Para la Real Academia, parafilia es sinónimo de desviación sexual. Desviación, en la acepción que aquí procede, sería según la misma fuente un hábito anormal en el comportamiento de alguien. Anormal es, obviamente, lo que no es normal. Normal (seguimos con el DRAE) es lo que se ajusta a ciertas reglas fijadas de antemano. Así pues, una parafilia sería un comportamiento sexual que no es como debe ser. Considerar parafílica una práctica sexual cualquiera implica, por tanto, emitir un juicio condenatorio sobre la misma: eso es algo que no se debe hacer.
Por cierto, esta breve búsqueda escalonada me ha servido para descubrir que el Diccionario no registra para el término normal la acepción con la que yo (y muchos más) lo utilizo. Yo suelo calificar un comportamiento de normal cuando es habitual, cuando es la forma más frecuente de hacer algo; para mí, la normalidad, más que con consideraciones preceptivas, tiene que ver con estadísticas, ajenas a todo juicio de valor. En todo caso, es indudable que hay una relación entre ambas acepciones: los comportamientos habituales son, en la mayoría de los casos, los que se ajustan a la norma, los que responden al sistema de valores imperante. Las transgresiones son siempre minoritarias, porque, si no, antes o después, acabarían normalizándose; es decir, se cambiarían las normas para que tales formas de actuar pasaran a ser las correctas. Me acuerdo ahora de la famosa frase de Adolfo Suárez, allá por 1978; algo así como elevar a la categoría de normal, lo que en la calle ya es normal.
Pero quizá en el sexo lo normal (ajustado a la norma) no se corresponda siempre, ni siquiera las más de las veces, con lo habitual. Algo puede tener que ver el hecho de que el comportamiento sexual, por mucha aparente libertad sexual que disfrutamos, es seguramente el ámbito de lo humano más sometido a presiones normativas, tanto más eficaces cuanto no son explícitas. Porque, en teoría, podemos hacer todo (entre adultos todo vale con el mutuo consentimiento), nada está prohibido; y, sin embargo, cuantísimos aspectos relacionados con nuestra sexualidad no pueden ni mencionarse porque violan leyes no escritas (pero sobradamente conocidas) de la corrección sexual. Leyes que, casi todas, son tópicos que a poco que los cuestionas exhiben sus absolutas incoherencias; pero da igual porque no se puede hablar, de verdad, sobre ellas.
Vuelvo a la parafilia. En psicología, el término se refiere a comportamientos sexuales en los que la fuente del placer no se encuentra en la cópula, sino en alguna otra actividad. Según cuál sea esa actividad generadora de placer, la parafilia adopta un nombre más específico. En su afán taxonómico los psicólogos han confeccionado listas sorprendentemente largas; así, en una guía de internet, encuentro una relación de casi doscientas parafilias y me quedo alucinado enterándome de prácticas que excitan eróticamente a gente suficiente como para que hayan merecido ser bautizadas (por más que hayan colado alguna que no puede ser sino coña: excitación sexual al ser sodomizado por iguanas epilépticas). Pero, sin enredarnos en las variopintas modalidades, no hemos de perder de vista el común denominador definitorio de cualquier parafilia: que el placer no provenga de la cópula.
Breve paréntesis de nuevo, y perdóneseme por machacar sobre lo archisabido (pero es que me gusta buscar en el diccionario). Cópula es la unión sexual y es sinónimo exacto (no metafórico, quiero decir) de coito. Si bien puede haber (de hecho hay) varias formas de unir sexualmente ("conectar") dos cuerpos humanos (o no humanos), la cópula como forma correcta del comportamiento sexual es, por supuesto, la consistente en la introducción de un pene de hombre en una vagina de mujer. El comportamiento sexual "normal" es, por tanto, aquél que se basa en el coito. Hay desde luego muchas otras prácticas además del coito y estarán bien en la medida que contribuyan (incrementando nuestra excitación, por ejemplo) a un mejor coito. Sin embargo, si la actividad sexual se queda en esas prácticas, si no hay coito, es incompleta y, en el marco normativo, condenable. Que de vez en cuando no haya penetración, pase (pecadillos veniales); pero que lo habitual sean los diversos "jueguecitos" en vez del coito, eso ya es una parafilia.
