Jean de Mandeville fue un fabulador del siglo XIV que escribió uno de los más grandes best-sellers de la Baja Edad Media, El Libro de las Maravillas del Mundo (1356). Apenas casi nada se sabe (ni siquiera su verdadero nombre) de este recopilador de ficciones engarzadas a lo largo de un viaje imaginario desde el occidente europeo hasta el oriente, cuanto más oriental más inverosímil. En el capítulo X del Libro Segundo nos habla de una de las múltiples islas que hay por la India (la precisión deja mucho que desear), en la cual "unos hombres y mugeres que se tienen en uno pegados y no tienen más de una teta y tienen miembros de hombre y de muger cada uno d´ellos y usan de aquél que quieren; y el que para como muger, aquél se empreña y pare hijos".
Los seres que describe Mandeville son hermafroditas, cada uno con ambos sexos a su disposición y capaz de desempeñarse como hombre o como mujer según le viniera en gana. Aunque el falso viajero no da muchos datos, parece que no se autofecundaban, de lo que hemos de concluir que los habitantes de esa ignota isla disfrutaban de la gama completa de la sexualidad, pudiendo ejercer, según sus apetencias, cualquiera de los roles y pudiendo, por tanto, experimentar todas las variedades del placer erótico. Intuyo que entre esos seres, conocedores de los orgasmos masculinos y femeninos, el papel varonil no sería el preferido (aunque, claro está, por equidad elemental habría que ir alternando las posiciones).
La de Mandeville no es, ni mucho menos, la referencia más antigua a los hermafroditas. El mito clásico lo cuenta Ovidio en sus Metamorfosis. Un bello joven de nombre Hermafrodito (por ser hijo de Mercurio y de Venus) se mete en un lago para refrescarse; la náyade Salmacis, al sentirlo, se enamora perdidamente y desnuda se le abraza. El chico se resiste a la lujuria de su violadora y ésta suplica a los Dioses que nada pueda separarlos. Deseo concedido: los dioses hacen que ambos cuerpos se fusionen en un solo ser con doble sexo. Siguiendo una tradición de la mitología clásica que consiste en que cuando te han jodido, en vez de intentar enmendar el daño, sumas un nuevo perjuicio, Hermafrodito pidió y obtuvo de sus divinos padres que las aguas de ese lago produjeran los mismos efectos que él había sufrido en todo varón que a partir de entonces en ellas se bañara.
El hermafrodita no es exactamente lo mismo que el andrógino, aunque hoy las diferencias pueden parecernos matices irrelevantes. Sin embargo, sus respectivos orígenes míticos nos muestran génesis opuestas. El hermafrodita, como hemos visto, es el resultado de un castigo (o, al menos, de una acción) de los dioses; el andrógino es el ser original, presente en su completitud en varios mitos de la Creación; los hombres y las mujeres seríamos las partes rotas de esos seres primordiales, y las uniones sexuales intentos imposibles de recuperar esa unicidad perdida.
En "La Prueba del Laberinto", libro de 1979 que recoge una extensa conversación con Claude-Henri Rocquet, el gran Mircea Eliade relata que con dos años y medio se topó con un enorme y espléndido lagarto azul; se quedó estupefacto ante la "belleza andrógina" del dragón hembra. A partir de ese recuerdo remoto nos dice Eliade: "andrógino y hermafrodita no son una misma cosa. En el hermafrodita coexisten los dos sexos. Ahí están las estatuas de hombres con senos... El andrógino, por su parte, representa el ideal de la perfección: la fusión de los, dos sexos. Es otra especie humana, una especie distinta... Y creo que esto es importante. Ciertamente, los dos, el hermafrodita y el andrógino existen en la cultura no sólo europea sino universal. Por mi parte, me siento atraído por el tipo del andrógino en el que veo una perfección difícilmente realizable o quizá inasequible en los dos sexos por separado". Entonces le pregunta Rocquet, aludiendo a la Grecia clásica, si el hermafrodita se situaría del lado de lo monstruoso y el andrógino del lado de la divino. Eliade no está de acuerdo, no cree que el hermafrodita represente una forma monstruosa, sino un esfuerzo desesperado por alcanzar la totalidad, la unidad, la fusión.
Es en El Banquete de Platón donde aparece por primera vez narrado el mito del andrógino. Como es sabido, en esa obra, Platón recrea una reunión en la cual cada asistente dedica un discurso al amor. Antes de Sócrates (que siempre cerraba los debates), interviene Aristófanes que cuenta que, en los principios de los tiempos, la Tierra estaba habitada por seres esféricos dobles divididos en tres tipos: los que tenían dos sexos masculinos (descendientes del sol), los que tenían dos femeninos (descendientes de la tierra) y los que tenían uno de cada (descendientes de la luna). La cosa es que esta especie, extremadamente poderosa, quiso atacar a los dioses y Zeus, para debilitarlos, decidió cortarlos en dos. Desde entonces, quienes provienen de la última raza buscan siempre a miembros del sexo opuesto para complementarse; en cambio, los de las otras dos razas serían los gays y lesbianas.
