móvil hace tiempo porque en el antiguo solo me cabían 200. Ahora tengo dos moviles en uno caben 500 y el otro no creo que tenga capacidad.
ResponderEliminarson moviles para diferentes tipos de contactos. Por lo tanto son diferentes grupos de personas. Uno es para amistades, conocidos y otro para gente relacionada con mis trabajos.
Claro que dices "relaciones estables" y esto es lo que no sé muy bien que significa, porque a qué se le considera una relación estable?
Si es estable en el tiempo. ¿cuánto tiempo es necesario que pase para que no se considere estable? o se trata de relaciones en las que se tiene una continuidad relativa? .
Demasiados límites, prefiero que todo sea ilímitado.
150 relaciones estables? Pordió, yo no llego ni a diez y eso a duras penas, tratando de encontrar huecos en mi apretada agenda (y no del móvil) para poder mantenerlas, cuidarlas y estabilizarlas como merecen.
ResponderEliminarCreo que Dunbar encuadrando en su momento social pudiera estar acertado: ahora mismo, tendiendo al individualismo y a la soledad, 150 relaciones estables me parece una cifra completamente irrealista.
pues yo me estoy sintiendo realmente muy mal, he contado los contactos de mi movil y suman 12, y entre ellos se encuentran mi ginecologo y mi medico clinico que los veo una vez al anio (gracias a Dios) y mi peluquera que la vere cada mes o dos meses no mas ...
ResponderEliminareso que significa? que soy una persona poco sociable o que?
besos,
A mí me gusta más el de bacon. Es muy sabroso, sobre todo con huevo frito y cebolla. Aunque el número de bacon semanal más vale que no sea elevado, porque tiene mucha grasa. El de dumbar no sé.
ResponderEliminarUn beso y cuida tu dieta.
Me paso el día dando la regla de M antes de P y B y ahora me aparece este Dunbar con N... En fin con el numero...!
ResponderEliminarBesos y cuida tus contactos.
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