Hace unos meses, en una cena con bastante alcohol, alguien me "aclaraba" que follar es follar y lo demás son mariconadas". Por supuesto, ese alguien es un hombre (y buen amigo, pese a que sobre sexo no tengamos las mismas ideas), y diciendo lo que dijo no hacía sino simplificar el primer mandamiento (nunca escrito) del comportamiento sexual correcto, con su corolario condenatorio hacia todas aquellas prácticas que no tienen el coito como plato fuerte. Relacionemos ahora la definición del DRAE y la acepción de los psicólogos y concluiremos que toda práctica sexual que no se base en el coito es una desviación sexual. Luego nos dirán los sexólogos que son inofensivas, siempre que no sean prácticas peligrosas o impidan el funcionamiento sexual normal. Lo que viene a sugerir este añadido en tono perdonavidas es que, en el fondo, cualquier parafilia es potencialmente peligrosa, en la medida en que puede tornarse más atractiva que el coito. Dicho de otra forma, si no es follar (mete-saca) lo que más te gusta, eres un desviado (si bien, tu desviación puede ser, de momento, inofensiva).
En la misma cena a la que antes me refería, una mujer, algo mosqueadilla con las palabras de mi amigo, le replicó que a ella lo que más le gustaba eran justamente las mariconadas. Habrá que considerar que esta mujer, que obtiene el placer sexual de actividades sexuales distintas al coito, tiene un comportamiento parafílico, presenta una desviación sexual. Pero resulta que para la inmensísima mayoría de las mujeres la fuente principal del placer sexual no se encuentra en el acto copulativo, sino en otras actividades desarrolladas o no durante el coito. Ergo, el patrón normativo de lo "sexualmente correcto" no es, al menos en el caso de las mujeres, el comportamiento habitual; normal no significa frecuente.
Sin embargo, seguimos teniendo bien grabadito en el cerebro que una relación sexual es correcta cuando hay coito (y que la finalidad del coito es el orgasmo y si es simultáneo, la cagada; pero estos son asuntos para otro día). Sobre todo los hombres (creo) sentimos que algo falta si, en un encuentro erótico, no se produce la penetración. Me pregunto cuánto ha influido en nuestro imaginario sexual la repetición de los estereotipos normativos a través, por ejemplo, de la pornografía. Pienso, en concreto, en las imágenes de tíos que nada más empezar a bombear sus enormes pollas en los chochos de sus compañeras logran que éstas expresen con jadeos cómo son invadidas por tremendos placeres; las mujeres, por su parte, se han excitado tanto con unos breves preliminares (lamiditas y deditos con movimientos poco creíbles) que ansían ser penetradas ya que así y sólo así obtendrán los espectaculares orgasmos que nos brindan.
Estoy casi seguro de que el amigo de la cena cree que las mujeres se corren a golpe de sacudidas peneanas. Hace tiempo me reveló los que él considera sus secretos y, en un alarde de sinceridad, me confesó cuan fracasado (y enfadado) se había sentido una vez en que una mujer se masturbó mientras él se concentraba en un intenso metesaca. Yo, por esto de la presión de lo sexualmente correcto, no me atreví a decirle que pienso que ninguna de las mujeres con las que he estado ha tenido orgasmos debido exclusiva o principalmente a las emboluciones de mi pene en sus vaginas (lo cual no quiere decir que dichos movimientos no hayan coadyuvado a sus placeres). Porque admitirlo equivale a enterarse de que los hombres no somos los causantes del placer de la mujer y eso es un duro golpe a uno de los tópicos sobre los que se funda nuestra virilidad. Así que, mientras se pueda, mantengamos la definición de parafilia.
Por cierto, esta breve búsqueda escalonada me ha servido para descubrir que el Diccionario no registra para el término normal la acepción con la que yo (y muchos más) lo utilizo. Yo suelo calificar un comportamiento de normal cuando es habitual, cuando es la forma más frecuente de hacer algo; para mí, la normalidad, más que con consideraciones preceptivas, tiene que ver con estadísticas, ajenas a todo juicio de valor. En todo caso, es indudable que hay una relación entre ambas acepciones: los comportamientos habituales son, en la mayoría de los casos, los que se ajustan a la norma, los que responden al sistema de valores imperante. Las transgresiones son siempre minoritarias, porque, si no, antes o después, acabarían normalizándose; es decir, se cambiarían las normas para que tales formas de actuar pasaran a ser las correctas. Me acuerdo ahora de la famosa frase de Adolfo Suárez, allá por 1978; algo así como elevar a la categoría de normal, lo que en la calle ya es normal.
Pero quizá en el sexo lo normal (ajustado a la norma) no se corresponda siempre, ni siquiera las más de las veces, con lo habitual. Algo puede tener que ver el hecho de que el comportamiento sexual, por mucha aparente libertad sexual que disfrutamos, es seguramente el ámbito de lo humano más sometido a presiones normativas, tanto más eficaces cuanto no son explícitas. Porque, en teoría, podemos hacer todo (entre adultos todo vale con el mutuo consentimiento), nada está prohibido; y, sin embargo, cuantísimos aspectos relacionados con nuestra sexualidad no pueden ni mencionarse porque violan leyes no escritas (pero sobradamente conocidas) de la corrección sexual. Leyes que, casi todas, son tópicos que a poco que los cuestionas exhiben sus absolutas incoherencias; pero da igual porque no se puede hablar, de verdad, sobre ellas.
