E incluso hay que irse más hacia atrás en el tiempo y encontraríamos antecedentes ˗¿cómo no?˗ en los griegos. Pero parece que hay amplio consenso en conceder a Sir Francis Galton (1822-1911) el "mérito" de formular la primera aproximación científica a lo que se ha dado en llamar eugenesia, disciplina que se preocupa por la mejora de los rasgos genéticos del ser humano. La publicación de El Origen de las Especies (1865) actuó sobre Galton como una revelación. A partir de ahí, su principal interés fue desvelar si los rasgos de la personalidad y del comportamiento humano eran hereditarios. Nada nuevo, pues esas ideas formaban desde siglos parte del conocimiento implícito colectivo ("de tal palo, tal astilla") y las mismas habían influido en mayor o menor medida en muchas decisiones individuales; piénsese, por ejemplo, en la toma en consideración de los antecedentes familiares del posible cónyuge antes de dar el visto bueno al matrimonio (máxime entre la nobleza). Estaba además la amplia experiencia en la cría de ganado y en las técnicas de selección de razas, lo que, por cierto, fue una de las más directas referencias en los trabajos de Galton. Pero lo que hasta entonces era, como ya he dicho, "saber popular" pasó, a partir de este primo segundo de Darwin, a la categoría de "conocimiento científico".
El término eugenesia fue acuñado por el propio Galton con el sentido de "mejora de la raza" (si bien raza tenía para él una acepción casi equivalente a la de especie). En sus memorias (publicadas en 1908, cuando ya era un anciano de 86 años), cuenta que desde sus primeros trabajos sobre la herencia en los humanos afrontados a partir de las tesis de Darwin, ya se sentía inclinado a pensar que los matrimonios deberían regularse para evitar la transmisión hereditaria de males genéticos. Sin embargo, pensaba que la población no estaba preparada entonces para aceptar "las verdades elementales sobre el carácter hereditario de la personalidad y del talento" y mucho menos las consecuencias prácticas que éstas implicaban para la mejora del acervo genético. Esos primeros trabajos a los que Galton se refiere vieron la luz en El Genio Hereditario (1869), donde desarrolla su tesis ("las habilidades naturales del hombre se derivan de la herencia, bajo exactamente las mismas limitaciones en que lo son las características físicas de todo el mundo orgánico"), pero sólo de pasada alude a la consecuencia lógica de la misma ("sería bastante factible producir una raza de hombres altamente dotada mediante matrimonios sensatos durante varias generaciones consecutivas"). Casi década y media después, en su libro Inquires into human faculty and its development, Galton pasa claramente a propugnar la puesta en práctica de lo que considera verdades demostradas. A partir de ahí y hasta su muerte (con casi 89 años pero pleno de lucidez) defenderá con ahínco la aplicación de técnicas eugenésicas (que, desde luego, hay que calificar de "blandas") para mejorar la especie humana. Su posición queda clara en el siguiente breve extracto de sus Memorias (ligeramente retocado por mí): "Una democracia no puede pervivir a menos que esté formada por ciudadanos capaces; así pues, es cuestión de defensa propia impedir la libre introducción de genes defectuosos. Deseo que se reconozca la importancia de los matrimonios eugenésicos en su justo valor, ni demasiado ni demasiado poco; que se tengan en cuenta las consideraciones eugenésicas igual que se atiende a otras para propiciar u obstaculizar matrimonios, tales como la posición social, la equivalencia entre las fortunas y las semejanzas de credos religiosos. Pienso que, de aquí en adelante, que una persona con una excepcionalmente buena dotación genética se case con otra de muy inferior debería parecernos tan aberrante como que un noble austriaco se casara con un plebeyo. Creo también que el reconocimiento social de la eugenesia producirá familias saludables, capaces y extensas".
El prestigio de Galton en las últimas décadas del siglo XIX era notable y su proselitismo eugenésico había atraído numerosos adeptos entre las elites intelectuales. Las más respetadas instituciones culturales y científicas admitían la eugenesia como una disciplina rigurosa y se asistía a abundantes trabajos de investigación y congresos (nacionales e internacionales) para debatir los avances. Sin embargo la consecuencia obvia de llevar a la práctica los postulados eugenésicos, pese a los esfuerzos de Galton y sus diversos apóstoles, nunca llegó a producirse en Inglaterra (nadie es profeta en su tierra). No ocurrió lo mismo en las antiguas colonias del otro lado del Atlántico. En Estados Unidos, desde al menos la década de los ochenta del siglo XIX, surgieron iniciativas que abogaban por la esterilización de los manifiestamente ineptos. El argumento de fondo, con distintas variantes, era proteger el acervo genético de la nación, evitar su degradación; con palabras de la época: purificar el río de la vida. Ciertamente, que la semilla germinara en suelo americano mucho tuvo que ver con la cada vez más creciente marea inmigratoria y el rechazo a ciertos grupos de recién llegados (sobre todo los que empezaban a ser mayoría por esas décadas finales: italianos, eslavos y, en el oeste, chinos y mexicanos). Así que la pretendida purificación mucho se relacionó con valoraciones raciales, las cuales, dada la fuerte presencia de negros, ya estaban muy presentes en los Estados Unidos.
