El sistema social de la América española se basaba en una compleja división en castas raciales. A partir de los tres "troncos" originarios -el europeo conquistador (español), el esclavo africano y el indio nativo- y gracias al mestizaje tan mitificado (en mi opinión demasiado superficialmente) como nota caracterizadora de la colonización hispana frente a la anglosajona, las Indias fueron poblándose de individuos con distinta proporción de genes de cada una de las "razas primarias". Lo realmente curioso -y yo diría (desde mi ignorancia) que sin parangón en otros sistemas sociales de segregación racial- es la enorme cantidad de castas o subdivisiones raciales que se identificaron y, consiguientemente, se cualificaron en cuanto a su encaje en la estratificada sociedad colonial. Esto del encaje no es moco de pavo, porque las Leyes de Indias regulaban muy detalladamente los diversos modos de integración de cada individuo en la colonia; a tales efectos, la partida de nacimiento y el consiguiente rastreo de los antecedentes raciales era uno de los factores más determinantes.
Es en el último periodo de la historia colonial (a partir del siglo XVIII, ya con la nueva dinastía borbónica en el trono español) cuando el afán taxonómico de los burócratas alcanzó sus máximas metas, en especial en las capitales de los dos principales virreynatos, el de Nueva España y el del Perú. Por mi historia personal, me habría gustado encontrar más referencias peruanas pero la mayor parte de las fuentes que internet me ha facilitado provienen de México. Parece que hacia mediados del XVIII existían en Nueva España hasta cincuenta términos para identificar a los resultados de los sucesivos cruces raciales. El primer listado con pretensiones de exhaustividad fue elaborado por Francisco de Ajofrín, un capuchino manchego que en 1763, con 44 años, viajó a México a recolectar fondos para las misiones de su orden en el Tíbet. Este fraile escribió su Diario del Viaje a la Nueva España y ahí anota su catálogo racial, recogiendo sin duda los términos usuales en el virreynato:
De español e india nace mestiza; de español y mestiza nace castiza; de español y castiza, española; de español y negra, mulato; de español y mulata, morisco; de español y morisca, alvina; de español y alvina, tornatrás; de español y tornatrás, tente en el aire; de indio y negra, nace cambujo; de cambujo e india, lovo; de lovo e india, alvarasado; de alvarasado y mestiza, barcino; de barcino e india, zambaigo; de mestizo y castiza, chamizo; de mestizo e india, coyote. Los lovos, cambujos y coyotes es gente fiera y de raras costumbres.
Advierto que esta clasificación no es única y, además, que tiene algunos errores. Pero no nos perdamos en pejiguerías y admirémonos de la fecundidad lingüística para distinguir matices raciales. Barcino, por ejemplo, ¿quién sabía que así se denominaba a los individuos que tenían una parte de negro, cuatro de español y once de indio (afinaban hasta la dieciseisava)? Barcino, por cierto, se dice de ciertos animales de pelo blanco y pardo y a veces rojizo, aunque en América hace alusión a los pelajes manchados o rayados. ¿Y qué me dicen de albarazado (siete octavos de indio y uno de negro)? Pues que en castellano significa manchado de blanco o de otro color (poca ayuda nos da). Hay, como ya he dicho, más términos para esos y otros cruces. El más notable es el de zambo que, en Perú, se refiere al hijo de negro e india (o viceversa); lo que en México sería el cambujo. Pero hay más términos de esta índole, aunque no sea cuestión de ponerse a relacionarlos todos.
Hace un mes, leyendo un estupendo post de Strika sobre la palabra cholo, me vino el recuerdo de unas pinturas que recordaba del Museo de América madrileño en las cuales se representaban las clasificaciones raciales del sistema de castas colonial. Desde entonces, he ido dedicando algunos ratillos muertos (que son escasos) a buscarlas en internet y a ir acopiando información sobre lo que fue todo un género pictórico en la última etapa de la América española. Pero la mejor sorpresa no estaba en la Red sino en uno de los libros que hace tiempo me regaló un amigo que vino de México y que o no había leído o no me acordaba. Hojeándolo descubrí un magnífico artículo de Elena Isabel Estrada de Gerlero (de quien me entero que es una de las voces más autorizadas en estos asuntos, profesora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM), titulado Las pinturas de castas: imágenes de una sociedad variopinta; su lectura resulta tan apasionadamente sugerente que debo dejarla reposar antes de escribir tres o cuatro sandeces sobre esos curiosos cuadros y sus singulares artífices.