Vuelvo a la parafilia. En psicología, el término se refiere a comportamientos sexuales en los que la fuente del placer no se encuentra en la cópula, sino en alguna otra actividad. Según cuál sea esa actividad generadora de placer, la parafilia adopta un nombre más específico. En su afán taxonómico los psicólogos han confeccionado listas sorprendentemente largas; así, en una guía de internet, encuentro una relación de casi doscientas parafilias y me quedo alucinado enterándome de prácticas que excitan eróticamente a gente suficiente como para que hayan merecido ser bautizadas (por más que hayan colado alguna que no puede ser sino coña: excitación sexual al ser sodomizado por iguanas epilépticas). Pero, sin enredarnos en las variopintas modalidades, no hemos de perder de vista el común denominador definitorio de cualquier parafilia: que el placer no provenga de la cópula.
Breve paréntesis de nuevo, y perdóneseme por machacar sobre lo archisabido (pero es que me gusta buscar en el diccionario). Cópula es la unión sexual y es sinónimo exacto (no metafórico, quiero decir) de coito. Si bien puede haber (de hecho hay) varias formas de unir sexualmente ("conectar") dos cuerpos humanos (o no humanos), la cópula como forma correcta del comportamiento sexual es, por supuesto, la consistente en la introducción de un pene de hombre en una vagina de mujer. El comportamiento sexual "normal" es, por tanto, aquél que se basa en el coito. Hay desde luego muchas otras prácticas además del coito y estarán bien en la medida que contribuyan (incrementando nuestra excitación, por ejemplo) a un mejor coito. Sin embargo, si la actividad sexual se queda en esas prácticas, si no hay coito, es incompleta y, en el marco normativo, condenable. Que de vez en cuando no haya penetración, pase (pecadillos veniales); pero que lo habitual sean los diversos "jueguecitos" en vez del coito, eso ya es una parafilia.
Hace unos meses, en una cena con bastante alcohol, alguien me "aclaraba" que follar es follar y lo demás son mariconadas". Por supuesto, ese alguien es un hombre (y buen amigo, pese a que sobre sexo no tengamos las mismas ideas), y diciendo lo que dijo no hacía sino simplificar el primer mandamiento (nunca escrito) del comportamiento sexual correcto, con su corolario condenatorio hacia todas aquellas prácticas que no tienen el coito como plato fuerte. Relacionemos ahora la definición del DRAE y la acepción de los psicólogos y concluiremos que toda práctica sexual que no se base en el coito es una desviación sexual. Luego nos dirán los sexólogos que son inofensivas, siempre que no sean prácticas peligrosas o impidan el funcionamiento sexual normal. Lo que viene a sugerir este añadido en tono perdonavidas es que, en el fondo, cualquier parafilia es potencialmente peligrosa, en la medida en que puede tornarse más atractiva que el coito. Dicho de otra forma, si no es follar (mete-saca) lo que más te gusta, eres un desviado (si bien, tu desviación puede ser, de momento, inofensiva).
En la misma cena a la que antes me refería, una mujer, algo mosqueadilla con las palabras de mi amigo, le replicó que a ella lo que más le gustaba eran justamente las mariconadas. Habrá que considerar que esta mujer, que obtiene el placer sexual de actividades sexuales distintas al coito, tiene un comportamiento parafílico, presenta una desviación sexual. Pero resulta que para la inmensísima mayoría de las mujeres la fuente principal del placer sexual no se encuentra en el acto copulativo, sino en otras actividades desarrolladas o no durante el coito. Ergo, el patrón normativo de lo "sexualmente correcto" no es, al menos en el caso de las mujeres, el comportamiento habitual; normal no significa frecuente.
Sin embargo, seguimos teniendo bien grabadito en el cerebro que una relación sexual es correcta cuando hay coito (y que la finalidad del coito es el orgasmo y si es simultáneo, la cagada; pero estos son asuntos para otro día). Sobre todo los hombres (creo) sentimos que algo falta si, en un encuentro erótico, no se produce la penetración. Me pregunto cuánto ha influido en nuestro imaginario sexual la repetición de los estereotipos normativos a través, por ejemplo, de la pornografía. Pienso, en concreto, en las imágenes de tíos que nada más empezar a bombear sus enormes pollas en los chochos de sus compañeras logran que éstas expresen con jadeos cómo son invadidas por tremendos placeres; las mujeres, por su parte, se han excitado tanto con unos breves preliminares (lamiditas y deditos con movimientos poco creíbles) que ansían ser penetradas ya que así y sólo así obtendrán los espectaculares orgasmos que nos brindan.