Debe aclararse que la época entre ambos siglos, la superioridad de la raza caucásica sobre las restantes (y de ahí su "obligación moral" de civilizarlas, que era la excusa bienintencionada del colonialismo) se aceptaba sin dudas hasta entre los más cultos y progresistas. Por eso es natural que fuera en Estados Unidos, país que en plena etapa de formación y recién salido de su guerra civil, asistía receloso (obviamente los ciudadanos que se consideraban sus auténticos dueños) a la llegada masiva de gentes de todas las razas, donde las tesis eugenésicas encontraron el suelo más fértil para convertirse en actuaciones concretas amparadas por las necesarias leyes. Cuando el estado de Indiana promulgó en 1907 la primera Ley en el mundo que permitía llevar a cabo la esterilización forzosa en criminales confirmados, violadores, idiotas e imbéciles se marcaba una dirección que, un cuarto de siglo después, emularía el Reichstag nazi. Esa Ley pionera, así como las tantas que la siguieron hasta finales de los veinte, se debió a la actividad entusiasta y conjunta de científicos y políticos norteamericanos; los primeros, "herederos" de Galton fueron, al fin y al cabo, los encargados de legitimar a los segundos.
PS: Francis Galton, al margen de cómo valoremos hoy en día sus ideas eugenésicas, fue uno de esos sabios enciclopédicos que se dieron en la Inglaterra victoriana y una personalidad de grandísimo interés. Existe una web dedicada a su figura y su obra, en la que es posible descargar casi todas sus publicaciones (en inglés, claro). La lectura de sus Memorias (avanzo dificultosamente) me está resultando entretenidísima.
El término eugenesia fue acuñado por el propio Galton con el sentido de "mejora de la raza" (si bien raza tenía para él una acepción casi equivalente a la de especie). En sus memorias (publicadas en 1908, cuando ya era un anciano de 86 años), cuenta que desde sus primeros trabajos sobre la herencia en los humanos afrontados a partir de las tesis de Darwin, ya se sentía inclinado a pensar que los matrimonios deberían regularse para evitar la transmisión hereditaria de males genéticos. Sin embargo, pensaba que la población no estaba preparada entonces para aceptar "las verdades elementales sobre el carácter hereditario de la personalidad y del talento" y mucho menos las consecuencias prácticas que éstas implicaban para la mejora del acervo genético. Esos primeros trabajos a los que Galton se refiere vieron la luz en El Genio Hereditario (1869), donde desarrolla su tesis ("las habilidades naturales del hombre se derivan de la herencia, bajo exactamente las mismas limitaciones en que lo son las características físicas de todo el mundo orgánico"), pero sólo de pasada alude a la consecuencia lógica de la misma ("sería bastante factible producir una raza de hombres altamente dotada mediante matrimonios sensatos durante varias generaciones consecutivas"). Casi década y media después, en su libro Inquires into human faculty and its development, Galton pasa claramente a propugnar la puesta en práctica de lo que considera verdades demostradas. A partir de ahí y hasta su muerte (con casi 89 años pero pleno de lucidez) defenderá con ahínco la aplicación de técnicas eugenésicas (que, desde luego, hay que calificar de "blandas") para mejorar la especie humana. Su posición queda clara en el siguiente breve extracto de sus Memorias (ligeramente retocado por mí): "Una democracia no puede pervivir a menos que esté formada por ciudadanos capaces; así pues, es cuestión de defensa propia impedir la libre introducción de genes defectuosos. Deseo que se reconozca la importancia de los matrimonios eugenésicos en su justo valor, ni demasiado ni demasiado poco; que se tengan en cuenta las consideraciones eugenésicas igual que se atiende a otras para propiciar u obstaculizar matrimonios, tales como la posición social, la equivalencia entre las fortunas y las semejanzas de credos religiosos. Pienso que, de aquí en adelante, que una persona con una excepcionalmente buena dotación genética se case con otra de muy inferior debería parecernos tan aberrante como que un noble austriaco se casara con un plebeyo. Creo también que el reconocimiento social de la eugenesia producirá familias saludables, capaces y extensas".
