Escucho una canción de Vecchioni de 1975 dedicada a los poetas; él, por descontado un poeta, recita una ácida crítica a esos "profesionales" de la poesía (cabría generalizarla a todos los "intelectuales profesionales"), quienes se arrogan el título de poetas y, con ello, presuntos derechos monopolísticos sobre la poesía, sobre la visión poética de la realidad, y quienes, además, se creen merecedores de honores y lisonjas por ser ellos tan importantes, tan necesarios. Los poetas han visto la guerra con ojos ajenos y tanto han vivido los dolores que escriben llorando (con una cebolla al lado) mientras remojan sus barbas en el vino que les sirven. Los poetas son libres, sí, aunque se arrastren ante reyes y cardenales; los poetas repiten siempre que somos todos iguales mientras fantasean lo que harán el día que les entreguen el Nobel. Los poetas son litros de licor bebidos por aburrimiento para así poder escribir palabras por la mañana mientras se imaginan niñas desnudas que salen del colegio y les dan la mano ...
I Poeti - Roberto Vecchioni (Ipertensione, 1975)
Cinco años después, Pierangelo Bertoli, compone otra canción con el mismo título y muy similar temática. Bertoli era comunista (no sé si también Vecchioni, pero en los setenta el PCI era el partido que albergaba a la gran mayoría de la intelectualidad italiana) y repite, quizá menos metafóricamente (o sea, menos veladamente), similares acusaciones a esos individuos fatuos que debían poblar los círculos intelectuales. Los poetas van a concursos donde ganan con mentiras medallas de oro y te explican que son ellos los poetas. Los poetas son hombres cansados que se levantan a mediodía y desayunan café con leche y huevos que les prepara su mamá. Los poetas no pagan peajes, fingen que entienden algo cuando hablan del valor pero si hay que luchar se esconden en el bar. Los poetas tienen secretos que no revelan a nadie: las fórmulas para vender humo; tienen ese aire astuto que es un privilegio de los artistas. Los poetas son el sol que calienta las esperanzas de los desesperados, aunque ellos no dan ni golpe.
I Poeti - Pierangelo Bertoli (Certi Momenti, 1980)
Oyendo estas dos canciones italianas me viene al recuerdo el poema que Rafael Alberti escribió en el 53 y que popularizaron los Aguaviva en los primeros 70: Balada de los poetas andaluces de hoy. Desde el Río de la Plata el gaditano exiliado se quejaba del silencio en el que se perdían las voces de los poetas andaluces y les reclamaba que cantaran alto, que llevaran su poesía a los hombres, al pueblo. Obviamente, para Alberti, también comunista, la poesía había de imbricarse en la realidad y, en ese sentido, quiero imaginar que compartiría las críticas a los "profesionales" de los cantautores italianos (hechas, además, cuando él vivía en Roma, así que no sería extraño que escuchase dichas canciones). Sin embargo, los textos de los italianos parecen sugerir que nada cabía ya esperar de los poetas, que quienes ostentaban (se apropiaban) de ese nombre carecían de cualquier fuerza revulsiva. En cambio Alberti, veinte años antes, no sólo no renegaba de los poetas, sino que les reclamaba que insistieran en su misión. Y supongo que todavía en los setenta seguiría pensando así, seguiría considerando que, al menos en España, los poetas debían alzar su voz. Ciertamente, por esos primeros setenta la poesía, los poemas musicados, fueron vehículos para expresar el deseo de que las cosas cambiaran, y así el éxito de ese famoso disco de Aguaviva y la visita de la banda al poeta en su exilio romano. Mis padres tenían el LP, junto con otros cuantos que entonces se etiquetaban como "canción protesta" y que guardaban con cierto aire de trasgresión (y mis padres no eran en absoluto conspiradores antifranquistas). A principios de quinto de bachillerato (año 1973), fui sacando de extranjis estos discos para grabarlos en cassette en el equipo de un amigo; el de Aguaviva era uno de los que más valorábamos por entonces, un grupito de críos de veleidades rojillas.
Pero la denuncia de los poetas acomodaticios y ajenos a la realidad (que no es la de Alberti sino la de los dos cantautores italianos citados) tiene un antecedente ilustre que no es otro que Atahualpa Yupanqui quien, probablemente por fechas no muy lejanas de las que fue escrita la balada albertiana (y en parajes tampoco muy lejanos) compuso la canción El Poeta, en la que interpela airadamente a uno de esos "profesionales" retratados por Vecchioni y Bertoli. Crees que eres distinto porque te dicen poeta y de tanto mirar la luna ya nada sabes mirar; vive junto al pueblo, no lo mires desde afuera; vete a mirar los mineros, los hombres en el trigal y cántales a los que luchan por un pedazo de pan.