Estoy casi seguro de que el amigo de la cena cree que las mujeres se corren a golpe de sacudidas peneanas. Hace tiempo me reveló los que él considera sus secretos y, en un alarde de sinceridad, me confesó cuan fracasado (y enfadado) se había sentido una vez en que una mujer se masturbó mientras él se concentraba en un intenso metesaca. Yo, por esto de la presión de lo sexualmente correcto, no me atreví a decirle que pienso que ninguna de las mujeres con las que he estado ha tenido orgasmos debido exclusiva o principalmente a las emboluciones de mi pene en sus vaginas (lo cual no quiere decir que dichos movimientos no hayan coadyuvado a sus placeres). Porque admitirlo equivale a enterarse de que los hombres no somos los causantes del placer de la mujer y eso es un duro golpe a uno de los tópicos sobre los que se funda nuestra virilidad. Así que, mientras se pueda, mantengamos la definición de parafilia.
Quienes cantan son las Puppini Sisters, un reciente y delicioso descubrimiento. Se trata de tres mujeres (una italiana y dos inglesas) especializadas en temas de los cuarenta, que logran un simpático aire retro no exento de ironía (realce de las voces con arreglos instrumentales discretamente elegantes). Este tema fue popularizado por Glenn Miller y su big band; pese a su austeridad, esta versión no está nada mal (supongo que salvo para los puristas).
CATEGORÍA: Sexo, erotismo y etcéteras
Vaya, Miroslav, lo de los 200 tipos de parafilias me ha dejado anonadada.
ResponderEliminarY, por supuesto, si nos ponemos a pensar en lo que es correcto, normal y dentro del orden, habría muchísimo que hablar, empezando ya por las diferencias que tu mismo apuntas entre hombres y mujeres.
Voy a oir tu música, seguro que es un descubrimiento.
Un abrazo
Bueno para qué hubieras querido más, si le confiesas a tu amigo que las mujeres no obtienen el placer con el coito hubiera podido acabar hasta con vuestra amistad. Porque te hubiera llamado como poco envidioso, que él excepto con esa mujer que se masturbó había dado placer a todas las demás (jajjajaj) con el coito, hubiera pensado que como tú no habías logrado satisfacer a la mujer por la vía "normal" querías "sacar una teoría" sobre el resto de las mujeres y querías hacerle ver que todas las demás mujeres que habían estado con él habían fingido, o posiblemente no habrían tenido la suerte de estar con "otro tipo de hombres" (de esos que no son los normales) que les descubriera que existen "parafilias" (jajajajja) gracias a dios.
ResponderEliminarLa finalidad de la cópula antes era procrear y ahora tener orgamos. En ambos casos se comete un error del mismo rango, atribuir una finalidad y dar por hecho que el acto en sí es un medio para lograr algo. Pero, Ay, el medio es el mensaje (o el masaje) y la finalidad de follar es follar, la de besarse besar y las "mariconadas" son una maravilla.
ResponderEliminarPor cierto, no sólo hay varones heterosexuales toscos ene sos aspectos, como tu amigo, sino también muchas mujeres y muchos homos de ambos sexos. Lo demás son tópicos.
Pero... Francis Ford Cópula ¿no era un director de cine...?
ResponderEliminarYa me gustaría a mi que hubiera más hombres, y mujeres, que fueran conscientes de lo que has dicho.
ResponderEliminarEn realidad, el sexo deberia ser algo más libre y menos marcado por las convenciones y las normas.
La música, como siempre, perfecta...
Por supuesto que estamos muy influenciados por imaginarios sexuales y creo que al final eso no hace más que provocar mucha frustración en las parejas que no logran reproducir esos imaginarios.
ResponderEliminarPor otro lado, en cuanto a la normalidad, te recomiendo un buen libro de Michel Foucault que se llama "Los anormales".
Un beso
Si nos pusiéramos a pensar en todas las cosas "anormales" que hay por el mundo igual descubriríamos que eran hasta "normales". Entre ellas, muchas de esas parafilias :)
ResponderEliminarBesos
P.S.: Por si no pasas por mi blog: efectivamente, son Eric Clapton y Dire Straits, año 1988, 70 cumpleaños de Nelson Mandela. Por si te interesa en youtube hay varios vídeos :)
Como escuché en unas jornadas de sexología: "el coito heterosexual, tal como se lo practica en Occidente, no es adecuado para el orgasmo femenino". Y es la opinión de los expertos :-)
ResponderEliminar