El prestigio de Galton en las últimas décadas del siglo XIX era notable y su proselitismo eugenésico había atraído numerosos adeptos entre las elites intelectuales. Las más respetadas instituciones culturales y científicas admitían la eugenesia como una disciplina rigurosa y se asistía a abundantes trabajos de investigación y congresos (nacionales e internacionales) para debatir los avances. Sin embargo la consecuencia obvia de llevar a la práctica los postulados eugenésicos, pese a los esfuerzos de Galton y sus diversos apóstoles, nunca llegó a producirse en Inglaterra (nadie es profeta en su tierra). No ocurrió lo mismo en las antiguas colonias del otro lado del Atlántico. En Estados Unidos, desde al menos la década de los ochenta del siglo XIX, surgieron iniciativas que abogaban por la esterilización de los manifiestamente ineptos. El argumento de fondo, con distintas variantes, era proteger el acervo genético de la nación, evitar su degradación; con palabras de la época: purificar el río de la vida. Ciertamente, que la semilla germinara en suelo americano mucho tuvo que ver con la cada vez más creciente marea inmigratoria y el rechazo a ciertos grupos de recién llegados (sobre todo los que empezaban a ser mayoría por esas décadas finales: italianos, eslavos y, en el oeste, chinos y mexicanos). Así que la pretendida purificación mucho se relacionó con valoraciones raciales, las cuales, dada la fuerte presencia de negros, ya estaban muy presentes en los Estados Unidos.
Debe aclararse que la época entre ambos siglos, la superioridad de la raza caucásica sobre las restantes (y de ahí su "obligación moral" de civilizarlas, que era la excusa bienintencionada del colonialismo) se aceptaba sin dudas hasta entre los más cultos y progresistas. Por eso es natural que fuera en Estados Unidos, país que en plena etapa de formación y recién salido de su guerra civil, asistía receloso (obviamente los ciudadanos que se consideraban sus auténticos dueños) a la llegada masiva de gentes de todas las razas, donde las tesis eugenésicas encontraron el suelo más fértil para convertirse en actuaciones concretas amparadas por las necesarias leyes. Cuando el estado de Indiana promulgó en 1907 la primera Ley en el mundo que permitía llevar a cabo la esterilización forzosa en criminales confirmados, violadores, idiotas e imbéciles se marcaba una dirección que, un cuarto de siglo después, emularía el Reichstag nazi. Esa Ley pionera, así como las tantas que la siguieron hasta finales de los veinte, se debió a la actividad entusiasta y conjunta de científicos y políticos norteamericanos; los primeros, "herederos" de Galton fueron, al fin y al cabo, los encargados de legitimar a los segundos.
PS: Francis Galton, al margen de cómo valoremos hoy en día sus ideas eugenésicas, fue uno de esos sabios enciclopédicos que se dieron en la Inglaterra victoriana y una personalidad de grandísimo interés. Existe una web dedicada a su figura y su obra, en la que es posible descargar casi todas sus publicaciones (en inglés, claro). La lectura de sus Memorias (avanzo dificultosamente) me está resultando entretenidísima.
CATEGORÍA: Personas y personajes
Lo más interesante -a mi juicio- es, de un lado, lo anticuadas que se han quedado estas ideas, y de otro, como, no obstante, perviven entre los no especilistas, la gente sin más y hasta en la cultura popular.
ResponderEliminarLo cierto es que el viejo debate entre lo genético y lo ambiental está muy superado en las modernas ciencias biológicas. Entorno y genoma, junto a los procesos epigénicos recientemente vislumbrados, forman un sistema complejo e interactivo en el que se influyen mutuamente. Después de todo, una pequeña parte de Lamarck, y no sólo el prodigioso Darwin, es reivindicable.
volverán las oscuras golondrinas, no lo dudes...
ResponderEliminarNo es muy conocido, pero el artículo 156 de nuestro código penal permite que se practique la esterilización de personas incapaces que adolezcan de deficiencia psíquica. Para ello es necesario que lo solicite su representante legal y que lo autorice un juez, oído el Ministerio Fiscal, dictamen de especialistas y previa exploración del incapaz por el propio juez.
ResponderEliminarLa ley dice que la esterilización se hace "en interés del incapaz", pero es un artículo muy polémico. Muchos autores consideran no sólo que se vulnera el derecho a la integridad física (reconocido junto al derecho a la vida), sinó que además supone una instrumentalización inaceptable de la persona, sacrificada en beneficio de la salud mental de la colectividad .
Quienes están a favor, por el contrario, sostienen que con estas técnicas se permite que los deficientes psíquicos puedan mantener relaciones sexuales libremente, sin el riesgo de embarazo, y que por otra parte, sin este artículo antes se daba la contradicción de que se podía practicar el aborto de un incapaz, pero no evitar el aborto a través de la esterilización.