Vas en el metro hacia media mañana. El vagón está relativamente vacío; pocos viajeros y todos sentados. Se abren las puertas y entra un chaval de unos veintipocos; se sienta enfrente tuyo sin mirarte. En la mano lleva un móvil; lo manipula y, de pronto, empieza a sonar reggaeton; el machaqueo rítmico enervante, las chirriantes distorsiones electrónicas, la estridente voz alargada en absurdos ecos y las letras, sobre todo las insoportables y vomitivas letras. Sientes, como ya has comprobado otras veces, que esa combinación de componentes que algunos llaman estilo musical hace que te hierva la sangre, que se apodere de ti una ansiedad asesina, cólera rabiosa. ¿Por qué tienes que soportar que te hagan escuchar esa pesadilla? Sólo han pasado unos segundos y ya te sientes a punto de estallar, así que:
- A. Pese al malestar creciente que te va invadiendo, acojonado (aunque ni a ti mismo te lo admitas) por una eventual reacción hostil del muchacho, no haces nada. Te repites mentalmente que ya sólo faltan veinte estaciones para tu destino y que estás dando un ejemplo (¿ante quién?) de civismo sereno. Como un breve relámpago se asalta una melancólica añoranza de tu perdido cristianismo escolar, cuando los sacrificios tenían un sentido trascendente.
- B. Te levantas con suficientes aspavientos para que ese joven energúmeno se percate de su falta de educación y te diriges al asiento libre más alejado que haya , mientras piensas que en la próxima parada cambiarás de vagón. En el caso de que al alzarte profieras alguna expresión despectiva y/o insultante del tipo "mierda de música", "gente maleducada", etc has de sumar dos puntos en el cómputo final.
- C. Le pides educadamente a tu vecino de viaje que se ponga auriculares para que puedas concentrarte en la lectura (naturalmente debes tener un libro ostensiblemente abierto, lo cual no ha impedido para nada que el chaval decidiera hacerte escuchar su mierda sónica).
Supongamos que tu respuesta ha sido la A: sin decir esta boca es mía ni mover un sólo músculo del cuerpo, la vista fija en la misma línea del libro, vas sintiendo como si una batidora dentro de tu cerebro estuviera fundiendo todas las neuronas en una gelatina informe. Tratas de contrarrestar el proceso repitiendo mentalmente algún viejo mantra yóguico y, al mismo tiempo, visualizar un cielo azul infinito. Sin embargo la diabólica potencia del reggaeton es implacable y a las pocas paradas comprendes que estás a punto de desfallecer. Notas calambres, náuseas, una cefalea que combina todas las categorías conocidas, la cara la tienes congestionada, te parece que estás a punto de desmayarte y, al mismo tiempo, sientes tantísimas ganas de gritar que dudas de ser capaz de refrenarlas. Ante esta situación (a la que has llegado por tu propia inactividad), cuál de las siguientes opciones describe mejor tu comportamiento subsecuente:
- A. Coherente hasta el final, sigues sin hacer nada hasta que acaece el presentido colapso, el cual puede presentar, a su vez, dos variantes: la agónica y la violenta. En la primera, el dolor cerebral y muscular alcanza tales cotas que hace que te desmayes; irónicamente, caes sobre el chaval del reggaeton, quien se asusta, pide ayuda, hace que se detenga el tren, te llevan en camilla hasta un puesto de primeros auxilios ... Pero de todo esto no te enteras, ya que despiertas casi media hora más tarde. La segunda variante, la violenta, se manifiesta en que pierdes el control de ti mismo, te levantas de golpe y, gritando a todo pulmón y con espumarajos en la boca, te pones a dar saltos en el centro del vagón. También en este caso el tren se detiene y eres inmovilizado por agentes de seguridad del metro que, sin que tampoco te enteres de nada, te llevan a un centro de primeros auxilios. Pasado más o menos el mismo tiempo recuperas la consciencia. En ambas variantes, el examen neurológico que te hacen al día siguiente no explica las causas del incidente ni, afortunadamente, revela que te haya dejado ninguna secuela.
