Este largo fin de semana (hoy lunes es la fiesta del Cristo de La Laguna y no me tocaba curre) hemos aprovechado para darnos un salto a El Hierro, la más pequeña y occidental isla del archipiélago. Pese a su pequeña superficie (menos de 270 km2), su tremenda orografía la hace parecer mayor y recorrérsela lleva bastante tiempo; de hecho, en estos tres días, nos hemos dejado unos cuantos lugares sin ver. A que aparente más tamaño contribuyen sus viarios, estrechos, de fuertes pendientes y repletitos de curvas. Hay que decir que, desde la última vez que estuve, hará unos diez años, las carreteras han "mejorado" muchísimo. Sin duda, la obra más espectacular ha sido el túnel que une Valverde, la capital, con El Golfo, la vertiente noroccidental de la isla. Antes ese trayecto llevaba más de una hora y actualmente se hace en quince minutos, gracias a un túnel que baja por el acantilado. También he notado que varias de las antiguas carreteras han sido ensanchadas y repavimentadas, pero aun así siguen quedando bastantes pistas sin asfalto, en especial en el interior.
Hasta que se descubrió América se pensaba que El Hierro era el extremo occidental del mundo, más allá del cual se abría el tenebroso océano. En 1634, los franceses situaron en Orchilla el meridiano cero, recuperando nada menos que el antiquísimo criterio de Ptolomeo. Sin embargo, durante los dos siglos y medio siguientes, hubo otros lugares que disputaron a la pequeña isla atlántica es honor y no fue hasta 1884 cuando, en la conferencia de Washington, se adoptó a Greenwich como el punto por el que oficialmente pasa la línea que divide los hemisferios. Hay algunas anécdotas divertidas sobre los avatares del meridiano cero que quizá cuente en alguna otra ocasión. En todo caso, no creo que nadie pueda discutir que habría sido mucho más adecuado mantener El Hierro como línea de referencia, que separa limpiamente Europa y África de América. Si me apuran, quizá fuera mejor la isla de San Antonio en el archipiélago de Cabo Verde (a 25º oeste, en vez de los 18º de Orchilla). Pero no Londres, que deja a casi todas las islas británicas, la costa atlántica francesa, la mayor parte de la península ibérica y al África occidental en un hemisferio distinto al del resto de ambos continentes. Así que a modo de desagravio nos hemos acercado este mediodía hasta el faro de Orchilla, cambiando desde la vertiente del Golfo hasta la del mar de las Calmas por un paisaje de coladas lávicas de una espectacularidad grandiosa.
Y ya que hablo de paisajes, qué decir de El Hierro sino que merece muchísimo la pena para maravillarse ante ese territorio todavía tan poco destrozado. El negro volcánico se contrasta con los pinares de las laderas y el mar de una limpidez extraordinaria. Mi ex mujer la llamaba la isla surrealista (tenía un adjetivo para cada una de las siete) y, ciertamente, algo de onírica tiene. Quien busque playas que vaya a Fuerteventura, porque aquí lo que hay son "charcos", someramente adaptados para acceder al mar (Costas, al menos en esta isla, ha actuado con buenos criterios). Después de todo, para qué se necesitan playas inmensas si afortunadamente hay poco turismo (y nada masificado) y apenas una población de diez mil habitantes. Por ejemplo, la cala de Tacorón, donde pudimos darnos un chapuzón que nos supo a gloria. Un par de horas antes habíamos almorzado camarones, sopa de marisco y viejas, todo delicioso y fresquísimo, en las mesas puestas en una callecita peatonal de La Restinga (el paraíso del submarinismo).
En fin, que me lo he pasado estupendamente; he podido desconectar (lo necesitaba) y espero que cargar pilas. La verdad que a veces me pregunto que por qué no haré escapadas más frecuentes a las otras islas, apenas a cuarenta minutos de avión. En ésta he vuelto a fantasear con pasar temporadas más o menos largas, disfrutando de la tranquilidad y aprovechando para leer y escribir (lástima que la conexión a internet no sea demasiado estable). Pero no me enrollo más que este post era sólo para aprovechar y colgar algunas fotitos (no demasiado buenas pero es que no termino de cogerle el tranquillo a mi maquinita nueva).
Hasta que se descubrió América se pensaba que El Hierro era el extremo occidental del mundo, más allá del cual se abría el tenebroso océano. En 1634, los franceses situaron en Orchilla el meridiano cero, recuperando nada menos que el antiquísimo criterio de Ptolomeo. Sin embargo, durante los dos siglos y medio siguientes, hubo otros lugares que disputaron a la pequeña isla atlántica es honor y no fue hasta 1884 cuando, en la conferencia de Washington, se adoptó a Greenwich como el punto por el que oficialmente pasa la línea que divide los hemisferios. Hay algunas anécdotas divertidas sobre los avatares del meridiano cero que quizá cuente en alguna otra ocasión. En todo caso, no creo que nadie pueda discutir que habría sido mucho más adecuado mantener El Hierro como línea de referencia, que separa limpiamente Europa y África de América. Si me apuran, quizá fuera mejor la isla de San Antonio en el archipiélago de Cabo Verde (a 25º oeste, en vez de los 18º de Orchilla). Pero no Londres, que deja a casi todas las islas británicas, la costa atlántica francesa, la mayor parte de la península ibérica y al África occidental en un hemisferio distinto al del resto de ambos continentes. Así que a modo de desagravio nos hemos acercado este mediodía hasta el faro de Orchilla, cambiando desde la vertiente del Golfo hasta la del mar de las Calmas por un paisaje de coladas lávicas de una espectacularidad grandiosa.
