Como Pessoa, crees que no es vivir lo importante sino crear, soberbia diabólica. Y te esfuerzas por construir un universo nacido de tus delirios; un universo en el que las cosas están fatigadas de ser y doloridas. Buscas la inspiración en las estrellas y no comprendes que están muertas, no adviertes la tristeza de su brillo inútil, de su brillo lejano. Te lo tomas todo muy en serio, claro, tanto que ni pensar en el amor, ese sentimiento ridículo, del que no cabe sino reírse desdeñosa, compasivamente.
No entiendes nada. No entiendes que hay más vida en la más nimia de las chácharas que en todos tus textos ampulosos. Has olvidado que había más verdad en aquellas cartas que alguna vez escribiste, hace ya tantos años, y que hoy te parecerían ridículas. Y sin embargo, que las hayas escrito es lo único que te redime, lo único que puede albergar el hálito de tu esperanza. En cambio, preferiste soltar sus manos y decirle cualquier excusa tonta para dejarla, para poder dedicarte a tus labores serias …
Llegará un día (o eso espero, por tu bien) en que comprendas. Entonces volverás a escribir de amor, incluso a escribir cartas de amor. Hasta puede que te atrevas a hacer algo más que escribir; o sea, a tocar, acariciar, besar. Entonces, ese día, te darás cuenta de que sólo con el amor, sintiéndolo, puedes entender y ser, sobre todo ser. Sabrás entonces que no hay que tener nunca miedo al ridículo, que no importa que se rían los hombres serios y grises de este mundo, porque son ellos, quienes nunca han escrito cartas de amor, los que de verdad son ridículos.
Que te llegue ese día, que no te ocurra como a mí. Que no añores recuerdos de viejas cartas de amor, hasta de aquéllas que empezaste mentalmente y no pasaste al papel porque te parecieron ridículas. Que no te vengan los arrepentimientos cuando sea demasiado tarde. Que no digas: ojala estuviese a tiempo; si todavía tuviese tiempo para poderlas escribir …
No entiendes nada. No entiendes que hay más vida en la más nimia de las chácharas que en todos tus textos ampulosos. Has olvidado que había más verdad en aquellas cartas que alguna vez escribiste, hace ya tantos años, y que hoy te parecerían ridículas. Y sin embargo, que las hayas escrito es lo único que te redime, lo único que puede albergar el hálito de tu esperanza. En cambio, preferiste soltar sus manos y decirle cualquier excusa tonta para dejarla, para poder dedicarte a tus labores serias …
Llegará un día (o eso espero, por tu bien) en que comprendas. Entonces volverás a escribir de amor, incluso a escribir cartas de amor. Hasta puede que te atrevas a hacer algo más que escribir; o sea, a tocar, acariciar, besar. Entonces, ese día, te darás cuenta de que sólo con el amor, sintiéndolo, puedes entender y ser, sobre todo ser. Sabrás entonces que no hay que tener nunca miedo al ridículo, que no importa que se rían los hombres serios y grises de este mundo, porque son ellos, quienes nunca han escrito cartas de amor, los que de verdad son ridículos.
Que te llegue ese día, que no te ocurra como a mí. Que no añores recuerdos de viejas cartas de amor, hasta de aquéllas que empezaste mentalmente y no pasaste al papel porque te parecieron ridículas. Que no te vengan los arrepentimientos cuando sea demasiado tarde. Que no digas: ojala estuviese a tiempo; si todavía tuviese tiempo para poderlas escribir …
PS: Por supuesto, este post alude al famoso poema de Pessoa "Todas as cartas de amor são ridículas" que me abstengo de copiar porque es facilísimo encontrarlo en la red. Pero el motivo concreto ha sido la canción de Roberto Vecchioni que podéis escuchar (y ver) en el video supra. Vecchioni hace una interpretación musical del poema de Pessoa y yo, obviamente mucho más limitado, hago mi propia versión plagiando descarada y libremente al cantautor italiano. La letra original de la canción, aquí.
Los poetas no tienen biografía; su obra es una biografía, creo que decía Octavio paz, pero pese a ello, Pessoa murió joven y presumiblemente virgen de amor carnal
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