- B. Te levantas con suficientes aspavientos para que ese joven energúmeno se percate de su falta de educación y te diriges al asiento libre más alejado que haya, mientras piensas que en la próxima parada cambiarás de vagón. Se trata, en efecto, de la misma opción B planteada inicialmente, pero ocurre después de haber estado un largo rato soportando en silencio la mierda sónica de tu vecino. Por eso, si bien has de continuar el test al igual que si hubieras optado por la respuesta B inicial, no olvides sumar el puntaje de la A inicial en el cómputo total.
- C. Le pides educadamente a tu vecino de viaje que se ponga auriculares para que puedas concentrarte en la lectura. Como en el caso anterior, volvemos tardíamente a una de las opciones iniciales, así que has de continuar el test al igual que si hubieras optado por la respuesta B inicial, pero no olvides sumar el puntaje de la A inicial en el cómputo total.
- D. Te decides por cualquiera de las acciones que se plantean más adelante en este test como subsecuentes a las respuestas B y/o C iniciales, ya sea en la segunda etapa temporal o en alguna posterior. En este caso, has de continuar el test yendo directamente a dicha opción y sumando el puntaje correspondiente.
Si alguien esperaba que pusiese reggaeton como banda sonora de este post, es que no ha entendido nada.
CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas
Vaya guasa que tienes, Miroslav.
ResponderEliminarY qué haces cuando el tren está absolutamente lleno y no puedes cambiarte de sitio ni moverte?
ResponderEliminarSiempre está la opción de intentar montar un linchamiento del "aficionado a la música sordo", pero te aseguro que no es fácil....
Pues la opción en la que te levantas del asiento movido por la locura parece una coreografía para la música en cuestión. ¿Lo mismo es así como surgió el baile?
ResponderEliminarTambién podrías probar: te acercas a la ventana más cercana, golpeas el cristal como si estuvieras haciendo una prueba de resistencia (material, grosor) y le preguntas con rostro serio y voz alta al chaval: ¿Cuánto pesas?
ResponderEliminarOtra posibilidad es la de acercarte al muchacho y fingir un desmayo con caida al suelo, en la que arrastras el artilugio y "sin querer" lo machacas lo suficiente como para que deje de sonar. Mejor finge un ataque epiléptico o una enajenación mental agresiva que le acojone lo suficiente como para que no se atreva a pedirte cuentas de los desperfectos.
ResponderEliminarPero tengo que reconocer que la sugerencia del Reverendo me ha gustado: tiene un tufillo a Silvester...
Nunca me ha ocurrido, pero me temo fundadamente que mi reacción sería una variante de la A. Inactividad malhumorada que en mi caso no trataría de fingirse ejemplo cívico por varios motivos: porque ni me gusta ni sé engañarme a mí mismo, en primer lugar, y porque pienso que el verdadero ejemplo ciudadano sería reaccionar de algún modo civilizado y eficaz contra el vandalismo sonoro, en segundo. Y tampoco añoraría mi perdido cristianismo sino que el no perdido me afearía aún más mi pasividad: nada en mis creencias me deja creer que aguantar las injusticias sin tratar de corregirlas sea virtuoso, y sí, en cambio, me predican la obligación de enfrentarme a lo que no me parece bien.
ResponderEliminarPero no me iría, por un resto de esperanza de ser finalmente capaz de decirle algo al energúmeno y, mientras, por una especie de inconsciente deseo de castigarme a mí mismo por mi cobardía: "Aguántalo, ya que no eres capaz de acabar con ello, pero no huyas dejándole el problema a otros". Así de complicado soy, qué voy a hacerle.
Ja, ja, ja. Yo sí creí que ibas a poner reggaeton como banda sonora, para que nos sintiéramos en ambiente y pudiéramos responder mejor.