Y ya que hablo de paisajes, qué decir de El Hierro sino que merece muchísimo la pena para maravillarse ante ese territorio todavía tan poco destrozado. El negro volcánico se contrasta con los pinares de las laderas y el mar de una limpidez extraordinaria. Mi ex mujer la llamaba la isla surrealista (tenía un adjetivo para cada una de las siete) y, ciertamente, algo de onírica tiene. Quien busque playas que vaya a Fuerteventura, porque aquí lo que hay son "charcos", someramente adaptados para acceder al mar (Costas, al menos en esta isla, ha actuado con buenos criterios). Después de todo, para qué se necesitan playas inmensas si afortunadamente hay poco turismo (y nada masificado) y apenas una población de diez mil habitantes. Por ejemplo, la cala de Tacorón, donde pudimos darnos un chapuzón que nos supo a gloria. Un par de horas antes habíamos almorzado camarones, sopa de marisco y viejas, todo delicioso y fresquísimo, en las mesas puestas en una callecita peatonal de La Restinga (el paraíso del submarinismo).
En fin, que me lo he pasado estupendamente; he podido desconectar (lo necesitaba) y espero que cargar pilas. La verdad que a veces me pregunto que por qué no haré escapadas más frecuentes a las otras islas, apenas a cuarenta minutos de avión. En ésta he vuelto a fantasear con pasar temporadas más o menos largas, disfrutando de la tranquilidad y aprovechando para leer y escribir (lástima que la conexión a internet no sea demasiado estable). Pero no me enrollo más que este post era sólo para aprovechar y colgar algunas fotitos (no demasiado buenas pero es que no termino de cogerle el tranquillo a mi maquinita nueva).
CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas
Un amigo canario siempre me ha hablado estupendamente de El Hierro, y aún sigo sin conocer la isla.
ResponderEliminarMe alegra saberte tan descansado y feliz.
Un beso
Llevo intentando conocer la isla de Hierro y la de La Palma toda la vida, supongo que alguna vez lo conseguiré.
ResponderEliminar¿Tú apareces en la foto verdad?.
ResponderEliminarCaramba, qué sitio tan apetecible...
ResponderEliminarNo es que pretenda discutir tus gustos, pero ¿un blanco fresquito no habría sido mejor que la cerveza para acompañar ese pescado?
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEn todo caso, lo peor es la cervecita ...¡en vaso de tubo, maldición!, pero el pescaito: viejas, está muy bien.
ResponderEliminarLansky
Júbilo, estoy de acuerdo en que habría sido mejor un blanco fresquito, perto llegamos sedientos y, sin pensar qué íbamos a comer, pedimos sobre la marcha unas cervezas. De otra parte, me da que en ese sitio debía haber poca oferta de vinos.
ResponderEliminarLansky: en vaso de tubo, sí, qué se le va a hacer, pero tendrías que ver cómo es el "restaurante". Ahora, los camarones y las viejas, unas horas antes de pasar a nuestras barrigas, estaban nadando tan campantes.
Amy: sí, salgo en la foto, pero no me delates.
El bebedor fino empieza con cerveza y termina con vino. O eso me aseguraron los viejos de mi pueblo, de joven, y siempre me ha ido bien haciéndoles caso en estas cuestiones.
ResponderEliminar¿Tu qué vaso recomiendas para la cerveza, Lansky? No una copa, espero. La cerveza en copa me parece una usurpación inadmisible.
Lo sé, Júbilo, lo sé. Desde luego, no soy un bebedor fino; de hecho, no soy nada bebedor. Aun así, me gusta el blanco (bastante más que el tinto, otra prueba de mi bajo nivel enológico), aunque dudo de que en ese local tuvieran buenos vinos.
ResponderEliminarLos sevillanos 'finos' recomiendan primero cerveza de barril para hacer "cama" y luego ya seguir con los finos, manzanillas y jerez.
ResponderEliminarYo, el vaso que más me gusta para la cerveza es ancho y grande y de cristal fino, tipo los culines de sidra, que permita una buena capa de espuma. Voy a fundar, en cualquier caso, una asociación de enemigos de los vasos de tubo, para la cerveza, el cubata y cualquier cosa. Los odio.Las narices humanas no están hechas para sumergirlas en esa suerte de probetas de laboratorio.
En Córdoba, la tierra taurina por tontonomasia, decimos: una servesita primero pa regá la plasa. Para la corrida, desde luego, vino.
ResponderEliminarY me apunto a la asociación esa con los ojos cerrados. Hasta podríamos conceder el título de ciudad ANTITUBISTA, como signo de distinción bebedora, a la que los prohibiera.
Lo que tiene que haber gozado esa mujer de blanco entre tanto negro...!
ResponderEliminarBesotes, submarinista!
¡Qué estoy haciendo que aún no me he dado una vuelta por esas tierras!
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