El mito del andrógino juega un papel importante en muchas antropologías de lo sagrado. Por más que la versión "occidental" nos haya llegado desde Grecia, estoy convencido de que se repite en culturas diversas y anteriores (entre ellas, las provenientes de la India que se manifestarán en torno a Shiva y Kali; pero de eso ya hablaré en otro momento). Por lo que yo sé, el gran teorizador fue el citado Mircea Eliade que ya lo toca en sus ensayos sobre historia de las religiones y que cuenta con un libro dedicado específicamente al asunto: Mefistófeles y el andrógino. Pero, contemporáneamente aunque desde visiones más crípticas, este mito se convierte en uno de los arcanos (¡hay tantos!) de los misteriosos teósofos y así aparece desarrollado en algunos libros de Helena Blavatsky. También, según descubro, adquiriría alguna relevancia en la teoría freudiana, aunque no he logrado verificar este dato en obras concretas del viejo Sigmund. Por último, y en fechas más modernas, este mito es humus (uno entre muchos) del que se nutre el postestructuralismo y, pasando por Foucault y su inacabada Historia de la Sexualidad, llega a sentar las bases de la Teoría Queer.
En todos estos temas ando yo revolviendo y quizá me atreva a ahondar en algún otro post. Pero entretanto escribo sobre historias más sencillitas y me divierto encontrando en la Red un video (lástima que esté en francés con subtítulos en inglés) que muy didácticamente nos cuenta lo que contó Aristófanes allá en la Atenas socrática.
Los seres que describe Mandeville son hermafroditas, cada uno con ambos sexos a su disposición y capaz de desempeñarse como hombre o como mujer según le viniera en gana. Aunque el falso viajero no da muchos datos, parece que no se autofecundaban, de lo que hemos de concluir que los habitantes de esa ignota isla disfrutaban de la gama completa de la sexualidad, pudiendo ejercer, según sus apetencias, cualquiera de los roles y pudiendo, por tanto, experimentar todas las variedades del placer erótico. Intuyo que entre esos seres, conocedores de los orgasmos masculinos y femeninos, el papel varonil no sería el preferido (aunque, claro está, por equidad elemental habría que ir alternando las posiciones).
La de Mandeville no es, ni mucho menos, la referencia más antigua a los hermafroditas. El mito clásico lo cuenta Ovidio en sus Metamorfosis. Un bello joven de nombre Hermafrodito (por ser hijo de Mercurio y de Venus) se mete en un lago para refrescarse; la náyade Salmacis, al sentirlo, se enamora perdidamente y desnuda se le abraza. El chico se resiste a la lujuria de su violadora y ésta suplica a los Dioses que nada pueda separarlos. Deseo concedido: los dioses hacen que ambos cuerpos se fusionen en un solo ser con doble sexo. Siguiendo una tradición de la mitología clásica que consiste en que cuando te han jodido, en vez de intentar enmendar el daño, sumas un nuevo perjuicio, Hermafrodito pidió y obtuvo de sus divinos padres que las aguas de ese lago produjeran los mismos efectos que él había sufrido en todo varón que a partir de entonces en ellas se bañara.
El hermafrodita no es exactamente lo mismo que el andrógino, aunque hoy las diferencias pueden parecernos matices irrelevantes. Sin embargo, sus respectivos orígenes míticos nos muestran génesis opuestas. El hermafrodita, como hemos visto, es el resultado de un castigo (o, al menos, de una acción) de los dioses; el andrógino es el ser original, presente en su completitud en varios mitos de la Creación; los hombres y las mujeres seríamos las partes rotas de esos seres primordiales, y las uniones sexuales intentos imposibles de recuperar esa unicidad perdida.
En "La Prueba del Laberinto", libro de 1979 que recoge una extensa conversación con Claude-Henri Rocquet, el gran Mircea Eliade relata que con dos años y medio se topó con un enorme y espléndido lagarto azul; se quedó estupefacto ante la "belleza andrógina" del dragón hembra. A partir de ese recuerdo remoto nos dice Eliade: "andrógino y hermafrodita no son una misma cosa. En el hermafrodita coexisten los dos sexos. Ahí están las estatuas de hombres con senos... El andrógino, por su parte, representa el ideal de la perfección: la fusión de los, dos sexos. Es otra especie humana, una especie distinta... Y creo que esto es importante. Ciertamente, los dos, el hermafrodita y el andrógino existen en la cultura no sólo europea sino universal. Por mi parte, me siento atraído por el tipo del andrógino en el que veo una perfección difícilmente realizable o quizá inasequible en los dos sexos por separado". Entonces le pregunta Rocquet, aludiendo a la Grecia clásica, si el hermafrodita se situaría del lado de lo monstruoso y el andrógino del lado de la divino. Eliade no está de acuerdo, no cree que el hermafrodita represente una forma monstruosa, sino un esfuerzo desesperado por alcanzar la totalidad, la unidad, la fusión.