Pero también me gustaría hablar en otro momento de los motivos que explican esa obsesión enfermiza por la taxonomía racial. Intuyo que tiene que ver con el miedo de los criollos a un entorno hostil (miedo y odio, que son caras de la misma moneda) e intuyo también que tiene sus antecedentes en los siglos bajomedievales peninsulares que producirían el antisemitismo (y anti-morismo) y el nacimiento de la Inquisición española con la consiguiente obsesión por la limpieza de sangre. Pero, en todo caso, lo que en la metrópoli fue de una manera, siguió cursos algo diferentes al otro lado del charco; incluso me atrevería a decir (y a mi propia experiencia me remito) que ha marcado más persistentemente a las sociedades americanas que a la española. Como fuere, son sembrados para transitarlos con más tiempo y calma.
Es en el último periodo de la historia colonial (a partir del siglo XVIII, ya con la nueva dinastía borbónica en el trono español) cuando el afán taxonómico de los burócratas alcanzó sus máximas metas, en especial en las capitales de los dos principales virreynatos, el de Nueva España y el del Perú. Por mi historia personal, me habría gustado encontrar más referencias peruanas pero la mayor parte de las fuentes que internet me ha facilitado provienen de México. Parece que hacia mediados del XVIII existían en Nueva España hasta cincuenta términos para identificar a los resultados de los sucesivos cruces raciales. El primer listado con pretensiones de exhaustividad fue elaborado por Francisco de Ajofrín, un capuchino manchego que en 1763, con 44 años, viajó a México a recolectar fondos para las misiones de su orden en el Tíbet. Este fraile escribió su Diario del Viaje a la Nueva España y ahí anota su catálogo racial, recogiendo sin duda los términos usuales en el virreynato:
De español e india nace mestiza; de español y mestiza nace castiza; de español y castiza, española; de español y negra, mulato; de español y mulata, morisco; de español y morisca, alvina; de español y alvina, tornatrás; de español y tornatrás, tente en el aire; de indio y negra, nace cambujo; de cambujo e india, lovo; de lovo e india, alvarasado; de alvarasado y mestiza, barcino; de barcino e india, zambaigo; de mestizo y castiza, chamizo; de mestizo e india, coyote. Los lovos, cambujos y coyotes es gente fiera y de raras costumbres.
Advierto que esta clasificación no es única y, además, que tiene algunos errores. Pero no nos perdamos en pejiguerías y admirémonos de la fecundidad lingüística para distinguir matices raciales. Barcino, por ejemplo, ¿quién sabía que así se denominaba a los individuos que tenían una parte de negro, cuatro de español y once de indio (afinaban hasta la dieciseisava)? Barcino, por cierto, se dice de ciertos animales de pelo blanco y pardo y a veces rojizo, aunque en América hace alusión a los pelajes manchados o rayados. ¿Y qué me dicen de albarazado (siete octavos de indio y uno de negro)? Pues que en castellano significa manchado de blanco o de otro color (poca ayuda nos da). Hay, como ya he dicho, más términos para esos y otros cruces. El más notable es el de zambo que, en Perú, se refiere al hijo de negro e india (o viceversa); lo que en México sería el cambujo. Pero hay más términos de esta índole, aunque no sea cuestión de ponerse a relacionarlos todos.
Hace un mes, leyendo un estupendo post de Strika sobre la palabra cholo, me vino el recuerdo de unas pinturas que recordaba del Museo de América madrileño en las cuales se representaban las clasificaciones raciales del sistema de castas colonial. Desde entonces, he ido dedicando algunos ratillos muertos (que son escasos) a buscarlas en internet y a ir acopiando información sobre lo que fue todo un género pictórico en la última etapa de la América española. Pero la mejor sorpresa no estaba en la Red sino en uno de los libros que hace tiempo me regaló un amigo que vino de México y que o no había leído o no me acordaba. Hojeándolo descubrí un magnífico artículo de Elena Isabel Estrada de Gerlero (de quien me entero que es una de las voces más autorizadas en estos asuntos, profesora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM), titulado Las pinturas de castas: imágenes de una sociedad variopinta; su lectura resulta tan apasionadamente sugerente que debo dejarla reposar antes de escribir tres o cuatro sandeces sobre esos curiosos cuadros y sus singulares artífices.
Pero también me gustaría hablar en otro momento de los motivos que explican esa obsesión enfermiza por la taxonomía racial. Intuyo que tiene que ver con el miedo de los criollos a un entorno hostil (miedo y odio, que son caras de la misma moneda) e intuyo también que tiene sus antecedentes en los siglos bajomedievales peninsulares que producirían el antisemitismo (y anti-morismo) y el nacimiento de la Inquisición española con la consiguiente obsesión por la limpieza de sangre. Pero, en todo caso, lo que en la metrópoli fue de una manera, siguió cursos algo diferentes al otro lado del charco; incluso me atrevería a decir (y a mi propia experiencia me remito) que ha marcado más persistentemente a las sociedades americanas que a la española. Como fuere, son sembrados para transitarlos con más tiempo y calma.