El Poeta - Atahualpa Yupanqui (Soy Libre Soy Bueno, 1968)
Tengo la impresión de que en estos tiempos de "derechos de autor" seguramente proliferarán más que nunca esos poetas denunciados por don Ata. Casi pareciera que autoproclamarse poeta (o autor, ya puestos) es un primer paso para dejarlo de ser. No casan demasiado con esos retratos críticos las almas de poetas a que alude la estupenda Mariza en su canción de 2002: las almas de los poetas andan perdidas en la vida como las estrellas en el aire; sienten gemir al viento y escuchan llorar a las rosas. En todo caso, suscribo plenamente (y apasionadamente) los famosos versos de Celaya: poesía necesaria, como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto ... Sí, sin duda es necesaria la poesía, aunque sobren muchos que se llaman poetas.
Qué curioso: mientras leía la primera parte del post, las diatribas de tus italianos contra los poetas, se me han venido a la cabeza, por ese orden, la canción de Aguaviva a los poetas andaluces -que yo también oía con fervor en los primeros setenta, otro crío ligeramente mayor que tú- e, inmediatamente, la canción de Atahualpa Yupanqui: "Te piensas que eres distinto porque te dicen poeta, y tienes un mundo aparte más allá de las estrellas..." Yupanqui era otro de mis músicos de cabecera cuando tenía quince años. Pensaba hacerte un comentario citando a ambos cuando he visto que no hacía falta, que a los dos nos funcionaba la cabeza igual.
ResponderEliminar(También he pensado en el arma cargada de futuro de Celaya, que también citas y que conocí también por esos tiempos, cantada por Paco Ibáñez: éramos decididamente vulgares, los adolescentes del tardo franquismo y de la transición, cortados por el mismo patrón...)
Es posible que, como le he leído más de una vez a nuestro amigo Lansky, la de "poeta" sea una de esas condiciones que uno no debe atribuirse a sí mismo; pienso en el atildado Gamoneda, que comentando "amablemente" a Benedetti, en la oportuna ocasión de acabar este de morirse, dictaminaba: "...la poesía es otra cosa." Otra cosa, no lo decía porque no hacía falta, que solo practican verdaderamente él y otros pocos, exquisitos, elegidos, y no el pobre Benedetti, con un lenguaje tan prosaico y al que se le entendía todo tan bien... Y pienso que si autodenominarse poeta implica ser y escribir como él -y tener ese notable sentido de la oportunidad para la necrológica- me alegro infinitamente de no haberme considerado "poeta" nunca.
Pienso, sobre todo, que la de poeta no puede ser nunca una profesión. La poesía, como el Espíritu, sopla donde quiere, y huye de los que creen poder apropiársela como atributo personal o condición permanente. Creo que la poesía debe ser un poco tarea de todos y de ninguno, "para que nunca recemos como el sacristán los rezos, ni como el cómico viejo digamos los versos.
Para enterrar a los muertos como debemos, cualquiera sirve, cualquiera, menos un sepulturero". Y para hacer poesía, muchas veces sin saberlo, puede servir cualquiera, menos quien se cree y se proclama "poeta". Como muy bien sabía León Felipe, que ese sí que lo era.
Estupendo comentario, Vanbrugh (ya te los echaba en falta) y, como bien dices, qué vulgares éramos los adolescentes del tardofranquismo. En parte, para romper mínimamente el vetusto color amarillento que me estaba adquiriendo el post (y también a modo de contrapunto temático), es que quise acabar con el lirismo barroco de Mariza, de una edad y estética mucho más recientes.
ResponderEliminarNo me acordé de Gamoneda pero ahora que lo dices, sí claro, imagino que habría sido el blanco perfecto de "mis" italianos o de don Ata. Y, por supuesto, dices mucho mejor que yo la que viene a ser la tesis de este post: que difícilmente puede considerarse a la poesía como una profesión (y seguramente la poesía no es la única) y que ese afán de profesionalización excluyente (con cobros de derechos de autor, of course) no parece que redunde a favor del arte.
Me ha pasado como a Vanbrugh, yo también fui uno más de esos vulgares muchachitos del tardo franquismo y la transición, mezcla de hippie y progre de izquierdas, del haz el amor y no la guerra, del comprometerse, del destape y el Interviú, y más tarde de “el desengaño”; desengaño que perdura todavía y que se mezcla hoy con el espíritu de los indignados del 15-M. Y sí: ya tenemos democracia, hemos roto con no pocos tabúes sexuales, somos libres de expresarnos y poseemos además las nuevas redes de comunicación sociales… pero seguimos decepcionados, y salvo calamidades de todo tipo, poco más se vislumbra en el horizonte. Necesitamos una poesía nueva, urgente, vigorizante, que nos arranque de la apatía. ¿Alguien sabe de alguna?
ResponderEliminarHuelo cierto olorcito rancio por aquí: olorcito a "la poesía es lo que yo, y estos otros que opinan como yo, digo, decimos".