Es en El Banquete de Platón donde aparece por primera vez narrado el mito del andrógino. Como es sabido, en esa obra, Platón recrea una reunión en la cual cada asistente dedica un discurso al amor. Antes de Sócrates (que siempre cerraba los debates), interviene Aristófanes que cuenta que, en los principios de los tiempos, la Tierra estaba habitada por seres esféricos dobles divididos en tres tipos: los que tenían dos sexos masculinos (descendientes del sol), los que tenían dos femeninos (descendientes de la tierra) y los que tenían uno de cada (descendientes de la luna). La cosa es que esta especie, extremadamente poderosa, quiso atacar a los dioses y Zeus, para debilitarlos, decidió cortarlos en dos. Desde entonces, quienes provienen de la última raza buscan siempre a miembros del sexo opuesto para complementarse; en cambio, los de las otras dos razas serían los gays y lesbianas.
El mito del andrógino juega un papel importante en muchas antropologías de lo sagrado. Por más que la versión "occidental" nos haya llegado desde Grecia, estoy convencido de que se repite en culturas diversas y anteriores (entre ellas, las provenientes de la India que se manifestarán en torno a Shiva y Kali; pero de eso ya hablaré en otro momento). Por lo que yo sé, el gran teorizador fue el citado Mircea Eliade que ya lo toca en sus ensayos sobre historia de las religiones y que cuenta con un libro dedicado específicamente al asunto: Mefistófeles y el andrógino. Pero, contemporáneamente aunque desde visiones más crípticas, este mito se convierte en uno de los arcanos (¡hay tantos!) de los misteriosos teósofos y así aparece desarrollado en algunos libros de Helena Blavatsky. También, según descubro, adquiriría alguna relevancia en la teoría freudiana, aunque no he logrado verificar este dato en obras concretas del viejo Sigmund. Por último, y en fechas más modernas, este mito es humus (uno entre muchos) del que se nutre el postestructuralismo y, pasando por Foucault y su inacabada Historia de la Sexualidad, llega a sentar las bases de la Teoría Queer.
En todos estos temas ando yo revolviendo y quizá me atreva a ahondar en algún otro post. Pero entretanto escribo sobre historias más sencillitas y me divierto encontrando en la Red un video (lástima que esté en francés con subtítulos en inglés) que muy didácticamente nos cuenta lo que contó Aristófanes allá en la Atenas socrática.
CATEGORÍA: Todavía no la he decidido
Me ha encantado.
ResponderEliminarY luego, mucho más trivial, está el síndrome de Turner o monosomía X, una enfermedad genética caraterizada por tener sólo un cromosoma X, aunque sean individuos con apariencia de mujer, pero de aspecto infantil además de infertilidad (y apariencia androgina). Y el síndrome de Klinefelter, que son individuos XXY, (como muy probablemente nuestro Carlos II, el Hechizado), varones andróginos, hipogonádicos, etc. Ya digo triviales asuntos que están, eso sí, delante o detrás o al lado, del mito.
ResponderEliminarEstupendo post al que no tengo nada que comentar... Bueno, sí, que no veo el vídeo pero eso, probablemente, sea culpa del Ubuntu :)
ResponderEliminarBesos
Los hermafroditas verdaderos (o sea quienes poseen al tejido ovárico y tesrticular) existen en la biología, pero son muy raros. Mucho más fascinante es el mito del hermafroditismo y de la androginia. Excelente post. Un beso.
ResponderEliminarMe encanta el Banquete de Platón.
ResponderEliminarSobre el hermafroditismo, te recomiendo que veas una película argentina del año pasado que se llama XXY.
Saludos
:)
Conoces el Rosarium filosoforum?
ResponderEliminarEs un proceso de los alquimistas por medio del cual un hombre y una mujer alcanzaban la perfeccion, cada uno moria como varon, como mujer y se fundian formando un ser nuevo, perfecto.
No es espam, lo juro, te paso la liga de unos post que hice al respecto.
Besos mixtos
A.
pd. quiza, solo quiza, habria sido bueno incluir la trasexualidad y travestismo (considerando que tambien el interior de uno tiene sexo)
Ups! perdon, olvide las ligas, espero te agraden
ResponderEliminarparte 1
http://hedonistayo.blogspot.com/2008/08/hieros-gamos-parte-i.html
parte 2
http://hedonistayo.blogspot.com/2008/08/hieros-gamos-parte-ii.html
Besos alquímicos
A.
Nadie se da cuenta que en la antiguedad hicieron mitologìa de lo que ha sido caso de siameses?!; si Platón hablaba de dos cuerpos pegados, 4 piernas, 4 brazos, y somos realistas, no hay otra explicación que siameses. Lo mismo el mito de Ovidio.
ResponderEliminarExcelente artículo, me encanto!!!!! ♥
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