CATEGORÍA: Curiosidades dispersas
Dos cosas:
ResponderEliminar1) las pinturas de castas se repartían para información de referencia de los administradores de las colonias, de ahí que haya tantas, yo las he visto en España y en muchos sitios de la antigua América española, de distinta calidad pictorica y variantes en sus contenidos. En cualquier caso son fascinantes; hasta me ofreció una un anticuario-trapero de Cuzco.
2) Lo más curioso, para mí de tanto bizantinismo o barroquismo clasificatorio racial es que apenas tiene base real genética. No me refiero a que en aquellas racistas épocas de desconocieran obviamente los misterios de la herencia biológica, sino que la moderna genómica heredera de la genética viene demostrando que los caractereres raciales de los feótipos, esto es, de la apariencia externa, como color y tono de la piel, pelo y ojos, dependen de muy pocos genes, es decir, tienen muy poca relevancia. Esto es así hasta el punto de que las diferencias genéticas entre distintos tipos de "negros" africanos es mucho mayor que entre algunos de esos negros y escandinavos o mediterráneos o centroeuropeos. Y es lógico, porque nuestra especie salió y se diversifico en África y es lógico, como saben los genetistas de poblaciones que allá la varianza sea máxima. En realidad lo que es claro y cierto es lo que los ganaderos llaman "el vigor híbrido", y eso explica, junto a una mejor alimentación y otros aspectos ambientales, que los negros norteamericanos sean tan buenos atletas, no tanto por ser negros como por ser todos mestizos. O lo que explica, por el contrario, la decrepitud de ciertas estirpes de casas reales: su endogámica falta de mestizaje.
Y un colofón, por lo anterior, aunque muy mal explicado, y no por la malhadada corrección política,es por lo que hablar de "razas" para referirse a nuestra especie es incorrecto desde el punto de vista de la biología; somos una sola especie muy polimorfa, pero muy o nada polítípica (sin subespecies ni variedades o razas)
Perdón por la extensión, parece que he escrito un apresurado y desordenado post dentro de tu excelente post.
Feliz solsticio, miroslav
que manera de escribir m1erda por el puro gusto de escupir mentiras, mucha "extensión" por el solo gusto de vomitar m1erda mentirosa,
Eliminarraza1
Del it. razza, y este de or. inc.; cf. ingl. y fr. race.
1. f. Casta o calidad del origen o linaje.
2. f. Cada uno de los grupos en que se subdividen algunas especies biológicas y cuyos caracteres diferenciales se perpetúan por herencia.
3. f. Calidad de algunas cosas, en relación con ciertas características que las definen.
del n3gro al blanco no solamente cambia el color de piel, cambia absolutamente todo el aspecto superficial, los rasgos faciales, la forma corporal, el tipo del pelo, las dimensiones y particularidades de ciertos sectores de la cara, etc
Eliminarhay que para un poquito de hablar tanta porquería, tanta m1erda por el simple gusto de torcer las cosas, tal vez buscando una desaparición de la "discriminación", lamentablemente las etnias existen y el mundo es así, y esto no tiene por qué tener ese aire lleno de odio que algunos 1diotas creen ver, lo que genera esos odios es precisamente que a la gente quieran igualarla con razas distintas, que tomen a un blanco y digan que los n3gros son lo mismo, esto es lo que genera el odio, son ustedes mismos los idi0tas los que producen el 0dio, ...pobres imbéciles...
pelean una guerra que ustedes mismos han creado....
Bueno, aprendí varias palabras que no conocía y que pienso emplear en la próxima ocasión social que se me presente :-) Y ahora en serio, coincido en que se hace un uso muy liviano y sesgado del fenómeno del mestizaje como característica de la colonización de América Latina. Un beso.
ResponderEliminarOiga, maestro. Uste que es sabido.
ResponderEliminarY nuestro lider, el presidente Chavez.
¿Qué cosa es?
Porque parece chino
A mí me llama la atención que del español y la castiza nazca una española. ¿Será un error o se regresa al punto de partida después de varios cruces? :P Tornatrás parece sugerir lo mismo. Y ¿qué me dices de alvino? Es curioso que nazca de un español y una morisca, siendo que los albinos carecen de pigmentación. En fin, da para mucho análisis toda esa clasificación. Y según recuerdo hay varias castas más, ¿no?
ResponderEliminarBueno, pues quedo en espera de las entradas sobre aquellos cuadros.
Un beso
Pues yo no conozco a ninguna colonial casta. Como mucho, la virgen María, pero no sé a qué colonia pertenece... Hay una que huele muy bien, pero se llama Ágata. Y no sé si es casta.
ResponderEliminarFeliz Navidad!