ResponderEliminarLa poesía, como todas las artes, como todas las cosas, emociona a algunos y a otros los deja fríos, y dentro de lo que podríamos llamar poético, algo per se difícil de definir, a algunos los motiva el hambre o la clase obrera y a otros la chica de Ipanema o el muchachito de Tánger.
"Dejemos que florezcan todas las rosas", que ya hay suficientes podadores con amor a su oficio y muy pocos jardineros sensibles cultivando rosas sólo por verlas crecer.
Después de todo, no es menos insoportable un pobre creído que se cree poeta que un descreído dispuesto a señalarle su supuesta
equivocación.
Vaya por Dios, Dante, siento que te hayan molestado nuestras exhalaciones odoríferas. No era mi intención herir tu susceptibilidad ni la de nadie -excepto, quizás, la de Gamoneda (aunque precisamnete él no creo que nos lea), que siempre me ha caído antipático por lo que me parece pretencioso hermetismo de su poesía, y que acabó de cagarla conmigo cuando aprovechó la muerte de Benedetti para descartarlo olímpicamente como poeta: "Era un ser admirable pero utilizaba un lenguaje normalizado, el lenguaje de la comunicación coloquial que, aunque lo respeto muchísimo, no lo comparto. La palabra meramente informativa se puede encontrar en las columnas de periódicos, en televisión y hasta en los púlpitos, pero la poesía para mi es otra cosa, no es un pensamiento reflexivo ni discursivo"
ResponderEliminar¡"La palabra meramente informativa"! ¡"El lenguaje de la comunicación coloquial"! ¡"Un pensamiento discursivo ni reflexivo"! A mi juicio no se pueden decir estupideces más torpes, infundadas, inoportunas y reveladoras.
A pesar de lo cual ni niego que sea poeta ni descarto su poesía. Me limito a constatar y a deplorar lo que juzgo una postura imbécil, que encaja a la perfección en lo que en este estupendo post denuncia Miroslav.
Para mí queda claro que si algún "olorcillo rancio" a "la poesía es lo que yo digo que es" has notado por aquí, su origen no está, precisamente, en el post de Miroslav, ni en su comentario, el de Atman o el mío.
En cuanto a tu última frase: es un fenómeno frecuente que cuando dos discuten poniéndose a cuál más insoportable no falte nunca un tercero que acuda a hacer de árbitro, a descalificar olímpicamente a ambos contendientes y a alzarse él con la marca absoluta de la insoportabilidad.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSí, llamarse a sí mismo "poeta" es como calificarse a uno mismo de "bueno" o "estupendo", es un título que te deben conceder los demás.
ResponderEliminarPor otra parte, la poesía, hoy como ayer, no digo que no esté en las antologías, pero a mi me interesa más la que se reune en las plazas
(La crítica restrospectiva, esa suerte de añoranza al revés...no sé, el valor para reirse de uno mismo, tan sano y útil, es mayor si se ejerce en tiempo presente, no sé si se me entiende)
Dante: Yo creo que el post va justamente de lo contrario a "la poesía es lo que yo digo". Simplemente me topé con dos canciones italianas ya viejas que, con muy similares enfoques, criticaban a los que se autocalifican de poetas excluyendo a los demás. Bertoli, por ejemplo, repite con contundente tautología: poetas son quienes hacen poesía.
ResponderEliminarLansky: No, no te entiendo del todo. No veo en el post crítica retrospectiva aunque sí añoranza (pero no al revés). De otra parte, sin negar la poesía que se reune en las plazas, me consta que te interesa la poesía que se guarda en los libros (Houston: tenemos un poema)
"no digo que no esté en las antologías, pero a mi me interesa más la que se reune en las plazas"
ResponderEliminarTextual de mi comentario anterior
Que a ti te interesa más la que se reúne en las plazas que la que está en las antologías, ya lo entendí. Sólo decía que también te interesaba la de las antologías (lo que ya tú habías dicho al precisar "sin negar"). Pero, en todo caso, mi "no entender" se refería a tu críptica última frase entre paréntesis.
ResponderEliminarSí, a veces me explico rematadamente mal, de ahí el “no sé si se me entiende’ que es un curarme en salud. Me refería a que descontextualizar los avatares de la vida pasada de uno, yo que sé, reírse de los pantalones campana de pata de elefante, de las patillas de hacha o los pelos afro, la estética hippie, etc., es fácil y hasta un poquito injusto; de lo que es más meritorio reírse —porque es un ejercicio más honesto de autocrítica— es de cómo somos ahora mismo, no de que nos gustase entonces Atahualpa Yupanqui (a mí me sigue gustando, pero…de otro modo), y de hacerlo hay que hacerlo con una mirada tierna, autorreferencial y condescendiente. Sólo eso, y no digo que no sea esa tu mirada.
ResponderEliminar