ResponderEliminarPues mis respuestas son 1A y 2B. Nunca me ha ocurrido como tal, pero aquí en el metro de la Ciudad de México hay unos vendedores de discos piratas que entran con unas bocinas enormes a los vagones para promocionar el disco que están vendiendo. El volumen con que hacen su publicidad es peor que el de una discoteca. No sabes cuánto los odio. Pero siempre me aguanto, no me queda de otra. El único consuelo es que, a diferencia del ejemplo de tu test, el suplicio dura sólo el trayecto de una estación porque suelen cambiar de vagón en cada parada. Lo malo es que cada vez hay más y a veces cada dos estaciones tienes a uno...
Un beso
Yo no pierdo la esperanza de que algún día se considere la música no deseada como una forma de contaminación acústica. Y no me refiero tanto al gracioso supuesto que planteas o al chunda–chunda de los descerebrados con un autocd tuneao, sino a la “música de fondo” continua que se ha instalado en nuestra sociedad. Es curioso cómo anda todo el mundo histérico con el tema del tabaco protestando por el humo que expelen los fumadores y casi nadie protesta por las musiquillas que expelen el hilo musical de los grandes almacenes, el repugnante pianillo de las salas de espera de los dentistas o la infame dosis de Kiss FM de los autobuses de línea. Deberían dedicarse los mismos estudios que se dedican a los efectos nocivos del tabaco en los pulmones a la cantidad de estúpidas cancioncillas que un ciudadano normal es capaz de soportar sin que afecte a la estructura atómica de sus neuronas.
ResponderEliminarY en Navidad el horror se multiplica con la emisión contínua y terrorífica hasta en los estancos de esa forma de escatología musical que son los villancicos enlatados y concretamente los flamencos, esas repugnantes lolailadas que tenemos que sufrir los andaluces, esa forma específica del flamenco en el que a los cantaores y cantaoras parece que los persiguen los apaches para cortarles la cabellera.
Un abrazo desde el alivio posnavideño.
Con respecto al comentario de Harazem, añadiría: ¿y qué me dicen de los blogs que tienen música? Espero que no sea el caso de ninguno de los presentes y si es así que no se ofendan, pero es hora de que lo exprese: ¡me chocan los blogs que tienen música! Llámenme amargada, pero es una forma de "música no deseada" que invade mi computadora y que empieza a sonar cuando no necesariamente quiero escucharla. Además por lo general me gusta leer en silencio y para eso visito los blogs, para leer. Nuestro anfitrión, Miroslav, tiene un reproductor con sus canciones preferidas, pero lo que me gusta es que no se activa solo cuando uno entra al blog. Si yo quiero escucharlo le doy play, pero no está decidiendo por mí y eso se agradece.
ResponderEliminarEso te pasa por ir en metro.
ResponderEliminarGracias, gracias por no poner reggateon como ilustración del post, no lo habría soportado :D
ResponderEliminarEn cuanto al test... veamos, yo creo que sería la B pero sin aspavientos ni palabras ni nada. Simplemente, me mudaría de asiento. Es que una es poco beligerante...
Besos
Oiga señor panzuti. No se le ha ocurrido comprarse un buga tal cual con chofer y tal, asin com en las pelis de negratas.
ResponderEliminarEl que coge el metro tiene que hacerse al planteamiento del personal
Otra variante de la A podría ser buscar el reproductor de mp3 y ponerlo con música ambiental a un volumen lo suficientemente alto como para tapar la música (de mierda) del compañero de viaje y poder seguir leyendo. Es lo que yo haría.
ResponderEliminarSe te ha olvidado otra posible opción:
ResponderEliminar4) te levantas, le arrancas el móvil, se lo metes por el cuello de la camisa (o lo tiras al suelo y lo pisas) y le dices: perdona, es que por la mañana me ponen nervioso los gruñidos de mono"
"Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido...!" Ja, y eso que en el siglo XVI no existían los parlantes...
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